Accueil > Réflexions et travaux > ¿El capitalismo puede volver a reanudar con el progreso social ? ¿Y cómo ?
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A los que deploran la dureza de las condiciones de trabajo, los despidos, las éxodos de empresas, las desigualdades crecientes, los fracasados de la universalización, a los que se compadecen de la impotencia de las políticas ante estos fenómenos, se recomienda la lectura de la obra de Michel Aglietta y Antoine Rebérioux, respectivamente profesores y catedráticos a la Universidad de Nanterre (Dérives du capitalisme financier, Albin Michel, 394 p., 28 euros).
He aquí un libro esperado por toda la izquierda. Abre una perspectiva sobre lo que podría pasar a ser una política social, en sentido amplio, fundada no "contra" el universo liberal, como se agotan a proponerlo los anti-mundialistas, sino del "interior", predicando su transformación.
Hasta los años ochenta, el capitalismo rimaba con el progreso social en los países occidentales. Supo desarrollar una secuencia virtuosa de desarrollo de las grandes empresas, del asalariado y las organizaciones sindicales, negociaciones y compromisos entre los patrones y los asalariados, resumidamente, de una asociación capital-trabajo que Aglietta había descripto bajo el nombre de "régimen fordista".
Propriedad y control
¿Qué pasó a después ? Para entenderlo, es necesario observar el corazón del sistema capitalista : la relación entre el accionista y la empresa. Como lo escribieron los norteamericanos Adolf Berle y Gardiner Means, en un texto aparecido en lo más fuerte de la Gran Crisis, en 1932 (The Modern Corporation & Private Property, Transaction Publishers), la importancia adquirida por las sociedades anónimas, en las cuales las acciones son libremente compradas y vendidas en la Bolsa, causó una separación entre la propiedad y el control de las empresas. El accionista perdió su influencia a cambio de una remuneración (dividendo y aumento del curso), el dirigente ganó el poder. Esta evolución, entre otros factores, generó el fordismo.
Ahora bien la crisis des los años setenta hace explotar estos compromisos. Los juristas y economistas liberales quieren suprimir esta separación de la propiedad de las empresas y de su control que desposee al accionista. Es necesario restablecer a éste en su derecho, es decir, volver a poner al dirigente en su sitio de agente reemplazable que obedece, con el fin de volver de nuevo a un buen funcionamiento de las empresas y del capital. El movimiento crece con la aparición de los fondos de pensión (propietarios del 25% del capital de las grandes empresas americanas), pero su pulsión es sobre todo ideológica, según los autores. Aquí, en cualquier caso, el accionista es el que hace al rey.
"El valor bursátil se convierte en el alfa y el omega de la actividad económica." Los asalariados se convierten en las variables de ajuste de las empresas. "Ellos corren todos los riesgos" de los riesgos coyunturales, el accionistas ningún.
Sin embrago afirman los autores : contrariamente a lo que elogia el discurso liberal sobre la eficiencia de un tal sistema, "el reglamento del capitalismo por la preponderancia de los mercados bursátiles es una perversidad". Lleva "contradicciones internas explosivas, que conducen a una inestabilidad permanente y a crisis con mucha regularidad."
Burbujas y crisis
Los mercados financieros son la causa. Se desarrollaron para facilitar los movimientos de los accionistas y "para cubrir" sus riesgos, pero son interdependientes y reaccionan "en círculos" en caso de encontrar problemas. Las finanzas modernas amplían los medios de financiación, pero se revelan muy inestables. Es en este contexto de grandes burbujas y crisis que nuestro accionista debe determinarse. Como solo tiene, para controlar al dirigente, la posibilidad de comprar o de vender sus acciones, su elección es parasitada por las grandes oscilaciones que se llevan a cabo en los mercados según que suban o bajen.
¿Cómo creer, en un tal clima de "ínter subjetividad", que se trata del ideal en la gestión de empresas ? La prueba es, añaden los autores, que los dirigentes, lejos ser mejor "controlados", al contrario, ganaron en autonomía... y en salarios. "Timonear" para la Bolsa no funciona. Las crisis tipo Enron no son excepciones, sino la norma. "En ausencia de un cambio profundo en la dirigencia, los desórdenes financieros van a seguir, las malversaciones y desigualdades prosperar, y la democracia decaer."
Socialización del Capital
La solución está al inicio : es necesario volver de nuevo a la distinción de Berle y Means y considerar que "los accionistas no son los propietarios de las empresas". Solo son propietarios de su contribución convertida en partes sociales para los cuales deben remunerarse. Pero la empresa es una entidad que lleva "un interés colectivo", el de todos sus participantes, quienes es necesario tener en cuenta y defender. Luego sigue esta propuesta : "el capitalismo solo podrá volver a reanudar con el progreso social si la lógica del mercado se supedita al control de la democracia."
Los autores dan dos maneras de actuar : la primera es rechazar el modelo norteamericano de dirección, como lo han hecho bastantes empresas continentales europeas, pero como se vuelve cada vez más difícil hacerlo debido a las normas contables norteamericanizadas ; la segunda es crear un gran fondo a partir de los fondos de pensión de las empresas y del ahorro por capitalización para las jubilaciones que sería controlado por el Estado y sería invertido a largo plazo, "en un espíritu de utilidad social". Este fondo, por su amplitud, tendría una virtud estabilizadora para los mercados. Después de la "socialización de los salarios" del período fordista (los mecanismos del Estado benefactor) vendría la "socialización del capital".
¿Los socialdemócratas podrían superar su "derrotismo" y atreverse a promover un modelo europeo de dirigencia democrática de las empresas ? ¿Los dirigentes europeos pueden deshacerse del modelo norteamericano y admitir que su empresa tiene ahora una importancia con referencia a la democracia ? Este es al menos un fuerte contenido para las pretensiones hasta ahora huecas de una "Europa social".
Le Monde. Paris, 9 octobre 2004