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12 de agosto de 2004

El contexto post-convertibilidad en Argentina.
Viaje al universo pyme

 

Duramente golpeadas durante la década de los ’90, cuando los argentinos creían alegremente que un peso valía un dólar estadounidense mientras la industria nacional se desintegraba, las pequeñas y medianas empresas evidencian cierta recuperación, producto de la sustitución de importaciones, el bajo costo de la mano de obra y otros factores vinculados a cambios importantes en la economía real. Pero aun falta mucho para que la recuperación sea total y más que eso, para que las pyme ocupen el lugar que deberían en le económica nacional.

Por Marcelo Honesto *
Le Monde Diplomatique, El Dipló, Junio 2004

Los círculos oficiales han subrayado las "virtudes" del escenario macroeconómico "post convertibilidad". El ministro de Eco¬nomía, Roberto Lavagna, no dudó en cier¬ta ocasión en calificar a Argentina como un caso de devaluación "exitosa". Se refería a las ganancias de competitividad obteni¬das, omitiendo la evolución no tan halagüe¬ña de otras variables (pobreza, deuda públi¬ca, entre otras). Si se acepta ese estrecho punto de vista, Lavagna tiene razón, dado que el traspaso a precios de la devaluación ha sido muy bajo, mucho menor de lo que ciertos "gurués" pronosticaban y, de hecho, se ubica entre los más bajos entre los paí¬ses con grandes devaluaciones recientes.

Es en esa ganancia de competitividad en la que se apoya el actual proceso de recu¬peración económica. Ya desde el segundo tri¬mestre de 2002 se empezaron a ver señales de reacción, que entonces se concentraban en los sectores exportadores que vieron in¬crementar notoriamente su rentabilidad. La reanimación se fue propagando luego a los rubros productores de bienes, competían con la importación, en los que se produjo un generalizado proceso de sustitución de la oferta extranjera. En el segundo semestre de 2002 la reactivación se hizo palpable por la magnitud de los sectores involucrados. A par¬tir de 2003 el proceso se reforzó por el au¬mento de la inversión y cierta mejora del con¬sumo: el incremento de la masa salarial posibilitado por la mayor ocupación y los au¬mentos salariales, concentrados en los estra¬tos más bajos como consecuencia de las me¬didas del gobierno en este sentido.

Para el universo de las pequeñas y me¬dianas empresas (pyme) la mejoría de la eco¬nomía real ha tenido un impacto muy im¬portante. Puesto que el último censo económico data de 1994 no se conoce aún con precisión cuál ha sido el balance dedos ’90 para este sector, aunque los datos dispo¬nibles indican que ha sido muy negativo. En el plano productivo, esos años se caracteri¬zaron por una combinación letal para las pe¬queñas empresas, en especial para las de¬dicadas a los sectores transables (es decir, los expuestos al comercio internacional): el atraso cambiario y la brusca apertura eco¬nómica (reforzada por acuerdos internacio¬nales -Mercosur, OMC-) reducían el arse¬nal de políticas públicas disponible para, al menos, aliviar los efectos de la transición.
Es cierto que el patrón productivo de estas empresas distaba de ser el ideal para afrontar el nuevo escenario, a causa de las características del entorno en el que se habían desarrollado (economía cerrada e in¬flacionaria). Pero al atraso cambiario y la brutal apertura se sumaron las restricciones de acceso al crédito, determinando la muer¬te o la reducción drástica de muchas de las pyme. Muchas de las sobrevivientes debieron reconvertirse, transformándose en importadoras o comercializadoras, de acuer¬do a lo que indicaban las señales de precios. Si bien la expansión de ciertos servicios (software y comunicaciones) favoreció el desarrollo de pequeñas empresas, el entorno general, en gran medida determinado por la restricción crediticia, propiciaba la concentración económica, que se completaba con la extranjerización de la propiedad de la mayor parte de las grandes empresas nacionales. En suma, predominó un escenario favorable a las grandes empresas o corporaciones, que en su gran mayoría quedaron en manos foráneas.

Mayor competitividad

En términos generales pueden identificarse tres variables clave a la hora de evaluar el impacto del cambio de precios relativos acae¬cido a partir de diciembre de 2001 en cada sector productivo. Por un lado, es esencial el mercado al que se destina la producción: cuanto mayor sea el peso de las exporta¬ciones en las ventas totales el efecto es más favorable, dado que al cotizarse en di¬visas las ventas externas determinan un im¬portante incremento en la facturación nomi¬nal (y real) en pesos. También han percibido un impacto favorable aquellos sectores que, aunque destinan su producción al mercado interno, compiten con la oferta importada. Al encarecer los precios de la competencia extranjera el mayor tipo de cambio permite incrementar los márgenes de rentabilidad de los productores locales. El impacto en estos sectores, que podrían bautizarse como "sus¬tituidores", será mayor o menor que el recibido por los "exportadores" según la mag¬nitud de la caída del consumo interno de¬bida a la reducción de los ingresos reales de la población (la denominada elasticidad ¬ingreso). En cambio, los sectores que, des¬tinan su producción al mercado interno sin competir con la oferta importada (los servi¬cios y los no transables en general) no per¬ciben ningún efecto favorable de la devalua¬ción. Por el contrario, se han visto perjudicados por la caída del ingreso real.

La segunda de las variables es la fun¬ción de producción sectorial. Así, los secto¬res en los cuales el factor trabajo tiene mayor incidencia han percibido mayores beneficios de los nuevos precios relativos, ante la rela¬tiva estabilidad de los salarios nominales.

Por último, se debe considerar la es¬tructura de costos de la producción secto¬rial. A mayor presencia de servicios en la matriz de insumos, mayor ha sido el impac¬to favorable de los precios relativos esta¬blecidos tras la devaluación, dado que bá¬sicamente no son otra cosa que la incorporación indirecta del factor trabajo. En general, a mayor preponderancia de los insumos "no dolarizados" (aquellos in¬tensivos en trabajo como los servicios) ma¬yor ha sido el impacto positivo del nuevo tipo de cambio real.

Dicho esto, resulta claro que cualquier deterioro del tipo de cambio real (calculado en función del tipo de cambio nominal ajus¬tado por el diferencial de inflación y produc¬tividad entre Argentina y sus principales socios comerciales) tiende a reducir cada uno de los impactos benéficos señalados.

Así, resta preguntarse si estos rasgos generales poseen algún tipo de sesgo espe¬cialmente favorable para el universo pyme. La respuesta depende de la evolución recien¬te de la producción manufacturera, de la di¬námica de las inversiones, del comporta¬miento de las exportaciones y de la evolución de la distribución minorista. Salvo en lo ati¬nente a la distribución, el análisis siguien¬te se centrará, de manera aproximada, en los sectores pyme industriales de acuerdo a la identificación realizada por los investigado¬res Gatto y Ferraro á partir de los datos del censo económico de 1994 [1].

En lo atinente a la producción de ma¬nufacturas, las señales de producción dispo¬nibles surgen de los datos relevados por el Estimador Mensual Industrial (EMI). En los datos desagregados puede observarse que sectores básicamente pyme, tales como "te¬jidos" y "metalmecánica no automotriz", re¬gistran incrementos desestacionalizados muy significativos entre el cuarto trimestre de 2001 y similar período de 2003 [2]. En el ca¬so de los tejidos, la producción actual inclu¬so supera la registrada durante el segundo trimestre de 1998, último periodo previo al prolongado proceso recesivo-deflacionario que determinó el fin de la convertibilidad. La recuperación de estos sectores práctica¬mente sextuplica la mejoría promedio del sector manufacturero.

En ambos casos, a la incorporación de la demanda antes absorbida por la ofer¬ta importada se suma el gran peso del cos¬to de la mano de obra en la función de pro¬ducción. La sensible declinación del costo salarial (calculado a partir de los salarios nominales ajustados por los precios y la productividad sectorial) ha permitido una importante recuperación de la rentabilidad en esos sectores, revirtiendo diametralmen¬te la situación prevaleciente durante la década de la convertibilidad. Este factor in¬cluso ha posibilitado compensar los incre¬mentos de costo derivados de los aumen¬tos registrados por ciertos insumos como el algodón, la lana y el acero.

Otro elemento favorable, especialmen¬te en la metalmecánica, es la condición de abastecedor de la demanda derivada de sec¬tores exportadores, especialmente patente en el subsector de la maquinaria agrícola, cuya demanda prácticamente ha explotado gra¬cias a los amplios beneficios del agro en ma¬teria de rentabilidad y posición financiera.

Inversiones y exportaciones

Durante se registró una reanimación de los niveles de inversión agregada, aunque se recuperó menos de un tercio de la caída acaecida desde 1998. El margen de recu¬peración en la construcción fue superior a lo registrado en equipo durable. Y dentro de es¬te último, la mejoría es mayor en los equi¬pos de origen nacional respecto de los de ori¬gen importado, aunque la diferencia no es muy grande.

En este contexto de recuperación re¬lativa, pueden observarse algunos rasgos fa¬vorables a las pyme. En la construcción (las cifrar oficiales aún no han sido publicadas), resultó evidente que predominaron las pequeñas obras destinada a refacciones de vi¬viendas residenciales y obras no residencia¬les relacionadas con las actividades agrícolas, en su mayor parte a cargo de empresas de baja escala. Sólo en los últimos meses se incorporaron obras residenciales de escala al¬go más importante, en función de la inusi¬tada valorización de los inmuebles respecto a los costos de construcción.

En lo atinente a los equipos, se ob¬serva que han ganado participación los pro¬ductos de origen nacional, ayudando a la recomposición de sectores como la maqui¬naria agrícola y, en menor medida, en máqui¬nas-herramienta. Respecto del origen del mo¬vimiento inversor, pueden extraerse ciertas conclusiones en cuanto a la importación de bienes de capital: las importaciones de bie¬nes de capital dirigidas a abastecer la inver¬sión de sectores pyme han registrado incre¬mentos muy superiores a la media, revelando una dinámica inversora superior. Es el caso de las compras de equipos dirigidos a la pro¬ducción de prendas y confecciones y a la ela¬boración de productos metalmecánicos.

Un valor intrínseco de las exportacio¬nes pyme [3] es su diferente perfil secto¬rial respecto del de los grandes exportado¬res: una oferta menos concentrada y diversificada, alejada del patrón exportador especializado en manufacturas basadas en recursos naturales con escaso valor agre¬gado, commodities industriales y comercio administrado [4].

La altísima concentración de las ex¬portaciones argentinas es conocida, tanto en términos de productos como de firmas exportadoras. De acuerdo a un informe ofi¬cial publicado recientemente [5], las pyme reunieron sólo el 9% del valor exportado durante 2003.

Así, los mejores desempeños pyme en exportaciones durante 2003 se advier¬ten en los productos de madera, plásticos y prendas de vestir. Es importante tener en cuenta que la mayor parte de las exporta¬ciones pyme se destinan a los mercados re¬gionales, en particular el Mercosur. Es por eso que las exportaciones pueden ha¬ber sufrido en mayor medida la reducción de las importaciones de parte de Brasil. De la mano de cierta reanimación de la deman¬da brasileña, las exportaciones pyme regis¬traron cierto aumento durante los últimos meses de 2003.

No obstante, esta actividad no deja de ser marginal para la inmensa mayoría de las pyme. La mayor parte de aquellas que ex¬portan lo hacen de manera inconstante o es¬porádica [6]. Argentina está muy lejos de los países líderes en materia de participación pyme en la oferta exportadora.

Por último, la actividad mercantil pyme también ha experimentado fuertes cambios desde diciembre de 2001. En los años ’90, alentados por la alta rentabili¬dad de los sectores no transables y por una laxa regulación en materia de instalaciones y prácticas comerciales, el capital extranje¬ro había realizado cuantiosas inversiones en materia de distribución minorista duran¬te los años ’90. Gracias a su capacidad finan¬ciera, las firmas supermercadistas tenían un gran poder de negociación frente a sus proveedores, lo que les permitió ofrecer al público precios sensiblemente más baratos y/o con mejor financiación que los pequeños comerciantes. De esta forma las grandes su¬perficies fueron concentrando a su favor las ventas del canal minorista.

A partir de las restricciones determi¬nadas por el "corralito" y el cese del cré¬dito comercial y al consumo sucumbió gran parte del armazón financiero que respalda¬ba la expansión supermercadista. Durante el pico inflacionario del primer semestre de 2002 los proveedores volcaron a su favor la batalla negociadora con los supermercados y éstos vieron esfumarse el negocio finan¬ciero de la actividad. Al desaparecer el cré¬dito, cesaron las ventajas que podían ofre¬cer a los consumidores.

La competitividad de las grandes superficies en relación al canal tradicional (mayoristas-pequeños minoristas) se vio afectada de tal manera que a partir de enton¬ces las pyme recuperaron una buena parte del terreno perdido durante la década ante¬rior [7]. Esto es visible si se comparan la evo¬lución reciente del consumo privado y las ventas en los supermercados. Mientras que el primero se ubicó durante el cuarto trimes¬tre de 2003 sólo un 8% por debajo del pro¬medio alcanzado entre 1996 y 2000, la facturación de las cadenas comerciales aún se ubica un 30% por debajo de similar pro¬medio, lo que habla a las claras de la profun¬didad del proceso de sustitución que se ha producido en este campo.

Se puede concluir entonces que a par¬tir del fin de la convertibilidad la situación pyme ha mejorado. No obstante, la reversión es muy incipiente y queda aún mucho por hacer para reconstruir lo destruido durante los años de la convertibilidad.

* Marcelo Onesto, economista.

© LMD Ed. Cono Sur

Notas:

Notas

[1FI. Gatto y C. Ferraro. Consecuencias de los comporta¬mientos pymes en el nuevo escenario de negocios en Argentina, DT 79. CEPAL. Santiago de chile, 1997.

[2Para el Caso de tejidos el incremento es del 115%, en tanto que la metalmecánica aumenta la producción un 105%.

[3En rigor, el análisis de las exportaciones no se refiere al tamaño de las empresas sino al de los exportado¬res, lo que no tiene por qué ser la misma cosa. Una gran empresa puede ser un pequeño exportador y vi¬ceversa. Por eso la literatura sobre este tema se refie¬re en este contexto a los pequeños y medianos ex¬portadores (pymex).

[4Moori Koenig, Virginia. "Desarrollo de competencias en¬dógenas y éxito exportador en las PYMES argentinas", miméo, FUNDES, 2002.

[5Centro de Estudios para la Producción, Monitoreo de PYMES exportadoras, febrero de 2004.

[6Subsecretaría PYME, Problemática y Perspectivas de la Exportación PYME en la Argentina, agosto de 2003.

[7Además, influyó una suerte de "efecto pobreza" al disminuir las posibilidades de realizar grandes com¬pras, disminuyendo las ventajas de concurrir a los supermercados.

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