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20 septembre 2003

El Humanismo ultimo bastión contra la barbarie » Edward W. Said

par Edward W. Saïd *

 

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La retórica justificatoria de la guerra contra de Irak, es un emblema de sustitución del humanismo por la estandarización y el desprecio por las « otras » culturas. El humanismo debe ser el punto de partida para la resolución de los conflictos mundiales.

Hace nueve años, incluí un apéndice en el libro Orientalismo  [1], en el que insistía no solo en las numerosas polémicas suscitadas por la obra desde su publicación en 1978, sino también en el hecho de que mi estudio de las representaciones de « Oriente » estaba cada vez más sujeto a interpretaciones erróneas. Que ahora mi reacción esté más cerca de la ironía que de la cólera es señal de que me estoy poniendo viejo. La muerte reciente de mis dos mentores intelectuales, políticos y personales, Eqbal Ahmad e Ibrahim Abou-Lughod  [2] me ha generado tristeza y resignación, pero también una obstinada voluntad de avanzar.

Mi autobiografía, Fuera de lugar  [3] describe los mundos extraños y contradictorios en los que crecí y da una idea de las influencias recibidas durante mi juventud en Palestina Egipto y Líbano. Pero este relato se detiene antes del comienzo de mi compromiso político, que se inicia en 1967, luego de la Guerra de los Seis Días. Orientalismo está mucho más cerca de los tumultos de la historia contemporánea. Comienza con una descripción, escrita en 1975, de la guerra civil en Líbano, que finalizará en 1990. Y, sin embargo, la violencia y las masacres continúan hasta hoy. El proceso de paz lanzado en Oslo ha fracasado, la segunda Intifada ha estallado y los palestinos soportan terribles sufrimientos en una Cisjordania ocupada de nuevo, al igual que en la Franja de Gaza.

Ha surgido el fenómeno de los atentados suicidas, con todas sus horrorosas consecuencias, no menos atroces y apocalípticas que los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 y sus derivaciones : las guerras libradas contra Afganistán e Irak. Mientras escribo estas líneas, la ocupación ilegal de Irak por Estados Unidos y Gran Bretaña continua con efectos terribles. Todo esto forma parte supuestamente de un "choque de civilizaciones", interminable, implacable e irreversible. Me opongo a esta idea.

Me gustaría poder afirmar que la concepción general que tienen los estadounidenses sobre Medio Oriente, los árabes y el islam ha evolucionado un poco. Lamentablemente, no es así. Por numerosas razones, la situación parece mucho mejor en Europa. En Estados Unidos, el endurecimiento de las posiciones, la creciente influencia de las generalizaciones condescendientes y de los clichés triunfalistas, la dominación de un poder brutal sumado a un desprecio simplista hacia los disidentes y "los otros" se refleja en el saqueo y la destrucción de las bibliotecas y los museos iraquíes. Nuestros lideres y sus acólitos intelectuales parecen incapaces de comprender que la historia no puede borrarse como un pizarrón, para que "nosotros" podamos escribir en él nuestro propio futuro e imponer nuestro modo de vida a los pueblos inferiores.

Comunicadores inconscientes

A menudo se escucha a los altos funcionarios en Washington, o en otras partes, hablar de la necesidad de trazar nuevamente las fronteras de Medio Oriente, como si sociedades tan antiguas y poblaciones tan diversas pudieran ser sacudidas como maníes dentro de un tarro. Sin embargo, es lo que ha sucedido a menudo con « Oriente », esta construcción casi mítica tantas veces reconstruida desde la invasión a Egipto por Napoleón, a fines del siglo XVIII. Permanentemente, los innumerables sedimentos de la historia, los relatos sin fin, la asombrosa diversidad de culturas, lenguas e individualidades son descartados, olvidados, relegados en el desierto como los tesoros robados en Bagdad y transformados en fragmentas carentes de todo sentido.

Para mí, la historia está hecha por los hombres y las mujeres, pero también puede ser deshecha y reescrita, a golpes de silencios, de olvidos, de formas impuestas y de deformaciones toleradas, de manera tal que « nuestro » Este, nuestro « Oriente », se torne realmente « nuestro », que podamos poseerlo y dirigirlo. Debo decir que no tengo un « verdadero » Oriente que defender. En cambio, tengo el mayor respeto por la capacidad que poseen estos pueblos para, defender su propia visión de lo que son y lo que quieren ser.

Ataques masivos de una agresividad planificada fueron lanzados contra las sociedades árabes y musulmanas contemporáneas, acusadas de retraso, de ausencia de democracia y de indiferencia a los derechos de las mujeres. Al punto de hacernos olvidar que nociones tales como la modernidad, las Luces y la democracia no son en ningún caso conceptos simples y unívocos que uno acabaría descubriendo siempre, como los huevos de Pascua escondidos en su jardín. La inconsciencia pasmosa de estos jóvenes comunicadores arrogantes, que hablan en nombre de la política sin tener la mínima noción real (ni el mínimo conocimiento del lenguaje de la gente común), ha creado un paisaje árido, dispuesto a albergar un sucedáneo de « democracia » de libre mercado construido por la potencia estadounidense. De nada sirve conocer el árabe, el persa o incluso el francés para pontificar sobre el efecto dominó de la democracia que tanto necesitaría el mundo árabe.

La voluntad de comprender otras culturas con fines de coexistencia y de ampliación de su horizonte nada tiene que ver con la voluntad de dominar. Esta guerra imperialista planeada por un pequeño grupo de responsables estadounidenses que no han sido elegidos y librada contra una dictadura del tercer mundo ya devastada, por razones ideológicas ligadas a una voluntad de dominación mundial, de control de la seguridad y de disminución de los recursos, es sin duda una de las catástrofes intelectuales de la historia, especialmente porque ha sido justificada y precipitada por orientalistas que han traicionado su, vocación de investigadores. Expertos del mundo árabe y musulmán como Bernard Lewis y Fouad Ajami  [4] ejercieron una gran influencia sobre el Pentágono y el Consejo Nacional de Seguridad de George W. Bush : ayudaron a los halcones a pensar con ideas tan grotescas como el « espíritu árabe », o la « decadencia secular del islam ».

Actualmente, las librerías estadounidenses están repletas de gruesos volúmenes con títulos escandalosos que evocan el vinculo entre « islam y terrorismo », el « islam puesto al desnudo », la « amenaza árabe » y otro « complot musulmán », escritos por polemistas de la política que pretenden publicar su información como especialistas que supuestamente penetraron el alma de estas extrañas comunidades orientales. Estos belicistas se han beneficiado con el apoyo de las cadenas de televisión CNN y Fox News, así como de una miríada de radios evangelistas y conservadoras, tabloides e incluso periódicos respetables, dedicados a reciclar las mismas generalidades incomprobables con el fin de movilizar a Estados Unidos contra los demonios extranjeros. Sin esta impresión cuidadosamente alimentada de que estas comunidades lejanas no son como « nosotros » y no aceptan « nuestros » valores, clichés que constituyen la esencia del dogma orientalista, la guerra no hubiera podido desatarse. Todos los poderosos se han rodeado de tales investigadores a sueldo : los conquistadores holandeses de Malasia e Indonesia, los ejércitos británicos en India, Mesopotámia, Egipto y África occidental, los contingentes franceses en Indochina y África septentrional. Los que asesoran al Pentágono y a la Casa Blanca utilizan los mismos clichés, los mismos estereotipos despectivos, las misma justificaciones para emplear la potencia y la violencia. « Después de todo -repite el coro- esa gente solo entiende el lenguaje de la fuerza ». A esta gente se suma, en Irak un verdadero ejército de empresarios privados a quienes se les confiará todo, desde la publicación de los libros escolares hasta la redacción de la Constitución. desde la reorganización de la vida política hasta la reestructuración de la industria petrolera.

Humanismo vs. globalización

Cada nuevo imperio ha pretendido siempre ser diferente de aquellos que lo precedieron, ha afirmado que las circunstancias son excepcionales, que su misión consiste en civilizar, establecer el orden y la democracia, y que sólo utiliza la fuerza como ultimo recurso. Lo más triste es que siempre existen intelectuales que encuentran palabras dulces y hablan de imperios benevolentes o altruistas.

Veinticinco años después de la publicación de mi libro, el orientalismo nos obliga a preguntamos si el imperialismo moderno ha desaparecido alguna vez, o si de hecho no perdura desde la entrada de Bonaparte en Egipto. Se ha dicho a los árabes y a los musulmanes que la victimología y la insistencia sobre las depredaciones del imperio no representaban más que un modo de escaparse de sus propias responsabilidades actuales. « Fracasaron, se equivocaron », afirma el orientalista contemporáneo.

Todo comienza con Bonaparte, continua con el desarrollo de los estudios orientales y la conquista de África septentrional ; investigaciones del mismo tipo se desarrollan en Vietnam, Egipto, Palestina y, a comienzos del siglo XX, con la lucha por el control del petróleo y de los territorios en el Golfo, Irak, Palestina y Afganistán. Luego, llegarán los diferentes nacionalismos anticoloniales, a través del breve periodo de los independentismos progresistas, la era de los golpes de Estado militares, las insurrecciones, las guerras civiles, los fanatismos religiosos, los combates irracionales y el retorno de la brutalidad absoluta contra los últimos grupos de « indígenas ». Cada una de estas fases suscitará una visión errónea del Otro, imágenes reduccionistas y polémicas estériles.

Con Orientalismo, quería basarme en la critica humanista a fin de ampliar los campos de luchas posibles y reemplazar los breves raptos de cólera infundada que nos atrapan por un pensamiento y un análisis más profundos, a largo plazo. Lo que intento hacer de esta manera, lo he denominado « humanismo », una palabra que sigo utilizando obcecadamente, a pesar de que los críticos posmodernos sofisticados la rechazan con desprecio.

Por humanismo, entiendo en primer lugar la voluntad que empujaba a William Blake  [5] a romper las cadenas de nuestro espíritu, con el fin de utilizarlo para una reflexión histórica y razonada. El humanismo es también alimentado por un sentimiento de comunidad con otros investigadores, otras sociedades y otras épocas : no existe el humanismo al margen del mundo. Cada campo está vinculado con todos los demás, y nada de lo que sucede en el mundo podría puro y aislado de toda influencia exterior. Debemos hablar de injusticia y de sufrimiento, pero en un contexto ampliamente inscripto en la historia, la cultura y la realidad socioeconómica. Nuestro papel consiste en ampliar el campo del debate.

Durante los últimos treinta y cinco años, pasé buena parte de mi vida defendiendo el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación, pero siempre intenté hacerlo teniendo plenamente en cuenta al pueblo judío y sus sufrimientos, desde las persecuciones hasta el genocidio. Lo más importante, para mí, es que la lucha por la igualdad entre Israel y Palestina debe tener un objetivo humano : la coexistencia, y no la búsqueda de la eliminación y del rechazo.

No es casual que haya señalado que el orientalismo y el antisemitismo moderno tienen raíces comunes. Para todo intelectual independiente, elaborar modelos alternativos a los dogmas estrechos y simplificadores basados en la hostilidad mutua, que prevalecen en Medio Oriente y otras partes desde hace mucho tiempo, constituyen pues una necesidad vital.

Como humanista que trabaja en el campo de la literatura, estoy lo bastante viejo para haber recibido, hace cuarenta años, una enseñanza de literatura comparada, cuyas ideas fundadoras se remontan a la Alemania de fines del siglo XVIII y de comienzos del siglo XIX. Es necesario recordar también la contribución fundamental de Giambattista Vico, el filósofo y filólogo napolitano cuyas ideas anticipan las de pensadores alemanes como Herder y Wolf, retomadas por Goethe, Humboldt, Dilthey, Nietzsche, Gadamer y, finalmente, por los grandes filólogos del siglo XX, Erich Auerbach, Leo Spitzer y Ernst Robert Curtius.

Para los jóvenes de la generación actual, la filología evoca una ciencia tan antigua, como anticuada, cuando es el más fundamental y más creador de los métodos de interpretación. El ejemplo más admirable de ello es el interés de Goethe por el islam y en particular por el poeta Hafiz ; esta pasión devoradora lo llevará a escribir el Westôstlicher Diwan e influirá en sus ideas sobre la Weltliteraiur (literatura del mundo) el estudio de todas las literaturas del mundo como una sinfonía total que podría comprenderse teóricamente como la preservación de la individualidad e cada obra sin perder de vista el conjunto.

Irónicamente, nuestro mundo globalizado avanza hacia esta estandarización, esta homogeneidad que las ideas de Goethe trataban justamente de impedir. En su ensayo Philologie der Weltliteratur, publicado en 1951, Erich Auerbach advierte sobre esta evolución a comienzos del periodo de posguerra que marco también el advenimiento de la Guerra Fría. Su gran libro Mimesis, publicado en Berna en 1946, pero escrito durante la Guerra cuando se encontraba refugiado en Estambul, donde enseñaba lenguas romances, se presentaba como el testamento de la diversidad y de la realidad representadas en la literatura occidental, desde Homero hasta Virginia Wolf. Al releer el ensayo de 1951, se comprende sin embargo que el gran libro de Auerbach era un himno a una época en que se analizaban los textos en términos filológicos, de manera concreta, sensible e intuitiva ; una época en que la erudición y el dominio sin errores de varias lenguas contribuía a la comprensión de la que Goethe se convertía en adalid a través de su propia comprensión de la literatura islámica.

Este conocimiento de las lenguas y de la historia era indispensable, pero nunca suficiente, así como la simple acumulación de hechos, por ejemplo, no constituye un método apto para comprender lo que representa un autor como Dante. La principal exigencia del enfoque filológico del que Auerbach y sus predecesores hablaban e intentaban poner en práctica consistía en penetrar de manera subjetiva y empática en la materia viva del texto a partir de la perspectiva de su tiempo y de su autor (Einfühlung).

Incompatible con el alejamiento o la hostilidad respecto de otro tiempo y de una cultura diferente, la filología aplicada a la Weltliteratur implicaba un espíritu profundamente humanista que se manifestaba con generosidad y -si se me permite el término hospitalidad. El espíritu del investigador debe hacer siempre activamente un lugar, en si mismo, al Otro extraño. Y esta acción creadora de apertura hacia el Otro, si no permanece extraño y distante, es la dimensión más importante de la misión del investigador.

En Alemania, todo esto será por supuesto sacudido, luego destruido, por el nacional-socialismo. Después de la guerra -señala tristemente Auerbach- la estandarización de las ideas, la especialización cada vez mayor de los conocimientos redujeron permisivamente las posibilidades de este tipo de trabajo de investigación y de búsqueda infatigables, que Auerbach representaba. Más deprimente aun, desde la muerte de Auerbach, en 1957, la idea y la práctica de la investigación humanista perdieron su eje. En lugar de leer, en el verdadero sentido del término, nuestros estudiantes se distraen constantemente con el saber fragmentario disponible en Internet y difundido por los medios masivos de comunicación.

Y hay algo más grave. La educación se encuentra actualmente amenazada por las ortodoxias nacionalistas y religiosas propagadas por los medios de comunicación, que se concentran de manera ahistórica y sensacionalista en las guerras electrónicas lejanas, que dan a los espectadores una impresión de « precisión quirúrgica » y ocultan así los terribles sufrimientos y destrucciones causados por la guerra moderna. Demonizando a un enemigo desconocido al que le colocan la etiqueta de « terrorista » con el fin de alimentar la cólera de la opinión pública, las imágenes mediáticas concentran demasiado la atención y pueden ser fácilmente manipuladas en periodos de crisis y de inseguridad, como después de los atentados del 11 de septiembre.

Como estadounidense y árabe, debo pedirle al lector que jamás subestime el tipo de visión simplista del mundo que un puñado de civiles que trabajan en el Pentágono ha creado para definir la política estadounidense en el conjunto de los mundos árabe y musulmán. El terror, la guerra preventiva y los cambios de regímenes impuestos, que se han vuelto posibles gracias al presupuesto militar más importante de la historia, son las únicas ideas debatidas continuamente por medios de comunicación que producen supuestos « especialistas » para justificar la línea general del gobierno. La reflexión, el debate, la orientación racional, los principios morales basados en la visión laica según la cual los seres humanos construyen su propia historia, todo eso ha sido reemplazado por ideas abstractas que glorifican la excepción estadounidense, u occidental, niegan la importancia del contexto y consideran a las demás culturas con desprecio.

Un discurso laico y racional

Tal vez el lector me acuse de hacer transiciones demasiado abruptas entre la interpretación humanista y la política exterior, afirmando sobre todo que una sociedad tecnológicamente avanzada que, con una potencia sin precedentes, posee a la vez Internet y el caza F-16, debe, en definitiva, ser dirigida por formidables especialistas técnico-políticos como Donald Rumsfeld o Richard Perle. Pero lo que hemos perdido en el camino es el sentido de la densidad y de la interdependencia de la vida humana, que nunca podrá ser reducido a una fórmula, ni desechado como fuera de tema.

Este es un aspecto del debate global. En los países árabes y musulmanes, la situación no es mucho mejor. Tal como lo ha señalado la periodista Roula Khalaf en un excelente ensayo  [6], la región ha caído en un antiamericanismo que muestra poca comprensión por lo que es realmente la sociedad estadounidense. Incapaces de influir en la actitud de Estados Unidos hacia ellos, los gobiernos dedican toda su energía a reprimir y controlar a su pueblo. De ahí, el aumento del resentimiento, la cólera y las imprecaciones impotentes que no contribuyen a abrir sociedades en las cuales la visión laica de la historia de la humanidad y del desarrollo ha sido descartada por los fracasos y las frustraciones, así como por un islamismo basado en el aprendizaje de memoria y la supresión de todo lo que es percibido como otras formas rivales de conocimiento moderno.

La desaparición progresiva de la tradición islámica de la ijtihad  [7], o de interpretación personal, ha sido uno de los mayores desastres culturales de nuestra época, que ha generado la desaparición de todo pensamiento critico y de toda confrontación individual con las cuestiones planteadas por el mundo contemporáneo.

No estoy diciendo que el mundo cultural haya simplemente involucionado, cayendo en un neo-orientalismo agresivo por un lado, y por otro debido a una intolerancia absoluta. A fines de agosto de 2002, la cumbre de Naciones Unidas en Johannesburgo, a pesar de todas sus limitaciones, reveló el surgimiento de una vasta zona de preocupación global común, al anunciar la aparición de una "circunscripción electoral planetaria" capaz de dar un nuevo impulso a la noción a menudo trillada de un solo mundo. Pero aquí también es preciso admitir que nadie puede conocer la extraordinaria unidad compleja de nuestro mundo globalizado, aun cuando el carácter cada vez más integrado de cada una de sus partes en adelante torne difícil el aislamiento de una de ellas.

Los terribles conflictos evocados aquí, que agrupan a las poblaciones bajo estandartes falsamente unificadores como « Estados Unidos », « Occidente » o « Islam » e inventan identidades colectivas para individuos que son de hecho muy diferentes, ya no pueden seguir siendo tan poderosos como lo son. Es preciso enfrentarlos con nuestras capacidades interpretativas racionales, herencia de nuestra educación humanista. No se trata aquí de una piedad sentimental que nos obliga a volver a los valores nacionales y a los clásicos, sino de restablecer la práctica de un discurso mundial laico y racional.

El espíritu critico no obedece a la orden de ingresar a las filas para ir a la guerra contra un enemigo oficial u otro. Lejos de un choque de civilizaciones prefabricado, debemos concentrarnos en un lento trabajo en común de culturas que se superponen, se interrelacionan y conviven de manera mucho más profunda, lo que es impensable para modos de comprensión reduccionistas y falsos. Pero este modo de percepción más amplia exige tiempo, investigaciones pacientes y siempre criticas, alimentadas por la fe en una comunidad intelectual difícil de conservar en un mundo basado en la inmediatez de la acción y de la reacción.

El humanismo se alimenta de la iniciativa individual y de la intuición personal, y no de prejuicios y de respeto a la autoridad. Los textos deben ser leídos como producciones que viven en la historia de manera concreta.

Finalmente, y sobre todo, el humanismo es nuestro único, e incluso diría nuestro último bastión contra las prácticas inhumanas y las injusticias que desfiguran la historia de la humanidad. De ahora en más, disponemos del muy alentador campo democrático representado por el ciberespacio, abierto a todos, a una escala que ni las generaciones precedentes ni ningún tirano, ninguna ortodoxia hubieran podido imaginar. Las manifestaciones mundiales que precedieron la guerra contra Irak jamás hubieran podido convertirse en una realidad sin las comunidades alternativas presentes en el mundo entero, irrigadas por la información alternativa, conscientes de los desafíos medioambientales, de los derechos humanos como aspiraciones libertarias que nos reúnen a todos en este pequeño planeta.

Le Monde Diplomatique, Septembre 2003

* Edward W. Said, Profesor de Literatura Comparada de la Universidad de Columbia (Estados Unidos), autor de Cultura y Imperalismo, Anagrama, Barcelona, 1997, entre otras obras.

© Le Monde diplomatique, el Dipló, Septiembre 2003

Notes

[1Edward W. Said, OdentWimm, Ediciones libertarias, Madrid, 1994.

[2Nacido en India en 1933 y falleció en 1999 en Pakistán, Eqbal Ahmad profesor de Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas, consagró su vida a las luchas de liberación de numerosos pueblos, desde Argelia hasta Palestina, pasando por Vietnam. Ibrahim Abu-Lughod se comprometió desde muy joven en la lucha por la independencia de Palestina. Diplomado en Ciencias Políticas, es autor de numerosos libros : The Tranformation of Palestine ; Palestinian Righits.- Affirmation and Deniail ; Profile of the Palestinian people y The Arab-israeli Confrontation o june 1967. An Arab Perspective, entre otros.

[3Edwad W. Said, Fuera de lugar, Grijalbo, Barcelona, 2001.

[4Comprometido desde hace mucho tiempo en la lucha contra el « Peligro del Islam », Bernard Lewis fue condenado ademas, en 1995, por haber negado la realidad del genocidio armenio.

[5Considerado durante mucho tiempo como loco, el escritor inglés William Blake (1757 - 1827) ha dejado una obra literaria y filosofica de una gran riqueza, orientando a reconquistar la unidad del ser humano. Para él, Dios solo existe en el hombre. Detractor de l amoral cristiana, que - según su opinión - crea la esclavitud moral, económica y política de la que es victima el hombre, Blake lucha por una libertad cuya herramienta principal sea la imaginación.

[6The Financial Times, Londres, 4 de septiembre 2002.

[7Elaboración jurídica a partir del Corán y de las Hadiths (palabras y actos de Mahoma y de sus compañeros)

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