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22 janvier 2003

Debate sobre el futuro de las Asambleas Barriales

"Están construyendo un mundo nuevo"

 

Un año después de su nacimiento, las asambleas se perfilan como un movimiento social más ligado a acciones concretas que a consignas abstractas.
Seis "caceroleros" convocados por Página/12 debaten sobre sus objetivos, la relación con los partidos y el desafío de la democracia directa.

Por Irina Hauser

"Las asambleas están construyendo un nuevo mundo en sus dinámicas cotidianas. Eso es lo que son, son como pequeños motores permanentes", define Ezequiel Adamovsky, integrante de la asamblea de Cid Campeador. Después de un año funcionando, en las asambleas barriales parecen empezar a asentarse algunos principios elementales que las perfilan como un nuevo movimiento social. Intentan anteponer las acciones concretas a cualquier listado kilométrico de consignas abstractas, ensayan modos de debate horizontal, no tienen líderes formales y el trabajo en el barrio les parece tan importante como atender los grandes asuntos nacionales. Estos son algunos de los conceptos que surgieron, al menos, de una mesa de debate y balance con seis caceroleros organizada por Página/12. Pero no todo es perfecto. La coordinación entre asambleas es aún un tema no resuelto. Y en la intimidad de las reuniones de vecinos subsiste una fuerte tensión entre la lógica de la democracia directa y las prácticas de las organizaciones políticas tradicionales.

Las asambleas barriales surgieron después de los cacerolazos de diciembre del 2001, cuando buena parte de la gente que había salido a la calle en un estado de ebullición irrefrenable empezó a organizarse espontáneamente en ámbitos donde canalizar su bronca y transformarla en algo productivo. Un sentimiento común que unía a quienes participaban en las primeras reuniones, caóticas y multitudinarias, "era el no sentirse representados por nadie y querer cambiar las prácticas políticas de costumbre", en palabras de Andrea Madariaga, una productora cultural de la asamblea de Córdoba y Anchorena. De ahí, el "que se vayan todos". "Elegimos corrernos del lugar de espectadores pasivos de la realidad, como paso previo a cualquier construcción política", añade Fabio Núñez, abogado, 38 años y cacerolero de Temperley.

Según los datos que manejan los autoconvocados, actualmente hay alrededor de 220 asambleas en todo el país. Unas 80 se concentran en Capital Federal y otras tantas en el Conurbano bonaerense. Las provincias donde, al parecer, están más arraigadas son Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Jujuy y Mendoza. Las de todo Buenos Aires intentaron en un principio articularse en la llamada Interbarrial de Parque Centenario, pero ese espacio comenzó a naufragar a mitad de año cuando se hizo muy evidente que lo único que ocurría en él era que algunos partidos -especialmente el PO, el MST y el PC- llevaban sus aparatos para votar puntos y puntos con escaso anclaje con la realidad. Hubo tentativas de reflotar esa instancia, pero no resultaron. Ahora, unas 50 asambleas, que se definen a sí mismas como "autónomas" y se juntan sin lugar fijo, apuestan a reconstituir algún modo de articulación entre ellas donde puedan trazar caminos comunes.

¿Quiénes van a las asambleas ?

"Al comienzo tuvieron un predominio de integrantes de clase media, pero desde mitad de año notamos que se empezaron a incorporar muchos desocupados ; ahora está mezclado", dice Ezequiel, un docente de 31 años. Gustavo Vera, de Parque Avellaneda, dice que en su asamblea el cambio fue todavía más rotundo : "Ahora está todo el pobrerío del barrio".

En enero y febrero del año pasado, las reuniones de vecinos estaban repletas. Algunas tenían hasta 250 personas. Pero muchos se fueron, otros van y vienen o se limitan a participar en actividades puntuales. Hoy, el número de concurrentes oscila, según el barrio, entre 20 y 70 personas. "La gente vino con muchas expectativas, le pedía a la asamblea una identidad de la que carecía. Los que quedamos somos los que pudimos entender y soportar que este nuevo movimiento se va construyendo mientras uno participa", acota Andrea.

¿Por qué muchos se fueron ?

"Al comienzo se notaba especialmente en la clase media una aspiración a un realismo mágico, a que dando tres gritos todo cambiaría. Algunos no se bancaron ver que eso era imposible y se fueron, igual que los que querían limitarse a cortar el pasto de la plaza", analiza Fabio.

Ezequiel cuenta que en la asamblea de su barrio hicieron una encuesta para entender la deserción. El 40 por ciento dijo que se iba por las dificultades que traía la presencia de partidos políticos en las asambleas. "La máquina de votar consignas y no acciones desgastó. Fue nocivo empezar el trabajo asambleario en base a un programa que venía de la Interbarrial, era muy frustrante", dice. Este es un diagnóstico que se repite en muchas asambleas, con algunos agregados como, por ejemplo, en la asamblea de San Telmo, Plaza Dorrego, donde "hubo gente que se fue porque creía que reclamar cosas al Centro de Gestión y Participación (CGP) de la zona o reclamar cosas al Estado equivale a transar, además de que se fue gente de partidos que participaba", cuenta Nora Palancio Zapiola, una periodista de 29 años, autoconvocada del barrio. En el Cid, algunos caceroleros también renunciaron por no estar de acuerdo (o quizá por temor) con que la asamblea recuperara como espacio propio un edificio vacío del Banco Mayo.

¿Pueden convivir partidos políticos y asambleas ?

En términos generales, con el correr de los meses, en las asambleas parecen predominar los objetivos y el modo de hacer de los caceroleros que no se identifican con ninguna fuerza, algunos de ellos incluso carentes de militancia previa. Sin embargo, en algunos casos el problema del vínculo entre unos y otros no está resuelto. Es lo que dice Ezequiel que ocurre en la asamblea del Cid. "Eso trabó todas las demás discusiones y estamos como estancados", agrega. Nora piensa parecido y recuerda que "los efectos de esas disputas se vieron el último 20 de diciembre, cuando muchas asambleas marcharon separadas e hicieron actividades distintas".

Los otros asambleístas presentes, en cambio, tienen la impresión de que las aguas ya se aquietaron lo suficiente como para pasar a concentrarse en otra cosa. "También habría que reconocer que en el debate ideológico los partidos hicieron un gran aporte, yo saco un saldo positivo de eso", dice Andrea. "Incluso nos llevó a aprender a consensuar. Es cierto que una organización horizontal, como las asambleas, no puede convivir con una vertical, pero eso no quiere decir que no puedan hacer cosas juntos", reflexiona. Fabio asiente, pero insiste en no perder algo de vista : "El error de los partidos fue no respetar el tiempo de crecimiento de las asambleas, pensar que tenían que apurarlas, hacer marchas y marchas".

¿Qué hacen las asambleas ?

Las asambleas son, al menos por ahora, lo que hacen. Ahí parece radicar su esencia y su potencialidad de lograr cambios. "Lo que hoy nos define es estar en nuestras prácticas", teoriza Ezequiel. "Además -dice Nora- hay algo muy claro : si no hacemos cosas concretas, la gente no nos cree."

Gustavo recuerda una de las primeras acciones en su barrio : "Ocupamos Edesur y logramos que suspendieran los cortes de luz". La asamblea que integra recuperó un bar que estaba abandonado y ahí instaló un comedor donde ahora van unas 200 personas por día. Algunos de los vecinos se incorporaron, con otras asambleas de Flores, al armado de una obra social para las fábricas autogestionadas. Y la lista sigue. La asamblea del Cid, cuenta Ezequiel, puso a funcionar un comedor y un sinfín de talleres en la sede desierta del Banco Mayo que ocupó. La de San Telmo, dice Nora, está construyendo un comedor, tienen ollas populares y han hecho una campaña de vacunación gratuita para los cartoneros que pasan por la zona. Inés Fernández, una arquitecta de 42 años de la asamblea de Palermo Viejo, rescata la experiencia de La Trama, un evento de dos días donde hubo entodo el barrio arte, espectáculos, debates políticos, económicos, entre otras cosas. El acontecimiento permitió que se interrelacionaran sobre todo los comerciantes (que pusieron a disposición sus salas, bares y restaurantes) con el resto del barrio. "Nos permitió superar la fragmentación", dice Inés. Andrea cuenta que en su barrio la energía está puesta, por ejemplo, en fiscalizar que funcione (y no cierre) el centro de salud local y resistir desalojos de vecinos.

Los ejemplos citados son, de todos modos, una porción ínfima de todo lo que ocurre. Entre las asambleas, además, el debate político es una constante. Uno de los grandes temas, aún bajo análisis, es qué hacer con las empresas privatizadas de servicios y cómo resistir el tarifazo. Algunas asambleas comienzan también a preparar lo que llaman el "boicot electoral", que seguramente abarcará manifestaciones de variada índole para cuestionar el llamado a elecciones, al que consideran trucho. En ciertos grupos de autoconvocados hay una preocupación fuerte porque las actividades culturales no pierdan su contenido político.

A Gustavo le parece, y los demás asienten, que las asambleas funcionan "como bisagra" con otros movimientos sociales, que desde el vamos se diferencian del asistencialismo clásico y que tiende redes y relaciones solidarias hacia todos lados, sobre todo con las fábricas tomadas y los piqueteros. "Los comedores de las asambleas -cuenta este vecino- han sido lugares donde los pobres comenzaron a organizarse por su cuenta, lejos de los punteros políticos."

¿Por qué ocupan predios ?

"Las tomas de espacios físicos grafican muy bien que las asambleas nos estamos haciendo cargo de la realidad. Lo que buscamos es recuperar espacios que son públicos y por ende nos pertenecen", sostiene Fabio, y cuenta que en Temperley también hay una toma de un edificio del ferrocarril. Como en el resto de los lugares recuperados, allí se da de comer a quienes lo necesitan y se organizan todas las actividades del grupo cacerolero. Andrea comenta que a varios miembros de su asamblea lo que no les convence es "abandonar el espacio público al aire libre, que es donde nacimos y donde la gente nos puede ver" ; por eso, explica, ellos siguen en la calle.

¿Se puede sostener la horizontalidad ?


 ¿Otra vez ustedes ? A ver, que venga a hablar un representante conmigo. ¿Vos sos el representante ? -dice un policía de Temperley cada vez que las asambleas de Lomas de Zamora despliegan alguna actividad en la calle.
-No, todos somos representantes - contestan los vecinos.
"A los policías, igual que a los punteros, la horizontalidad los pierde, los desespera, no saben qué hacer, no la entienden", sostiene Fabio.
El funcionamiento sin líderes ni programas estáticos -o al menos el intento de que así sea- es uno de los pilares en el día a día de las asambleas. Es lo que marca una de las grandes diferencias con las organizaciones políticas tradicionales que cuestionan. Todo se discute y se vota o se decide por consenso, lo que hace que las reuniones sean a menudo muy prolongadas. Pero con el tiempo cada asamblea se fue organizando en comisiones que atienden distintos temas y ha tratado de ir acotando su heterogénea agenda.
Los principios ligados a la democracia directa entran en crisis o generan nuevas polémicas cada vez que por alguna razón los asambleístas se ven en la situación de tener que dialogar con el Estado, los CGP o distintos partidos políticos. A pesar de todo eso, prevalecen.

¿Es indispensable que las asambleas actúen articuladas ?

"La posibilidad de lograr la coordinación entre asambleas, que nos una como movimiento, es lo que nos puede diferenciar del Gobierno, por eso es importante lograrla, es de hecho nuestro principal desafío", alerta Fabio. "Necesitamos ese click de superar la fragmentación, porque es lo único que nos puede permitir arribar a consensos. Es difícil porque toda la sociedad está fragmentada", dice Inés.

La Asamblea de Parque Avellaneda, cuenta Gustavo, escribió una declaración "para que todo el movimiento marche hacia una confluencia, nosotros pensamos que es necesario, el trabajo común entre asambleas todavía no existe". Ezequiel completa : "Esto sería lo inverso al funcionamiento de la Interbarrial de Parque Centenario, que se apoyaba en una lógica centralista y jerárquica, en una especie de institución fija por la que todos se peleaban, que no tiene nada que ver con lo que en realidad son las asambleas".

En relación con el Estado la gran duda es si ser poder o contrapoder

"Cada asamblea tiene derecho a decidir cómo se relaciona con el poder político. Nosotros recuperamos un predio de manera concertada con el gobierno porteño. Es cierto que cuando nos lo dan, ellos esperan que nosotros nos rindamos a sus pies, pero no lo hacemos. Ocupamos el lugar y lo ponemos a funcionar porque es un lugar público", explica Inés, de Palermo Viejo. Nora agrega : "Por pedir algo al CGP, bolsones de comida, o lo que sea, no dejamos de luchar contra el sistema, quizá la cuestión es qué cedés en esa relación".
-No, no tenés por qué ceder nada, simplemente porque uno pide lo que le corresponde-, replica Inés.

Hay, de todos modos, una convicción de fondo que aúna criterios. Nora cuenta, como anécdota simbólica, que el día que la asamblea de San Telmo recibió la factura de agua en el lugar donde está construyendo el comedor, los vecinos empezaron a discutir si había que notificar quién era el nuevo destinatario. ¿Era la asamblea ? Finalmente decidieron reportar que era el Gobierno de la Ciudad el que debía pagarla.

Fabio advierte que en la provincia de Buenos Aires el vínculo con la gobernación es distinto, más bien casi nulo. Hubo una aproximación hace un tiempo, pero después que nos sacaron por la fuerza de una sesión en el Concejo Deliberante, se cortó todo diálogo", relata. Además, dice, un sinfín de amenazas sufridas por los asambleístas, incluso el secuestro de uno de ellos (de Temperley), resintió cualquier posibilidad de relación.

Entonces surge naturalmente la pregunta : ¿las asambleas quieren tomar el poder o constituirse en un contrapoder ? La respuesta, por supuesto, no es unívoca. "Hay que pensarlo así : las asambleas están, de a poco, construyendo poder para cambiar el sistema. Es un momento de desestructurar lo existente y generar herramientas para que, tal vez, las usen otros. Para esto la horizontalidad es algo maravilloso", asegura Andrea. Se trata de generar cambios de criterio, de valores, de formas de hacer política, según señalan varios de los asambleístas. Esto tiene más que ver con la construcción de un contrapoder, de un poder en red, que cuestiona permanentemente y desde todos los rincones el orden existente.

Nora dice que el gran objetivo es "luchar contra todas las injusticias, que las personas puedan sentirse personas". "Las asambleas -continúa- representamos un primer paso en la concientización de que uno tiene derecho. Una sociedad que concentra la pobreza lo que quiere es gente que no responda por sí sola. Nosotros estamos aprendiendo a responder por nosotros mismos." Ezequiel tiene la impresión de que "las asambleas definieron hacia dónde quieren ir, y no es un programa con puntos, esto es lo nuevo, aunque me parece que nosotros no tenemos conciencia de nuestro propio empoderamiento". Es cierto que, meses atrás, algunos caceroleros fantaseaban con encontrar líderes políticos entre sus filas. Esas ideas se desvanecieron, porque además contradicen su lógica actual.

Gustavo entiende que "este poder que crece no puede coexistir con el poder establecido" e imagina que en un futuro "las asambleas pueden tomar el poder". "En principio responden a una necesidad concreta mucho más que otras organizaciones, reconstruye tejidos solidarios y tiene posibilidades de desarrollar el que se vayan todos", proyecta.

Para ustedes ¿qué significa que no se haya ido ningún político, a pesar del "que se vayan todos ? ¿Es un fracaso ? -preguntó Página/12.
Para nada, eso es sólo una consigna que representa nuestra forma de pensar. Los que hoy estamos en asamblea sabemos que esto es a largo plazo -respondió Fabio.

Opinion

Andaduras sin andadores

Por Blas de Santos

Pinta tu aldea y pintarás el mundo, decía Tolstoi.
El cuadro de las asambleas es un fresco de los dilemas que atenazan el imaginario ciudadano : todo o nada, ahora o nunca, nosotros o ellos. En ambos casos el asunto es cómo escapar a esos callejones sin salida.

Este desafío es el que enfrentan las asambleas vecinales de vuelta de la anunciada toma del poder que la izquierda febril decretara para terminar el argentinazo iniciado el 19 y 20 del 2001, en su primer aniversario. Si los estudiantes habían podido actuar en representación de cientos de miles de sus compañeros, tomando el rectorado de la UBA, y algunos trabajadores puesto en marcha industrias quebradas, el único impedimento para tomar la Rosada y la city, es decir la suma del poder político y económico, era la falta de coraje y decisión de los empeñados en construir desde abajo y para lejos.

Liberados del abrazo de oso del izquierdismo, ocupado ahora en otros actores estrella -los piqueteros-, las asambleas transitan un período fértil para recomponer un proyecto tan preñado de anhelos como de incertidumbres : si lo que está en juego ya no es la toma del poder (gobierno, elecciones, coordinadoras barriales, interbarriales, nacionales, continentales...), ¿sólo les queda consagrarse a la beneficencia, al asistencialismo, a la filantropía ? ¿Al aliviar de lo insoportable, al deseo de evitar lo peor y elegir lo menos malo ?

Paradójicamente, es la reacción de la derecha social frente a sus efectos la que revela su potencialidad y les permite avanzar en reorientar sus rumbos.
Valga como ejemplo el de la olla popular de la Plaza del Botánico, una más de las que funcionan en nuestra ciudad. Los vecinos de la asamblea de S. Ortiz y Santa Fe que la atienden recibieron (27-II-02), vía Policía Federal, el reclamo de otros vecinos de cesar lo que consideran un "espectáculo" que no corresponde a ese vecindario.

Veamos los ingredientes de este "espectáculo" : en primer lugar, la constatación, por el hecho de ser ejercida por otros, del abandono por el Estado de su función de asegurar el bienestar general. Sigue, la prueba de la impotencia de la democracia formal para cumplir su premisa de ser un régimen fundado en la igualdad y la justicia para todos, junto a la evidencia de formar parte de un orden económico que, lejos de disminuir la exclusión social, la incrementa. Lo significativo es que demandaran a la fuerza pública bajar el telón -barrer la tierra bajo la alfombra- sobre una coreografía ante la que algunos se sienten perturbados porque "gente como ellos" pela verduras, cocina y sirve a cartoneros, embarazadas, adultos y chicos de la calle, sin techo, insanos y demás gente descartable para el sistema de producción vigente. Realidad de los porcentajes de pobreza e indigencia que la asepsia de las estadísticas hace digerible, pero impresentable si desmiente, en vivo y en directo, las ilusiones del medio pelo que aun pretende hacer piruetas en la pasarela de un modelo que sólo les permite el lujo de despreciar a los de más abajo. Nos preguntamos ¿qué es lo que repudian del "espectáculo" ? ¿Será la prueba de una sociedad injusta en la que nadie puede sentirse a salvo de caer en desgracia, ni orgulloso de mantenerse a salvo ? ¿O la responsabilidad que le cabe a cada uno por la suerte del conjunto ? ¿El testimonio de los que ante una realidad indignante quieren transformarla y se arremangan para oponerse a lo injusto ? ¿O el terror de que la realización del sueño de los condenados, que noche a noche transitan la desesperanza de la ciudad hostil, se convierta en la pesadilla que los anticipa, ya no sumisos recibiendo solidaridad sino volviendo en una organizada alborada dispuestos a tomar lo que les corresponde ?

Página 12, del 20 de enero del 2003

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