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12 février 2003

¿Podrá Argentina pasar del "tumulto" a la institucionalización de las nuevas formas de hacer política ?

par Julio Godio

 

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En Argentina, se están desarrollando rápidamente las condiciones para la aparición de un nuevo partido político. La crisis global que experimenta el país (económica, política, social y cultural) se manifiesta como crisis de las instituciones y las formas de representación de los argentinos como ciudadanos y como "productores".

En la crisis global no se ha podido organizar todavía una opción partidaria de centro-derecha con base de masas que simbolice la continuidad de la etapa menemista. El menemismo es resistido activamente por el 80% de la ciudadanía, incluso el electorado peronista. Tampoco emerge una formación política sólida de centro-izquierda o izquierda.

Lo dominante es la "crisis de hegemonía política". La sociedad argentina movilizada da lugar al "tumulto", esto es, en el lenguaje de Maquiavelo, a una forma asambleísta y desordenada, pero preñada de nuevas ideas que, sumados a los movimientos piqueteros, transforma la crisis económico-financiera en una "crisis global" (económica, política, social y cultural). La sociedad prioriza el "tumulto" sobre el sistema de representación política.

Por eso es fuerte la resistencia popular a reconocer la legitimidad de los partidos tradicionales. Comenzado el 2003, el 50% del electorado todavía persiste en votar en blanco, nulo o abstenerse. Las elecciones presidenciales, previstas para el 27 de abril de 2003, no motivan a una sociedad que desconfía o directamente repudia a los candidatos de los partidos. En ese contexto, se registra una demanda común de la sociedad : la necesidad de "nuevas formas de hacer política", fenómeno que el ciudadano/a de a pie simboliza en la frase de "no aparecen nuevos líderes". Por eso subsiste todavía a principios de 2002 la consigna de diciembre de 2001 : "¡qué se vayan todos !".

En el proceso orientado hacia una nueva concepción de las formas de hacer política, es posible reconocer un primer momento concentrado en la crítica generalizada a las manifestaciones más evidentes del fracaso de la "vieja política" : la corrupción, la ineficiencia, el uso de los afiliados de base como masa de maniobra, la transformación de los partidos en maquinarias electorales, el incumplimiento de las promesas electorales, etc. Se generan ideas y propuestas para sustituir la "vieja política", que se concretan como exigencias : de participación y democracia directa, de probidad, eficiencia y austeridad de los dirigentes (no sólo políticos, sino también empresarios, sindicalistas, responsables de medios de comunicación, etc.).

Este primer momento ya incluye los embriones de un segundo momento, pero éste sólo toma forma cuando se conforman definitivamente las nuevas instituciones socio-políticas que organizan la variedad de reclamos y demandas sociales, y aparecen ideas estratégicas de cambios políticos y culturales. Esas instituciones socio-políticas son las que permiten al pueblo terminar de transformarse en sujeto político : el "tumulto" se transforma en voluntad popular coherente.

Lo que irrita al pueblo argentino y se manifiesta en el subconsciente colectivo como frustración y, al mismo tiempo, como cemento de esta sociedad, es la percepción de Argentina como "la Australia que no fue". Las nuevas formas de hacer política se consolidarán si dan formato programático preciso a esa demanda esencial de la sociedad argentina.

A su vez, ese formato programático sólo será viable si incluye una clara ubicación del modo de apropiación del excedente económico por el poder económico que ha conducido a este país a la crisis global.

Para poder sostener el proyecto que asoma del sentimiento de "la Australia que no fue", es necesario que el poder económico sea dividido y desarticulado políticamente. Para ello la sociedad deberá atraer a un compromiso programático, a los intereses productivos del capital que coexisten y se interpretan mutuamente con los intereses financieros rentísticos del capital.

El poder económico tiene su base en la alta concentración del capital, que se organiza bajo diversas modalidades de propiedad (grandes propietarios de tierras, asociaciones entre capitales locales y transnacionales, industriales y de servicios, conglomerados financieros, empresas multinacionales y bancos extranjeros y nacionales). Pero la forma del capital que domina la articulación del poder económica es un esquema de apropiaciones del excedente económico por medio de la renta financiera especulativa y las ganancias extraordinarias. El "poder económico" tiene su núcleo duro en el 10% de la población rica que se apropia del 45% de la renta nacional. La "cultura de renta" que lo sostiene, fundada en una desvinculación radical del proceso de generación de ganancias y el mundo del trabajo, se ha expandido y subordinado a amplios segmentos de la población.

Pero lo que está sucediendo en Argentina y la población está sufriendo en carne viva, es el colapso de ese capitalismo articulado sobre la valoración financiera rentística del capital. La crisis global empuja objetivamente los acontecimientos hacia la construcción de una economía productiva de propiedad mixta.

Esta posibilidad puede ser abortada por la derecha política y militar tradicional, en caso de que el "tumulto" no se transforme en una voluntad popular coherente. En ese caso una nueva aventura derechista puede acelerar el peligro latente de una guerra civil "confusa" de larga duración y de costos morales e intelectuales gravísimos para la Nación y la sociedad.

Entonces, ¿qué se requiere hacer políticamente para responder al interrogante dramático que plantea una sociedad que en pocos años (1989-2002) ha pasado a ser predominantemente una "sociedad de pobres", y que se moviliza a través de instituciones e iniciativas socio-política no partidarias ?

Se requiere enfrentar el momento actual a través de dos iniciativas políticas simultáneas y diferenciadas, aunque formando ambas parte de una misma estrategia política :

a) En lo inmediato un gobierno de "concertación nacional", teniendo en cuenta la experiencia de la Concertación Social chilena.

b) Simultáneamente, iniciar la organización de una nueva fuerza política pluralista de izquierda, un partido de reformas de estructuras duro, cuya meta sea la construcción de una democracia política, económica y social, asimilando experiencias positivas extranjeras de construcción partidarias, en particular el Partido de los Trabajadores de Brasil y el tipo de liderazgo encarnado en José Inacio Lula da Silva.

Los caminos abiertos para la construcción de ese nuevo tipo de partido son múltiples. Se localizan no solo dentro de la propuesta de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), sino también dentro de los grandes y numerosos sindicatos afiliados a la CGT y en movimientos y asociaciones populares . Pero también la idea de refundar la política se expresa en corrientes peronistas que buscan "recrear" la fructífera relación entre la política y el mundo del trabajo, en núcleos progresistas del mundo católico, en corrientes dentro del ARI, el Partido Socialista e incluso en núcleos que han adherido o adhieren a las izquierdas marxistas. También muchos oficiales y suboficiales de las tres armas y las fuerzas policiales buscan una fuerza que garantice la cohesión del Estado y la preservación de la soberanía nacional en democracia, y se resisten a ser utilizados como ejecutores de planes represivos y de genocidio.

Se vislumbran condiciones para la emergencia de un partido plural de izquierda en Argentina, de convergencia y superación de las tradiciones políticas nacionales. No necesita ser definido como socialista, pero en sustancia será un partido ubicado dentro del socialismo pluralista. Su base social mayoritaria debiera constituirse con los trabajadores asalariados ocupados y desocupados en todas sus categorías, y las mujeres y jóvenes de origen popular.

El futuro de un partido del pueblo se decide en el mundo de los trabajadores asalariados ocupados y demás categorías del mundo del trabajo. La centralidad de los trabajadores asalariados ocupados en un partido de izquierda sólo es posible si se implanta en las empresas estimulando el fortalecimiento de los sindicatos, según la concepción del sindicalismo socio-político (en términos de la CIOSL-ORIT).

Los movimientos de desocupados -en un contexto de alta desocupación y pobreza y de conmoción político-cultural en la sociedad por esos hechos- son decisivos para resolver los problemas inmediatos de las familias y proteger la vida de niños y ancianos a través de promover el asociacionismo y el cooperativismo (empresas rehabilitadas, comedores vecinales, huertas familiares, etc.). Estimulan la solidaridad y la acción común con los trabajadores ocupados en los territorios donde operan. Pero no pueden sustituir a la acción sindical ni pueden garantizar su propia cohesión organizativa ante la presión del asistencialismo clásico sobre las familias desocupadas menos politizadas.

En Argentina es necesario no perder de vista que hay mas de 8.000.000 de asalariados ocupados, casi tres veces el número de trabajadores desocupados.

Por último, el factible surgimiento the un partido de izquierda popular de reformas de estructuras duras requiere que en todas sus estructuras políticas se cristalice la cooperación armoniosa entre dirigentes sindicales, intelectuales, activistas femeninos y representantes de los cultos religiosos y los movimientos culturales. Todos estos dirigentes/as deben ser considerados -en todos los niveles de la organización partidaria- como "intelectuales orgánicos", según la definición de Gramsci, en una cultura que, como la Argentina, tradicionalmente no ha podido establecer un vínculo fluido entre política y conocimiento.

Instituto del Mundo del Trabajo
Boletín de Coyuntura Nº 7. Enero 2003.

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