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5 mai 2003

Otro rostro de la Argentina : La Solidaridad, la de siempre

 

Por Silvia Carnero
La Insignia*

El río Salado desbordado, la ciudad de Santa Fe debajo del agua, coprovincianos tratando de salvar lo poco que la corriente les había dejado, lanchas de salvamento recorriendo las calles ahora transformadas en canales, rescatando a las víctimas que quedaron varadas en los techos de sus casas, o a las que quedaron paralizadas por la mezcla de azoramiento, miedo, angustia y sentido de pertenencia, o a las que caminando contra corriente -con el agua más allá de la cintura- trataban a duras penas de llegar hasta las embarcaciones.

Autos tapados hasta el techo, juguetes que flotaban libremente, familias que trataban de mantenerse unidas, para que quienes las socorriesen no las separaran a consecuencia de la falta de espacio en las instituciones que quedaban libres para acogerlos. Llanto, dolor, mucho dolor, angustia desbordada, en la misma magnitud que las aguas del Salado, por los familiares desaparecidos, por las nueve víctimas fatales que se cobró la inundación ; dos de ellas, bebés muertos por hipotermia. Pero este infierno dantesco aún no termina aquí, las víctimas podrían aumentar en número, no se sabe qué se encontrará después de la inundación, los santafesinos han perdido vidas humanas y -materialmente- el esfuerzo de toda la vida.

Resultados de esta tragedia : miles de evacuados hacinados, sin agua potable, con muy poco resto de provisiones comestibles, sin ningún tipo de pertenencias más que sus ropas y calzados mojados, en condiciones sanitarias de máxima alerta, familias separadas, personas desbastadas psicológicamente. Sumado a esto un nuevo horror, saqueadores nocturnos que en botes se hacen con lo que encuentran a su paso.

Esta descripción del desastre santafesino, este cuadro de horror y de sufrimiento que hoy toca a otra de las provincias argentinas, podría ser pensado como un cuadro más dentro de todos los que componen la gran crisis Argentina. En realidad, estamos acostumbrados a ver esta cara de nuestro país, la de la tragedia, la de la desdicha. Pero hace unos días que otra cara de la Argentina se ha hecho presente, esa que se muestra, indefectiblemente, en situaciones límites como respuesta ante la impotencia : el rostro solidario de la Argentina.

Hoy todo el pueblo argentino se siente santafesino, se ha dado casi de una forma generalizada ese fenómeno de conciencia excedente, que se trasmuta en multitud de iniciativas de trabajo solidario y voluntario.

Las donaciones, para cubrir las necesidades más urgentes, parten desde todos los puntos del país hacia Santa Fe, de corazón a corazón, de hermano a hermano, sin acuerdos previos. Y sin pérdidas de tiempo, los argentinos no nos quedamos paralizados antes la imágenes televisivas transmitidas en directo, tratando de buscar o de dar explicaciones teleológicas o metafísicas acerca de por qué nos pasa los que nos pasa, o fijándonos en qué políticos estaban presentes en la escena del desastre, a ellos se les pedirá aclaraciones luego. Tampoco se sintió como una prioridad, la necesidad de reflexionar para dar respuesta, siguiendo a Hannah Arendt, a las preguntas : ¿Qué ha sucedido aquí ? ¿por qué sucedió ? ¿cómo ha podido suceder ? Las especulaciones también deben esperar, la urgencia era otra.

La acción del pueblo fue inmediata, estuvo guiada, y aún lo está, por la voluntad del querer, por el más sólido sentido del hacerse cargo, por la responsabilidad ciudadana, por el considerar al otro como un nosotros, por un sentimiento de identidad nacional. Y si en algún momento los argentinos sentimos, que algunos nefastos gobiernos nos habían robado los sueños, algo queda claro, ya nadie podrá sustraernos la clase de sentimientos que se generaron en estos últimos días, porque se han introyectado a fuerza de una praxis conjunta, y contra esta nueva fortaleza ciudadana no podrá ni siquiera el más hábil de los políticos de turno.

Es evidente, que la semilla del cambio está en cada argentino, subyace latente, esperando ser descubierta lo estamos probando en este momento tan particular. Por eso, no creamos en falsos determinismos, la historia de la Argentina no está escrita, dejemos a un lado la fe en la inevitabilidad de los acontecimientos, de seguir por este camino nuestra libertad y posibilidad de elección se terminarán esfumando como meras ilusiones. En cambio, proyectemos juntos porque queda todo por hacer, trabajemos codo a codo como lo estamos haciendo hoy, demos muestras de cómo los argentinos podemos a través del esfuerzo mancomunado, sortear las más penosas de las vicisitudes. Seamos críticos al mismo tiempo que solidarios y responsables pero no sólo en las situaciones límites, hagamos un hábito de estas conductas.

Si espontáneamente nos autoconvocamos para ayudar a nuestros hermanos santafesinos y la misión está dando sus frutos. ¿No será, tal vez, que lo que nos queda pendiente como argentinos es la toma de conciencia de una tarea aún mayor ? La convencernos de que también podemos, entre todos, levantar a la Argentina.

* Silvia Carnero es Profesora de Filosofía.

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