Nuestros ricos en su gran mayoría carecen de historia familiar y de amor a la producción. El origen de nuestra clase alta es agropecuario, más ligado a la renta que a la inversión.
"No hay hombre que posea una fortuna,
es solo poseído por ella"
Por Julio Bárbaro
Lo Social
Esta idea de que el capital es el motor de la historia en nuestra decadencia terminó siendo parecido pero nunca igual, y se convirtió en ’la ambición es el motor de la historia’. El novedoso detalle es que el capital es ajeno y la ganancia no solo se concentra sino que además emigra.
El capital implica una injusticia para los marxistas que lo definen como ’trabajo acumulado’, pero, al menos, cuando la inversión es real y productiva se convierte en un compromiso con la sociedad. Nuestros liberales hablan de inversión extranjera no porque esta venga a construir nuevas estructuras productivas, sino tan solo porque los extranjeros se quedan por poca inversión y jugosas comisiones con cosas que los argentinos habíamos hecho antes y sentimos que es la mejor manera de seducirlos.
Inversión en serio hubo poca o nada, pero la pérdida del patrimonio nacional fue infinita, y lo que es peor, vendimos empresas del estado que son monopólicas y ,en consecuencia, hicieron el mercado pero evitando competir, cosa que terminó siendo liberal en la inversión privada pero evitando la parte virtuosa que pasaba por el riesgo del capital y la lucha por el mejor servicio.
Todos los sectores estatales que antes daban pérdidas al estado ahora dan ganancia a los países inversores, con lo cual los argentinos terminamos drenando nuestros pocos pesos a sociedades que no nos compran a cambio absolutamente nada, y nos asustan con el mito de la gran inversión. Claro que en estas ventas las coimas fueron el eje del negocio y todos los liberales del poder estaban convencidos de que mejor regalarlas que seguirlas manteniendo.
Como siempre los términos de nuestras opciones son exagerados , porque no era bueno que el estado las administrara muy mal, pero tampoco que se las regaláramos al capital extranjero.
Podíamos haber controlado a la violencia guerrillera sin masacrar a 30.000 personas como podríamos haber privatizado las empresas estatales sin generar esta miseria.
Estamos enfermos de fundamentalismo, en todas las tareas que ejecutamos. Esto es un simple resultado de la ignorancia que casi siempre desemboca en la grosería y de los intereses que suelen estar en juego en estos casos. Una persona que dijera que todos los pintores pintan igual sería un ignorante en ese complejo tema. Simplificaciones semejantes son las que conducen la política en nuestra sociedad.
Nuestros ricos en su gran mayoría carecen de historia familiar y de amor a la producción. No es lo mismo lo que opina un heredero de campos que siente derechos y nunca obligaciones que un individuo que ama lo que hace por encima de lo que gane. Si uno recuerda a Gelbard tiene la imagen de un inmigrante lúcido que sin duda era mil veces más argentino y defensor de lo nacional que Grondona, Di Tella o Martínez de Hoz. Porque Lanusse fue nuestro enemigo, pero sin duda expresaba y defendía los intereses de otro sector de la nación. Pero estos señores no defienden nada que valga la pena defender.
El origen de nuestra clase alta es agropecuario, o sea más hereditario que productivo, más ligado a la renta que a la inversión. Y la mayoría de los que hacían riqueza con la industria o los bancos compraban tierra como símbolo de pertenencia, como manera de sentirse partícipes de los valores a los que aspiraban. La Sociedad Rural como un negociado para construir cines, la aftosa dejando las vacas afuera, los caballos criollos como defensa de lo nacional en su forma más baladí , dan un marco cuya lectura define una decadencia.
Hay dos términos que para esta gente van pegados, inversor y extranjero, porque para ellos lo que se gana aquí se gasta o guarda afuera y entonces tendrá que venir otro a comprometerse.
Antes hablábamos del ahorro interno, del crecimiento propio, ahora todo eso estaría superado por la globalización. Cuando uno les pregunta sobre si conocen el caso de alguna ’colonia próspera’, de algún país que, habiendo vendido todo ,tenga una población con buen nivel de vida, estos señores no responden nada, no pueden responder.
Ellos nacieron en una sociedad con una geografía que sienten como propia, y como buenos herederos no quieren trabajar para defender y en consecuencia o venden lo que pueden o trabajan de asesores u opinadores al servicio del comprador. Cuando estas cosas no funcionan salen a pedir créditos, y cuando se agota esta vía le vuelven a echar la culpa a Perón.
Hasta la década infame , el pensamiento más fuerte era el de los dueños de la tierra , luego Perón va a generar una industria propia y eso dará una nueva burguesía industrial cuyas opiniones son defensoras de lo nacional, y esa vigencia llegará hasta Alfonsín, que ,de puro radical ,quiere manejar la política sin apoyarse en los empresarios ni menos aún en los obreros .Estaban convencidos de que esto hubiera sido corporativismo, y el clientelismo de un partido sin ideas era una variante superadora. Así les fue.
Pero con Videla y Martínez de Hoz habrá una masacre también sobre la industria, y ponen como siempre en ejecución un plan financiero y ningún proyecto productivo, igual que cuando Cavallo pone la convertibilidad y no le importa lo que quede vivo.
Ellos hablan siempre de capitalismo sin ocuparse de la producción, porque en sus vidas lo que importa es la renta, jamás el trabajo.
El capitalismo es un sistema productivo, y en sus orígenes necesita de una industria mucho más fuerte que el poder financiero, pero estos señores no tienen ganas de hablar de esas cosas. Cada vez que intentan entrar en la ansiada modernidad lo hacen por los peores atajos, ayer inventando bancos que traerían deudas y luego, con la convertibilidad, generando un nuevo desastre al tomar la moneda del que más produce porque soñaban con poder usarla sin producir nada por ser incapaces. Tanto dijeron que sin inflación el país crecía que se lo creyeron y pidieron prestado durante años para no aceptar que la realidad desmentía sus sueños.
Qué absurda recurrencia en el error y qué manera de decir que avanzan a la par que la sociedad se degrada. La pregunta eterna es si lo hacen de brutos o por odio a la gente, y sin duda de ambas fuentes se nutren todos.
Ellos, casi todos ellos, sienten que no son lo suficientemente ricos porque Perón les dio demasiado a los pobres, les dio lo que a ellos por cuna les correspondía.
John M. Keynes condenaba el amor al dinero como posesión y no como medio , porque ’es una enfermedad un tanto repugnante, una de esas inclinaciones semicriminales y semipatológicas del hombre’. Eso que el genio indiscutible de Keynes cuestionaba es sin duda lo que nuestra sociedad admira con desmesura. Los resultados están a la vista.
Pero la riqueza no define a los hombres sino la forma en que la generaron.
Un industrial tiene pertenencia y suele participar de la defensa de los intereses nacionales, mientras que un banquero es un individuo que difícilmente se interese por la situación del resto de la sociedad.
Ahora, en el capitalismo uno imagina que van a comprometerse con la situación en la medida en que son los que más tienen que perder, pero no es así ya que ellos están dispuesto a mudarse de país en el momento en que la situación se les complique.