Por Susana Merino y Elena Massüe
Buenos Aires, 19 de noviembre 2004
La Argentina es un país estructurado a la medida de los sucesivos poderes que, desde la conquista, la dominaron : España, Inglaterra, Estados Unidos y ahora ¿China y Corea del Sur ?. Es hora de que abandonemos el viejo y tradicional pantalón corto para que asumamos de una vez por todas nuestra mayoría de edad, que mínimamente aceptemos la responsabilidad que nos legaron nuestros primeros patriotas al declarar la independencia y la voluntad de autodeterminación.
Casi dos siglos han transcurrido desde entonces y más allá de las declaraciones altisonantes no hemos sido capaces, salvo esporádicas y fugaces excepciones, de consolidar un pensamiento nacional que nos defina con propia identidad y asegure nuestra falazmente proclamada soberanía.
Nuestra dilatada extensión territorial, rica en recursos naturales y escasamente poblada, constituye el más acabado ejemplo de incapacidad, por no hablar de perfidia, en el manejo de nuestras envidiables posibilidades de desarrollo que más que racionalmente aprovechadas han venido siendo sistemáticamente destruidas. Ante el avasallador avance de una globalización impuesta para usufructo de los poderosos de estos tiempos nos encontramos talvez ante la última oportunidad de demostrar y demostrarnos que somos un país digno de situarse como nación verdaderamente independiente entre nuestros hermanos planetarios.
Parecemos, ante los ojos de propios y extraños, un barco a la deriva y sin brújula sometido a la inclemencia de los vientos y condenando a toda su tripulación a la inestabilidad, a la improvisación, al desasosiego y en definitiva a un destino incierto.
Pero ¿cómo establecer un rumbo coherente que nos aleje de esta enorme pesadilla que nos acecha y nos debilita permanentemente ?
El país necesita levantarse de las ruinas, en que se ha visto arrojado en las últimas décadas y exige su reconstrucción desde las bases. Pero ¿qué construcción puede levantarse si no se formula previamente un proyecto posible ?. Mucho se está mencionando la necesidad de establecer políticas de estado que perduren en el tiempo y permitan restablecer la funcionalidad social, económica, institucional y política del conjunto de factores que conforman nuestra realidad. Sería imposible lograrlo sin embargo a partir de una simple sumatoria de propuestas, de programas, de acciones sectoriales más o menos enunciadas pero sin la necesaria inserción en un proyecto integrador que las vincule, que establezca sus múltiples interrelaciones y les permita ir adaptándose a los previsibles o eventuales cambios de un proceso histórico dinámico y mundialmente interdependiente. ¿Cómo si no nos detenemos a reflexionar sobre quiénes somos, qué queremos y hacia donde deseamos orientar nuestro derrotero ?
¿Cómo podemos aceptar alegremente soluciones mágicas que deriven de la "generosa" oferta de inversiones extranjeras, a la sazón orientales, que comprometerán nuestro futuro sin condicionarlas a nuestros verdaderos intereses si ni siquiera somos capaces de identificarlos ? ¿Es que nuevamente vendrán "caras extrañas" a decidir dónde, cuando y como instalar nuevas redes de infraestructura, expoliar nuestros recursos mineros, apropiarse de nuestras tierras hasta agotarlas, devastar nuestros bosques, disponer de nuestros acuíferos y dilapidar en suma en su exclusivamente propio beneficio nuestro ya diezmado patrimonio ?
Necesitamos casi angustiosamente diseñar un proyecto de país que contemple la dimensión territorial del espacio nacional que es donde se materializan las iniciativas tanto públicas como privadas : la producción industrial, agropecuaria, minera, los servicios de salud, de educación, los transportes, las redes de infraestructura vial, ferroviaria, aérea, de telecomunicaciones, energéticas es decir todas las actividades en un marco integrador que beneficie al conjunto de la población y revierta las grandes asimetrías regionales que han venido consolidándose a lo largo de nuestra historia.
En esta tierra arrasada, pero que todavía enciende la codicia, todo esta por reconstruirse y no podemos dejarlo librado a seguramente inescrupulosos intereses foráneos. Es hora impostergable, de abordar el futuro con mayor coherencia y desde los cimientos. El país necesita saber qué quiere y qué puede ser : ¿un país desarticulado en que el federalismo se interprete como un "sálvese quién pueda" ?, ¿un país que siga expulsando gente desde sus regiones menos desarrolladas para continuar incorporando miseria a los cinturones periurbanos ? ¿un conjunto de provincias subordinadas y mendicantes ante un casi ficticio poder central ? ¿un país desequilibrado en que la brecha entre regiones pobres y regiones ricas sea cada vez mayor ?¿un país que centre su desarrollo en la explotación exhaustiva de sus recursos naturales por parte de terceros ? ¿un país que privilegie el pago de una deuda externa a todas luces ilegítima por sobre una producción que atienda a las necesidades básica de sus habitantes ? ¿un país sin rumbo y sin destino, peligrosamente condenado a la desintegración y al sometimiento externo ?
Nuevos gasoductos, nuevos puertos, corredores bioceánicos, extracciones auríferas, carboníferas, petroleras ¿se ha preguntado alguien en que medida favorecerán nuestro desarrollo ? ¿De qué manera ayudarán a nuestros millones de excluidos a cruzar el umbral de la pobreza ? ¿De qué modo garantizarán a nuestros pueblos su inclusión en un mundo más justo y más equitativo ?
No cabe duda, en síntesis, de que resulta fundamental abordar un impostergable debate en el que las visiones, los conocimientos y las experiencias sectoriales se articulen entre sí y sean capaces de avanzar coordinados en la materialización de sus diferentes propuestas, en el que las intervenciones territoriales esto es la implantación de obras de infraestructura, la incentivación de determinadas áreas de producción, la elección de tecnologías industriales, la conformación laboral y empresaria, la organización institucional, la localización de los servicios, educativos, sanitarios, comerciales, etc, se realicen a partir de análisis pormenorizados y de una correcta evaluación de sus posibles impactos local, regional, nacional en el marco de su contribución al logro de un objetivo común previamente consensuado y en el que deberán insertarse coherentemente las inversiones extranjeras si es que de verdad queremos preservar nuestro futuro de nación, libre y soberana.