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19 mai 2003

Importante : Apuntes estratégicos que Kirchner debería llevar a la Casa Rosada

 

Por Torcuato Di Tella (*)
Debate, 18 de mayo 2003

El autor de esta nota es un teórico de la política, coautor con el Presidente electo del libro Después del Derrumbe - Conversaciones - Teoría y Práctica Política en la Argentina que Viene. Néstor Kirchner le ofreció sumarse a su gabinete nacional pero él lo rechazó porque dijo no desear ser funcionario público, su placer es el del voyeur. Pero, por su relación con Kirchner, es importante leer su opinión -publicada en el semanario Debate-, aunque a muchos pueda preocuparles tanto voluntarismo junto acerca de cómo debería comenzar la nueva gestión presidencial.

El ballottage hubiera servido para determinar la estructura del próximo gobierno de coalición, que es el único tipo de gobierno que se puede establecer en el país para que sea efectivo.

Los encuestadores ya hicieron el ballottage, y saben con exactitud quién votó a quién, o sea qué porcentaje de los que prefirieron en primera vuelta a Carrió, Rodríguez Saá y López Murphy optaron por Kirchner.

Pues bien, en esa medida habrá que darles participación en el gabinete y en los cargos importantes. Y no me vengan a decir que esto sería una "repartija" del poder. Sería, sí, un reparto de responsabilidades, para reflejar de manera honesta a la opinión pública.

No se puede gobernar con el 22% de las voluntades populares. Hay que sumar, y consensuar programas de gobierno. Eso es lo que se hace en todos los países democráticos del mundo, cuando no hay un partido que consiga por sí solo una mayoría.

Desgraciadamente, en la Argentina existe el mito de que las alianzas no son buenas, o no son aplicables a nuestro país, pero eso es un mito sin base.

No se puede generalizar lo que le ocurrió a la Alianza, que resultó mal no por ser una coalición sino por falta de experiencia y solidez en sus componentes.

En Chile, en Brasil, en Italia, en tantos otros lados, gobiernan coaliciones, a veces entre antiguos enemigos, de los que el caso máximo es Italia, donde el Olivo sumó nada menos que a es democristianos y ex comunistas.

Algo parecido ocurrió en Chile, con democristianos y socialistas, que se jugaron muchas malas pasadas en tiempos no tan antiguos. En ambos casos, las crisis y desastres reales o potenciales los hicieron madurar. A nosotros no nos faltan desastres, así que si no maduramos es que ya no tenemos remedios.

Ya se sabe que una amplia mayoría de todo el electorado, salvo el menemismo puro, apoya a Kirchner para presidente, aunque no como primera opción. Supongamos que algunos lo harán por pensar que es "el mal menor", pero los que tienen tantos remilgos más bien van a votar en blanco o quedarse en casa.

Los que pongan la boleta en el sobre lo harán más bien por considerarla "el bien menor", pero bien al fin. Y a ésos hay que darles la oportunidad de que tengan una participación en la reconstrucción de la Argentina, porque nada menos que de eso se trata.

Las encuestas, ya que no pudo ser el ballottage, van a ser un mandato para los dirigentes partidarios a ponerse las pilas y arrimarle el hombro a la próxima administración. Y también van a obligar al presidente a formar un equipo amplio, transversal, como le gusta decir a Raúl Alfonsín, si no ahora, al menos en diciembre, tras la elección de Diputados.

Ya el gobierno actual, en el fondo, es de coalición, con radicales y frepasistas sumados a los peronistas, que en un primer momento hasta incluyeron a algún menemista abierto, y además incorporaron a los "cepalinos", por darles un nombre.

Estos son un grupo de técnicos que tiene su propia personalidad, independientemente de por quién hayan votado o a qué partido crean pertenecer. Lavagna representa a ese grupo, al que hay que darle más presencia.

El actual ministro de Economía por cierto que no es un símbolo del "duhaldismo", que por otra parte debe seguir teniendo un peso importante, porque también él es parte de la Gran Coalición que es necesario formal.

Hay que armarla, entiéndase bien, con los elementos reales existentes en la Argentina, y no con los tomados de los propios sueños o expresiones de deseos.

Sindicalistas y piqueteros

Otro importante componente de la coalición, que supera la mera lista partidaria, es la de los sindicalistas y grupos populares como piqueteros y afines.

La Alianza de Radicales y Frepasistas fue débil, justamente, por no contar con respaldo de esas organizaciones, en manos del peronismo, y tampoco de las corporaciones del gran empresariado.

Sin ninguno de esos dos apoyos no se puede gobernar. Con ambos es imposible contar, salvo en breves coyunturas, como la que tuvo Menem algunos años.

El gran empresariado concentrado -que seguirá existiendo, y tiene mucho que contribuir al país si se lo pone en caja- no ha apoyado a Kirchner, y aunque será necesario convivir civilizadamente con él, va a estar básicamente en la vereda de enfrente.

Yo igual les daría alguna participación, pero sin ilusiones.

Por lo tanto, y a falta de ese sostén orgánico, es necesario integrar al sindicalismo, y tenerlo del lado del próximo gobierno. Dicho más claramente, no hay que pretender "limpiarlo" desde el poder, o desde una legislación que imponga normas de mayor transparencia. Eso es lo que quiso hacer Alfonsín, y fracasó.

La limpieza -que bastante se la necesita- debe venir como una demanda de los propios sindicalistas, lo que incluye desde los dirigentes a los activistas y las bases. Pero no se puede basar sólo en una supuesta demanda de las "bases" contra la dirigencia realmente existente.

De hecho, hoy el sindicalismo está seriamente dividido. Hay que convocarlos a todos, y que entre ellos se entiendan para ver qué es lo que quieren, dando injerencia amplia al público en los debates. El resultado de esa pluralidad de opiniones va a ser, quiéranlo o no, una mayor transparencia, una extensión de garantías para la expresión de la voluntad de los trabajadores en sus organizaciones representativas.

Hay que estudiar a fondo el caso brasileño. No nos vendría mal recibir importantes delegaciones de gente con experiencia de ese país, y mandar allá a los nuestros, tanto funcionarios como dirigentes gremiales. Lo mismo digo respecto a Chile. No son países que están en la Luna, y son bastante cercanos a nosotros en su problemática social.

Con el empresariado habrá que hacer una cosa parecida, aunque teniendo en cuenta lo dicho antes, de que en su mayoría van a estar en la vereda de enfrente, o sea, en lo que yo llamaría el menemismo "de los noventa" (claramente antiperonista) y el "lopezmurphismo maquiavélico", que hubiera votado por Menem en el ballottage.

Los lopezmurphistas principistas, en cambio, son más tratables, ellos habrían puesto la boleta de Kirchner, pero con muchas más resistencias que las que hubieran tenido en ese momento los seguidores de Carrió o Rodríguez Saá.

Entre el empresariado hay, ya se sabe, un grupo de industriales, y hasta de banqueros, que quieren seguir y profundizar la orientación que Lavagna y Duhalde han sabido dar a la política económica. Y con ellos habrá que trabajar en estrecha unión, y no ponerse demasiado puntillosos criticando sus muy humanos deseos de obtener protección aduanera, crédito facilitado, y subsidios donde se pueda.

Ya sé que todas éstas son cosas horrorosas para un neoliberal nacido puro al mundo, de los que no sé si alguno leerá estas líneas.

A los pocos que lo hagan quiero sugerirles que hojeen algunos libros de historia (ya sé que no cursaron esa materia, pero aunque sea repasen algo de historia económica) y por favor no digan más "dejando otras variables de lado" cuando hagan afirmaciones basadas en sus fórmulas matemáticas.

En verdad, que en política económica no se puede innovar demasiado. Habrá que seguir en la actual dirección, y contando con un equipo más amplio, más representativo -y no menos- de la voluntad popular.

Con un poco de suerte ya no sólo la Krueger, sino toda la plana mayor del Fondo Monetario Internacional se van a dar cuenta de que no entienden nada, ni nunca entendieron, como ya se lo dicen en la cara muchos analistas económicos en los mismos Estados Unidos (sí, estoy hablando de gente como Joseph Stiglitz y Paul Krugman).

Esperando a la madurez

¿Y con la intelligentsia de izquierda, los docentes, los personajes de la cultura, bastantes de los cuales hubiesen anulado su voto, qué hacer ?

Bueno, como yo vengo de ese palo, me da particular bronca la falta de tino político de muchos de sus integrantes, y su aparataje crítico hemipléjico, a veces tan exigente, pero ciego para las vigas que hay en su propio campo, nacional o internacional.

Espero que la madurez se imponga entre ellos, y que muchos apoyen, o por lo menos no entorpezcan al nuevo gobierno con huelgas y actitudes desorbitadas.

Acá mucho dependerá de la capacidad de quien ejerza el Ministerio de Educación, que debe estar dispuesto (o dispuesta... ) a introducir cambios pero sin pretender recrear todo desde cero.

También aquí las innovaciones más básicas deben venir como demandas de sectores del propio grupo al que hay que reformar, porque algo hay que reformar, estableciendo criterios más exigentes de dedicación en los docentes, de rendimiento en los estudiantes, y de participación (no necesariamente dirección) de los padres y la comunidad local en la gestión de las escuelas.

También en las universidades habrá que asegurar más libertad de iniciativa, y por lo tanto de innovación, a sus diversas unidades, aunque eso debe hacerse dentro de los parámetros de la autonomía universitaria.

Los piqueteros y grupos afines van a seguir existiendo, y habrá que darles reconocimiento, como se ha venido haciendo hasta ahora. El clientelismo no va a desaparecer, y habrá que seguir usándolo, teniendo en cuenta las demandas de los varios grupos aliados, tanto internos al kirchner-duhaldismo como externos a él.

A todos habrá que ponerles límites, que sus dirigentes más responsables van a aceptar si se los consulta y si se respetan en lo básico muchas estructuras de poder existentes.

En el tema de la seguridad hay que estar dispuestos a usar elementos que no han estado a favor del candidato triunfante, ni que seguramente gozan de gran predicamento entre sus seguidores.

Estoy pensando -no se asusten- en gente como el mismísimo Patti, u otros como él, sin exluir a un Aldo Rico, que pueden ejercer funciones en la Policía u otras ramas del mantenimiento del orden, por el muy criollo principio de que la peor -o mejor- cuña es la del mismo palo.

Tampoco hay que hacerle ascos al uso de las Fuerzas Armadas en ciertas tareas de desarrollo social, como hace Hugo Chávez en Venezuela. Ojo, que no soy un partidario del venezolano, ni de los dos compatriotas que acabo de mencionar, pero hay que tener en cuenta, entre otras, las demandas de posibles aliados, como Rodríguez Saá y sus seguidores.

No me refiero al uso del Ejército para mantener el orden, que no es necesario, pero sí considero que hay que superar prevenciones de otros tiempos. Hay quienes piensan que si se empieza a dar participación a las Fuerzas Armadas en tareas externas a su profesión específica, se las va a relegitimizar, y facilitar su mayor eventual rol político.

Esto es estar congelado en el pasado, e ignorar los problemas reales del presente. ¿Acaso no se las ha estado siempre usando para vigilar las urnas, desde los tiempos del presidente Sáenz Peña ? Y no es el respeto que, sin duda, han cosechado por ee rol el que las ha motivado a dar golpes de Estado, sino que lo han hecho por culpa de nuestras propias disensiones.

Siempre ha habido alguien que las llamó para dirimir nuestras peleas. Con entendernos entre nosotros, y no llamarlas cuando perdemos una pulseada, se arregla el asunto. Y yendo al otro extremo del espinel, qué lastima que Elisa Carrió dice que no quiere ni oir hablar de alianzas, porque si no sería interesante tenerla en la fiscalía, o procuraduría general de la República, como alguna vez Menem les ofreció a los Radicales.

¿Y por qué no tentar a un menemista reciente como Francisco de Narváez con una responsabilidad en el área social ?

Temas pendientes

No estoy haciendo aquí un listado de las cosas que hay que hacer, y mucho menos de un gabinete, sino de los apoyos que hay que buscar para poderlas hacer.

Por eso no hablo específicamente de la deuda externa, que todos coinciden que hay que renegociar con dureza, ni de la lucha contra la corrupción, en que hay total convergencia (de boca, al menos).

En el campo de la reconstrucción del Estado de Bienestar Social hay que hacer fuertes avances, y basarse en la tradición nacional de usar la capacidad de prestación de las obras sociales sindicales. Que ellas hayan estado ligadas a abusos y corrupción no es motivo para eliminarlas, como no debemos eliminar a los empresarios porque algunos sean especuladores o evasores, ni a las Fuerzas Armadas por sus episodios dictatoriales.

Dicho sea de paso, esos episodios no fueron sólo militares, sino cívico-militares, y no estaría de más que quienes los apoyaron y hoy declaman desde los tejados de su fe liberal sean más cuidadosos en señalar las faltas ajenas, que las hay, pero hay que tener un sentido de las proporciones.

Respecto a las relaciones con la Iglesia, a mí me encantaría que se retiraran los crucifijos de las oficinas públicas, o verlos acompañados por una media luna y una estrella, o quizás un compás masónico. Pero no se asusten, no lo voy a proponer.

Lejos de ello, es necesario tener una excelente relación con la Iglesia Católica, que hoy por hoy es una fuerza de cambio y de justicia social, a pesar de sus diversas y a menudo contradictorias corrientes internas.

Al mismo tiempo, hay que asegurar campo libre de acción a las demás religiones. Las escuelas privadas confesionales deben ser respetadas, aunque no se las debe convertir en base de una privatización del sistema de enseñanza pública, como algunos teóricos plantean. Hasta al Opus Dei y a sus universidades yo les daría una mano, pero agarrándome con la otra de la baranda, por si acaso.

Para poder imponer los cambios en el fondo bastante moderados que estoy esbozando (distintos a los de "mis sueños más ardientes"), se necesita sumar fuerzas, y esto tiene un precio : hay que respetar en buena medida los intereses creados de quienes apoyen un programa común, como lo hizo en su momento Roosevelt en los Estados Unidos, con un éxito colosal en cambiar el país. No hacer esto es condenarse al fracaso, por pretender lo ideal.

(*) Publicado en el semanario Debate, Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

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