Accueil > Argentine > Économie > Dette externe > Estados Unidos es heterodoxo con Irak y ultraortodoxo con Argentina.
El FMI presiona para que Argentina pague más a los acreedores y olvide la quita del 75 %. Pero su principal socio, Estados Unidos, presiona al mundo para que el Irak ocupado tenga una quita del noventa por ciento. Y eso que tiene petróleo.
Una cosa es "nuestro" Irak y otra cosa es Argentina.
Mientras que la pretensión argentina de obtener una quita del 75 % sobre su deuda defolteada fue y es calificada de "escandalosa" por voceros de los tenedores de bonos y fustigada como un exceso por algunos economistas locales, Estados Unidos ha ido bastante más allá respecto de los 120 mil millones de dólares que (como mínimo) debe Irak : lo que Washington exige es que al país cuyas tropas ocupan le sea perdonado un 90 % del pasivo. El argumento es que sólo así podrá reconstruirse su economía, sin mencionarse en absoluto que, al poseer las segundas reservas mundiales de petróleo en volumen, la nación mesopotámica cuenta con recursos más que suficientes para atender sus compromisos, siempre que se le dé tiempo para volver a poner en pie su capacidad exportadora de crudo.
¿Por qué no promover un trato igualmente benévolo para la Argentina, cuya economía también necesita, para resurgir, librarse del peso agobiante de la deuda ? En cambio, el país sufre por parte de sus acreedores privados y del Fondo Monetario Internacional presiones para acentuar su ajuste fiscal con el fin de que genere un superávit primario superior al 3 % del Producto Interno Bruto y pague más de ese modo. Notablemente, en el directorio del FMI se sientan los mismos países que reclaman (Estados Unidos) y parecen dispuestos a mostrar (otras potencias industriales) amplia generosidad con los conquistados iraquíes. La moraleja es clara : en estos asuntos no mandan los principios ni las reglas de juego establecidas sino los intereses estratégicos y las relaciones de fuerzas. A la luz de esta realidad, cierta prédica sobre la conducta seria y moral a la que debe atenerse un país deudor, voceada por algunos economistas argentinos críticos con la propuesta oficial, resulta ingenua o simplemente interesada.
El caso iraquí es muy curioso porque, tras la ocupación anglonorteamericana, las potencias invasoras pasan a representar los intereses de un país deudor, cuando lo normal, si no lo permanente, es que asuman la categoría de "dadores" en los organismos multinacionales (Fondo, Banco Mundial y otros) y, por tanto, acreedores.
Metidos en la piel de Irak, ahora puede verse con cuán poca timidez y escrúpulos desempeñan el rol de deudores. Una paradoja es que ni la deuda estadounidense ni la británica perderán su calificación de "triple A" por el hecho de que Washington y Londres, como reales administradores instalados en Bagdad, estén proclamando que sólo pagarán un 10 % de la deuda de la que se han hecho tan cargo como de los palacios presidenciales de Sadam y de los pozos de petróleo. De hecho, no es ningún iraquí quien ha salido de gira para visitar a los acreedores del país sino el ex secretario de Estado y del Tesoro James Baker tercero, como enviado especial de George W. Bush.
¿Cómo se hubiese comportado Estados Unidos de haber asumido, junto con algunos aliados, el manejo gubernamental de la Argentina ?
Como se recordará, a mediados de 2002, cuando arreciaba la crisis, el luego fallecido Rudiger Dornbusch junto con Ricardo Caballero, economistas ambos del MIT (Massachusetts Institute of Technology) propusieron como solución para el default intervenir áreas administrativas clave del poder en la Argentina (el Ministerio de Economía, el Banco Central y algunas otras), en una sofisticada reedición de la vieja política de las cañoneras. Ahora cabe preguntarse qué quita hubiera exigido a los acreedores un gobierno controlado por Washington o todo el G-7. No puede descartarse que hubiese ido más allá del 75 % planteado por Kirchner-Lavagna-Nielsen.
En el asunto iraquí, la idea subyacente es clara : si Estados Unidos ha hecho el gasto de arrollar militarmente a Irak, con o sin acuerdo de otras potencias menores, éstas tienen ahora que oblar su parte, tanto en contingentes armados como renunciando a sus acreencias. En este sentido,el último éxito cosechado por Baker fue la disposición japonesa a "eliminar la inmensa mayoría de la deuda iraquí, si otros acreedores pertenecientes al Club de París están dispuestos a hacer lo propio...", según una declaración oficial de la Cancillería nipona. Y no se trata de una cifra insignificante, ya que Irak le debe a Japón 4110 millones de dólares, que con punitorios y otros adicionales sobrepasan los "siete mil millones". Pero el premier Junichiro Koizumi prometió renunciar a casi toda esa acreencia, encima de que Tokio ya se comprometió a otorgar a Irak nuevos créditos y garantías por 5000 millones de dólares.
También Alemania y Francia, los dos principales miembros de la Unión Europea y que se opusieron resueltamente a la acción bélica contra Irak, se mostraron prestos a perdonar gran parte de la deuda iraquí, siempre que la Casa Blanca admita que empresas de esos países participen en las obras de reconstrucción. En el mismo sentido se pronunció el gobierno ruso. Como se sabe, Estados Unidos excluyó en principio a las compañías de naciones que no apoyaron su estrategia, discriminación fuera de toda norma pero útil como arma de negociación para obtener contrapartidas como esta quita de la deuda.
No obstante, quienes renuncian a cobrar las acreencias son estados, mientras que los negocios de las obras de reconstrucción los harán empresas privadas. Por otro lado, esas acreencias hoy estatales se originaron en operaciones privadas, consistentes en exportaciones de bienes y servicios destinadas a Irak y que contaron en su momento con alguna garantía pública de los países exportadores, como en el caso de las agencias que cubren los riesgos asociados con los créditos de exportación. Cuando, tras su aventura kuwaití, Irak se degradó a país paria y recibió sanciones, dejando también de servir su deuda, las acreencias incobrables de las corporaciones privadas pasaron a manos estatales, y ahora estos gobiernos, una docena de años más tarde, sencillamente renuncian a cobrar. Se trata de una cruda socialización de pérdidas privadas, que por lo visto no ocurre sólo en países como la Argentina sino también en potencias centrales.
El mencionado "Club de París" reúne actualmente a 19 países industriales. Este grupo informal de acreedores nació en 1956 por pedido precisamente de la Argentina, cuyo régimen militar solicitaba un ámbito para renegociar la deuda nacional. Al día de hoy el país le debe un total de 1750 millones de dólares, mientras que Irak le adeuda unos 40 mil millones, computando intereses, aunque incluyendo también a Rusia, que es el segundo acreedor detrás de Japón. La deuda de capital suma 21.018 millones. Brasil, con el que Sadam dejó compromisos por 192,9 millones de dólares, fue invitado por el Club a sumarse a la discusión del caso iraquí, lo que implicaría comportarse como acreedor con un desprendimiento que no muestra nadie con la deuda de los brasileños.
En una reciente nota del New York Times, firmada por Norimitsu Onishi, se señala que "sin mediar una reducción de la deuda, no habrá gobiernos ni compañías de otros países propensos a invertir el monto de dinero necesario para recuperar el sector petrolero iraquí, y el grueso de los ingresos generados por el petróleo se iría en pagar intereses de la deuda". Es, en términos parecidos, lo que sucedería con la Argentina si no se acordase una drástica quita y no se fijara un tope razonable al superávit fiscal primario.
¿Qué inversor estaría dispuesto a volcar capitales en un país cuyo sector público estuviese forzado a recaudar vorazmente para cumplir con sus acreedores ?
Pero, aunque sea formalmente, el Club de París deberá encontrar algún argumento para justificar su extraordinaria dispensa a Irak. Según explicó Luis Lucioni, del CECE, podría apelarse a la figura de la catástrofe, considerando como tal la guerra. Claro que se trata para el caso de una guerra que fue lanzada por algunos de los acreedores. Estados Unidos pertenece obviamente al Club de París e Irak le debe 2192 millones ; el Reino Unido también (931 millones), y España asimismo (321 millones). Resultaría algo sorprendente e inusual invocar una catástrofe provocada por los propios perdonadeudas. Podría entenderse como una manera de aceptar la corresponsabilidad del acreedor, argumento que la Argentina esgrimió sin hallar nunca tanta comprensión.
En su casi medio siglo de existencia, el Club de París, aun sin tener reglas escritas ni estatutos, se atuvo a ciertos principios y pautas que no le será fácil respetar en relación a Irak y que, puede presumirse, Estados Unidos lo inducirá a violar sin miramientos. Un requisito es que el país deudor implemente una serie de reformas, lo cual, en concreto, significa que debe contar con un programa acordado con el FMI, condición que Irak no satisface.
Otro detalle es que ese país le debe 40 mil millones a los miembros del Club, pero otros 80 mil millones (hay quienes calculan que mucho más) a otros, en particular China y países árabes, que en principio también deberían perdonar el 90 % de sus acreencias, sacrificio al que no parecen inclinados. Pero ocurre que, según se explica en el pormenorizado trabajo de Lucioni para el CECE, el grupo parisino exige que el país deudor beneficiado se comprometa a no negociar términos de consolidación más favorables con un acreedor que los alcanzados en las negociaciones con el Club de París.
Los acreedores a los cuales se refiere este principio son los bancos comerciales, los tenedores de bonos de la deuda soberana y los proveedores. Están excluidos los organismos multilaterales, que, como se sabe, no otorgan quitas.
Todo esto significa que Bush ha emprendido una gigantesca iniciativa para que el mundo tache el 90 % de la deuda iraquí, como condición indispensable para que un futuro autogobierno pueda consolidarse. No es la primera vez que los intereses estratégicos de Washington obran como razón suprema. El tratamiento dispensado por el FMI a Turquía fue un ejemplo, pero nunca se había llegado tan lejos. Esto no significa que la Argentina pueda considerar que lo que vale para el Irak deudor también vale para ella, simplemente porque para Estados Unidos este país sudamericano representa estratégicamente mucho menos. Pero el caso sirve para mostrar al desnudo que en lugar de reglas equitativas rige en estos asuntos una absoluta arbitrariedad, y que en este contexto es irrazonable imponerse tremendos sacrificios fiscales como prueba de virtud y seriedad ante los mercados.
"Desconocer al Fondo"
Por Claudio Zlotnik
Julio Gambina es director de Attac Argentina y tiene una mirada aguda sobre el problema de la deuda. Plantea que el Gobierno debería desconocer el último acuerdo con el Fondo, unido con los demás países endeudados.
¿Hay casos en que un país declaró "odiosa" su deuda ?
– El primer planteo ocurrió en la década del ’20 y fue Cuba. Ahora Estados Unidos lidera una petición para que en Irak ocurra algo parecido. Esa posición no hace más que certificar la posición dominante de los EE.UU. No debe olvidarse que es el mismo país que trabaja para que la Argentina reconozca la mayor deuda posible en la renegociación con los acreedores. Y es el mismo que a través del Fondo obligó al Gobierno a reconocer el ciento por ciento de la deuda con el organismo. Hubo trato preferencial. Seguimos debiendo los mismos dólares, sin que se tomara en cuenta que al país le cuesta el triple generar las divisas para pagar.
¿Podría la Argentina declarar "odiosa" la deuda y plantear una nueva estrategia para la renegociación ?
– La Argentina debió hacerlo hace 20 años, al inicio de la administración de Raúl Alfonsín. Era el momento preciso para denunciar que esa deuda había sido contraída por un gobierno ilegítimo. Fue una lástima porque el tema de la deuda externa surgió como un problema estructural para el país.
¿Quiere decir que ya llegamos tarde para cambiar ?
– Podrían encararse otras fórmulas. Creo que el Gobierno está obligado a discriminar entre los acreedores. Eso implicaría desconocer el acuerdo con el Fondo, que fue impulsado por la comunidad financiera internacional, los organismos multilaterales en sociedad con los bancos y los países más poderosos nucleados en el G-7.
¿Sería viable esa propuesta ?
– Sí. Siempre y cuando ponga en marcha una acción conjunta con los demás países endeudados. Hay que tener en cuenta que habría que enfrentarse al poder omnímodo de los Estados Unidos, ejercido a través del FMI. Por eso fue muy importante la época de comienzos de los años ’80, cuando existía el movimiento de Países No Alineados. Ese grupo planteó la conformación de un club de deudores para debatir y hacer frente al problema de la deuda.
¿Ese objetivo quedó en la nada ?
– Se perdió su esencia porque los acreedores se movieron con astucia. La deuda ilegítima fue renegociada en el marco del Plan Brady. El proceso se publicitó con un marco favorable para los países, pero lo cierto es que les sirvió a los bancos para transferir la deuda a inversores particulares. Socializaron los pasivos mediante la transferencia de títulos de la deuda de los diferentes países. Se sacaron de encima, por ejemplo, la deuda impagable de la Argentina. La historia reciente quedó más fresca : la comunidad financiera internacional alentó el endeudamiento de la Argentina hasta el ahogamiento.
¿Sería posible replantear el acuerdo con el Fondo ?
– Por supuesto. Diría que es necesario modificar la situación en 180 grados. No es verdad que el estatuto del FMI prohíba condonar la deuda o darle un trato distinto al actual. En el año 2000 existió un jubileo y el Fondo le disminuyó los pasivos a un grupo de 47 países empobrecidos. ¿Por qué no podría llevar a cabo la misma decisión con la Argentina ?
¿Cuál sería el argumento para convencer a la comunidad internacional de que ése debería ser el camino ?
– En los ámbitos académicos, en aquellos lugares sin cinismo, se coincide en que Washington debería asumir su responsabilidad de haber exigido las recetas neoliberales que aplastaron a la Argentina. Que dieron lugar a un endeudamiento irresponsable, sin el cual era imposible mantener el status exigido por la comunidad financiera internacional. Estados Unidos, a través del FMI, favoreció la concentración de la riqueza que, a su vez, dio lugar a la enorme desigualdad de la Argentina. Es tiempo de que se haga cargo del desastre.
"Un caso distinto"
Eduardo Levy Yeyati fue economista jefe del Banco Central en la época en que Mario Blejer estuvo al frente de la autoridad monetaria. En la actualidad ejerce como profesor en la Universidad Di Tella y es especialista en economía internacional. Desde su visión, el Gobierno debería revertir la condición de acreedor privilegiado del FMI, a la vez que renegocia la deuda con los inversores particulares. "La situación con los organismos internacionales se convirtió en una verdadera espada de Damocles", proclamó en esta entrevista con Página/12.
¿La Argentina podría reclamar un tratamiento especial para su deuda, tal como ocurriría con Irak ?
– El problema radica en que la deuda de Irak es con multilaterales. Les debe a diversos países. Por eso existen chances de abrir un diálogo constructivo con los distintos Estados. A los gobiernos les podría convenir aliviar la situación de Irak y actuar en consecuencia, disminuyéndole la deuda. Es una decisión netamente política. El caso argentino no podría plantearse así.
¿Por qué ?
– Debido a que los acreedores de la Argentina no son gobiernos sino tenedores de bonos, inversores particulares. A los bonistas les importa muy poco la arenga que pueda ensayar George Bush o cualquier político, por más poder que ostente.
Una buena porción de la deuda está en cabeza de los organismos multilaterales. Pero ellos se convirtieron en acreedores privilegiados. No sufrirán ninguna quita ni postergaciones en los pagos.
– Es verdad que el Gobierno pudo ir más lejos en su negociación con el Fondo Monetario. Pudo ser más ambicioso, pero no lo fue. Y ahora la situación con los organismos internacionales se convirtió en una verdadera espada de Damocles. Tendremos que acostumbrarnos a que cada un año, o a lo sumo dos, vuelva la incertidumbre sobre si desde Washington se aprueba o no la postergación de los vencimientos de la deuda por otro período.
¿Cuál pudo ser un mejor acuerdo ?
– Por ejemplo, una reprogramación de los pagos durante 20 años a una tasa de interés sensiblemente inferior. Eso es lo que ocurrió con los países más pobres. No menciono la posibilidad de una quita directa porque el estatuto del Fondo lo prohíbe, aunque se sabe que esa es una condición que figura implícita en los contratos con el organismo. Con la crisis terminal que sufrimos, la Argentina pudo reclamar las mismas condiciones que los países de pobreza extrema. Pero, por alguna razón, se prefirió transitar por otro camino.
¿Pero acaso no se está a tiempo de rever la cuestión ?
– Tal vez. Ya vimos que cuando Estados Unidos quiso jugar a favor de un acuerdo con la Argentina presionó a los demás integrantes del Grupo de los Siete. Claro que lo hizo bajo una propuesta bien distinta a la que ahora promueve para Irak. Esa sería la única vía. Le insisto : es más fácil negociar y coordinar acciones con un grupo de 10 o 20 gobiernos de potencias mundiales que con un millón de inversores que no tienen ningún interés estratégico : sólo les importa cobrar lo que alguna vez le prometieron.
¿La Argentina no podría repudiar la parte de la deuda que fue tomada en forma ilegítima ?
– Es muy complicado hacerlo. Tendría implicancias hacia el futuro. ¿Quién querría financiar al país con semejante antecedente ? ¿Qué certificado podrían reclamar los inversores para asegurarse que, en algún momento, les paguen lo acordado ? Si el argumento legal para repudiar la deuda es, a posteriori, que fue tomada por dictaduras o por gobiernos corruptos, ninguno de los países latinoamericanos podría pedir prestado en los mercados internacionales. Es así, aunque muchos argentinos tengamos la sensación de que la deuda tomada fue mal aplicada.
Página 12, 5 de enero del 2004