En 1982, después de la guerra por las islas Malvinas, circuló un chiste cruel pero revelador de la idiosincrasia de los argentinos. "No perdimos, salimos segundos", habrían bromeado algunos. Negación del fracaso que quedó de manifiesto este domingo una vez conocidos los resultados de las elecciones para renovar la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado de la Nación.
Juan Gaudenzi
Radio Nederland. Argentina, 24 de octubre de 2005
Comicios maravillosos : a juzgar por las declaraciones de los principales contendientes ninguno perdió.
En la provincia de Buenos Aires, donde se libro lo que la prensa nacional dio en llamar "la madre de todas las batallas" entre el presidente de Argentina, Néstor Kirchner, y quien fuera su padrino político, Eduardo Duhalde, a través de sus respectivas esposas candidatas a senadoras, Cristina Fernández de Kirchner se impuso a Hilda González de Duhalde por una diferencia de más de 20 puntos.
Sin embargo, la vapuleada mujer del ex presidente provisional y ahora ex hombre fuerte del peronismo bonaerense declaró : "Estamos en paz con nuestras conciencias porque lo nuestro era una profunda convicción. El Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires está en pie y a partir de ahora comienza nuestra reconstrucción".
En la Capital Federal, en cambio, fue el Gobierno el que convirtió la derrota en las urnas en victoria discursiva. Aquí el candidato oficialista Rafael Bielsa, actual canciller, quedó relegado a un modesto tercer lugar. "Para el Frente de la Victoria es una noche de gratitud. Trabajamos mucho, dimos todo lo que teníamos y esto produce una gran satisfacción. Sobre todo cuando es comprendido por la ciudadanía" (¿).
Otra lectura caprichosa de la realidad estuvo a cargo de Elisa Carrió, quien ocupó el segundo lugar muy atrás (21.9% contra 33.9%) del multimillonario empresario y presidente del club Boca Juniors, Mauricio Macri. "De hecho teníamos las mejores posibilidades de ganar, pero yo siempre soy la candidata más votada hasta un mes antes de las elecciones. Es evidente que nosotros no pudimos (nótese que no dijo "no supimos") enfrentar la cantidad de dinero y todo el poder puesto en difamarnos. Algunos en esta ciudad interpretaron que no podíamos demostrar algunas cosas (denuncias contra su segundo de abordo, Enrique Olivera) que cuando las demostremos permitirán entender en que consistió la operación para frenar nuestra victoria".
No se conocieron las opiniones de las vedettes Moria Casán y Zulma Faiad, pero seguramente también se sentirán "satisfechas" pese a que ambas se quedaron fuera del Congreso.
¿Y entonces ? ¿Qué se puede decir de unas elecciones en las que nadie admite haber perdido por sus propios "méritos" ?
Un sistema en el que, aparentemente, da lo mismo obtener diez escaños que cinco o uno porque, al final de cuentas, nadie tendrá la mayoría absoluta (aunque sumara más de cien diputados Kirchner no contará con quórum propio) y la fragmentación existente dará lugar a todo tipo de negociaciones y componendas, no contribuye al fortalecimiento institucional aunque, como era previsible, el oficialismo haya aumentado considerablemente su cuota de poder. Kirchner llegó al gobierno con un escuálido 22 por ciento. El domingo su partido (Frente para la Victoria) obtuvo el 38.9 por ciento.
Además, al no reconocer la derrota propia y eludir por completo la autocrítica, se minimiza o desconoce el triunfo electoral de quien verdaderamente se impuso, se cuestiona la autoridad surgida de las urnas y, lo que es más grave, se ignora la voluntad mayoritaria del pueblo. En este caso el voto mayoritario a nivel nacional a favor del presidente Kirchner y su modelo desarrollista.
Por último, se descarta por completo la posibilidad - no se reflexiona sobre ella - de que, en el fondo, todos - es decir toda la clase dirigente argentina - hayan perdido.
Porque en medio de la peor crisis social de la historia de este país, la tendencia general del voto (salvo en la provincia de Santa Fe donde se impuso un social-demócrata) fue del centro a la derecha. La voz de los excluidos por un modelo que no ha sufrido cambios esenciales, de los trabajadores - empleados y desempleados -, de los jubilados, de los millones de pobres e indigentes, de los que pasan hambre, de los "piqueteros", de los obreros de las pequeñas empresas autogestionadas, seguirá sin oírse en el Congreso de la República. Y esto parece tener un componente suicida.
Porque la llegada de nuevos diputados y senadores no alcanzará para compensar la presencia vitalicia de "los mismos de siempre" y el retorno de abominables fantasmas del pasado, como Carlos Menem, electo senador por su provincia natal, La Rioja.
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