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26 de julio de 2015


El fetichismo del dólar en Argentina y la disputa de poder en la esfera de las expectativas

 

En los últimos días hemos sido espectadores de una película repetida.
Los vaivenes en la « cotización » –y lo pongo entre comillas por tratarse de un valor espúreo, surgido de un mercado negro sobre el cual no existe información oficial que permita conocer con cierto grado de confianza la consistencia de la información difundida– del dólar ilegal y la consiguiente agitación del fantasma devaluatorio.

Los argumentos –tan repetidos como la película que los inspira– de los economistas liberales y neoliberales de izquierda a derecha, se proclaman basados en la pretendida objetividad del saber económico (del que sólo reconocen una escuálida corriente teórica, la más retrógrada y conservadora escuela neoclásica, funcional a los intereses del poder económico-financiero) y una supuesta racionalidad atribuible a « leyes económicas » que exigen despojar a la economía de su esencia misma, anclada al debate político, como si lo que está en juego no fuera, en realidad, una disputa de poder entre intereses muchas veces antagónicos: los del Pueblo/Democracia versus los del Poder Económico/Autoritarismo.

Lo que sabemos, no obstante, a partir de la observación de la realidad es que el valor del dólar ilegal ha sufrido fluctuaciones que lo han elevado, primero, para luego, por mediación de la política, volver a descender. Esa volatilidad, propia de un mercado sumamente estrecho (en cantidad de jugadores y volúmenes operados) no debería sorprender.

Lo que sí podría sorprender a quien esté desprevenido sobre la composición y el accionar de esos jugadores con permanente apetito devaluatorio, en lo económico, y antipopular en lo político es la operación que se fue gestando en las semanas previas al intento de corrida que, una vez más, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se apresta a disipar.

En una columna publicada en este mismo diario el 8 de julio último, que lleva la firma del colega Genaro Grasso, se daba cuenta del contubernio desarrollado en el Precoloquio de IDEA, donde se conjugaban los hombres del establishment con los voceros económicos que representan sus intereses. Allí, el economista Luis Secco se lamentaba porque había realizado « un montón de recomendaciones pensando en que venía un cambio, y ese cambio viene en caída », algo que terminó de evidenciarse el domingo último ante el estrepitoso derrumbe del proyecto neoliberal del PRO con su pírrica victoria en las elecciones porteñas. A la vez, nos cuenta Grasso que presenció el encuentro, Secco « consideró fundamental para la gestación de una crisis que los empresarios generen agitación y que haya debilidad del presidente ». Diría textualmente el economista del establishment : « Tenemos todos los ingredientes desde la macro para que haya una crisis. Dos cosas faltan: la coordinación de expectativas que agiten la crisis y la debilidad política ». Habría que ser muy obtuso para encontrar en estas expresiones algún dejo de objetividad económica, se trata de un llamamiento político, del delineamiento de la estrategia, para los últimos meses que nos separan de las elecciones de octubre, del « Club de los Desestabilizadores », reunidos en IDEA que, según sus propios miembros reconocían, « tiene el rol de incidir en las políticas públicas apoyando al Foro de Convergencia ». Completaba el recetario Miguel Kiguel, con una desiderata de devaluación y ajuste fiscal: « La Argentina tiene desequilibrios económicos que va a haber que ajustar », donde « el tipo de cambio está sobrevaluado y el déficit fiscal se ha desbocado ». Indudablemente, los socios del « Club de los Desestabilizadores » y los del « Club de los Devaluadores », del que habla el ministro Kicillof, comparten membresía.

Llamativamente –¿o no tanto?– el 9 de julio, la usina de derecha fundada por Bartolomé Mitre publicaba una editorial titulado « El sobrevuelo del cisne negro » [Leer la respuesta de Edgardo Mocca : « Los falsos « cisnes negros » de la derecha argentina »]. Presten atención, estimados lectores, porque lo que sigue es, lisa y llanamente, la cristalización de la « coordinación de expectativas » que reclamaba Secco en representación del interés de los poderes reales. En esa columna se sostenía que « advertimos la posibilidad de un acontecimiento que altere el rumbo aparentemente tranquilo de la evolución socioeconómica », y se aclaraba sobre « la posibilidad de que ese cisne descienda y se plante frente a nosotros antes del próximo 10 de diciembre ». Luego se preguntaría el editorialista: « ¿Qué tipo de acontecimiento puede tener tan fuerte impacto? » y seguidamente ofrecía la respuesta: « El cisne negro del que nos ocupamos aquí es una situación de pérdida de control de la conducción económica que produzca una reacción social caótica ». Sí, caótica. Es decir, la « crisis » que Secco exigía que se agite. Para que no queden dudas, La Nación explicita, sin medias tintas: « Es, por ejemplo, el caso de una corrida cambiaria... »

A continuación, especificaba frente a qué cuadro de la realidad debería agitarse la crisis y el objetivo deseado: « Un cuadro como este termina indefectiblemente en una fuerte devaluación. Esta será tanto más incontrolable cuanto menor sea la confianza que despierte el gobierno que surja de las próximas elecciones. El extremo de la caída de confianza ocurriría si quien venga pretendiera seguir con el ’modelo’. » El registro que se hace de un clima político favorable a la continuidad del proyecto que conduce Cristina Kirchner, terminó de configurarse con los resultados de la elección de la Ciudad de Buenos Aires.

Los poderes fácticos saben –ellos mismos han contribuido a su creación– del fetiche por el dólar del que es víctima una parte de la sociedad argentina. Saben también que es preciso imponer el clima social, o, como diríamos en la jerga económica, las « expectativas ». De allí, la importancia de los medios hegemónicos en la propalación de la « información » útil a los fines de crear ese clima necesario para la aplicación de las políticas que dejarían satisfecha la voracidad del poder económico, especialmente la añorada maxidevaluación, no sólo por la mentada necesidad de « debilidad política » que exige Secco, sino porque las posibilidades de condicionar a un futuro presidente para imponer su paquete de ajuste están de la mano con un atecedente de inestabilidad económica y política que permitiera mostrar como inevitable la máxima de Kiguel de que « la Argentina tiene desequilibrios económicos que va a haber que ajustar ».

Pero, como se sabe, la única verdad es la realidad. Y en la realidad argentina de los últimos 12 años son los intereses del Pueblo, es decir, la Democracia (no una democracia de cartón, una efectiva), los que se imponen.

En este sentido, para desilusión de los Secco que ven como « ese cambio viene en caída », octubre se avecina y, con él, la voluntad popular expresando en la urnas la continuidad del proyecto político del Frente para la Victoria que les cierra las puertas a los sueños de ajustadores y devaluadores.

No pudieron los buitres con toda su artillería penetrar el cielo argentino. Menos los cisnes negros que imagina la derecha. La única que se eleva en nuestro firmamento sigue siendo un águila celeste y blanca, custodiando los sueños de la mayoría de los argentinos.

Tiempo argentino. Buenos Aires, 26 de Julio de 2015.

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