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25 janvier 2013

El Capitalismo del buen salvaje. Neoliberalismo con « inclusión » social

par José Francisco Puello-Socarrás *

 

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La gran mayoría de encuestas realizadas recientemente en los Estados Unidos, axis mundi del capitalismo contemporáneo, continúan registrando un descontento in crescendo, alto y generalizado frente al sistema al punto que han llamado a reconstruir su « machacada imagen » (http://bit.ly/TIpIpp). Una situación que ya había sido contundentemente resumida bajo el slogan : « Somos el 99%, ellos el 1% ».

Las élites hegemónicas siguen por lo tanto muy de cerca y con disimulada pero sostenida preocupación, la evolución de todos estos acontecimientos. Especialmente los efectos laterales y colaterales fruto de la creciente oleada anti-neoliberal que viene desarrollándose desde hace un años de años en el Sur Global [1].

A la fecha, el anti-neoliberalismo muestra un calidoscopio bastante acabado e interesante forjado de variadas formas de protestas y novedosos repertorios de resistencias alrededor del mundo. Una cronología aún superficial pero representativa recorre – entre una diversidad de episodios - desde los levantamientos neozapatistas en México a mediados de 1990s hasta el contemporáneo Ocupa Wall Street yanqui, pasando por supuesto a través de distintos eventos suramericanos como las Guerras del Agua y el Gas en Bolivia, los cacerolazos y los movimientos piqueteros en Argentina y, más recientemente, las movilizaciones contra la profundización de la mercantilización de la educación pública con participación de vastos sectores populares animados por el despertar del movimiento estudiantil en países ‘modelos’ del neoliberalismo en el siglo XXI como Chile (donde, al parecer ahora, las manifestaciones también han derivado en contenciosos populares versus el sector financiero extranjerizado) y Colombia. La Primavera Árabe junto con la Indignación europea y también varios sucesos en Asia, aunque menos publicitados en Occidente, completan el cuadro.

En su conjunto, las luchas más recientes siguen desprovistas y tras la búsqueda de una síntesis política que les permita trascender hacia un proyecto abarcador más allá de la espontaneidad original que ha animado sus movimientos. No es menos cierto sin embargo que, poco a poco, se acumulan experiencias inspiradoras claves para otros escenarios sobrevinientes y que fortalecen el panorama global hacia el futuro en número, compromiso, conciencia y frecuencias. Aquí vale la pena seguir subrayando el componente anti-neoliberal que inspira la más reciente tradición de los oprimidos (frase de Walter Benjamin) como un elemento crucial a la hora de realizar diagnósticos y pronósticos pero también tácticas y estrategias que unifiquen criterios y luchas.

Teniendo cuenta las temporalidades y las espacialidades que exhibe el capitalismo de época, es decir, el capitalismo salvaje o más comúnmente llamado neoliberalismo, y con base en sus trayectorias históricas en la periferia latinoamericana desde la década de 1970s, o las más recientes en países centrales europeos y los Estados Unidos, se podría generalizar que la dinámica esencial del sistema capitalista : la producción y reproducción constante de las desigualdades sociales, vía la explotación económica que se refuerza con la dominación política y la opresión social en sus diferentes versiones, intenta evitar la exasperación de sus propios límites sin poner en riesgo su misma existencia, acudiendo, entre otras fórmulas, a la inclusión social. Es más, ésta es una de las maniobras ensayadas más fértiles para consolidar sus conquistas sin que se desvanezcan y se pongan en cuestionamiento – al contrario, se materialicen – aceleradamente.

El Capitalismo del Buen Salvaje

Lo anterior debe llamar poderosamente la atención.

Desde un principio el objetivo del discurso mediático en medio del agravamiento de esta crisis, sin lugar a dudas una de las más espectaculares en la historia del capitalismo, ha sido operar el ocultamiento sistemático de la magnitud real de los hechos. Ante la evidencia irresistible de los acontecimientos y la historia efectiva, empero, las voces más convencionales se han visto obligadas a reconocer que esta crisis del capitalismo va muy en serio.

Los constantes llamamientos para tomar consciencia de lo anterior por parte de las élites dominantes están en todo caso limitados a insistir en que la salida debe tramitarse sin desbordar el statu quo.

Varias de estas propuestas han popularizado cada vez con mayor énfasis, el lema de construir un « capitalismo en serio », fraseología que gran parte de la comunidad académica, particularmente en América Latina y especialmente en Suramérica ha venido acogiendo, traducida en sus propios términos como : modelo neo-desarrollista (una especie de neo-keynesianismo tropical) con el cual algunos se atreven a verificar una época post-neoliberal, y que varios convocan e invocan como el nuevo progresismo, etc. Todas estas tramas, por más (falsa) sofisticación que les quieran atribuir, son vacías e insostenibles, epistemológica y políticamente. Su misión reside en desintegrar, sobre todo en lo ideológico, la gran fuerza popular anti-neoliberal que la vida real ha venido reportando los últimos años, subestimando la actualidad de este acumulado de luchas al tildarlas anacrónicas, imposibles o inútiles – ya que los neo-desarrollistas post-neoliberales « progres » consideran al neoliberalismo como « una cuestión del pasado » -, y descalificando folklórica y sistemáticamente varios llamamientos decididos (en este caso, sí, de manera auténtica) a destituirlo – tanto al viejo neoliberalismo de antes como el nuevo neoliberalismo de ahora pues la fantasía difundida sobre su final aquí no tiene cabida.

La cuestión en diferentes latitudes posee variantes. Pero, en todos los casos - sea Centro sea Periferia – el denominador común parece sugerir : neoliberalismo con (algo de) « inclusión social ».

En Europa y en los Estados Unidos la tentativa se sigue « hacia la baja » pues el camino es destruir lo que queda del Estado de Bienestar y de la Seguridad Social (idea del capitalismo que incluso en sus propios límites, hoy desborda la semántica neoliberal y por lo tanto resulta « peligrosa », « incómodae » « inconveniente ») para entonces restituirla ideológicamente y en las políticas públicas bajo el tópico de la inclusividad, una cuestión que se intenta presentar como un análogo sustituto pero que, de lejos, resulta bien diferente y definitivamente regresiva. En la periférica América Latina y el Caribe, por ejemplo, se trata de seguir aprovechando la devastada situación social, histórica y actual – y que el mismo neoliberalismo ha profundizado a niveles insondables desde hace décadas – para « elevar » entonces a concepto político y objeto de las políticas, las impúdicas y más aberrantes condiciones de pobreza, miseria, desigualdad, etc., aunque sólo y exclusivamente en sus límites, en sus extremos (pobreza extrema, desigualdad extrema), desentendiéndose así de la problemática estructural de fondo y, de paso, desactivando gran parte de las resistencias que precisamente son el resultado de ese escenario. Aún más allá : se pretende administrar y gestionar esas condiciones directamente re-produciéndolas, volviéndolas a producir, ahora bajo otras formas. En algún punto, y estrangulando los relativismos pero teniendo en cuenta los ampulosos contextos que se enuncian desde las periferias, estas situaciones podrían considerarse como necesarios hechos progresistas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el punto de partida aquí es el subsuelo del infierno y si no se propone alguna escalera al cielo « lo progresista » no tendría ningún sentido y se desvanecería en y por sí mismo.

Al nivel de lo político e ideológico, el Capitalismo ‘en serio’ (mote insistente desde el shock de 2007-2008 en los discursos de Barack Obama en Usamerica a Gordon Brown en el Reino Unido (http://bit.ly/W09b1G) ó de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina y Luiz Inácio Lula Da Silva y Dilma Rousseff en Brasil - ¡éstos últimos dos países paradigmáticos del autoproclamado modelo neodesarrollista que avanza en estas latitudes !-) no significa otra cosa que el continuismo neoliberal, el capitalismo salvaje, aunque en una forma menos extremista, digamos menos cavernícola. Insistimos : un continuismo, o supuesta « ruptura », que igual siempre se cierne en el límite de sus extremos. Tal operación no lo exime ni quiere eximirlo de su salvajismo innato. La propuesta es por lo tanto « civilizar » al neoliberalismo un poco, « un tantito » digamos, convocando una especie de buen salvaje el cual, por más bondad que quieran adjudicarle, es salvaje al final, de cabo a rabo. Al nivel de las políticas nuevamente se trata del eufemismo de la « inclusión social ». Una cuestión que si se la analiza de cerca, de entrada, rechaza cualquier avance real concreto en el mejoramiento de las condiciones de vida (no solo referido a las situaciones particulares) de las mayorías empobrecidas.

Las experiencias en América Latina y el Caribe, el Sudeste asiático y en el continente africano, lugares donde se ha practicado sin reservas de ningún tipo la ortodoxia neoliberal son ilustrativas al respecto y, sobre todo, han sido poderosamente productivas, políticamente hablando. Son aleccionadoras para las dirigencias dominantes ya que con base en ellas se ha podido adquirir plena conciencia en torno a que la continuidad del neoliberalismo, después de su fase ortodoxa (fundamentalismo de mercado y las conocidas políticas de ajuste estructural, empezando por el relato de la austeridad que hoy finalmente se globaliza), depende en gran medida de su auto-renovación. La llamada inclusión social como técnica – se sabe - antes que contradecir el núcleo esencial del neoliberalismo, lo complementa, al gestionar quirúrgicamente (regulando) los resultados exacerbados de la « desaglutinación social » que él mismo naturalmente produce y – por paradójico que parezca - a la vez obstruye sus lógicas de acumulación neoliberal (http://bit.ly/13nGbo7).

Para el momento, esta realidad es imposible de desdecir. Máxime cuando se observan las tendencias - cada vez más obscenas – en materia de los indicadores sociales en sentido amplio, es decir, tomando en cuenta aspectos socio-ecológicos, socio-biológicos, etc., y las demás encrucijadas contemporáneas del sistema global, regional y localmente hablando [2].

¿Seguir-con ó Con-seguir ?

América Latina y el Caribe, aunque más específicamente Suramérica, resulta ser, por antonomasia, el territorio de la traición a los oprimidos. Allí se lograron « neutralizar » (desconocer, desvanecer y deformar por parte de la hegemonía dominante) varias resistencias (demandas, expectativas y esperanzas construidas) desde la naciente oleada anti-neoliberal, evitando el avance de proyectos políticos y programas económicos potencialmente favorables a las masas populares y claramente contrarios al neoliberalismo. Ante ello, el proyecto hegemónico ajustado a las nuevas condiciones continuó su marcha sin cambios sustanciales ni mayores tropiezos aunque ahora agazapado bajo otros nombres y reinventado bajo novedosas formas del capitalismo del buen salvaje. Pero, al mismo tiempo, afortunadamente, NuestrAmérica resulta ser también la región donde varias resistencias anti-neoliberales – consideradas herejes al retomar la tradición de los oprimidos- finalmente vienen transitando hacia fuertes organizaciones sociopolíticas y con voluntad de poder popular que trascienden política y económicamente hacia perspectivas no sólo contra-neoliberales sino incluso y más importante aún : anticapitalistas ; desde luego, una blasfemia para los intereses dominantes (http://bit.ly/VJzLwg).

Seguir-con la traición o Con-seguir la tradición es uno de los grandes dilemas que nos plantean nuestros tiempos.

José Francisco Puello-Socarrás para El Correo

El Correo. París, 25 de enero de 2013.

* José Francisco Puello-Socarrás. Politólogo, Ms Administración Pública y Doctorando en Ciencia Política. Docente de la Universidad Nacional de San Martín (Argentina).

Notes

[1Nos referimos al Sur Global tanto en el sentido geográfico como social (y epistémico) del término subrayando la función periférica que cumplen determinados territorios, espacios, lugares (y desde luego : relaciones sociales y sujetos involucrados) en las lógicas del capitalismo contemporáneo.

[2El escenario latinoamericano es, sin dudas, uno de los ejemplos más típicos de la (mal) llamada « política social » del neoliberalismo. Los Programas de Transferencia Monetaria Condicionada (PTMC) desplegados a lo largo y ancho del subcontinente y bajo diferentes denominaciones son « plantillas » desde las cuales se ha diseñado globalmente el conocido « salvataje de los más pobres » (poorest’s bail-out) (http://bit.ly/VRaPDb) el cual – es ingenuo sospecharlo - contrasta con aquel reservado al capital financiero y que ha volatilizado aún más el status crítico del capitalismo financiero y crediticio.

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