recherche

Accueil > Réflexions et travaux > Debate sobre la izquierda latinoamericana : ¿Gestionar o cambiar el sistema (…)

26 août 2004

Debate sobre la izquierda latinoamericana : ¿Gestionar o cambiar el sistema ? Esta es la cuestión.

par Jordi Soler Alomà

 

Con fecha 11/08/2004 apareció en la sección La izquierda a debate de REBELIÓN un interesante artículo de Atilio Boron, intitulado "La izquierda latinoamericana a comienzos del siglo XXI : nuevas realidades y urgentes desafíos, que constituye un brillante análisis de la situación latinoamericana hoy."

Sin embargo, en lo tocante a la relación de la teoría con la práctica, existen en dicho artículo algunas contradicciones y ambigüedades cuyo poner de manifiesto es el objetivo del presente texto. Como anticipo, diré que, después de leer el artículo, las conclusiones prácticas que se infieren del mismo son contradictorias ; a saber :
 a) hay que ser revolucionario dentro de un orden o
 b) hay que ser reformista radical. Como ha podido observar el lector, se trata de contradicciones en sus términos ; todo el mundo sabe que para ser revolucionario hay que ser radical, y que las reformas sólo se hacen dentro de un orden (se trata de cambiar algo para que todo siga igual).

Boron comienza presentándonos un neoliberalismo en crisis, que se encuentra "acorralado", tanto por la acción de fuerzas externas como internas (¿cuáles ?).

Veámoslo más de cerca : lo que caracteriza el neoliberalismo es un conjunto de políticas an-tisociales que tienen como objeto beneficiar al capital. Algunos ejemplos : la desregulación del "mercado laboral" a favor del capital, la disminución de los impuestos sobre las grandes ren-tas y los beneficios capitalistas al mismo tiempo que aumentan los impuestos "indirectos" que recaen sobre la mayor parte de la población y perjudican especialmente a los más pobres, la política privatizadora que pone lo público en manos privadas, el recorte del gasto público y social, etc., etc. Estas políticas son asumidas a bombo y platillo por las derechas, y, con matices, por las "izquierdas" ; estas son las políticas que, mutatis mutandis, asume Lula como propias para el Brasil. No parece, por tanto, que nada haya cambiado o que nada vaya a cambiar respecto del neoliberalismo… o, mejor dicho, ¡sí !, lo parece : tan sólo lo parece.

Vivimos un momento histórico en el que coinciden la mayor ofensiva del capital y su derecha carpetovetónica para recuperar las posiciones perdidas desde la primera "guerra mundial" y la mayor difusión social de la consigna de que "otro mundo es posible". Sin embargo, la reivindicación de ese otro mundo
posible no es seria, no es radical, es de carácter reformista, no es el sistema en sí mismo lo que se cuestiona, sino sus efectos secundarios : el hambre, la manipulación del mundo por cuatro países con sus multinacionales, el deterioro deliberado y sistemático del medio ambiente, la guerra imperialista, el terrorismo de estado o de otro tipo… y el largo etcétera de todos conocido. Estos efectos son atribuidos no al propio sistema sino a una eventual mala gestión del mismo cuando, en realidad, es la naturaleza misma del sistema la que los conlleva ; el sistema no puede funcionar de otro modo que explotando todo lo explotable, empezando por los propios seres humanos, objeto de cruda compraventa.

Lo que ahora mismo se está reclamando no es, en realidad, un cambio de sistema, sino algo aún más difícil, es decir, imposible : se quiere el funcionamiento del sistema pero sin sus efectos secundarios (lo que prueba hasta qué punto la sociedad, alienada, no trasciende la ideología ; es decir, demos-trándose la vigencia de la máxima de Marx, no puede pensar en otros términos que los que le ha impuesto la clase dominante, por más que crea que lo hace), y esta es una de las contradicciones que percibo en el artículo de Boron. Con estas premisas, un cambio de "talante" aparece como un cambio de contenido, y, luego, ocurre lo que ocurre, como con Felipe González en España y con Lula da Silva en Brasil, que contando con un gran apoyo popular para el cambio, lo han echado todo a perder.

Acto seguido, Boron analiza las causas de lo que el llama la "resistencia" al neoliberalismo -pienso que, en todo caso, es más correcto calificar este proceso de contestación, porque resistencia es un concepto demasiado fuerte para caracterizar lo que hay-.

Boron destaca cuatro causas de presunto descalabro del neoliberalismo :

 a) el mencionado "fracaso" económico -que ha tenido consecuencias como el surgimiento de nuevos movimien-tos contestatarios, el crecimiento y afianzamiento de fuerzas contestatarias ya existentes y el momento basculante de las "clases medias" que lo aproxima a los anteriores movimientos -hay que andar con mucho ojo con esos estratos precisamente por ese carácter basculante propio de su naturaleza pequeño-burguesoide- ;
 b) el fracaso del modelo democrático convencional, que atrae la sensibilidad social y, eventualmente, el voto, hacia las "izquierdas" del "donde dije ’digo’ digo ’Diego’" ;
 c) lo que yo llamaría, más bien, la proletarización de la sociedad, al contrario que Boron, que introduce nuevas categorías no explicativas -es decir, que no explican nada que no se pueda hacer explícito con las ya existentes- como el concepto de pobretariado (gentileza de Frei Betto) aplicado a lo que no es más que lo que ya Marx llamaba el "ejército de reserva" proletario del capital -como decía Okam : entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem, es decir, no hay que multiplicar los entes innecesariamente- ;
 d) el surgimiento de movimientos independientes,
como los zapatistas, precisamente cuando todo el mundo estaba durmiendo plácidamente la siesta neoliberal del tan proclamado -y tácitamente subscrito- "fin de la historia" (para Boron parece tratarse de una especie de paréntesis).

Si en algo coincido plenamente con Boron es en su crítica a Negri & Co ; yo diría que el prestigio de Negri en los ámbitos intelectuales es inversamente proporcional a la capacidad intelectual de dichos ám-bitos : este individuo, que tan gratuitamente critica El Capital de Marx y, sin embargo, con igual gratuidad alaba los Grundrisse del mismo autor, no ha entendido nada ni del uno ni de los otros.

Después de -como vimos en la primera parte- pasar revista al neoliberalismo, Boron se plantea "si hay espacio para ensayar políticas postneoliberales" (sic) [cursivas mías].

En primer lugar, el neologismo "postneoliberal" -término, por cierto, sin definir- no sólo no explica nada, sino que empobrece la información del contexto donde se aplica. El prefijo "post" únicamente significa "después de", y, a pesar de lo que parece creer Boron, no signi-fica mejor (tampoco peor) ; lo que parece indicar el uso de ese concepto es una visión lineal de la historia. Pues bien : ¿En qué consistirían dichos "ensayos" ? Paradójicamente, en "ensayar lo que está fuera del horizonte de lo posible y abandonar el consenso económico dominante". En la vida real no hay lugar para ensayos ; los ensayos se hacen en el mundo del teatro, de la música y de la literatura. Los pasos que se dan en el mundo real, sean individuales o colectivos, son reales y tienen sus consecuencias ; su entrelazamiento constituye eso que nosotros, vanidosos como somos, llamamos historia -y que Marx, con razón, llamaba prehistoria-.

Bien, dejando a un lado el carácter más o menos afortunado de los términos ensayados por Boron, éste lanza -entre bastidores- una consigna presuntamente revolucionaria, a saber, transformar el sistema transcendiendo el posibilismo y superando los corsés ideológicos ; pero, como no apunta en ninguna dirección, la con-signa igualmente podría ser contrarrevolucionaria : tanto lo que está fuera del "horizonte de lo posible" como lo que está fuera del "consenso económico dominante" es un conjunto muy heterogéneo de cosas, dentro del cual, además de los bienes, caben todos los males imaginables. Además, plantea la factibilidad de tamaña empresa, poniendo como ejemplo de país capacitado para ello a Brasil. No obstante (y sin embargo), a renglón seguido, sentencia que no existen las condiciones "objetivas ni subjetivas" para la revolución, pero -impropiamente- no explica en qué basa una afirmación tan grave y comprometida.

Veamos : ¿acaso la mayoría de los que han apoyado a Lula en Brasil y, a fortiori, a Chávez en Venezuela no aspiran a que se realicen cambios revolucionarios, sabiendo, además, que eso acarrea sus consecuencias ? ¿Es que las condiciones revolucionarias, como las rebajas, son cosa de temporada y hay que sentarse a esperar a la próxima ? ¿Es que tenemos algo que perder ? Boron nos motiva una vez, a continuación nos desmotiva y ahora, con una cita de Weber -por no citar a Marx- nos vuelve a motivar "…en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez". ¿En qué quedamos ? El reformismo es, al mismo tiempo, objeto de críticas y de ala-banzas por parte de Boron : le cuelga la medalla de haber provocado cambios importantes en el sistema ; pero esos cambios, como lamentablemente podemos comprobar, son coyunturales y reversibles : no son radicales y, por tanto, no son cambios en la estructura del sistema. A pesar de todo, nos dice Boron que "En la actual coyuntura nacional e internacional, el reformismo aparece como la única oportunidad de avanzar mientras las fuerzas populares trabajan para modificar las condiciones objetivas y subjetivas necesarias para ensayar alternativas más prometedoras."

Vamos a ver : ¿no se suponía que el neoliberalismo estaba en crisis y acorralado tanto por fuerzas internas como externas ? ¿Qué mejores condiciones podemos esperar para lanzar la ofensiva ? ¿Vamos a esperar tranquilamente sentados que "las masas se iluminen" mientras el capital va ensayando nuevos mé-todos de afianzamiento ? El propio Boron, contradiciéndose una vez más a si mismo, declara que "no podemos permanecer de brazos cruzados hasta que llegue el ’día decisivo’ de la revolución". Pero es que, además -y él mismo lo reconoce- las reformas, si son serias, para el sistema son revolucionarias, y el sistema responde contra ellas con la máxima dureza ; por lo tanto, puestos a embarcarse, mejor hacerlo en algo que pueda ser irreversible, por más dura que pueda ser la travesía -ya que, de todos modos, lo sería-. No hay nada más triste que un político reformista "de izquierdas" represaliado por sus actos intentando convencer a sus represores de que, en realidad, tales re-formas no eran serias. Seguidamente, Boron se pregunta por los obstáculos que enfrenta el tránsito al "postneoliberalismo". Cita tres : el poder de los monopolios frente a la debilidad de los estados ; la distancia entre los gobiernos centroizquierdistas y los movimientos contestatarios ; y la prevalencia USA en las relaciones internacionales. Sobre el primer punto hay que remarcar que la debilidad de los estados frente a los monopolios y las multinacionales no es tal debilidad, sino más bien complicidad, y obedece a que la estructura del estado burgués sirve, básicamente, para gestionar y afianzar el sistema capitalista ; la primera tarea, por lo tanto, que debe enfrentar un gobierno de izquierda es la transformación del estado del capital en el estado de la sociedad… y eso no es una simple reforma : debe elegir entre limitarse a gestionar el sistema o cambiarlo. Por lo que hace al segundo punto, la socialdemocracia, a lo único que aspira, es a gestionar el sistema de modo que no chirríe tanto ; así que, lo único que hace es aplicar chapuzas acá y lubricantes acullá, dejando la máquina lista para la próxima victoria de la derecha natural (Marx -y no me cansaré de citarlo- decía que la socialdemocracia es el mejor invento de la burguesía).

Pero el caso es que los movimientos sociales reivindican cosas concretas y tangibles. Los que piden tierras, por ejemplo, atentan contra el primer dogma sagrado del capital : la propiedad privada y, además, en este caso, de un medio de producción, atentando, además, contra el principio fundacional del capitalismo según el cual sólo los capitalistas pueden ser propietarios de esos medios. En relación al punto tercero, es sabido que en todas las épocas -desde que existen los estados o análogos- ha predominado alguno sobre los demás y, en todos los casos, se ha aprovechado de la situación privilegiada ; también es cierto que ningún imperio ha durado eternamente, y que los distintos tipos de formación social han tenido su nacimiento, desarrollo y desaparición. Si hay algo novedoso en el panorama actual es el papel que pueden desempeñar los medios de telecomunicación -sobretodo Internet- hábilmente manejados por los agentes del cambio.

El último tema del artículo hace referencia a "los desafíos de la hora actual". ¿Cuáles son para Boron ? Veámoslo : hay dos tipos de desafíos, según se presenten a la izquierda en la oposición política o a la izquierda en el gobierno. En el primer caso, hay que generar organizaciones democráticas al mismo tiempo que se hace llegar el "mensaje" al conjunto de la población, mensaje cuyo carácter socialista da Boron por supuesto al tiempo que también supone la naturaleza refractaria del pueblo a dicho mensaje. Sin embargo, lo que vemos normalmente no es eso, sino que la izquierda política, por más que esté en la oposición, no suele mandar mensajes demasiado radicales, ni mucho me-nos revolucionarios ; y lo que también hemos podido comprobar recientemente -en Venezuela y Brasil- es que, cuando lo ha hecho, ha obtenido -contra la tesis de Boron- el apoyo de la mayoría de la población. Ambas constataciones contradicen, pues, los supuestos de Boron quien, además, pretende asustar-nos con el vaticinio de que "cualquier tentativa de superar el capitalismo… podría ser seguida por un baño de sangre" ; pero ¿a estas alturas nos viene alguien a explicar los riesgos que con-lleva todo proceso revolucionario ? Veamos ahora cuáles son, para Boron, los desafíos que se le presentan a la izquierda en el gobierno. A saber, "construir el poder político suficiente como para "gobernar bien", entendiéndose por esto honrar el mandato popular que exigía poner fin a la pesadilla neoliberal y avanzar en la construcción de una sociedad diferente."

Bien, ¿en qué quedamos ? Ahora resulta que el pueblo, que en el párrafo anterior no quería ni oír hablar de nada que sonara socialista, emite un mandato popular para que el gobierno transforme la sociedad. Como ya he dicho antes, lo que la izquierda -si es realmente de izquierdas- debe hacer cuando llega al gobierno es transformar la "máquina" del estado -no se pueden hacer panes con una máquina de fabricar lingotes-. Por si no hubiera ya bastantes contradicciones en el artículo, Boron hace, sin darse cuenta, una enmienda a la totalidad de sus tesis con el siguiente párrafo : "En todo caso, con-viene recordar aquí, para concluir, el caso cubano. Si pese a los formidables obstáculos que se le han presentado durante casi medio siglo Cuba pudo avanzar significativamente en la construcción de una sociedad que garantiza un acceso universal a un amplio conjunto de bienes y servicios, ¿qué no podrían hacer países dotados de muchos más recursos de todo tipo (y alejados de la enfermiza obsesión norteamericana con la isla caribeña) como la Argentina, Brasil y Venezuela ?

Si pese a tan desfavorables condiciones -como el bloqueo de cuarenta y cinco años y la beligerancia permanente de Estados Unidos- ese país logró garantizar para su población estándares de salud, alimentación, educación y derechos generales (de la mujer, de los niños, de los discapacitados, etc.) que ni siquiera se obtienen en algunos países del capitalismo desarrollado, ¿cuáles serían los insalvables obstáculos que impiden, en países que disfrutan de circunstancias muchísimo más promisorias, acceder a logros semejantes ?" Finalmente, Boron nos da permiso para intentar cambiar el mundo, no sin antes advertirnos de algo que ¿no sabíamos ? "Pero quien pretenda acometer esa tarea deberá saber dos cosas : primero, que al hacerlo se enfrentará con la tenaz y absoluta oposición de las clases y grupos sociales dominantes que no dejarán recurso por utilizar, desde la seducción y persuasión hasta la violencia más atroz, para frustrar cualquier tentativa transformadora. De ahí nuestra grave preocupación por ciertas formulaciones de los zapatistas, como "la democracia de todos", que trasuntan un alarmante romanticismo en relación a la reacción de las clases y grupos desplazados del poder (Boron, 2001). Segundo, que no hay tregua posible en ese combate". Mi punto de vista es directamente opuesto al de Boron : pienso que hace decenios que no se dan tan buenas condiciones para emprender procesos revolucionarios, especialmente en Latinoamérica.

Primero, por el auge movilizador junto a la basculación política y social hacia la izquierda que se está dando ; también por el desencanto del modelo "democrático" tradicional sui generis que se ha impuesto a estos países además de las nefastas políticas económicas asociadas ; y, además, porque existe un marco de "acogida" constituido por Cuba, Venezuela y -aunque tibiamente- Brasil. Ahora es, también, un buen momento para intentar la derrota del imperialismo, ya que cuantos más frentes tenga abiertos, más débil será y, por tanto, más fácil será derrotarlo -o, al menos, mantenerlo a raya-. Discrepo, también, de las tesis de Schafik Jorge Hándal referentes al obstáculo que representa la unipolaridad : ahora es el momento de hacer revoluciones libres de condicionamientos externos.

Barcelona, 19 y 21 de agosto de 2004

Retour en haut de la page

El Correo

|

Patte blanche

|

Plan du site