Portada del sitio > Argentina > Argentina Justicialismo, peronismo, etc : Varios perros pero con el mismo (…)
Por Susana Merino
El Correo. París, 19 de julio de 2008.
No se trata de un error o de una tergiversación del dicho popular "El mismo perro con distinto collar" Se trata simplemente de que acostumbrados como estamos a la sumisión, al sometimiento y a la dependencia pareciera ser que no nos queda otra alternativa que disputarnos el mismo collar. Es decir un collar inexorablemente vinculado a una cadena y una cadena que no es otra cosa que el símbolo del vasallaje que desde hace varias décadas nos impone el neoliberalismo.
Es una falacia plantear como se ha sostenido recientemente, la existencia de dos modelos antagónicos de país; ni los peronistas ni los no peronistas, los "anti" o como quiera llamárseles pues aparentemente no existe otra categoría que englobe en su totalidad a quienes no lo son tienen el menor interés en adoptar un sistema que termine con la pobreza: a los primeros se les acabaría el discurso y con él el poder y a los segundos la capacidad de seguir produciendo y acumulando riqueza. El poder y la riqueza son dos inseparables compañeros que se retroalimentan y sin los cuales el neoliberalismo no podría subsistir o mejor dicho son el fundamento mismo de su existir y la única razón por la que ambos se han embarcado en esta justa en la que no existen ni vencedores ni vencidos o en la que a lo sumo los únicos vencidos son los mismos de siempre los que ni siquiera han participado ni han sido consultados, los pobres, los marginados, los excluidos.
Hace alrededor de veinticinco años que, aunque con intermitencias, ha venido gobernando el peronismo y hasta en algunas provincias con insólita continuidad, pero no conozco un solo caso en que las condiciones de las respectivas poblaciones haya mejorado ni siquiera levemente, en las que las promesas de rescatarlas de la pobreza, del desempleo, del obligado éxodo hacia las zonas urbanas, de la falta de servicios básicos, se reiteran en cada ciclo electoral con la anuencia del olvido, de la infinita paciencia, de la resignación y de la humildad de quienes aún desde su secular pobreza continúan contribuyendo al mantenimiento de los privilegios y hasta de los obscenos niveles de ostentación de sus clases gobernantes.
Lo que de alguna manera proclama como éxitos el equipo gobernante como los incrementos de sueldos o de las jubilaciones, son apenas episódicos logros rápidamente devorados por la inflación, pero a nadie le preocupa la enajenación de nuestros recursos naturales, la necesaria revisión del Tratado Binacional con Chile por el que ambos países han entregado cien kilómetros a ambos lados de nuestros límites territoriales a la explotación minera por parte de empresas transnacionales que solo dejan un 0,3% del valor en boca de mina de los minerales que extraen, oro, plata, renio, mercurio, uranio, molibdeno sin otro control que la propia declaración jurada de las empresas, que además liberan a su paso contaminantes como el cianuro de sodio, y el ácido sulfúrico y siembran a su paso contaminación hídrica y del suelo y destruyen las pequeñas economías locales. Qué extraño es que nadie haya pensado en cobrarles retenciones a sus millonarias exportaciones!
A nadie tampoco detener la creciente deforestación del otrora Impenetrable o de los faldeos de la yunga tucumano-oranense en procura de ampliar la frontera agrícola e incrementar el oro verde de la soja, si transgénica mejor, para aguantar los herbicidas capaces de matar todo otro vestigio vegetal, al precio de arrebatarles tierras y medios de vida a sus seculares y autóctonos habitantes.
Y menos aún investigar porqué nuestra deuda externa se halla nuevamente en los valores que había alcanzado en los tiempos de la convertibilidad, de casi 145 mil millones en marzo de este año, mientras que solo ha sido la irrisoria suma de un 10% de su monto la tan mentada cancelación al FMI.
A nadie saber porqué este estado tan justicialista ha desprotegido a los cientos de empresas recuperadas, Zanón, la cooperativa Chilavert, el hotel Bauen, entre las más conocidas. sitas en la Capital Federal, el gran Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Rio Negro, Neuquen, cuyos dueños abandonaron o quebraron y han sido puestas nuevamente en marcha por sus obreros con enorme e invalorable esfuerzo y sin ningún apoyo público y que aunque no representan un aporte significativo al aparato productivo nacional constituyen un movimiento política y socialmente importante. Muchos de sus trabajadores en cambio han sido violentamente reprimidos como los operarios del frigorífico Yaguané, los de Gatic en Pigüé que han perdido no solo visibilidad pública, como lo precisa un informe de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA sino que han seguido siendo víctimas del proyecto económico neoliberal a todas luces vigente.
A nadie advertir sobre el crecimiento del poder económico del sindicalismo y sus estrechos vínculos con el gobierno que nada tienen que ver con la verdadera defensa de los trabajadores. Y cómo es que "a consecuencia de la burocratización, los sindicatos han dejado de cumplir su rol y el poder social que emerge de la potencia sindical solo es apropiado para los fines privados de los dirigentes" manteniendo una verticalidad que convierte a los cuadros sindicales en fuerzas de choque más que en verdaderos representantes de los trabajadores. Otro elemento que a nadie preocupa democratizar o modernizar porque así es como sirve a los supremos intereses políticos y económicos cuyo único objetivo es seguir manteniendo y alimentando los circuitos cerrados de la riqueza y del poder.
Y esto solo por citar algunos breves ejemplos, podríamos seguir enumerando muchísimas cosas irresueltas que este gobierno como tantos otros no tiene el menor empeño en resolver ya que nada ha cambiado, ni cambiará mientras se mantengan inalterables los términos de una ecuación cuya propia sustentación depende de esa invariabilidad: la ecuación neoliberal.
Mudarán los protagonistas y se seguirán formulando promesas como parte del reiterativo círculo vicioso en que estamos inmersos hasta que un día haya fermentado esa pizca de levadura que, quienes creemos que otro mundo es posible, deberíamos comprometernos a incorporar lenta pero persistentemente en las nuevas generaciones y a la vida despierte una nueva humanidad, más justa, más digna, más solidaria, más sensata.