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23 juillet 2003

Argentina es el fracaso de la Pax Americana.

par Eduardo R. Saguier

 

Borrador a discutir de versiones previas presentadas el Jueves 25-IV-2002 en el Ateneo 30 de Octubre del ARI de M.T. de Alvear 1981, y el lunes 29-IV-2002 a la Presidencia del Bloque de Diputados del ARI.

Dado el momento traumático y sin precedentes que padecemos (en Argentina NDLR)como consecuencia de la desigual ofensiva de la globalización, de la restauración del equilibrio del terror a escala mundial (11-IX), de la saturación del mito progresista, liberal y democrático, del agotamiento de la Pax Americana, y de la acción catastrófica de regímenes periféricos malinchistas (Menemismo, Fujimorismo, Pinochetismo), nos abocamos en este escrito a presentar y discutir un cuerpo de ideas, teorías y autores que puedan ilustrar sobre acontecimientos histórico-fundacionales que en el pasado irrumpieron en circuitos simbólicos cuya conexión quedo quebrada, que sean susceptibles de sugerir una propuesta alternativa y una resistencia activa a dicha ofensiva, y que a semejanza del film La Comuna (Paris 1871), de Peter Watkins, nos arranque del letargo y nos impulse a una nueva etapa de liberación y justicia.

Mas precisamente, en oportunidad de la crisis de la deuda externa de los llamados países en desarrollo, cuando la hegemonía del Neoliberalismo y de los espacios económicos imperiales (ALCA, Asia-Pacifico, UE) vino a sustituir al Keynesianismo, a erosionar la soberanía de los estados nacionales, y a reinar único en el altar de un planeta globalizado, nos vemos urgidos a acudir a una serie de pensamientos ecuménicos y cosmopolitas en el afán de construir un repertorio teórico y metodológico con el cual afrontar la lucha contra dichas hegemonías, y poder desatar así una nueva era donde prevalezcan un orden mundial fundado en la justicia universal, una igualdad económica y social compleja (Walzer, Dworkin, Sen), nuevos espacios socio-económicos independientes (Mercosur) y el lanzamiento de una nueva serie de descubrimientos e innovaciones artísticas, científicas y tecnológicas, largamente pospuestas por una suerte de devastación intelectual de la periferia mundial.

Para este propósito concientizador y movilizador es preciso tener en cuenta, de acuerdo con Harry Cleaver (1997), que el Neoliberalismo es tanto una ideología económica como una estrategia política y cultural de dominio. Como ideología, el Neoliberalismo idolatra al mercado y subordina a sus demandas los gobiernos, los individuos y hasta la propia naturaleza. Como estrategia, el Neoliberalismo supone procesos de desindustrialización y de privatizaciones sobornadoras, desregulación del comercio exterior y apertura de los mercados internos, de eliminación de las políticas sustitutivas de importaciones, de terrorismos monetarios, cambiarios y financieros (vaciamientos, corralitos), de desinversiones educativas y sanitarias, de multiplicación de regímenes carcelarios, de restauración de la esclavitud infantil (Golfo de Guinea), de golpismos vergonzantes y clandestinos (Venezuela), de encubrimientos a criminales de guerra y de lesa humanidad (Kissinger, Pinochet, Sharon), de asimetría imperial en la represión de guerras étnicas (Rwanda y Burundi vs. Balcanes), de tolerancias imperiales a irredentismos colonizadores provocados por las secuelas de repartos mundiales internacionalmente legitimados (Paz de Versailles y Conferencia de Yalta para el caso de Palestina) y de seudo campañas anti-terroristas y guerras virtuales de baja intensidad (Guerras del Golfo y de Afganistán).

Este cuestionamiento actual y militante a un Neoliberalismo(consagrado por el Consenso de Washington y dado a conocer como el Nuevo Orden Mundial) por largo tiempo subestimado, debería plantearnos la obligación de asumir una conciencia ciudadana mundial, y de suscitarnos una pasión militante por la paz, la justicia y la democracia, un sentimiento trágico y dionisiaco del mundo y la existencia, una demanda incondicional de igualdad compleja (egaliberte según Balibar), y de sociabilidad ensamblada o recombinada, que a juicio de Badiou socave la globalización capitalista y el orden socio-familiar nuclear -así como el Cristianismo Paulino socavo al régimen esclavista Romano, el Islamismo Sunnita disolvió el cesaropapismo Bizantino de Oriente, y el Reformismo Luterano fragmento el simétrico despotismo católico-papal. Más aun, a juicio de Nussbaum, Zizek, Vattimo, Cacciari, Esposito y Agamben (inspirados en relecturas criticas de Hegel, Nietzsche, Heidegger, Wittgenstein y Lacan) este cuestionamiento debería invitarnos a salvar la brecha constitutiva existente entre los concretos valores particulares y los acéfalos valores universales, a reasumir una concepción vitalista del mundo, a desafiar una idea lineal, funcional y causalista del tiempo (para que en su lugar se lo conciba como una continuidad discontinua), y a formular desde el presente real una noción de la historia y del sujeto que no nos remita a un pretérito fosilizado y embalsamado, sino a aquello superviviente e inconcluso del pasado y de la conciencia individual y colectiva que aun puede y debe devenir u ocurrir, o en otras palabras, a aquella historia postergada que aun no ha tenido lugar (Masuela).

Asimismo, este cuestionamiento debería incitarnos a combatir la violencia de los estereotipos y fundamentalismos racistas, sexistas, lingüísticos y religiosos, generados por la tolerancia multiculturalista liberal, y la violencia obscena del imperialismo norteamericano (quien se niega a ratificar el Protocolo de Kyoto y a considerar la instauración de un Tribunal Penal Internacional), y del globalismo mercado-centrista, que fomenta los lavaderos y paraísos gangsteriles donde prevalecen los capitales
especulativos y mafiosos, el éxodo o drenaje permanente de los recursos humanos mejor calificados, la reducción de las lenguas periféricas a meros dialectos, y la sumisión alienante y totalitaria al rating, la desinteractividad y la desinformación de los medios masivos, que violentan el espíritu critico individual y colectivo, desnaturalizan las identidades nacionales y boicotean una conciencia ciudadana mundial. Más aun, estos cuestionamientos nos deberían sugerir lo que Rafkin denomina la Era del Acceso electrónico, o McGaughey la era de la civilización computacional, o el futurólogo Toffler la Tercera Ola de la revolución informática, de la industria del conocimiento, y de una Nueva civilización, y lo que Bruce Mazlish consagra como la Cuarta Discontinuidad, constitutiva de la dependencia del hombre a la maquina artificial, y a un conocimiento basado en una nueva confrontación de múltiples lógicas fundentes, que a semejanza de la revolución neolítica (Cauvin) y de la revolución urbana y alfabética (Ong), supongan una reestructuración de la mentalidad humana, expresada en términos de nuevas ideas y nuevas representaciones simbólicas.

Sin subestimar la tremenda devastación económica y financiera gestada durante el Neoliberalismo Menemista, que agobia a la economía nacional, entendemos que esta coyuntura critica que viene soportando nuestra población, sus instituciones y sus cuadros políticos y académicos, se enmarca en una crisis aun más englobadora y omnicomprensiva consistente en una deslegitimación política y cultural y en un grotesco proceso de devastación de naturaleza intelectual y moral, como consecuencia de haberse convertido nuestro país en uno de los eslabones más débiles y corrompidos de la cadena globalizadora. En ese sentido entendemos que es preciso, previo a cualquier diagnostico y/o proyecto especifico de ocupación de espacios de poder o de ampliación de coaliciones parlamentarias, recuperar la conciencia revolucionaria que fue expropiada desde dentro de sus filas por regímenes oligárquicos, practicando una reconstrucción retroactiva del contexto histórico-mundial y nacional a partir del cual se fueron gestando las sucesivas crisis históricas y nuestra propia crisis actual. Es la percepción de la vulnerabilidad existencial y catastrófica que sufrimos, la que nos permitirá redimir nuestro pasado autoritario y genocida y restituir a sus victimas y descendientes la dignidad confiscada ; desmontar la desnaturalización de la política, devenida en una repetición nostálgica de
mitos largamente sepultados, en una acepción perversa del poder, en un reciclaje de desgastados oportunismos políticos (e.g. : Teorema de Baglini), y en un necesario duelo, que resignifique o reelabore la estructura del tiempo y la narración del pasado, recuperando dicha conciencia revolucionaria a la que nuestro estado y sus instituciones deben su origen y existencia como nación independiente (Revoluciones de Mayo y del 90), y puedan así proyectar un futuro consecuentemente reparador.

Pero estos colapsos de los regímenes políticos, culturales, sociales y económicos, en la historia de la humanidad y de la propia historia Argentina (golpes militares del 30, 43, 55, 62, 66, 76), como ejemplificación de acontecimientos fundacionales o constituyentes, estuvieron siempre precedidas por luchas teóricas libradas entre aquellos intelectuales
orgánicos y tradicionales que fueron respectivamente la vanguardia y la retaguardia de sucesivos episodios críticos, sin las cuales ninguna transformación pudo llegar a tener éxito perdurable alguno. Estos síntomas o acontecimientos fundacionales, como eternos retornos de lo traumáticamente reprimido, que afloran o irrumpen enigmáticamente, corresponden a la estructura de la excepción Schmittiana, es decir a las suspensiones
espacio-temporales que se expresan como formas constitutivas del derecho y como secuelas del pasado colmadas de residuos (vestigios y supervivencias), que preceden cronológicamente a lo inconcluso, cifrado y enmascarado de sus causas y orígenes, y que actúan como evocadores de traumáticas frustraciones que reiterada y coercitivamente habrían sido sumergidas en el olvido. Pero estos síntomas traumáticos que irrumpen en la historia como enigmas, no transcurren sin su correspondiente transferencia, sin que cierto analista o interprete, perteneciente a una necesaria e irrenunciable vanguardia, resucite algún DIA en las victimas del trauma la palabra o la expresión capaz de esclarecerlos, es decir de decodificarlos, dialogarlos e incitarlos a verbalizar y argumentar el significado de los funestos síntomas que padecen.

Esta resurrección o reconstrucción es preciso remontarla a mediados y fines del siglo XX, cuando en los países periféricos colapsaron los regímenes clientelistas, carismáticos y populistas así como los Estados Providenciales o de Bienestar (Radicalismo, Kemalismo, Varguismo, Nasserismo, Peronismo), y fue preciso recuperar los procesos democráticos reiteradamente abortados y traicionados ; cuando el descubrimiento de la fisión nuclear desato una de las tragedias más catastróficas de la humanidad(Hiroshima) ; cuando se combatió al colonialismo y al eje nazi-fascista ; cuando la caída del Muro de Berlín y las denominadas Glasnost y Perestroika develaron la naturaleza burocrática y totalitaria del Socialismo Real (Gulag, Cheka) ; y cuando Gorbachov, Shevarnadze y los Foros Disidentes acudieron a un ideario revisionista y cosmopolita (Pasternak, Prokofiev, Shostakovich, Solzhenitsyn, Sakharov) para revertir la hegemonía de la nomenclatura, de la censura ideológica, de la represión religiosa, de los desastres ecológicos (Chernobyl), de las camarillas ideológico-cientificistas, de la supuesta inevitabilidad de leyes y etapas históricas, y de la imposición del pensamiento planificador, productivista y dirigista de los capitalismos de estado. Estos cuestionamientos fueron los que habían logrado imponer en el mundo contradictorias estrategias políticas, primero una estrategia política de ofensiva revolucionaria contra el denominado social-fascismo (partidos social-demócratas), proclamado en el VI Congreso del Comintern (1928) ; luego de Frente Popular o alianza con la burguesía anti-fascista, formulado en el VII Congreso del Comintern (1935) ;más luego de un equilibrio del terror, manifestado en la larga Guerra Fría o coexistencia pacifica, que infligía al mundo una bipolaridad que condeno a Europa a la condición de provincia de dos imperios ; y finalmente de sumisión a la hegemonía unipolar o global del imperialismo multinacional, hegemonizado por un pensamiento Neoliberal (Hayek, Popper, Friedman, Huntington, Fukuyama), conocido también como Monetarismo, Thatcherismo, Reaganomics o economía de la oferta.

Para comprender la tragedia globalizadora que hoy sufrimos también es preciso retrotraer este proceso deconstructivo a la era Victoriana y decimonónica y a la Santa Alianza, a la profunda decepción generada por el agotamiento de la Pax Británica, cuando irrumpieron nuevos y salvajes métodos industriales (Taylorismo, Fordismo), y mortíferas estrategias militares (guerra de trincheras y blitzkriegs) ; cuando se afirmó el culto a lo apolíneo y narcisista ; cuando se evidenciaron los intervencionismos imperialistas Franceses y Norteamericanos en México, Argelia, Centroamérica y el Caribe ; cuando las metrópolis Europeas se repartieron el África, el Medio Oriente y el Sudeste Asiático ; cuando los regímenes fraudulentos y oligárquicos socavaron la civilidad democrática Sudamericana dando origen a históricos movimientos populares (Yrigoyenismo, APRISMO) ; y cuando se puso en tela de juicio los determinismos biológicos (Darwin), demográficos (Malthus), geográficos (Ratzel), étnicos (Gobineau), psicológicos (Pavlov), tecnológicos (Veblen), y socio-políticos (Pareto). Para esta reconstrucción histórica también debemos remontarnos a la revolución Rusa, que hizo patente la crueldad del despotismo zarista, la guerra inter-imperialista y el liberalismo colonialista ; develando el cinismo del social-Darwinismo, y el fetichismo de la mercancía capitalista ; y concitando a los Bolcheviques (Lenin y Trotzky), los Mencheviques, y los Soviets a acudir al pensamiento dialéctico y materialista (Marx, Engels, Bernstein, Kautsky, Plekhanov) para poder revertir el proceso fragmentador del conocimiento científico, la identificación de la verdad con el método positivista, y la hegemonía absoluta y eterna del ideario liberal-Kantiano (Smith, Bentham, Mill, Ricardo, Comte). Estos cuestionamientos fueron los que permitieron lanzar un proceso revolucionario que quebró con una noción lineal y evolucionista de la historia ; y que instauro una serie numerosa de estados socialistas de impronta Marxista en la periferia de la economía capitalista central (Europa Oriental, China, Corea, Vietnam, Cuba, Angola, Mozambique), un fenomenal proceso descolonizador una vez consumada la Segunda Guerra Mundial ; y pese al dogmatismo teórico de Lysenko y sus imitadores constituir la primer seria amenaza a la hegemonía científica de la denominada civilización occidental (Sputnik).

Pero para poder entender la excepcional globalización que hoy nos agobia, es preciso trasladar este proceso deconstructivo aun más atrás en el tiempo, a épocas en que nuestros estados y sus instituciones tuvieron un origen revolucionario, cuando se conmociono el mundo con el mito de una nación de ciudadanos en armas, en las postrimerías de la Ilustración, cuando irrumpió la revolución Francesa haciendo manifiesta la impostura del Antiguo régimen, en especial de aquel Antiguo régimen donde hegemonizaban los monarcas de la Contrarreforma religiosa (Portugal, España, Francia, Austria, Baviera, Estados Pontificios), y cuando protagonistas como Napoleón, sus seguidores
latinoamericanos (Bolívar, San Martin) y el denominado Tercer Estado (plebe o pueblo llano) acudían al pensamiento Iluminista (Voltaire, Rousseau, Montesquieu y la Enciclopedia) para revertir el ideario corporativo, monopólico, barroco y estamental de la nobleza y del clero. Estos cuestionamientos permitieron inaugurar un proceso revolucionario burgués que afirmo una soberanía de estados-naciones de impronta republicana, un proceso revolucionario abolicionista, un fenómeno industrial a escala continental europea, una sociabilidad de cuño romántico y anti-patriarcal, un cuerpo de conocimientos secularizados, una concepción laicizada del tiempo y del espacio, una estructura librecambista a escala imperial, un arte emancipatorio estrechamente ligado a los procesos de unidad nacional (operísticas italiana y alemana, y novelística rusa), y un despliegue sin precedentes de descubrimientos científicos y tecnológicos de naturaleza
mecánica, que alimentaron un expansionismo colonizador de alcance planetario(África, Asia).

Finalmente, retrocediendo en nuestro proceso deconstructivo a los mismos inicios de la modernidad (Renacimiento), tanto en Europa como en América y el Medio Oriente, en medio del descubrimiento de la pólvora, las guerras de religión y el desplomar de los castillos medievales, sé originaron muchas de las luces y las sombras que actualmente sobrellevamos, cuando Constantinopla cayo en manos del Imperio Otomano, moros y judíos fueron expulsados de España, y nuestro continente fue genocidamente conquistado por la colonización Ibérica ; cuando irrumpieron las Revoluciones Holandesa e Inglesa (Cromwell) sumiendo en una crisis sin equivalentes a la hegemonía del Papado y de la dinastía imperial Habsburga ; cuando Copernico y Galileo cuestionaban la centralidad de la tierra en el cosmos, y cuando Erasmo, Spinoza, Leonardo, el Bosco, Shakespeare y Cervantes acudían a una concepción liberadora del tiempo, y al pensamiento estoico y escéptico de la antigüedad pre-Socrática y clásica (Séneca, Cicerón), para así revertir los
galimatías de la escolástica medieval, las concepciones circulares o cíclico-cósmicas, las nociones sacro-lineales y agustinianas del tiempo (rectilíneo e irreversible), las prosapias dinastiítas de los señoríos feudales, y los convencionalismos ascensionales y cortesanos del arte gótico y del canto gregoriano. Estos cuestionamientos fueron los que facultaron el estreno de regímenes religiosos y eclesiásticos reformistas que revolucionaron el ideario humanista, la relación mente-cuerpo, y las conductas sexuales ; y limitaron la hegemonía política del Papado y la Inquisición ; los que dieron lugar a la instalación de regímenes políticos absolutistas que desplazaron de la hegemonía mundial al régimen feudal del Sacro Imperio Romano-Germánico ; y los que permitieron inaugurar la lucha por el Derecho de Gentes reconociendo la igualdad del genero humano (Grocio y Las Casas vs. Sepúlveda), emprender la campaña contra el trafico esclavista que los regímenes comerciales mercantilistas habían extendido al nuevo espacio atlántico colonizado, e iniciar a una serie interminable de descubrimientos geográficos, astronómicos, científicos y artísticos.

Por ultimo, haber intentado deconstruir, aunque en forma superficial y sumaria, los debates históricos, políticos y filosóficos que permitieron a la humanidad y a nuestra propia sociedad avanzar desde tiempos remotos en el zigzagueante y espiralado camino del progreso y de la dignidad, debiera hoy y aquí incitarnos a una emulación superadora para
poder debatir, sin concesiones al impacientísimo electoralista, al liderazgo personalista o al activismo "exitiste" y espontaneista, los pormenores teóricos e ideológicos de esta espantosa "irritación externa", que no nos deja conciliar el sueño -fantasmagórica pesadilla Neoliberal que nos tiene acorralados como rehenes sometidos al derecho de pernada- pero que al decir de Lacan, se trata en verdad de un núcleo traumático real, que nos plantea
como evasión existencial o punto ciego de fuga a esta misma siniestra realidad.

Eduardo R. Saguier : saguiere@ssdnet.com.ar

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