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6 mai 2003

Argentina : La recomposicion de los bloques de poder

 

Ofrecemos otra opinión sobre el proceso electoral preparado por el sistema dominante. Lucita analiza las contradicciones que se plantearán entre las expresiones políticas neoliberales. Reflexiones sobre una izquierda que no encuentra su brújula.

Por Eduardo Lucita
Argenpress.info

Las elecciones del 27 de abril pasado dejaron un saldo paradojal : se desarrollaron en un marco de indiferencia y apatía generalizada y sin embargo convocaron a una participación cercana al 80% del padrón electoral. Más allá de esto, los resultados no han deparado ninguna sorpresa : el ballottage será disputado por los dos candidatos que realmente podían hacerlo, Menem y Kirchner, ambos del PJ (Partido Justicialista), que expresan variantes del modelo neoliberal sin alterar mayormente la sustancia del mismo. Ninguno alcanzó el 25% de los votos emitidos.

En tanto que por derecha y centroizquierda aparecen fuerzas, desprendidas de la UCR (Unión cívica Radical), López Murphy y Carrió respectivamente, que obtuvieron el 16% y 14% de los votos.

Estos resultados están anunciando tanto el fin del bipartidismo tradicional como la prefiguración de un nuevo sistema de partidos al que no son ajenos los cambios que se están produciendo en las organizaciones empresariales del país. Una recomposición de las alianzas y la búsqueda de una nueva hegemonía al interior del bloque de clases dominante es lo que está en juego.

Las tendencias abstencionistas, votoblanquistas o impugnadoras impulsadas por algunos partidos, organizaciones menores, y sectores asambleístas y piqueteros (la mayoría organizados en un Frente de Rechazo) tuvieron un fracaso mayúsculo. El abstencionismo alcanzó el 20%, inferior a las legislativas de octubre 2001, pero levemente superior a las presidenciales de 1999, confirmando una tendencia ascendente desde 1983, pero los votos blancos y nulos se desplomaron llegando al 2.5%, el porcentaje más bajo desde 1983.

Los partidos de la izquierda que sí presentaron candidatos, IU (Alianza PC-MST) 1.7% y PO 0.8%, incrementaron su participación respecto de las presidenciales de 1999 (IU duplicó y PO creció un 25%) pero vieron reducir sustancialmente su votación respecto de las últimas legislativas. Estos resultados no parecieran guardar relación con su participación e influencia en el movimiento social.

Que conclusión sacamos de estos resultados ? ¿Significan que todo el proceso que se inauguró el 19 y 20 de diciembre 2001 ha sido aplastado por la montaña de votos ? A priori no hay dudas que es un triunfo de las clases dominantes. Que el ilegítimo y débil gobierno provisorio surgido en emergencia luego de la revuelta popular logró, no sin dificultades, garantizar la gobernabilidad y llevar a destino los objetivos propuestos. ¿Sin embargo constituyen estos resultados una salida política duradera para la crisis argentina ?

En primer lugar es necesario precisar el objetivo para las clases dominantes en estas elecciones : poner fin al ciclo político inaugurado en diciembre del 2001, restaurando el poder de orden y mando del Estado y reconstituyendo el poder político.

Ambas cuestiones, centrales para la dominación capitalista bajo un Estado de derecho y un régimen de democracia parlamentaria, habían quedado hecho trizas luego de las jornadas del 19 y 20D y todo el proceso posterior.

Aquella revuelta popular liberó tensiones acumuladas durante toda la década de los noventa, potenció las expresiones sociales que se venían gestando y permitió la aparición de otras que en conjunto dieron forma a un sujeto social complejo y contradictorio, que no obstante esas complejidades y contradicciones se ha desenvuelto al margen de las instituciones y del orden establecido, en un profundo proceso de autoorganización y autonomía frente al Estado y al mismo régimen de gobierno.

Es este proceso al que se quiere poner fin. Los asesinatos del Puente Pueyrredón, el encarcelamiento de piqueteros en el norte del país y la ofensiva del Estado sobre la textil Brukman y la cerámica Zanón, ocupadas por sus trabajadores, son parte de este intento.

Un giro a izquierda se verificó en importantes sectores de la sociedad luego de diciembre 2001. Sin embargo ni la izquierda social ni la política, organizada partidariamente, pudieron capitalizarlo en estas elecciones. Los partidos de izquierda continuaron con el espectáculo de sus disputas estériles, privilegiando sus políticas de autoconstrucción por sobre las necesidades de la gente, en tanto que el movimiento social pareciera haber llegado a un techo. Los piqueteros se reiteran en sus movilizaciones pero no las superan ; las fábricas recuperadas se mantienen pero el proceso no se ha extendido ; las asambleas no lograron ninguno de los grandes objetivos propuestos y muchas de ellas se han refugiado en el asistencialismo, comprensible y solidario pero despolitizado. La consigna ’que se vayan todos’ fue así perdiendo densidad social.

Lo que muestran estas elecciones es que el movimiento no logra pegar el salto a la política y la izquierda partidaria tiene sobre sí la gran responsabilidad de no haber sido capaz de brindar los canales para que este salto ocurriera.

Sin embargo la reconstitución del poder político pasa no sólo por poner fin al gobierno provisional e instalar un gobierno legitimado por los votos, sino por resolver también la crisis del sistema de representación política que llevó a una profunda fragmentación en los partidos tradicionales. En este sentido estas elecciones no son más que el inicio de un proceso electoral que se extenderá hasta diciembre próximo en el cual se elegirán gobernadores y legisladores provinciales, jefaturas comunales y se renovarán parcialmente las cámaras de diputados y senadores nacionales.

Por otra parte la fragmentación no sólo es producto de los enfrentamientos entre integrantes de las cúpulas de esos partidos sino también expresión de la disputa entre las distintas fracciones del capital. Esta disputa no es en torno al modelo neoliberal, ya que la esencia del mismo no está en cuestión, sino sobre proyectos o variantes de un mismo proyecto.

Hay aquí dos procesos que caminan en paralelo : por un lado la resolución de la crisis al interior del peronismo, por el otro resolver la cuestión de la hegemonía entre las fracciones del capital que permita presentar un bloque unificado.

Ambos procesos interactúan entre sí y jugarán un papel decisivo en el nuevo sistema de partidos que se está gestando.

Cualquiera sea el próximo presidente su gobierno estará condicionado por el carácter de la crisis que atraviesa el país, por la ’herencia’ que recibirá, por la presión que ya hace sentir nuevamente el FMI, y porque ninguno cuestiona el mecanismo perverso del endeudamiento externo y las relaciones con el FMI. En este punto fundamental solo discrepan en los tiempos y en los montos que permitan hacer una transferencia ordenada y sustentable de recursos aplicables al pago de intereses.

Por último el próximo gobierno deberá gobernar con un bajísimo nivel de consenso social. Que, a juzgar por la indiferencia de la ciudadanía, tendrá un carácter totalmente pasivo.

De esta manera si este proceso electoral, que culminará en diciembre, constituye una salida política para el país está por verse. Todo hace pensar que el futuro inmediato estará sometido a la tensión sobre qué fracción burguesa impone su proyecto y como sostiene la gobernabilidad y un movimiento social y político que mantiene su dinámica de movilización y resistencia pero que deberá enfrentar nuevos desafíos y esto requiere un proceso de debate y reflexión profundo.

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