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30 avril 2014

Putin en su laberinto

par Guadi Calvo *

 

Se dice que cuando el 24 de diciembre de 1979, el Presidente Jimmy Carter, miraba por televisión la entrada del ejército ruso a Afganistán, junto a su Secretario de Seguridad, el polaco Zbigniew Brzezinski este último saltó de su asiento eufórico y gritando : « Acabamos de regalarle un Vietnam a los rusos ». La comadreja polaca sabía muy bien que decía, porque él mismo había armado el complejo entramado con los muyahidines afganos, que terminaron por derrotar a la Unión Soviética y precipitarla al ocaso.

Sin dudas el presidente ruso conoce muy bien aquella anécdota por ello a cada provocación ucraniana, no debe dejar de pensar en que la historia, como lo ha dicho Carlos Marx, « se repite una vez como drama y la otra como farsa ».

Si bien las condiciones objetivas de Ucrania, difieren absolutamente del Afganistán de fines de los setenta y el mundo es definitivamente otro, las fuerzas de la OTAN, la Unión Europea y Washington le han tendido casi la misma trampa. Sería bueno recordar un viejo sueño de los Estados Unidos diseñado justamente por Brzezinski, que para despojar a Rusia, de sus recursos naturales, y quebrarla entonces para siempre, habría que dividirla en tres estados : una república rusa europea, otra siberiana, y una tercera del lejano oriente y para ello habría que comenzar por desestabilizar sus fronteras.

Casualmente por estos días todo el frente occidental ruso está cercado por una medialuna que va del Mar Báltico al Mar Negro donde no dejan de instalarse fuerzas navales y terrestres de la OTAN, usando a Polonia como centro de operaciones. El menor acto de provocación de un lado u otro pondría al mundo al borde de una Tercera Guerra Mundial, con todo lo que esto conlleva.

Por eso mismo, si Putin lograse salir indemne a tanta provocación, no solo habría vencido políticamente al complejo entramado que Washington ha desplegado a las puertas de Rusia. Sino que se convertiría un líder a escala planetaria que terminaría por demoler la unipolaridad que se ha instalado justamente desde el derrumbe soviético.

Más allá de que la prensa occidental pretenda mostrar al presidente ruso como un remedo del Zar Nicolás II, por su contundente respuesta en el caso de la anexión consensuada de Crimea, sería atinado preguntarse ¿qué actitud tomaría cualquier inquilino de la Casa Blanca si México cambiase drásticamente su signo político y, pongamos por caso, se instalara en el palacio de Los Pinos una « dictadura » de corte castrista ?
Putin viene tolerando no solo la diatriba fascista de los golpistas de Kiev, sino las veleidades de vieja, decadente y bastante indigna Francia que con algunos barquitos se pavonea en el Mar Negro, obviamente a la sombra y amparo de naves usamericanas.

El mundo sabe que a la hora de la hora Putin no tiene marcha atrás y lo ha demostrado en Georgia, en Chechenia y en el momento que detuvo a Barack Obama de realizar un genocidio en Siria.

Occidente repite en Ucrania la misma torpeza que cometió en Siria, armó bandas fanáticas a las que no va a desarmar con un sencillo memorándum, como creyó que lo iba a hacer el Secretario de Estado John Kerry, cuando el 17 de abril en Ginebra le aseguró al Ministro de Relaciones Exteriores ruso Sergei Lavrov, que así lo haría. De allí el fracaso de aquellas negociaciones. Rusia se está jugando su lugar en el mundo y no se va a retirar de la cancha hasta lograrlo o ser derrotada.
Nadie que piense seriamente, ve como posible una confrontación militar entre Rusia y finalmente su aliado China, a quien Japón está comenzando a azuzar, contra la OTAN y los Estados Unidos, más allá de llevar al mundo a una situación límite de la que es imposible de América calcular las consecuencias de semejante choque.

Para Europa la Confederación de Rusia es el tercer socio comercial, para los EEUU solo el vigésimo, por eso es ilógico que Europa continúe con esta escalada contra Moscú. Sin olvidar, vaya detalle, que Rusia también es quien la abastece en un gran porcentaje de gas y petróleo. Algunos analistas creen a esta situación se resuelve con la alternativa de abastecerse de Nigeria y Brasil, o que Estados Unidos de América los provea de esquisto bituminoso. Las opciones, aunque reales, serían muy complejas de implementar más allá de los costos y el tiempo para poner en marcha semejante operación. Y si Europa carece de algo es de tiempo y capitales para solventar cambio de esta magnitud.

La peste parda viene del oeste.

En Ucrania los actos de violaciones de los derechos humanos se han multiplicado desde el golpe de estado. La gran prensa mundial oculta las denuncias de desapariciones, torturas y muertes perpetradas contra ciudadanos ucranianos. Las bandas nazis, envalentonadas por el dejar hacer, extorsionan a empresarios y comerciantes. Si bien miles de ucranianos acompañaron las manifestaciones contra el gobierno corrupto de Víctor Yanukovich, ahora entienden que han caído en una peligrosa trampa.

Hoy en Ucrania se intenta instalar con un régimen neoliberal, que acepte sin chistar todas las indicaciones del Fondo Monetario Internacional, con métodos de represión definitivamente fascistas, que recuerdan muy bien las dictaduras instaladas en Argentina, Chile, Bolivia y Uruguay en los años setenta. Misma política, mismo métodos.
En las calles de Kiev, mientras el vicepresidente US John Biden, de visita en Ucrania, saluda, felicita y habla de apoyo al gobierno, abundan las patotas neonazis que ahogan cualquier tipo de intento de protestas.

Tras establecer una férrea censura a la oposición y apoderarse de todos les medios que no les eran adictos, particularmente los canales de televisión, sin excluir sitios de internet, radios y medios gráficos. Hoy la población ucraniana parece estar reviviendo la operación Barbarroja, por la que Hitler tomo el este de Europa.

Las mismas organizaciones ultra derechistas que reprimen en Kiev, son las mismas que el gobierno golpista del primer ministro Arseni Yatseniuk envía al sur y al este del país para retomar los enclaves rusos parlantes que se han revelado al gobierno central y exigen ser incorporados a la Federación de Rusia como ha sido el caso de Crimea.

Mercenarios de la firma de « seguridad » usamericana Greystone Ldt, junto a miembros del Pravy Sektor y el partido Svoboda (organizaciones fascistas ucranianas) ya han protagonizado enfrentamientos en ciudades del este como Jarkov, donde el 28 de abril su alcalde ha sido atacado a balazos por estas bandas y docenas de manifestantes pro rusos atacados.

Iguales situaciones han vivido los ciudadanos de Donetsk y de Slaviansk, donde varios milicianos pro rusos han sido asesinados por efectivos enviados desde la capital.

El gobierno central de Ucrania, necesita imperiosamente recuperar los enclaves prorrusos del sur y el este que se le han revelado, ya que es en esa región industrializada y donde se produce la mayor parte del PBI. Las únicas exportaciones industriales del país, en su mayoría hacia Rusia, son producidas en esa región y la economía ucraniana sin estas ciudades profundizaría todavía mucho más su crisis.

Para los nazis de Kiev es vital entonces esa región, pero sus ciudadanos saben muy bien que si la peste parda pudiera capturar esos enclaves sus bienes y su destino correrían un gran riesgo. Esta aquí donde Putin tiene su mayor reto y responsabilidad ¿permitir que prácticamente sean exterminados los ciudadanos pro rusos o echarse encima a occidente por ocupar esta región ?

Guadi Calvo para Hamartia

Hamartia. Buenos Aires, 29 de abril de 2014.

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