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2 mars 2004

Política, poder y revolución en América Latina

 

Una análisis sobre la izquierda, el socialismo, la revolución, en América latina, en el siglo XXI. Elementos para reflexionar y actuar.

Por Ernesto Herrera y Charles-André Udry
Febrero 2004

I. Crisis continental y construccion de alternativas de izquierda

Es imposible entablar un diálogo sobre la crisis -indiscutida, confirmada- en América Latina y sobre la construcción de alternativas radicales, es decir, que vayan a la raíces de la crisis y de las aspiraciones y necesidades de las masas trabajadoras, en su diversidad, sin tomar como punto de partida una serie de hechos que rompen los ojos y que la izquierda institucionalizada no esperaba ver ...y que aún hoy, renuncia a verlos.

La insurrección boliviana que derribó a uno de los gobiernos más corruptos, conservadores y lacayos de América del Sur, en octubre 2003, ha sido la mayor sublevación popular de las últimas décadas, y se inscribe en una fase que combina un antagonismo social duro y sin tregua, con una crisis institucional de dominación política burguesa-imperialista a escala continental. Aún, si esa combinación se manifiesta desigualmente país por país o en las diferentes sub-regiones.

Es este ascenso de las luchas sociales [acción directa de las masas oprimidas y explotadas) el factor decisivo que provoca las crisis gubernamentales y el desperdicio de legitimidad del ’orden neoliberal’ ; las luchas de los movimientos sociales se convierten en el elemento dinamizador central y en el eje sobre el cual, en diversas ocasiones, las masas asedian a las clases dominantes y sus instituciones.

Los sucesivos levantamientos, huelgas, tomas de tierras, cortes de rutas, luchas antiprivatizadores y manifestaciones de masas -lo que en muchos casos los militantes marxistas de inicios del siglo XX caracterizaban como de ’crisis nacionales’- en Ecuador, Perú, Paraguay, Puerto Rico, El Salvador, Panamá, República Dominicana, Argentina, México, Uruguay, Colombia, Chile, Brasil, y Venezuela, revelan la magnitud socio-política de las resistencias populares, amplias, radicales, democráticas y antiimperialistas. Simultáneamente, expresan una continuidad y una vinculación con el proceso abierto por el ’argentinazo’ (diciembre 2001) cuyos efectos todavía se prolongan, lo que no puede conducir a interpretaciones limitadas al proceso político-institucional, dejando de lado el examen de las luchas y los enfrentamientos en las provincias.

Aún si debe considerarse, que para el caso de Argentina, el gobierno Kirchner -con la ayuda del imperialismo- ha logrado restablecer una cierta credibilidad institucional y lo que la prensa especializada llama de ’consenso democrático’ (fragmentando las resistencias y dividiendo al movimiento piquetero, entre otras cosas). El golpe de Estado económico que fue organizado bajo el gobierno de Duhalde, sorprendió, después de unos meses, a sectores amplios de la población. Sobre este telón de fondo, Kirchner ha operado un aparente golpe de timón económico que fue creando una sensación térmica en capas de la población, de que el país se dirige a un nuevo crecimiento sustentable. Los choques -muy relativos- con el FMI, el G-7, y los tironeos con los poseedores de la deuda argentina, refuerzan la percepción en algunos analistas (incluso gente de la izquierda) de que se trataría de un gobierno de la ’burguesía nacional’ en conflicto con el imperialismo, un gobierno al que se debería más o menos apoyar.

Debemos hacer una indicación importante : existe en América Latina una asimetría entre, de una parte, las fuerzas que disponen las elites dirigentes y las clases dominantes de cada país que -pese a su debilidad relativa y su dependencia- pueden ensayar maniobras diversas -represiones selectivas y campañas mediáticas masivas de formato político-cultural, utilización de los aparatos burocráticos incluso del antiguo movimiento obrero y clientelista, etc.- con el apoyo de los recursos del imperialismo y, de otra parte, la deficiente fuerza político-organizativa de la izquierda radical. Esto puede frenar o impedir la conexión necesaria entre los movimientos sociales radicales diversificados y sus dinámicas centrípetas. El enfrentamiento de las fuerzas de la izquierda radical e incluso de los movimientos sociales se viene dando en las fronteras nacionales, aunque en los últimos años ha progresado significativamente hacia un cuadro de acoplamiento continental. En esta fase, falta todavía, un liderazgo social y político anticapitalista y antiimperialista que puede afirmar una contra-autoridad al poder (y al Estado) de las elites dirigentes y las clases dominantes, una contra-autoridad basada en las evoluciones efectivas del movimiento real de las masas trabajadoras. Este liderazgo social y político -cuyos contornos son imposibles de precisar- se hace imprescindible para un cambio radical (que vaya a las raíces) de la sociedad.

De todas formas, nuestra atención debe centrarse como punto de partida de una praxis política, en las rebeldías sociales que aumentan, se extienden, y alimentan la crisis política permanente en el ’patio trasero’. No se trata apenas de explosiones esporádicas o ’espontáneas’ en el cuadro de una ’inestabilidad limitada’ como afirman algunos comentaristas políticos, intelectuales, y hasta ciertos dirigentes de una izquierda resignada que no sale de su desconcierto, y se refugia en su ’razón de gobierno’.

Por el contrario, la resistencia prolongada se relaciona, directamente, con la crisis de un Estado donde convergen, simultáneamente, tanto los factores de corta duración como los estructurales que perpetúan el ’subdesarrollo’ : privatizaciones, planes de ajuste, venta de los recursos naturales (sobre todo de las transnacionales imperialistas), apertura comercial indiscriminada, endeudamiento externo, concentración de la propiedad de la tierra, des -industrialización salvaje, desmantelamiento de las leyes de protección social, servicios públicos quebrados, flexibilización laboral, desempleo, pobreza y hambre.

La crisis tiene, también, su correlato político por vía de dos factores adicionales que desestabilizan la ’gobernabilidad democrática’ (pactada o impuesta) que el imperialismo ordena : la descomposición de las ’mediaciones’ (partidos tradicionales-clientelistas y burocracias sindicales), y pérdida de credibilidad de una democracia ’representativa’ convertida en una democracia de ’baja intensidad’, tutelada, restringida, que coexiste en un archipiélago de despotismos, que garantiza la impunidad del terrorismo de Estado, y que siente en la lucha de las clases explotadas una amenaza de los ’representados’ contra la dominación de un capitalismo periférico que solo acepta la ’participación ciudadana’ como mecanismo de cooptación político-cultural a las reglas de juego del sistema.

Este es el trasfondo socio-económico y político de la rebelión boliviana, del ’argentinazo’, y de la persistente resistencia zapatista, de las luchas de los trabajadores sindicalizados, desempleados, campesinos sin tierra, pueblos indígenas, pobladores sin techo, obreros de fábricas ’recuperadas’, jubilados, cooperativistas, estudiantes, jóvenes y mujeres de los barrios pobres, pequeños ahorristas estafados, pequeños agricultores y comerciantes arruinados.

Es el ’clima de revuelta’ en los de abajo que explica la inestabilidad latinoamericana, donde la movilización popular derribó a seis presidentes constitucionales en los últimos años, desmontó regímenes autoritarios y corruptos, y frenó procesos privatizadores. Explica, también, el desarrollo una nueva onda expansiva de antiimperialismo en la región al compás del atolladero imperialista en Irak. De allí, las manifestaciones masivas contra la guerra, el apoyo a la ’revolución bolivariana’ de Venezuela, y la persistente solidaridad popular con el pueblo y gobierno de Cuba.

De la intensidad -y continuidad- de esta resistencia que desarrollan los ’sujetos’ sociales -con su repertorio extraordinariamente múltiple de formas organizativas, métodos de lucha, pluralidad de demandas y reivindicaciones inmediatas- provienen las acumulaciones políticas necesarias para construir una alternativa radical y la posibilidad de crear las condiciones para un escenario de disputa por las relaciones de fuerzas y el poder.

A su manera, las resoluciones del reciente III Encuentro Hemisférico de Lucha Contra el ALCA realizado en La Habana, reafirmaron ese protagonismo de los movimientos sociales en la confrontación al ’modelo neoliberal’ programado por las instituciones financieras internacionales, y la oposición al acuerdo alcanzado en la cumbre de Monterrey (con la sola reserva clara del gobierno nacionalista de Chávez) en torno al ALCA (y a las condiciones impuestas por el calendario de Bush). En este encuentro, los movimientos sociales volvieron a reiterar el completo rechazo de los pilares de la dominación burguesa-imperialista : los planes de ajuste, la deuda externa, el ALCA, el Plan Colombia, el Plan Puebla-Panamá.

La misma decisión de rechazo se expresó en la ciudad de Puebla -reunión del Comité de Negociaciones Comerciales, principal instancia técnica del ALCA- donde los movimientos y la Alianza Social Continental, repudiaron las pretensiones de instituir un ALCA ’light’ o ’extra-light’ que, finalmente, contemple los intereses de fracciones capitalistas claves de los países del MERCOSUR, en particular de Argentina y Brasil.

Es en este escenario de crisis políticas, ingobernabilidad, movilizaciones y sublevaciones de tipo diverso, que la construcción de una alternativa anticapitalista, antiimperialista, socialista, así como democrática (que de manera genérica podemos definirla como radical) exige comprender tanto el paisaje complejo, como la necesaria intervención militante en las experiencias concretas de las luchas sociales que van abonando el terreno para un ’relanzamiento’ programático transicional.

En tal perspectiva nos proponemos abordar en esta contribución a un diálogo amplio, las cuestiones siguientes :

 1º los rasgos característicos actuales del imperialismo norteamericano, sin dejar de lado a sus primos cercanos : los imperialismos europeos ;

 2º las dificultades propias a la contrareforma neoconservadora en el principal centro imperialista : Estados Unidos (nos limitaremos, aquí, a esta potencia, cuya sombra siniestra se pasea cotidianamente sobre el continente latinoamericano) ;

 3º como la dimensión, la brutalidad, y la duración de la crisis socio-económica en todas las sociedades de América Latina, provoca una terrible violencia contra la inmensa mayoría de la población y socava los elementos mismos de la dominación del Capital imperialista y de sus aliados locales ;

 4º como surgen las condiciones -a través de las amplias y multifacéticas luchas- que invalidan las posibilidades de que una ’tercera vía’ simbolizada hoy por el gobierno Lula y el llamado ’Consenso de Buenos Aires’, sean, realmente, un proyecto diferente al ’modelo neoliberal’ ;

 5º que se reafirma la necesidad de construir alternativas radicales a los frustrantes partidos y frentes ’progresistas’ (garantes hoy de la ’gobernabilidad democrática’), tanto por las necesidades esenciales de las masas trabajadoras, como por su maduración, capacidad creativa en las experiencias de luchas -tradicionales y nuevas al mismo tiempo- sus formas de organización y auto-organización, que potencian las posibilidades humanas de construir otra sociedad para millones de personas en América Latina ;

 6º que las condiciones son mas favorables que en el pasado -sin menospreciar la magnitud de los obstáculos y desafíos- para la construcción de otra izquierda, anticapitalista, antiimperialista, socialista, revolucionaria, democrática e internacionalista, comprometida continentalmente. Y que lo sea, tomando en cuenta, al mismo tiempo, la decidida voluntad contrarrevolucionaria continental -como mínimo- del imperialismo y sus aliados regionales.

II. Estados Unidos bajo una empresa de restauración

La comprensión de la situación del conjunto del continente latinoamericano -de las espantosas condiciones de vida de la población trabajadora, de las llamadas clases medias, así como la inserción socio-económica y política de las elites dirigentes como de las clases dominantes- necesita que se haga referencia, inicialmente, a los desarrollos en curso en Estados Unidos desde 1979 (masiva alza de las tasas de interés por Volker, el presidente de la FED, Banco Central de EEUU), inaugurado en el período de Reagan, aunque su debut puede remontarse bajo Carter en los años 1977-1978.

En esta perspectiva, las opciones de la administración de George W. Bush hijo, se inscriben en una continuidad con los aspectos de exacerbación de las políticas neoconservadoras y agresivas del imperialsimo, a partir incluso de las desestabilizaciones económicas, sociales y políticas que ellas crean en los países en que el imperialismo interviene, bajo forma militar directa o indirecta, o bajo la cobertura de violencias vehiculizadas por el FMI y el Banco Mundial, ellos mismos gerenciados por el núcleo dirigente de Estados Unidos y sus principales aliados imperialistas, a veces en conflicto parcial (de Alemania a Japón pasando por Francia). Mientras que Gran Bretaña permanece en la esfera y en la sombra de Estados Unidos, aunque con un pie puesto en la Unión Europea.

El nuevo curso de Estados Unidos desde el fin de los años 70 y principios de los 80, en términos económicos-políticos, puede ser resumido en los items que siguen (a propósito del imperialismo y la mundialización, ver nota al final)

Un alza de las tasas de interés reales a niveles raramente vistos en la historia del capitalismo, con el fin de ’combatir la inflación’, mas exactamente, de proteger el patrimonio (ahorro, aplicaciones monetarias, obligaciones : la inflación corroe el valor real de los créditos) de las clases dominantes. Al mismo tiempo, esto va a acelerar una crisis coyuntural (recesión) inscripta en la evolución misma del sistema capitalista imperialista, que desembocará en un desempleo, debilitando la posición del asalariado, atacando el ingreso de los asalariados (en el sentido global del salario social y no apenas del salario directo).

Una nueva gestión de las empresas (gobernanza de empresa) que, de un lado, alcanza una domesticación acentuada de la mano de obra cada vez mas debilitada sindicalmente y precarizada y, del otro lado, abre un nuevo capítulo del capitalismo norteamericano -y del conjunto del capitalismo imperialista de los países del centro- que asume la forma de una distribuición masiva de los dividendos a los accionistas, a los sectores rentistas. Es la época ’shareholder’s value’. Se debe recordar que el descenso de la Bolsa a fines de los años 60 y principios de los 70, había afectado incluso el patrimonio de los propietarios accionistas, y que una restauración de la situación anterior se volvió un objetivo estratégico de las clases dominantes. En ese objetivo, la brutalidad antisindical es combinada con formas múltiples de integración de tipo neo-corporativista con ’instrumentos’ diversos : reuniones en las empresas, sindicatos o representaciones de casa de los trabajadores, e instituciones gubernamentales o para-gubernamentales. Estas estructuras de cooptación se combinan a menudo con políticas que prolongan la cooptación-integración fuera del lugar de trabajo. Ellas pueden tomar formas muy diferentes según los países imperialistas o incluso en los países de una periferia diferenciada : como las estructuras jerárquico-religiosas ligadas a los aparatos político-administrativos (en Estados Unidos, por ejemplo, o en América Latina) que son operaciones ideológicas de un nacionalismo que crea el lazo entre empresa y la patria, así se hace en Estados Unidos. Nosotros entendemos por neo-corporativismo, una estructura o la sumisión del Trabajo al Capital que se prolonga en la sociedad para hacer confortable la dominación capilar del Capital en un marco de aumento de las tensiones que impone la dura explotación (flexibilidad de horarios, salarios ligados a la productividad y la calidad de la producción, flujos tensos, importancia de la sub-contratación, trabajo temporario, etc).

En esta línea, las administraciones demócratas y republicanas caminaron apoyándose en las reducciones de impuestos en favor de la camada más rica de la sociedad norteamericana, así como de las empresas. Esto en el momento en que es relanzada la tasa de interés (en relación a la tasa de explotación y de plusvalía) con lo cual explotan los rendimientos rentistas. Se configuran lentamente clases dominantes y elites dirigentes (ellas no dirigen directamente !!) de las cuales la administración Bush -con el perfil de su vicepresidente Dick Cheney, patrón de Halliburton- es el emblema agresivo y decadente.

No vamos a insistir aquí sobre la importancia bastante grande de los capitales que gozan de un estatuto extra-fiscal, o sea, que están ’invertidos’ en plazas financieras ; sea de tipo paraíso fiscal (como Panamá, Belize, Islas Cayman, Guernesey, Jersey o, mas seriamente Suiza y Luxemburgo) ; sean en bancos off shore incluso en el interior de las fronteras de Estados Unidos. Estos capitales también se benefician de una legislación fiscal de excepción utilizada por fiduciarios hiper-especializados que alivian el peso de los impuestos sobre el Capital y el patrimonio, asi como sobre los rendimientos de los rentistas.

Todo esto lleva a una verdadera restauración, no solamente de la tasa de ganancia, sino de la parte adquirida por las clases dominantes -la burguesía en sus diversos componentes- en la riqueza producida en Estados Unidos. La concentración del patrimonio y de los rendimientos por el 1% más rico de Estados Unidos y la amplitud de la ’parte de la torta’ que estos últimos se apropiaron, dan un perfil particular a estas camadas en comparación con los años 60, 70, e inclusive con el inicio de los 80. Ellas son rentistas, ricas y alejadas de la realidad, análogas a las mencionadas por Keynes en el último capítulo de su ’Teoría General’ titulado : ’La eutanasia de los rentistas’.

Esta política llamada neoliberal -que nosotros preferimos caracterizarla como neoconservadora- una vez que tiene una coherencia de conjunto -económica, política, social, militar y cultural de tipo reaccionaria- está compuesta de instrumentos que buscan restablecer la tasa de ganancia- en comparación a la declinación de los años 60 y 70, del capital norteamericano en la ’distribución interna de los ingresos’ entre Capital y Trabajo. Esta restauración está ligada a las formas nuevas de gestión de la propiedad, bajo diversas facetas : de empresa industrial o de servicios como los bancos y las aseguradoras, pasando por la dimensión bursátil. Se habla ahora de nueva gouvernance de empresa, en la cual la organización del tiempo de trabajo de los asalariados no tiene nuevos límites.

Los rasgos característicos del aparente éxito de la restauración neoconservadora del imperialismo norteamericano

El resultado demoró tiempo en aparecer. Pero el se manifiesta claramente, en tendencias, al final de los años 80 y después de la recesión de 1991, en el período 1992-2000 (donde interviene una inflexión en la tasa de ganancia desde 1997), aunque este éxito desde el punto de vista del Capital esté acompañado por la acentuación de la inestabilidad y la amplitud de las recesiones. Las características de este éxito, que será utilizado en la propaganda imperialista a escala internacional, en los países del centro y la periferia, son las siguientes (ver más adelante) en lo que concierne a Estados Unidos, pero mucho menos en lo que se refiere a Europa y claramente menos en lo que concierne a Japón, aprisionado en una ’crisis deflacionista durable’ (acumulación de deudas malas en todos los sectores económicos, sobrecapacidad de producción y crisis de liderazgo del Partido Liberal Demócrata, PLP, con numerosas escisiones).

La baja de la tasa de interés -mas específicamente la tasa directriz Banco Central (FED de Alan Greenspan)- permitió a los grandes bancos refinanciarse a tasas que hoy son históricamente bajas, limpiar un poco sus balances, y a las empresas desendeudarse. Al mismo tiempo, explotan, en diversas oportunidades, crisis que revelan la amplitud del endeudamiento privado de las firmas norteamericanas y la manera por la cual, en el curso de los años 90, ellas ’afeitan’ sus balances. Algunos escándalos que han estado en la crónica desde Enron a aquellos de los Fondos Mutuales en el 2003 representan la punta del iceberg.

El vigor de la explotación de las trabajadoras y los trabajadores en todos los sectores, se refuerza y los métodos de gestión precarizada de la mano de obra -combinada con la política de seguridad para los sectores pauperizados ((Lazarschichte) que llevan la población carcelaria a unos 2,5 millones de personas- permiten un relanzamiento de la tasa de ganancia. Estos métodos de ’gestión de la mano de obra’ no han cesado de endurecerse. Y esto en un período largo, desde que Reagan destruyó al sindicato de los controladores aéreos (PATCO, 1981) hasta la reciente huelga de los 70 mil empleados de tres grandes cadenas de supermercados (Safeway, Albertson y Ralphs) en California. La huelga comenzó el 11 de octubre del 2003 y continuaba aún en enero del 2004.

La guerra social en curso en Estados Unidos está bien resumida por el patrón del Safeway. Este afirma que la respuesta patronal a esta huelga en las grandes tiendas es ’una inversión para el futuro’ de su grupo.

Las ganancias que se desprenden por estos métodos de explotación dura de la mano de obra estadounidense -una vez regularizado el servicio de la deuda, que nutre a los que poseen obligaciones de empresas, y pagados los impuesto, así como efectuadas las amortizaciones, etc.- van a alimentar la distribución de los dividendos. Las ganancias retenidas van a ser distribuidas muy ampliamente bajo formas de dividendos vertidos a los accionistas. Se vive en Estados Unidos y para aquellos que se encuentran a la sombra de Wall Street, en el paraíso artificial del accionista ganador. Es lo que, en parte, se ha caracterizado como la ’nueva economía’.

La tasa de ahorro va a bajar de manera casi continua y esto particularmente para lo que es el ahorro del 20% de los hogares más ricos. Estos últimos van a consumir masivamente, inclusive a crédito. La tasa de ahorro de los hogares menos favorecidos (alrededor del 40% de los hogares) permanece bastante estable, pero es una parte completamente restringida de sus salarios que no es gastada, para tener un mínimo de recursos en caso de accidente. Sin embargo, ellos están fuertemente endeudados, aunque en el curso de los últimos años pudieron utilizar como colateral de sus deudas sus bienes inmobiliarios (una simple casa), renovando su hipoteca a tasas más favorables.

Si las tasas directrices de la FED bajaron para permitir liquidez a los grandes bancos privados, a las grandes sociedades financieras de leasing de la industria automotriz (norteamericana y japonesa implantada en Estados Unidos), las tasas reales (tasas nominales menos inflación) hechas por los bancos hipotecarios, o las redes de crédito a los hogares o las empresas, permanecen elevadas y a veces usurarias. Esto satisface a los accionistas de los institutos financieros.

El endeudamiento de los hogares y de las empresas, a pesar de un desendeudamiento relativo de estos últimos, no habrían podido operarse si el Banco Central norteamericano no hubiera permanentemente recomprando de los bancos privados y otros institutos financieros, a fin de dar una seguridad estatal (de prestamista en última instancia) una pirámide de créditos inestables, de deudas malas.

Alan Greenspan, en la dirección de la FED (Reserva Federal, nacida en 1926), simboliza la continuidad de la política neoliberal norteamericana de Reagan a Bush padre, pasando por Clinton, hasta Bush hijo. Para recordar, el primer mandato de Greenspan comenzó en 1987, y su cuarto debe terminar del 2004.

A lo largo de este período, desde 1994-1995, luego de una baja relativa del total de los gastos de armamentos (en relación al PBI) -comparada a la explosión de los gastos de armamentos del período de la ’guerra de las estrellas’ de Reagan- se opera un relanzamiento de los presupuestos militares y una fantástica concentración y reorganización de la industria de armamento. Esta última es acompañada de un proceso de reticulación que integra a todos los sectores de alta tecnología, lo que constituye una forma adicional de intervención del Estado, más allá de la política monetaria de la FED. Esto no está en contradicción con el hecho de haber dejado la concentración-centralización del capital en la industria armamentista al ’juego’ de los grandes actores de la Bolsa. Las fusiones y adquisiciones de las principales firmas de armamento fueron llevadas adelante bajo el consejo de los grandes bancos de negocios especializados en M&A (fusión y adquisición)

Los gastos de armamentos cuyo aumento viene de ser anunciado por Bush hijo para el presupuesto del año fiscal 2005, aún no han alcanzado las alturas pasadas con Reagan. Sin embargo, la calidad de este armamento (como símbolo alcanza con citar la miniaturización del armamento nuclear para una utilización efectiva sobre ’el campo de operaciones’) implica que de la altura actual de los gastos, inferior a la época de Reagan, no se desprende que sea un armamento menos eficaz y menos peligros.

Al contrario, los recursos militares estadounidenses son más ’ejecutivos’ para la proyección a escala mundial de las tropas norteamericanas -ésta proyección fue reorganizada por razones políticas pero bajo el efecto de los cortes presupuestarios de los gastos de armamentos de comienzo de los años ’90- en sus diversas tareas de conquista, de intervención, de control, de contrainsurgencia.

Por otro lado, de la simple constatación de la altura de los gastos actuales se desprende otra enseñanza : la clase dominante hiper-rica y las elites dirigentes estadounidenses pueden aún tomar de los recursos legados por la riqueza global acumulada de Estados Unidos a fin de reforzar su brazo armado.

Se constata, a través de esta simple enumeración analítica, tanto los elementos de fuerza como de fragilidad interna de la economía imperialista norteamericana.

Pero el funcionamiento de esta economía no se puede comprender sin hacer referencia a un elemento intrínseco del imperialismo : la punción que ejerce el capitalismo imperialista de Estados Unidos sobre el resto del mundo. Esta punción está directamente ligada a la posición hegemónica del imperialismo norteamericano en relación a otras potencias imperialistas ; que, participan también, de una punción sobre el conjunto de los países de la periferia, punción posible específicamente debido a su posición dominante, violenta, en una palabra imperialista.

La agresividad de esta política imperialista se basa en los éxitos relativos, del relanzamiento de la tasa de ganancia (hasta 1997) y sobre la redistribución masiva de la riqueza a favor de la burguesía rentista.

Esto crea un sentimiento de fuerza en el seno de una fracción de la burguesía norteamericana que sobrepasa ciertamente la fuerza efectiva del imperialismo norteamericano. Ya que, este último no solamente está minado por contradicciones internas, sino también por su dificultad de gerenciar las desestabilizaciones provocadas por sus propias intervenciones económicas y político-militares.

Es lo que nutre los debates en el seno mismo de las elites dirigentes norteamericanas, debates que tratan sobre dos elementos centrales : 1º ¿cómo responder a las debilidades y contradicciones a la cuales conduce la política socio-económica estadounidense lanzada en los años 1977-1980 ? 2º ¿cómo gerenciar las crisis provocadas por su proyección político-militar y económico mundializada, ya sea en Irak en el Medio Oriente o en América Latina ?

POLITICA, PODER Y REVOLUCION (III)
EL IMPERIALISMO NORTEAMERICANO PUNCIONA A LA ’PERIFERIA’
Por : Ernesto Herrera y Charles-André Udry (especial para ARGENPRESS.info) (Fecha publicación:26/02/2004)

Una análisis sobre la izquierda, el socialismo, la revolución, en América latina, en el siglo XXI. Elementos para reflexionar y actuar.

El imperialismo norteamericano punciona a la "periferia"

Podemos ennumerar los siguientes elementos de esta captación de valor, de riqueza producida por los asalariados a escala mundial, por el imperialismo norteamericano.

El imperialismo norteamericano desde 1983-1984, logró captar un flujo masivo de ingresos, ligados a los servicios de la deuda de los países de la periferia, que forman un bloque bastante diferenciado. El endeudamiento de los países periféricos estaba y está sometido a tasas de interés reales usurarias, sin hablar de la ilegitimidad socio-política de tal endeudamiento.

A lo largo de los últimos 25 años, los precios reales de las materias primas y los bienes intermedios bajaron considerablemente, lo que contribuyó, por una parte, al empobrecimiento de los países de la periferia, entre los cuales los latinoamericanos sufrieron una ’re-primarización’ de sus economías (peso creciente de las materias primas y los productos agrícolas en el valor de las exportaciones) y por otra parte, a disminuir el valor de una parte del capital constante (precios de la energía, del aluminio, del acero, etc.) en el marco de la composición orgánica del capital de los países imperialistas.

Y puede sumarse otro tipo de materias primas : la importación de cerebros educados y formados provenientes de América Latina, del Asia o de Europa de Este hacia los laboratorios de firmas o universidades norteamericanas en gran medida respaldadas por créditos del Estado federal.

Hay en esta re-primarización de las economías latinoamericanas un elemento que se inserta en las contradicciones interimperialistas. En efecto, si tomamos en cuenta el volumen del comercio de bienes primarios (commodities) y del petróleo, uno se da cuenta de que ello representa masas de deudas extremadamente importantes.

Actualmente, la moneda de referencia para esos intercambios es el dólar. Si una serie de países toman al euro como moneda de referencia para la venta de su soja o su petróleo, habrá seguramente un grado creciente de contradicciones interimperialistas. Esas monedas están mundializadas y no deben ser analizadas como siendo simplemente la moneda de la Unión Europea o de una parte de ella o de Estados Unidos. Estas monedas funcionan a escala internacional.

No es imposible que ciertos gobiernos latinoamericanos propongan reconectar una parte de sus exportaciones al euro. Esto pondría ciertamente a Estados Unidos patas arriba y podría suscitar reacciones de una administración como la de Bush. Pero no se puede deducir de esto, que una política tal pueda ser efectivamente antiimperialista. Simplemente, los gobiernos intentarían encontrar una brecha entre las monedas de las dos potencias imperialistas, mismo que Estados Unidos sea hegemónico.

El gobierno de Chávez ya dejó entrever algunas intenciones en ese sentido. Y China tiene en sus reservas,’divisas fuertes’, una parte en ascenso constante de euros en relación al dólar.

Las inversiones de las transnacionales norteamericanas y de las grandes firmas financieras del resto del mundo en Europa, en Asia y en América Latina, tienen una tasa de rendimiento superior al de las inversiones directas de las firmas europeas o japonesas en los Estados Unidos. Este diferencial hace que, aún si el volumen de las inversiones extranjeras directas (IED) norteamericanas en el mundo creció menos que el de las IED europeas o japonesas, al beneficiarse de más altas tasas de rendimiento, las transferencias hacia los Estados Unidos son proporcionalmente más importantes.

Se trata de un tipo de punción relacionado con : la rudeza de la explotación del trabajo por las transnacionales norteamericanas ; a su masiva utilización de subcontrataciones en los países periféricos ; a la capacidad de negociación político-económica y comercial ligada a la hegemonía militar-institucional de los Estados Unidos ; al tamaño de los capitales administrados que permite operar con colocaciones ’de riesgo’ rentables para las firmas norteamericanas pero desestabilizadoras cuando se retiran de un país (tanto sea de Asia como de América Latina), con el elemento de chantaje político y económico que esto implica ; a una sofisticación de la utilización de los precios de transfert (sobre y sub-facturación para transferir las ganancias) por las transnacionales ; al control cada vez más extendido que ejercen sobre las patentes y derechos de patente, y al derecho de patentar todo nuevo producto, derecho que se extiende al extremo, gracias a la propiedad intelectual ; a la elección de una política de transferencia hacia las sociedades madres del máximo de ganancias realizadas a escala mundial para sostener los resultados y el valor de las acciones de las firmas que cotizan en Wall Street.

En este sentido, la comparación de las IED con las de la Unión Europea (UE) o del Japón, resulta netamente favorable a las primeras. Sin embargo, se constata que incluso las razones que se dan para explicar este diferencial pueden ser diferentes. En efecto, se comparan las ganancias aparentes surgidas de inversiones europeas o japonesas en los Estados Unidos, un país imperialista, con las ganancias aparentes de las inversiones norteamericanas efectuadas en otro campo socio-geográfico, y utilizando filiales productivas y financieras que puncionan los ingresos de un campo económico donde se articulan países imperialistas y zonas periféricas, como la Unión Europea (países del Este) o las de Japón.

Las firmas estadounidenses juegan con la competencia entre los asalariadas y las asalariadas, gracias a su vecindad con una gigantesca reserva de mano de obra en la frontera mexicana, que es filtrada selectivamente (ver mas adelante) en función de los intereses particulares de importantes sectores de la economía norteamericana, entre otros de la agricultura que, subvencionada, constituye un segmento significativo de las exportaciones globales de Estados Unidos. La concurrencia salarial es tanto más aguda en tanto que un segmento de la economía de las maquiladoras está bajo presión de las exportaciones chinas -controladas en más de un 60% por las transnacionales- hacia los Estados Unidos. Los imperialismos europeos hacen lo mismo. El capital alemán, por ejemplo, intenta movilizar la fuerza de trabajo calificada y barata del Hinterland de la Europa del Este (Eslovenia, Croacia, Polonia, Hungría, República Checa), tanto sea utilizándola en Alemania como a través de inversiones directas en esos países con mano de obra calificada y ’barata’.

También Rusia es utilizada como un gigantesco oasis para la extracción de materias primas a bajo precio. La ampliación de la UE a 25 miembros se corresponde con una nueva división internacional del trabajo que es (parcialmente) una respuesta al capital norteamericano, pese a que también éste, implantado en Europa (por ejemplo en el sector del automóvil), pueda sacar provecho. Por lo tanto, no cabe hacerse ninguna ilusión en cuanto a la naturaleza de los capitalismos europeos, claramente imperialistas, ni en sus representaciones políticas, simbolizadas casi caricaturescamente por el primer ministro español José María Aznar, un portavoz político que a imagen y semejanza que el socialdemócrata Felipe González, operan como puntas de lanza de las políticas ’modernistas’ al servicio del capital español y en apoyo de la administración norteamericana (tanto sea la de Clinton como la de Bush : recordemos, por ejemplo, que González corrió a Argentina en diciembre de 2001, por mandato de Aznar, para salvar los intereses españoles de Repsol y Telefónica).

En conclusión, tenemos que esta punción o extracción de riqueza es decisiva para la reproducción del capitalismo imperialista norteamericano. Esto es lo que subyace al conjunto de la agresiva proyección militar-política mundializada de los Estados Unidos.

Para las clases dominantes norteamericanas resulta necesario incrementar su presión sobre el resto del mundo, a riesgo de desestabilizarlo en parte, lo que por el contrario, viene a cuestionar una de las condiciones de valorización del capital en la periferia : una relativa estabilidad socio-política.

La posición hegemónica de los Estados Unidos tiene raíces políticas, institucionales (FMI, BM, BRI, OMC, OEA, etc.), militares y económicas. A propósito, no está demás insistir, frente a los esquemas simplistas, sobre el hecho que el FMI no crea las crisis de los capitalismos de la periferia sino que las amplifica. En efecto, esas crisis son inherentes al desarrollo mismo del capitalismo mundializado y jerarquizado.

Ciertamente, la hegemonía de Estados Unidos es engañosa (ver punto 4). La misma es parte de una configuración nueva en la historia del capitalismo imperialista, perceptible a distintos niveles : en la jerarquización de la economía mundial ; en las relaciones de fuerza interimperialistas militares e institucionales ; en la actual hegemonía del capital financiero y el lugar de los Estados Unidos en el seno de su despliegue a escala mundial.

Evidentemente, existen contradicciones interimperialistas. Pero en la mayor parte de la izquierda institucional latinoamericana existe - y mucho más aún durante los años ’80-’90- la tendencia a exagerarlas y buscar aprovecharlas con la ilusión de la posibilidad (Brasil, Argentina, etc.) de abrir un ’camino principesco’ -ya que no ’real’- entre los Estados Unidos y la Unión Europea y adquirir así un margen de maniobra mayor.

Los acontecimientos recientes deberían refrescar semejantes ardores. Sobre todo desde que, habiendo ’arreglado’ las modalidades del servicio de la deuda de Irak (y con ello parte de la tensión en las relaciones con Francia, Rusia y Alemania), James Baker III (secretario del Tesoro bajo Reagan, miembro del Consejo de Seguridad Nacional, luego secretario de Estado de Bush en 1989, ideólogo de la guerra contra Irak en 1991, consejero de Bush hijo para su campaña electoral, y abogado-consejero del muy importante Grupo Carlyle donde se ubican los intereses de la familia Bush, inventor del Plan Baker para la deuda mexicana) habría inaugurado una nueva fase de las relaciones internacionales post-guerra de Irak. Con la venia de la ONU y la OTAN, y dando determinados rodeos, aún no precisados públicamente, los Estados Unidos intentarán ampliar la actual coalición para ocupar Irak, luego que una autoridad irakí artificial lo pida a la ONU y, más específicamente a Francia y Alemania. En el trasfondo de esta hegemonía estadounidense y sus límites, se encuentra el proceso de transnacionalización de los capitales, y el entrecruzamiento de capitales entre los Estados Unidos, Europa y Japón. Es lo que autores norteamericanos denominan capital transatlántico, lo que remite a la dinámica intrínseca del mercado mundial y de la mundialización del capital, de las filiales productivas internacionalizadas, etc.

Tenemos pues una dominación estadounidense, con intereses conflictivos, pero enmarcada en el actual período en una especie de asociación entre países imperialistas. No estamos en una situación análoga a la de 1905 ni a la de 1936 que precedían a los conflictos interiimperialistas, contrariamente, conflictos por países interpuestos son posibles. Lo vemos en Africa. Pero asistimos también, de parte de Francia (febrero 2004) a propuestas para una intervención conjunta canadiense, norteamericana y francesa en Haití.

Desperfectos en el motor neoliberalizado

A pesar que este texto no tiene el objetivo de hacer un análisis de la situación coyuntural en los Estados Unidos, es importante hacer seis puntualizaciones.

El desequilibrio intrínseco del ’modelo neoliberal’ conduce, por un lado, a una masiva acumulación de la deuda interna (de los hogares y firmas) y a un déficit presupuestario explicable por la disminución de las cargas fiscales. Y por otro lado, a un endeudamiento externo (balanza de cuentas corrientes) que hace necesario un flujo de capitales hacia los Estados Unidos de una magnitud que ronda los dos mil millones de dólares por día laborable. Esta es una forma de dependencia externa de los Estados Unidos, que no es posible combinar con su hegemonía engañosa debido a su posición dominante en una economía mundial hiper-jerarquizada.

La política favorable a los accionistas, la reorientación de la producción y redistribución de la riqueza hacia los rentistas, tiene sus propios límites : a pesar que la tasa de explotación y plus-valía aumentara, la masa de las inversiones no la siguió y esto repercute sobre la masa de las ganancias. Este es un punto generalmente subestimado por los analistas (es conveniente ver la contribución de Francois Chesnais sobre este aspecto particular).

La fuerza del sistema bancario, de la red crediticia (hipotecas, documentos de crédito, etc.) sostiene un consumo interno que es un factor del desequilibrio de las cuentas corrientes. La resistencia de este sector de acreedores a un cambio de orientación económica representa un obstáculo a la leve reorientación de la política de Greenspan. Para hacer frente a los déficits mellizos -interno y externo- la administración Bush al igual que las antecesoras, recorta por un lado los servicios sociales y, por el otro, deja deslizar el dólar. En este sentido, la caída del dólar no importa tanto por el estímulo que daría a las exportaciones, que representan una parte menor del PBI norteamericano, sino por constituir un freno al consumo interno, porque los precios de los productos importados de la UE y Japón, de Taiwán o de Corea del Sur, necesariamente aumenta relativamente en comparación a los precios internos. Esta es una manera de proteccionismo, que acompaña a las formas directas y brutales de proteccionismo (de los productos agrícolas de América Latina o de Africa, o incluso a partir de nuevas normas llamadas de seguridad ’contra el terrorismo’ o de higiene).

Los ataques contra el salario directo e indirecto, el estancamiento de los ingresos, en el mejor de los casos, de las capas de asalariados relativamente ’bien pagados’, la precarización en sucesivas oleadas de una gran mayoría de los empleos, los sacudones de los fondos de pensión y la caída de los mismos ingresos bursátiles auque sean relativamente limitados, el endeudamiento provocado por el costo de los estudios (secundarios y universitarios), el encarecimiento y la incertidumbre de los sistemas de salud, va derritiendo lentamente la base social -incluso la base electoral- de los dos grandes partidos burgueses. Las capas más desprotegidas de la sociedad son, desde hace mucho tiempo, muy poco activas en el plano político-institucional, aunque sean activas en el plano sindical o para-sindical. Una acentuación de los enfrentamientos de clase. Se perfilan cambios a nivel de la violencia de las confrontaciones de clase en Estados Unidos, pese a que la política de las elites dirigentes es actualmente no hacer ninguna concesión y tratar de aplastar todos los movimientos reivindicativos.

Estas modificaciones, parcialmente y de manera distorsionada, se expresaron en el estado de California en las últimas elecciones para gobernador. La victoria, fraudulenta -como los actuales debates judiciales lo muestran- de Arnold Schwarzenegger estaba descontada y muestra al personal político y su entorno (por ejemplo, Warren E. Buffet del gran fondo de inversiones Berkshire Hathaway Inc.) que se apodera de las ’palancas de conducción política’. La abstención que sigue siendo un factor importante del funcionamiento de este régimen que se llama democrático, en manos de una autocracia rica y enriquecida, puede servir como medida de lo que ocurre en los subsuelos del tejido social y político norteamericano. Paralelamente, hay que tomar en cuenta, por ejemplo, el importante resultado obtenido en California (octubre de 2004) por el candidato rosa-verde Peter Camejo, apoyado por una corriente militante (independientemente de las reservas que puedan existir en cuanto a este tipo de intentos de impulsar el surgimiento de un ’tercer partido’). Pero las ’previsiones’ -para no hablar de ’predicciones’- referidas a las evoluciones socio-políticas en los Estados Unidos son más que difíciles.

De todas maneras, los impasses del curso neoliberal (de hecho, una restauración neoconservadora) son evidentes y algo deberá cambiar. Por el momento, esto se hace bajo la forma de ’continuismo’, es decir de una acentuación por parte de la administración Bush de sus muy marcados rasgos autoritarios y antidemocráticos (que constituyen uno de los elementos de la lógica interna de la maquinaria imperialista en marcha). Detrás de esta ostensible potencia de la ’máquina política republicana’ (o demócrata) surgen grietas, como lo evidencian los debates que atraviesan al establishment a pesar de que siga estando muy seguro de si mismo.

La baja del dólar y el naciente enfrentamiento entre zonas monetarias que van mas allá de las zonas geográficas (euro frente al dólar, dólar frente al yen, etc.), podrían eventualmente hacer peligrar el flujo de capitales que se dirige a comprar las títulos del Tesoro norteamericano, títulos privados, etc. Sin embargo, la masa de los capitales en busca de ingresos relativamente garantizados implica que este peligro posiblemente no sea inmediato, salvo en caso de una gran crisis financiera, cuyos efectos globales no son seriamente previsibles. Los volúmenes de capitales en la búsqueda en colocaciones rentables pueden ser percibidos a través de la facilidad con la que durante el 2003 y comienzos de 2004 grandes emisiones de empréstitos obligatorios de los gobiernos y de las empresas de los llamados ’países emergentes’ fueron lanzadas y positivamente recibidas por los ’mercados financieros’. Es un total para enero 2004, de 13,7 mil millones de dólares que fueron colocados en los mercados de obligaciones, es la cifra más alta desde la memorable fecha de julio de 1997 : 15,5 mil millones dólares. Esto revela en principio los ’riesgos’ que son tomando por los inversores. También esto revela la extensión de la masa de liquidez en busca de colocaciones (y de transferencias de uno a otro mercado, con las crisis brutales que de allí se derivan) ; y finalmente, del alza permanente del endeudamiento de los países de la periferia, en especial los llamados emergentes, vale decir interesantes para el capital financiero.

En el curso de los últimos 20 años se produjeron un flujo de inversiones directas (IDE) de Europa y de Japón hacia los Estados Unidos, así como una tenencia de dólares por Japón, China, Taiwán, etc. que modifican la realidad de las relaciones de fuerza a escala mundial. Una baja del dólar puede reforzar las IED europeas y japonesas en los Estados Unidos y por tanto modificar dentro mismo de la economía norteamericana el peso del capital europeo y japonés. Sin embargo, en el marco de la transnacionalización efectiva del capital, este elemento no parece que por el momento pudiera predominar por sobre los otros elementos económicos, políticos y militares que aseguran la hegemonía norteamericana y el liderazgo de la coalición imperialista.

Este es el contexto de conjunto en que se desarrolla un enfrentamiento clásico en el seno de los Estados Unidos, con motivo de la elección presidencial, donde se chocan diferentes fracciones del capital y facciones de las elites dirigentes. Es una pelea mediática dura, pero una pelea entre facciones de un partido político único que tiene diversas corrientes, las dos más importantes de las cuales se llaman Republicano y Demócrata.

Estas dos corrientes, y las sub-corrientes en que se dividen, representan sustancialmente, por su política concreta -generalmente alejada de parte de los discursos, basta recordar el corte entre el discurso clintoniano retomado por la socialdemocracia europea y la practica de la administración Clinton- los intereses del capital en su conjunto. Cualquier apoyo a una de estas fracciones, entre otros de parte de las fuerzas políticas latinoamericanas, sólo puede conducir a legitimar la brutal punción, sostenida por el brazo militar del Pentágono, que realiza el capital imperialista sobre las masas trabajadoras de América Latina.

Puesta en perspectiva a partir de la orientación de las contradicciones en marcha del capitalismo imperialista norteamericano, la comprensión de la actual situación social, económica y política del continente latinoamericano, exige desprenderse de la idea de una ’década perdida’ durante los años 1980-1992 que habría sido seguida por una ’recuperación’ que, a pesar de caótica, habría creado las condiciones de un ’nuevo crecimiento’. El proceso neoliberal no suscitó en ningún país de la periferia, un verdadero nuevo desarrollo.

En realidad, desde 1982, de manera permanente aunque bajo una forma sinuosa, la crisis del ’modelo’ de los años de posguerra fue permanente. Y las esperanzas, presentes en algunas capas de asalariados más o menos estables, de una salida de la crisis fueron en cada oportunidad rápidamente disipadas. La crisis comenzó a roer las posiciones socio-económicas de esas capas llamadas medias (según el vocabulario de los sociólogos latinoamericanos de moda). Y la decepción así como la rabia se manifestaron casi por todas partes entre estas capas, que debieran ser la palanca de la supuesta modernización de la sociedad según la receta neoliberal. Las protestas de los ahorristas argentinos contra el ’corralito’ (también por los ahorristas uruguayos, afectados por la crisis financiera de julio-agosto del 2002) son desde este punto de vista emblemáticas.

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