recherche

Portada del sitio > Nuestra América > La larga lucha de América Latina por su soberanía frente a los EEUU

16 de mayo de 2025

La larga lucha de América Latina por su soberanía frente a los EEUU

 

Todas las versiones de este artículo: [Español] [français]

« Un equipo americano ganará el próximo Mundial de fútbol », me dijo una vez un joven nicaragüense.
Tardé un segundo en darme cuenta de que se refería a Brasil o Argentina, y no a Estados Unidos.

John Perry reseña el libro
« AMERICA, AMÉRICA: A New History of the New World »
de Greg Grandin.



El nuevo libro de Greg Grandin demuestra que « América » era el nombre que se daba a todo el hemisferio a finales del siglo XVII. En el siglo XVIII, el gran libertador Simón Bolívar expuso su visión de « Nuestra América »: un Nuevo Mundo sin colonias, formado por repúblicas distintas que vivieran en el respeto mutuo.

Incluso acogió con cautela la recién proclamada Doctrina Monroe como rechazo al imperialismo europeo. Bolívar murió sin hacer realidad su sueño de un orden internacional panamericano, pero, según Grandin, sus ideales siguen vigentes hoy en América Latina.

El visionario Bolívar no se hacía ilusiones de que los Estados Unidos en expansión se comportarían respetuosamente con sus vecinos. Ya en 1825, los políticos de Washington empezaron a insistir en que sus compatriotas eran los únicos «americanos», reivindicando la superioridad hemisférica.

La disputa sobre las palabras es sintomática de un distanciamiento cada vez más profundo.

Desde México hasta el sur, muchos de los que habían liberado a sus repúblicas de la dominación española eran idealistas que reconocían (al menos en teoría) los derechos universales de todos sus pueblos. Pero la prosperidad de los Estados Unidos, en pleno crecimiento, dependía de «tierras indias robadas y mano de obra esclava» y, en dos décadas, del robo de la mitad de México para formar el estado de Texas.

Luego vendrían cosas peores. En 1855, el aventurero William Walker repitió el golpe de Texas. Sus mercenarios invadieron Nicaragua y, reconocidos por Washington, le instalaron en la presidencia.

El radical chileno Francisco Bilbao resumió los temores que esto despertó en Hispanoamérica: « Walker es invasión. Walker es conquista. Walker es Estados Unidos ». Un periódico costarricense declaró que amenazaba a toda « América Latina » (el primer uso conocido del término).

A finales del siglo XIX, Estados Unidos había intervenido militarmente en Honduras, Haití, la República Dominicana y Colombia, así como en México y Nicaragua. Washington empezó a utilizar la llamada defensa de los «derechos humanos» para imponer sus objetivos de política exterior cuando convenía a sus intereses, como cuando España reprimió duramente a quienes luchaban por la independencia en su última colonia, Cuba.

España perdió, pero en lugar de conseguir la plena independencia, Cuba se convirtió en una colonia de facto de Estados Unidos, y los derechos humanos de los cubanos apenas mejoraron.

El sueño bolivariano

El argumento de Grandin es que el internacionalismo humanista panamericano [Panamericanismo] se desencadenó por primera vez en respuesta a los horrores de la conquista española («el mayor acontecimiento de mortalidad de la historia»).

El fraile dominico Bartolomé de las Casas y otros críticos mordaces de las atrocidades cometidas por España en el siglo XVI establecieron los principios de una humanidad común, principios que desarrollarían Bolívar y sus sucesores.

El « Sueño bolivariano » podría haberse llevado a nivel mundial tras la Primera Guerra Mundial con la creación de la Sociedad de Naciones, de la que muchos países latinoamericanos fueron miembros fundadores. Pero privada del apoyo de Estados Unidos y dominada por las antiguas potencias imperiales de Gran Bretaña y Francia, la Liga fracasó rápidamente.

El idealismo se desvaneció en el periodo de entreguerras, cuando América Latina se convirtió en el centro del floreciente complejo militar-industrial estadounidense. Las enormes importaciones de armas alimentaron las masacres de trabajadores rebeldes, la brutal represión de los disidentes y la innecesaria y caótica Guerra del Chaco, que costó 150.000 vidas en la década de 1930, cuando Bolivia y Paraguay se enfrentaron por lo que resultó ser un yacimiento petrolífero inexistente.

Los marines estadounidenses saquearon de nuevo Nicaragua, la República Dominicana y Haití.

Sin embargo, una especie de idealismo panamericano acabó resurgiendo en Estados Unidos en forma de la política del « buen vecino » de Franklin D. Roosevelt que, de haberse aplicado con sinceridad, habría evitado la intervención y la conquista.

Roosevelt incluso añadió que los acuerdos constitucionales de las repúblicas latinoamericanas no justificaban la injerencia estadounidense. El New York Times podía anunciar en 1934 que la era del imperialismo estaba « llegando a su fin ».

Grandin es un poco demasiado entusiasta en su elogio de una política que fue en gran medida un cambio de imagen. No menciona que 1934 fue también el año en que el líder guerrillero Augusto César Sandino fue asesinado en Nicaragua, después de que el país hubiera puesto fin a una ocupación de 20 años por parte de los marines estadounidenses.

La dictadura de la familia Somoza, iniciada en 1937 y apoyada por Washington, duró hasta 1979. Se dice que Roosevelt excusó su propio papel diciendo que « Somoza puede ser un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta».

Nueve años después, el panamericanismo sirvió de base al modelo de Roosevelt de un orden mundial de posguerra basado en la cooperación y la justicia social. Según el diplomático Sumner Welles, sería «la piedra angular de la estructura global del futuro». Los latinoamericanos desempeñarían un papel importante en la redacción y adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

En aquella época, afirma Grandin, Washington se permitió el lujo de contar con « todo un hemisferio rico en recursos » dispuesto a colaborar con él para crear un nuevo orden mundial.

Pero duró poco.Un breve interludio socialdemócrata en América Latina tras la Segunda Guerra Mundial, junto con el de Europa, quedó eclipsado tras la última Conferencia Panamericana, celebrada en Bogotá en 1948.

Grandin señala que el asesinato del progresista colombiano Jorge Eliécer Gaitán y el caos subsiguiente (« El Bogotazo », presenciado por Fidel Castro y Gabriel García Márquez) desempeñaron un papel decisivo, porque ocurrieron durante la conferencia.

Esto permitió a la delegación estadounidense aprobar con éxito resoluciones anticomunistas. Este acontecimiento también supuso la creación de la Organización de Estados Americanos (OEA), que nunca ha sido un organismo progresista y que, poco después, legitimó los golpes militares en Venezuela y Perú.

En 1950, casi toda América Latina había vuelto a la dictadura. Apoyados por el complejo militar-industrial estadounidense, los Escuadrones de la muerte y la represión se convirtieron en moneda corriente.

Represión y revuelta

Las acciones clandestinas llegaron incluso a eclipsar a las fuerzas ligeramente progresistas, como demostró el golpe de Estado perpetrado por la CIA en 1954 contra el gobierno democráticamente elegido de Jacobo Arbenz en Guatemala. Este golpe marcó el comienzo de más de tres décadas de represión y revuelta en Centroamérica, durante las cuales murieron cientos de miles de personas. Washington organizó 16 operaciones de cambio de régimen en América Latina entre 1961 y 1969.

Grandin no considera la revolución cubana como un punto de inflexión, pero ve en la Teología de la Liberación, la economía de la dependencia y los movimientos literarios y artísticos radicales los agentes de una nueva ola de cambio en la década de 1970, que describe como la « Segunda Ilustración ».

El efímero gobierno izquierdista de Salvador Allende en Chile y la Revolución Sandinista en Nicaragua son ejemplos de ello. Grandin captó el sentimiento que tenía mucha gente en aquella época, de que la lucha política y la solidaridad eran esenciales para la realización personal, y en ningún lugar era esto más evidente que en los esfuerzos radicales de América Latina por cambiar su «realidad social».

Si América Latina podía ser una fuente de inspiración, también podía ser una fuente de horror.

El Chile del dictador militar Augusto Pinochet permitió a la escuela de Chicago utilizar a Chile como pionero del neoliberalismo, asociado a la corrupción, que se exportó a México, Argentina y luego a todo el mundo.

La respuesta del presidente Ronald Reagan a la revolución sandinista fue financiar la Guerra de los Contras, que mató a 30.000 nicaragüenses, rechazando de paso una sentencia pionera de la Corte Internacional de Justicia contra la minaje del puerto de Managua por Estados Unidos.

La invasión de Panamá por el presidente George H. W. Bush en 1989 fue otra violación flagrante del supuesto principio de no intervención, habiendo recibido su acción la bendición de la siempre complaciente OEA.

Como estadounidense que es, no sorprende que Grandin se desespere ante la evolución de la política interior y exterior de Estados Unidos. Señala que esta evolución ha dejado casi sin valor el derecho y las instituciones internacionales que América Latina contribuyó a crear. Lamenta que los presidentes estadounidenses hagan poco caso de los acertados consejos de los gobiernos latinoamericanos que se niegan a participar en sus guerras y abogan por la reconciliación en Ucrania, Palestina e Irán.

Aunque se muestra más optimista respecto a América Latina, reconoce el peligro del ascenso de la derecha (Nayib Bukele en El Salvador, Javier Milei en Argentina, Daniel Noboa en Ecuador, etc.) América Latina « oscila entre la luz y la sombra », afirma.

Sin embargo, está convencido de que «el espíritu indomable del humanismo latinoamericano» prevalecerá. En The New York Times, Jennifer Szalai acusa a Grandin de tener un «pensamiento mitológico» y de pasar por alto los muchos defectos de América Latina.

En este punto, como latinoamericano, estoy del lado de Grandin [véase el vídeo « Latinoamérica » para entenderlo]. Mi crítica es política.

Grandin señala que a finales del siglo XIX, el término « antiimperialismo » había entrado en el vocabulario de los intelectuales latinoamericanos, refiriéndose no sólo a España, sino también a los objetivos imperiales de los Estados Unidos de América.

Aunque el antiimperialismo aparece a lo largo del libro, no reconoce su carácter fundamental.

Tomemos Honduras, por ejemplo, un país al que Washington ha tratado como lacayo a largo plazo, liberado temporalmente antes de ser reprimido por un golpe de Estado en 2009 y la imposición de gobiernos corruptos y neoliberales.

Bajo el liderazgo de Xiomara Castro en 2021, el país se ha liberado una vez más, pero debe estar constantemente alerta ante nuevas injerencias de Washington. Los golpes de Estado inspirados por Estados Unidos, las acciones encubiertas y, más recientemente, las sanciones económicas y el « Guerra Juridica [lawfare] » han depuesto o debilitado a líderes progresistas en toda América Latina.

Cuba, Venezuela y Nicaragua han tenido que limitar la intervención estadounidense (disfrazada de «promoción de la democracia») para preservar la paz y mantener su progreso revolucionario. Merecen más respeto por sus logros del que ofrece Grandin.

Además, un libro que reconoce plenamente la lucha contra una resurgente Doctrina Monroe debería incluir en sus portadas espacio para figuras clave como Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia y Daniel Ortega en Nicaragua.

Sobre todo, es inexcusable la omisión de Hugo Chávez Frías, que dirigió el nuevo gobierno bolivariano de Venezuela durante 14 años e inspiró a los izquierdistas de todo el hemisferio.

Fue Chávez, hablando en la Asamblea General de la ONU después de George W. Bush, quien declaró que el podio «todavía huele a azufre».

De hecho, el antiimperialismo de Simón Bolívar -y su humanismo- siguen vivos en América Latina.

Original en inglés : « Latin America’s Long Fight Against the US for Sovereignty », May 13, 2025.

John Perry* espécial para Consortium News

*John Perry es un escritor radicado en Masaya (Nicaragua), cuyo trabajo ha aparecido en The Nation, The London Review of Books y muchas otras publicaciones.

Consortium News. Usa, 13 de mayo de 2025.

Residente
« THIS IS NOT AMERICA – ESTO NO ES AMERICA »
(Video oficial)


Traducido del inglés y enriquesido ampliamente para El Correo de la Diáspora por : Estelle y Carlos Debiasi.

El Correo de la Diaspora. París, 16 de mayo de 2025.

Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una licencia Creative Commons. Atribución según los términos Sin modificación – No Comercial – Sin Derivadas 3.0 Unported. Basada en una obra de www.elcorreo.eu.org.

Retour en haut de la page

Objetivo

|

Trigo limpio

|

Mapa del sitio