Por M.H. Lagarde
Casa de las Américas
Durante siglos el capitalismo ha basado su supervivencia en el mito de la democracia. Y aunque el sueño de la libertad es enarbolado cual cruz para conseguir la sumisión de los "fieles", pocos seguidores consiguen alcanzar los derechos del paraíso en la tierra. Más que una utopía -ese lugar inexistente, pero presuntamente alcanzable, que invita a marchar en pos del progreso-, el mito de la llamada democracia burguesa se limita a satisfacer el privilegio de unos pocos mientras sirve de consuelo y de anhelo a las grandes mayorías. El ideal de libertad, igualdad y fraternidad se manipula, una y otra vez, por quienes ostentan el poder y pretenden conservarlo. No por gusto José Murilo de Carvalho advierte en el mismo comienzo de su libro : el fenómeno de la ciudadanía es complejo e históricamente determinado. […] El ejercicio del voto no garantiza la existencia de gobiernos atentos a los problemas básicos de la población. Dicho de otro modo : la libertad y la participación no llevan automáticamente, o rápidamente, a la solución de problemas sociales. Esto quiere decir que la ciudadanía incluye varias dimensiones y que algunas pueden estar presentes sin las otras. Una ciudadanía plena, que combine libertad, participación e igualdad para todos es un ideal desarrollado en Occidente y acaso inalcanzable [8-9].
Doscientas ocho páginas, en la edición de la Casa de las Américas, son suficientes para que el profesor en filosofía por la Universidad de Stanford y profesor titular de la Universidad de Río de Janeiro nos ayude a recorrer el largo camino de la lucha por alcanzar los derechos sociales, políticos y civiles en Brasil. Como anuncia en el capítulo I, "Primeros pasos", el trayecto inicial comprende ciento ocho años de la historia del país, desde la independencia, en 1922, hasta el fin de la primera República, en 1930.
Al margen de la acostumbrada división de la historia política del país, y partiendo de algunas características imprescindibles de los tiempos de la colonia, el autor incluye en un mismo período al Imperio (1822-1889) y a la primera República (1889-1939).
Tras analizar la fase democrática que duró hasta 1934, cuando la asamblea constituyente votó una nueva Constitución y eligió presidente a Getulio Vargas, la ciudadanía brasileña toma el derrotero del golpe protagonizado por ese político con ayuda de los militares, y que inauguró el período dictatorial que duraría hasta 1945. En ese año que el derrocamiento del dictador dio inicio a la que en toda la historia del país se podría llamar primera experiencia democrática : "Por primera vez, el voto popular comenzó a tener peso importante por su creciente extensión y por la también creciente limpieza del proceso electoral. Fue el período marcado por lo que se llamó la política populista, un fenómeno que alcanzó también a otros países de la América Latina" (79-80).
Posteriormente Murilo se detiene a analizar el paso atrás que significó el golpe militar de 1964, cuando los militares impusieron el tenebroso sendero dictatorial que se extendió hasta 1985 y que, a pesar de tener etapas de próspero crecimiento económico, suprimió prácticamente todos los derechos civiles. Sólo "entre 1964 y 1973 fueron castigadas con pérdidas de derechos políticos, anulación de mandato, jubilación y dimisión, 4 841 personas" (149). Entronizadas la persecución y la tortura como mecanismos de gobernación, después de la esclavitud, Brasil vivió en esa época los años más oscuros de su historia contemporánea.
Ciudadanía en Brasil. El largo camino, culmina en una encrucijada : la contradicción irreconciliable que se da en el capitalismo entre los derechos civiles, políticos y sociales. A pesar de los progresos en materia de derechos cívicos y políticos alcanzados tras las grandes demostraciones cívicas a favor de las elecciones directas, la elección de 1986 para formar la asamblea constituyente de la cuarta República, y la promulgación de ésta dos años después, Brasil sigue siendo un país aquejado por la falta de derechos sociales de sus ciudadanos :
La escandalosa desigualdad que concentra en las manos de pocos la riqueza nacional tiene como consecuencia niveles dolorosos de pobreza y miseria. Tomando el ingreso de 70 dólares -que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que es el mínimo necesario para la supervivencia- como la línea divisoria de la pobreza, Brasil tenía, en 1997, un 54 % de pobres. El porcentaje correspondía a 85 millones de personas, en una población total de 160 millones. En el Nordeste […] ascendía al 80 % [188].
Y aunque "la Constitución de 1988 eliminó el gran obstáculo" que aún había para "la universalidad del voto", que convirtió "en facultativo para los analfabetos" ; y aunque el número de éstos se redujo, todavía en 1990 cerca de treinta millones de brasileños" con edad para saber leer y escribir eran iletrados. En 1998, "el 8% de los electores" lo era (182). No obstante, anota nuestro guía, la medida significó, pues, una ampliación importante de la libertad electoral y puso fin a una discriminación injustificable.
Más allá de los profundos análisis que realiza el autor sobre determinados períodos, Ciudadanía en Brasil, además de servirle al lector neófito como libro de texto sobre la historia del gigante suramericano, tiene como principal virtud el poder reflejar, desde una mirada centrada en un contexto nacional, un fenómeno de dimensión universal. Si bien, como señala también Murilo en los inicios de su ensayo, la historia de los derechos en cada país está determinada por circunstancias específicas, el camino recorrido por la democracia brasileña tiene más de un punto de contacto con la historia planetaria de la ciudadanía occidental, especialmente, en cuanto a la manipulación de la democracia se refiere.
Sin perder el tiempo en enumerar ejemplos sobre la incapacidad demostrada por el capitalismo para satisfacer los llamados derechos sociales, impotencia que todavía hoy sus apologistas tratan de justificar con los "avances" alcanzados en el plano político o cívico, baste recordar que la primera Constitución de Francia, tras declarar solemnemente que todos los hombres nacían libres e iguales en derecho, reservó el derecho de voto a una parte ínfima de los ciudadanos, aquellos llamados "activos", o sea, los que eran capaces de pagar un impuesto bastante importante sobre sus rentas. La constitución de 1791, que se ufanaba de defender los derechos universales, rechazó todo derecho político, no sólo a los pobres, sino a todos los hombres "de color", o sea, a todos los pueblos colonizados de Asia, África y América. Otro tanto sucedió con la constitución de 1793 : aunque proclamó el principio del sufragio universal, éste no fue aplicado jamás. Un ejemplo reciente de la gran estafa en materia política por parte del capital son los fraudes electorales en las dos últimas elecciones celebradas en los Estados Unidos, el país que suele tenerse como paradigma de la llamada "democracia occidental". Únicamente serían aceptados como un logro en materia de derechos políticos la exclusión de miles de votantes negros en la Florida durante los comicios de 2000, si se les compara con los mecanismos usados en las elecciones de 1940, cuando, poniendo como condición que los electores debían ser letrados, en Lousiana votaron cincuenta mil blancos y sólo dos negros.
Ironía aparte, si se ha avanzado algo en materia de derechos civiles es en los nuevos métodos utilizados por el poder del capital para someter a la ciudadanía. Las hordas del Ku Klux Klan, que en 1948 anunciaban que "la sangre correría por las calles" si los negros tomaban parte en el voto, han sido suplantadas por falsas citaciones, colegios electorales desparecidos o máquinas de votación inteligentes sospechosamente partidarias de la camarilla neoconservadora en el poder.
Con tales modelos de referencia obligada, muy poco puede pedírseles a las deformes caricaturas de la democracia que la hegemonía capitalista ha impuesto en los marginados y explotados países de Latinoamérica. En dicha región, inspirada en la culta y civilizada Europa o en el "democrático" imperio del Norte, como bien cuenta José Murilo de Carvalho en su Ciudadanía en Brasil. El largo camino de los derechos civiles, políticos y sociales no ha sido hasta ahora otra cosa que la historia de una eterna frustración.
* José Murilo de Carvalho : Ciudadanía en Brasil. El largo camino, La Habana, Casa de las Américas, 2004. Premio de literatura brasileña, ensayo histórico-social.