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4 de noviembre de 2006

La Europa de la "Defensa" confiscada por los lobbies de la Industria de armamentos y de la lógica financiera.

 

Lejos de ser un accidente, lo que en Francia se conoció como el caso "Clearstream-EADS" revela la evolución del mercado del armamento en el Viejo Continente. Desde hace veinte años, bajo la égida de la Unión Europea, la desregulación y la avidez de ganancias dieron forma al paisaje industrial. La "guerra contra el terrorismo" favorece los mercados militares. La política europea de defensa conlleva esta marca.

Industria de armamentos y lógica financiera:
Europa confiscada por los lobbies.

Por Luc Mampaey*
Le Monde Diplomatique. El Diplo

Buenos Aires, Octubre de 2006.

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¿Una inversión o una gigantesca estafa? Ganados por la ola de optimismo posterior a la Guerra Fría, los gobiernos de Europa y Estados Unidos implementaron vastos programas de reconversión y diversificación del sector de armamento (bases militares superfluas, industrias de armas con exceso de capacidad...). Entre 1991 y 1999, las iniciativas de la Comisión Europea absorbieron más de 900 millones de euros. Como este financiamiento cubría a lo sumo el 50% de los gastos previstos por los Estados miembros, y como a veces se agregaban a iniciativas nacionales, en total se "invirtieron" casi 2.000 millones de euros.

Sin embargo, mientras los contribuyentes creían participar en la realización de un mundo más pacífico, la lógica de mercado y los peligros inherentes a una mundialización depredadora [1], permitieron una extensión inédita del "sistema industrial militar-securitario". En efecto, fueron los desafíos económicos e industriales -y no una real voluntad política- los que condujeron a la implementación de la Política Europea de Seguridad y de Defensa (PESD), a través del Tratado de Niza, firmado en diciembre de 2000, y los que influirán de manera duradera sobre sus orientaciones.

Estados Unidos había marcado el tiempo desde 1993. Consciente de que ya no sería posible garantizar contratos tan jugosos como los de la administración Reagan, el Departamento de Defensa estimuló un espectacular proceso de concentración en el sector del armamento, librado enteramente a la discreción de los accionistas y de las instituciones que componen el capital financiero (fondos mutuales, fondos de pensión, etc.), por lo menos hasta la decisión desfavorable del Departamento de Justicia, en 1998, contra el proyecto de adquisición de Northrop Grumman por Lockheed Martin por una suma de 8.300 millones de dólares [2]. A partir de 2001, las fusiones entre los grandes contratistas se reanudaron con más fuerza. Recordemos, entre las más importantes, la compra de Newport News Building y de TRW por Northrop Grumman en 2002, por 2.600 y 7.800 millones de dólares respectivamente; la adquisición de Titan por L3-Communications por 2.650 millones de dólares en 2005 y, en 2006, la compra de Anteon por General Dynamics por 2.200 millones de dólares.

La voluntad de controlar al conjunto del filón tecnológico (y, por lo tanto, de frenar la entrada de eventuales competidores) tuvo el efecto de colocar a algunas firmas en posición de cuasi monopolio. Su capacidad de influencia sobre los gobiernos se vio fortalecida, contribuyendo a la militarización de la política exterior [3].

Abandonado por un tiempo en beneficio de la "nueva economía", el sector del armamento reconquistó progresivamente la confianza de los inversores. Desde 1999 y con los primeros aumentos en el presupuesto de Defensa (en particular los gastos de compra de material que venían bajando continuamente desde 1986), los índices bursátiles del sector del armamento y de la seguridad volvieron a subir. El estallido de la burbuja especulativa del Nasdaq en la primavera boreal de 2000 fortaleció el movimiento. Pero fueron los atentados del 11 de septiembre los que ofrecieron a los inversores institucionales, rentistas y otros especuladores nuevas ganancias inesperadas. El 17 de septiembre de 2001, primera jornada de reapertura de Wall Street después de los aten¬tados, los títulos del sector registraron incrementos del 15 al 30%.

Cinco años más tarde, el entusiasmo de los inversores sigue intacto, como lo prueba el alza regular del índice Spade Defense Index (FXS), compuesto por las 58 empresas más representativas de los mercados de armas y de la seguridad. La trayectoria del índice FXS desmiente de manera mordaz la afirmación de los economistas neoclásicos, según la cual los mercados financieros observan con repulsión el uso de la violencia militar. Exit los dividendos de la paz. El siglo XXI se inicia bajo el signo de los dividendos de la guerra.

Privatizaciones y concentración

Este nuevo ambiente, que mezcla terror y euforia financiera, explica el súbito ascenso de las cuestiones militares en los asuntos de la Unión Europea, mucho más que la voluntad de profundizar la construcción comunitaria. Hasta el giro de los años 1980, el fracaso de la Comunidad Europea de Defensa (CED), después de su rechazo por Francia el 30 de agosto de 1954, tuvo como consecuencia mantener fuera de los debates y de los proyectos todas las cuestiones de defensa y armamento. La producción de armas era confiada, en general, a arsenales y empresas del Estado, que se encontraban en el corazón de las prerrogativas de seguridad y soberanía. Estas empresas gozaban de un régimen especial que derogaba la reglamentación comunitaria sobre la competencia y las licitaciones públicas.

Pero ese tiempo terminó: a mediados de los años 1990, los gobiernos favorecieron la integración de sus fábricas de armamento. Se trataba de poner fin a la lógica de los "campeones nacionales" y de europeizar la producción de armas para enfrentar mejor la competencia de los grandes grupos estadounidenses. Esta estrategia se apoyaba en una política de privatización y en la prioridad otorgada a los mercados. Se fijaron tres objetivos: competitividad de la industria del armamento, apertura de los mercados y facilitar las exportaciones de armas. Estos objetivos corresponden, en realidad, a los intereses de los nuevos accionistas y son el resultado de la eficaz estrategia de un sector (y de sus lobbies en Bruselas) bien determinado a hacer prevalecer sus intereses amenazados por los partidarios de una Europa que sea una "potencia tranquila" y pacífica [4].

Los cambios institucionales de los años ’90 ilustran bien este proceso. Ya en 1997 el Grupo Armamento de Europa Occidental (GAEO) fue consagrado como instancia europea de cooperación en materia de armas por la Unión de Europa Occidental (UEO), que era entonces el brazo armado de la Unión Europea. El GAEO, un grupo informal de 19 países (los 16 países europeos de la Alianza Atlántica, a los que se agregaban Austria, Finlandia y Suecia), tenía como objetivo la apertura de los mercados nacionales de defensa a la competencia europea y el fortalecimiento de la base industrial y tecnológica de defensa, (BTTD) de la Unión Europea. Enseguida se multiplicaron las iniciativas, hasta la creación, el 12 de julio de 2004, de una Agencia Europea de Defensa (AED) con el propósito de favorecer la formación de un mercado europeo competitivo para las armas. El 21 de noviembre de 2005 fue aprobado por los ministros de Defensa [5] un "Código de conducta" [6] no obligatorio, dirigido a liberalizar los mercados de armamento.

Bajo la presión de sus fabricantes de armamento, más por resignación que por convicción, los países miembros de la Unión resolvieron poner fin a los proteccionismos nacionales que prevalecían desde hacía décadas en los mercados de armas del continente. El resultado de este proceso de concentraciones y privatizaciones fue espectacular: desde entonces, tres grandes grupos europeos -BAE Systems (Reino Unido), EADS (Países Bajos) y Thales (Francia)- figuran entre los diez más gran¬des productores mundiales. Sin embargo, mientras que todos los grupos estadounidenses cotizan en bolsa y están controlados de manera mayoritaria por los inversores institucionales (instituciones financieras, fondos de pensiones y fondos mutuales poseen generalmente entre el 70% y el 100% del capital), la industria europea aparece como una maraña compleja de participaciones cruzadas, joint-ventures y colaboraciones, en la cual es muy difícil comprender quién controla qué.

Al término de este proceso marcado por un retiro significativo del Estado, el empleo cayó en alrededor del 40%. Los dos primeros productores europeos de armas, Francia y Reino Unido, perdieron por sí solos más de 200.000 puestos de empleo entre 1991 y 2000, a pesar de lo cual los medios comerciales y financieros estiman que la reestructuración no ha terminado y no ocultan su impaciencia para que el Estado se borre completamente. Así, en un breve informe publicado en 2002, los analistas de Ernst & Young -una de las más importantes consultorías del mundo- repetían hasta el cansancio que son los accionistas y no los clientes (por ende, los gobiernos) quienes deber ser "los árbitros últimos del management y de las estrategias" [7]. Señalan que será sobre la base del crecimiento y del desempeño global de su sociedad que los inversores juzgarán a los dirigentes de las empresas, y "no por la aptitud para servir a los intereses de un gobierno particular o de un grupo de gobiernos". Una empresa, entonces, no debería aceptar un contrato de su Ministerio de Defensa nacional, "salvo que la rentabilidad de la oferta sea suficientemente atractiva". Invitan a los industriales europeos a no dejarse distraer por sus apegos tradicionales y regionales en el Viejo Continente, sino a desarrollarse allí donde encuentren las mejores posibilidades de crecimiento, es decir, en Estados Unidos.

Estas declaraciones, representativas de las preocupaciones del ámbito de los negocios y de las finanzas, podrían parecer contradictorias con la posición defendida por varios gobiernos que se han inquietado oficialmente ante las grandes transferencias de propiedad hacia inversores institucionales o grupos industriales estadounidenses. En efecto, General Dynamics echó su mano sobre la austríaca Steyr-Daimler Puch en 2003 y sobre la española Santa Bárbara en 2001, dos grandes del armamento terrestre europeo. El grupo Carlyle, por su parte, procedió a la adquisición de la italiana Fiat Avío, así como del 30% de la británica Qinetiq en 2003, mientras Kohlberg Kravis se devoraba a la alemana MTU Aero Engine. La ofensiva estadounidense es bien visible, y esta lista podría alargarse. Para los Estados europeos accionistas, debería más bien ser la hora de elaborar estrategias de cierre y de anclaje del capital, some¬tiendo a la aprobación gubernamental toda participación de capitales extranjeros en las industrias europeas de armas que superen un cierto porcentaje [8]. Y confirmar, a pesar de las espectaculares privatizaciones, una presencia estatal significativa, especialmente en el armamento terrestre y en la construcción naval.

Sin embargo, estos reflejos proteccionistas pesan poco en la relación de fuerzas que se instaló entre el Estado y el capital financiero desde el viraje producido en los años 1990. En la forma que le dan las finanzas y las exigencias de rentabilidad de los accionistas, la industria de armamentos se convierte en la locomotora de la política europea de seguridad y defensa (PESD) y en su determinante. Esta extraña configuración de la producción de armas en la Unión Europea corresponde a la emergencia del "filón invertido" descripto por el economista estadounidense John Kenneth Galbraith. Un filón clásico supone que las órdenes van del consumidor al mercado y luego del mercado al productor. En el filón invertido, "es la empresa de producción la que tiende sus tentáculos para controlar sus propios mercados, aun más, para dirigir el comportamiento del mercado y modelar las actitudes sociales de aquéllos a los que aparentemente sirve" [9].

Esta configuración estimula la militarización de Europa y el aumento de los presupuestos nacionales de defensa, como lo confirma el proyecto de tratado constitucional [10]. Así, entre el maná estatal y la lógica financiera de corto plazo, la PESD no favorecerá la afirmación política de la Unión Europea. Incluso lleva en sí los gérmenes de su debilitamiento. Porque para defender sus intereses en el mundo, los grandes Estados productores de armas tendrán cada vez menos necesidad de una Europa política, una vez que hayan desarrollado su propia potencia, arrastrados por un militarismo mimético detrás de Estados Unidos.

* Economista, investigador en "El Grupo de Investigación e Información sobre La Paz y la Seguridad" (GRIP), WWW.GRIRORG.
Traducción: Lucía Vera

Notes:

Notas

[1Claude Serfati , Impérialisme et militarisme: actualité du XXIe siécle, editorial Page deux, colección "Cahiers libres", Lausana, 2004.

[2En 1998. en nombre de la reglamentación antitrust, la administración estadounidense había vetado la fusión de ambos grupos.

[3Véase también: Luc Mampaey y Claude Serfati, "Les groupes de l’armement et les marchés financier: vers une convention ’guerre sans limites’"?, en François Chesnais, La Finance mondialisée, La Découverte, Paris, 2004.

[4Bernard Adam, "Pour une Europe, puissance tranquille", Enjeux Intemationaux, París, abril de 2006.

[5Al adoptar el Código de buena conducta, los gobiernos, arrastrados por el núcleo duro de los Estados productores de armas (Reino Unido y Francia particu¬larmente), retomaron de paso la iniciativa con relación a la Comisión Europea, donde temen las incursiones en asa sector estratégico. Véase Livre Vert sur las marché publlcs de défonse, Comisión Europea, COM (2004) 608 final, 23-9-04.

[6L’Union europénne adopte un corde de conduite pour libéraliser le marché de l’armement, nota de análisis del GRIP, 28-11-05: www.grip.org/bdg/g0999.html

[7Emst & Young, Europel Aerospace and Defence sector: An Industry at the Crossroads, septiembre de 2002.

[8Véase especialmente el informe presentado ante la Asamblea Nacional por Bernard Defiesselles y Jean Michel, N" 2202,23-3-05.

[9John Kenneth Galbralth, El nuevo Estado industrial, Ariel, Barcelona, 1967.

[10Véase "Champ libre pour la militarisation de l’Europe - Regard critique sur la "Constitution" et l’Agence européenne de défense", nota de análisis del GRIP,13-06-05: www.grip.org/bdg/g1046.html

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