Un importante teólogo de la Liberación argentino descorre el velo sobre el poder vaticano y las diversas caras del integrismo católico.
Por Argenpress.info->http://www.argenpress.info/nota.asp?num=005723], 22 de octubre 2003
Pensar en voz alta los 25 años de pontificado de Juan Pablo II no es fácil en la Argentina. No es fácil porque existen nefastos personajes amantes de denuncias inquisitoriales y ’defensas’ de la Iglesia, que merecen nuestro repudio, pero tienen poder.
Tienen poder, pero -reconozcámoslo- tienen el poder que se les dio. Aguer no podría denunciar incluso a obispos si no existiera Sodano. Y Sodano está donde está porque existe Juan Pablo II.
Uno puede decir, y se discutirá históricamente, pero no ’teológicamente’ que Julio II o Alejandro VI fueron papas nefastos, o perversos, o peligrosos... No es el papado lo que está en cuestión. Incluso uno puede decir que ’Fulano’ fue el peor de los papas, y no debería ser cuestionado, salvo por diferentes criterios historiográficos. O salvo por la obsecuencia, claro. Pero si dijera -como creo- que Juan Pablo II fue el peor papa del siglo XX y que deseo que sea el peor papa del siglo XXI sería muy mal mirado, y hasta podría ser sancionado.
Creo que su miedo atávico al comunismo le impidió mirar América Latina desde otra perspectiva que la europea (y hablamos del 50% de la Iglesia a la que debería acompañar fraternalmente, como servidor de los siervos de Dios). Y la Iglesia es bastante más que Europa. Mal que les pese a los curiales. Y preferir obispos sospechados de cercanía al narcotráfico antes que cercanos a la Teología de la Liberación es de una estrechez mental muy grave (pienso en Pironio y López Trujillo, para no pensar en Pinochetistas, como Medina Estévez, o en otros como Lozano Barragán, o Cipriani). Señalar como ’las cosas nuevas’ de este tiempo la caída del muro y limitar a una nota la caída de las dictaduras latinoamericanas es también algo muy estrecho (Centesimus Annus). Ser responsable o cómplice del ’secuestro’ del Concilio Vaticano II creo que es grave ; ¡gravísimo ! La muerte real de las Conferencias Episcopales, la limitación de la liturgia, la canonización serial, incluso de personas de dudosísima fuerza testimonial para nuestro tiempo, algunas por el sólo hecho de ser nacidas en Polonia, o por sus aportes económicos para tapar escándalos, o por servir para hablar de los ’pobres’ sin entrar en la gravedad de preguntarnos por las causas de la pobreza...
El reconocimiento de un Código de Derecho Canónico, algo sumamente discutible desde la dinámica del Evangelio, o de un Catecismo, cuestionable desde el Concilio, el mantenimiento de sistemas perimidos como las nunciaturas o los cardenalatos, la ruptura de los incipientes sistemas de comunión que se iban gestando desde el Concilio, el fortalecimiento de la Curia romana, con personajes de dudosísima honorabilidad, la persistencia en negarse a escuchar las voces que surgen de las comunidades o las iglesias particulares ; la sepultura real del movimiento ecuménico, y la negativa a toda apertura a otros grupos no cristianos (llámese macro-ecumenismo, pluralismo religioso o como se quiera llamar), los nombramientos de obispos (y cardenales) negándose a todo sistema de comunión, escucha o diálogo con las iglesias particulares, la negativa a reconocer un lugar eclesial y fiel en el movimiento de Jesús para las mujeres, relegadas en la Iglesia a pesar de conformar una abismal mayoría en las comunidades ; la insistencia en lo doctrinal negándose a todo diálogo con pensamientos diferentes o alternativos, como es el caso de varias encíclicas absolutamente prescindibles... Podría señalar muchas cosas más. Muchísimas, pero quisiera limitarme a formular algunas preguntas, no sé si para ’terminar’ o para ’empezar’...
¿Cree en el Espíritu Santo quien se alía a sectores de poder y presiona para que los obispos no hablen con libertad, como sucedió en Santo Domingo y en varios Sínodos ? ¿Cree en el Espíritu quien se niega a reconocer el paso del tiempo dando un lamentable testimonio de soberbia o autocracia monárquica negándose a renunciar como la misma naturaleza se lo exige ? ¿Cree en el Espíritu Santo quien se niega a escuchar a los teólogos de Europa, América, África y Asia escuchando sólo a un pequeño grupo de obsecuentes para formular ’doctrinas’ que difícilmente serán ’recibidas’ por el pueblo de Dios ? ¿Cree en el Espíritu Santo quien ha cerrado las puertas, ventanas y resquicios abiertos por el Concilio Vaticano II ? ¿Cree en el Espíritu Santo quien se niega a prestar oídos a los conocimientos bíblicos contemporáneos ? Y tendría muchas preguntas más para formularme, pero no me atrevo a más... Simplemente quiero adelantar mi respuesta dudosamente afirmativa, y mi evaluación a estos 25 años de involución, restauración y polaquización.
Creo que Juan Pablo II debería renunciar. Pero no por estar incapacitado para dirigir la Iglesia, sino por mucho más que eso. Lamentablemente creo que no lo hará, y creo que el Espíritu Santo demorará mucho en reconstruir lo que en estos 25 años se ha destruido.