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Las palabras importan porque estimulan las pasiones y éstas tienen incidencia en la vida política. En este sentido, hilvana una reflexión acerca de la estatalidad y de las pasiones, y la trama garante de los monopolios corporativos globales a través de la ira y el odio.
En un artículo que circuló en estos días entre nosotros -se titula « El fascismo en Estados Unidos », de Siri Hustvedt, publicado en El País (18/4/2025)- aparecen algunas líneas más que considerables : « La insistencia en que no se puede utilizar la palabra ‘fascismo’ para hablar del Partido Republicano corresponde al pensamiento convencional ». « Las palabras importan. Las palabras son acción ». Y : las palabras « alteran la percepción humana, excitan las emociones e influyen en el rumbo de los acontecimientos políticos ». El texto de Hustvedt gira alrededor de una pregunta dualista :
Pregunta ya conflictiva porque las modalidades binarias de pensamiento son inherentes al poder fascista, que se alimenta de razonamientos dualistas.
Estudiar y explicar pacientemente es una antigua clave de la política revolucionaria. El estudio de la realidad política implica una incursión teórica -en el orden de las palabras, digamos- en procura de la acción. Hay acción cuando hay consigna. Una consigna errónea o un diagnóstico político errado quedan al desnudo cruelmente a la hora de la acción.
Una consigna potente surgió entre nosotros en la Argentina en la marcha del 1F, deberíamos mantenerla viva : antifascismo .
Y puesto que las palabras importan porque estimulan las pasiones y éstas tienen incidencia en la vida política, me gustaría hablar de estatalidad y pasiones, ambas estranguladas por el poder fascista.
Cuando el poder fascista se hace del Estado hace peligrar su vertiente social para entregar los bienes comunes a los monopolios corporativos globales absolutistas totalitarios a bajo precio. Al ubicarse en el corazón de la estatalidad el poder fascista invierte el papel del Estado y lo convierte en proveedor de recursos naturales, de servicios básicos y esenciales, de concesiones, infraestructura y patentes legisladas para las empresas transnacionales. Además, cuando el poder fascista se hace del Estado protege a las empresas transnacionales, a esos monopolios corporativos globales absolutistas totalitarios, de las exigencias populares, que conciernen a los derechos laborales, sanitarios, medioambientales y humanos.
– Entonces : cuando el poder fascista gobierna el Estado, más que actuar como regulador de las empresas transnacionales actúa ahora como su garante. En la Argentina, el fascismo de gobierno no piensa en disponer políticas económicas ventajosas para el país sino que su propósito es sacar a flote su régimen de clase incluso a costa de dejar maltrecha a la sociedad. Un propósito de este poder es reconvertir la vida social estatal en un negocio para pocos, ubicados en lo más alto de la pirámide económica y del poder global. Estas cuestiones pueden ser precisadas con un libro más vigente que nunca, de Vandana Shiva y María Mies, Ecofeminismo (2021).
Para que la estatalidad se vuelva garante de los monopolios corporativos globales absolutistas totalitarios se necesita organizar y expandir sobre la sociedad ciertas pasiones. Por lo menos dos : ira y odio. Aristóteles, en su Retórica, se ocupa de estas cuestiones. Se trata de un antiguo tratado -tiene 2300 años de historia- sobre el arte de la persuasión, escrito en el siglo IV a. C. Los libros antiguos que llegan hasta la coyuntura del presente son organismos de gran preciosismo porque a lo largo de la historia se cargan de la espesura propia de la historia de la humanidad. El segundo libro de la Retórica habla de las pasiones. Aristóteles nos enseña que éstas son las causantes de que lxs seres humanos sean volubles y cambien sus juicios.
El presidente Milei organizó y expandió sobre la sociedad argentina dos pasiones : IRA y ODIO.
A la sociedad le inculca esas pasiones, mientras rescata y reactiva aquellas mismas, históricas, que forman parte de su inconsciente social. Lo hace utilizando los métodos más diversos, pero sobre todo la televisión y las redes, estas últimas a manera de amplificación y retroalimentación de aquella.
A través de la propaganda conecta con los sentimientos colectivos de malestar -creado por sus propias políticas ; y anteriormente por la experimentación macrista sobre las existencias, la pandemia, y un gobierno que me mostró incapaz de entender los modos disidentes de las democracias radicales latinoamericanas- y nos propone sujetos/objetos a los que culpar y odiar. Esos sujetos/objetos son esencialmente : la emancipación, la autoestima nacional y popular (que es el peronismo de izquierda sostenido por otras tradiciones izquierdistas de lucha), y la condición clasista -la condición de todas esas clases sociales que organizamos nuestra existencia civilizatoria alrededor del trabajo.
Con su discurso, Milei -el orador- pone a disposición de la ira y del odio a esa parte de la sociedad que, en función de su malestar, es receptiva a esas pasiones, que está disponible para alojarlas. Y dirige el malestar social a sus enemigos, construidos como culpables de aquellas cosas por las que se siente ira/odio.
El iracundo sucumbe a la ira porque tiene un pesar (dolor, sufrimiento) en tanto desea algo que no posee. Y si hay algo que Milei no posee es el amor del pueblo. Aristóteles propone un ejemplo interesante : alguien sediento a quien se le impide beber : ese es el iracundo. Y agrega que experimentan ira también quienes están enfermos, los que son pobres, las víctimas de una guerra, los que están enamorados y, en general, los que desean algo ardientemente y no satisfacen su pasión. Así, por ejemplo, el que está enfermo se enoja con el que disminuye su enfermedad ; el pobre contra el indiferente a su pobreza ; el soldado contra el que desestima su guerra ; el enamorado contra quien desaira al objeto de su amor. Y para el iracundo la ira es fuente de placer. Placer que nace de la idea de venganza. Milei goza con su ira : nuestro sufrimiento le hace bien. Por eso, cuando habla del fascismo Victoria Montenegro dice que puede ser pensado como el « goce de producir daño al otro ».
Milei logró elevarse socialmente maldiciendo la emancipación popular -de tradición peronista y de izquierdas-. Su ira contra ella se transformó en un estímulo para expandir un momento altamente reaccionario en la vida política nacional. Aristóteles presenta la ira como una parte del odio. Pero mientras la ira se refiere siempre a algo tomado en sentido individual, el odio se dirige a la especie, a lo colectivo. El odio es social. El viejo filósofo dice que mientras la ira puede curarse con el tiempo, el odio, en cambio, no tiene cura. La ira pretende crear en el otro u otra un estado de pesar. Su propósito es que el otro u otra experimente dolor. El odio, por su parte, tiene el propósito de hacer un mal. Con el odio, Milei pretende provocar en nosotrxs -los trabajadores- los mayores males (tal como hicieron en el caso de Pablo Grillo o contra Roberto Navarro con un golpe en la nuca) porque al odiador el otro no le importa, « quiere que el otro no exista » (eso dice Aristóteles), que desaparezca como tal.
Con esta pregunta se empieza a no dormir. Aristóteles sugiere que con quienes producen grandes males hay que excederse en el odio. Un odio encendido, emancipatorio, nacional y popular, paradójicamente, puede ser la calma, que es otra pasión. Y en función de esta pasión hacer que los seres humanos -las grandes mayorías populares- cambien sus juicios. Un indicio acerca de qué hacer lo encontramos en el discurso final de El gran dictador (1940) de Chaplin :
Una tarea de esta índole es el gran desafío para una fuerza emancipatoria -es decir : capaz de convencer, organizar y educar-, una fuerza de confluencia de las grandes tradiciones políticas de lucha : peronistas y de izquierdas. Una fuerza que sepa mantener viva la consigna del antifascismo. Una fuerza de índole cookista, que tenga la capacidad de coordinar una acción con el propósito de asestar un revés al mayor de los males, a lo más peligroso del momento. Recuerda un leninista, León Trotsky, que « Lenin se reía de los charlatanes que consideraban inadmisible todo compromiso : lo esencial es hacer que triunfen los propios fines ‘a través de todos los compromisos, en la medida en que estos son inevitables’ » (Historia de la revolución rusa, p. 652).
Rocco Carbone* para La Tecl@ Eñe
La Tecl@ Eñe. Buenos Aires, 28 de abril de 2025.
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El Correo de la Diáspora. París, 4 de mayo de 2025.