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18 décembre 2007

España :
¿Hacia la III República ?
Texto completo.

 

Por José Steinsleger
La Jornada
. México, 28 de noviembre, 5 y 12 de diciembre de 2007.

I

A los latinoamericanos nos unen muchos lazos con España.
Digo : con la España que no es de pandereta. O sea, con todos los pueblos de la península ibérica (los portugueses, inclusive), pues no todos por allá se sienten "españoles".

Las angustias de los pueblos ibéricos han sido y son las nuestras. Y vaya si no que, del Bravo al Plata, así empezó el inconcluso debate de nuestra primera independencia. En América triunfó el ideal republicano que en España fracasó en dos ocasiones (1875 y 1939). Pero en ambas latitudes también fracasó el federalismo, que a sus naciones les hubiese dado coherencia y sentido.

En el folleto "América Latina : una agenda para la libertad" [1], la derecha española, acaudillada por el fascista José María Aznar y "empresarios de la cultura" como Enrique Krauze (más extrema, inclusive, que la del rey Juan Carlos I de Borbón), se sostiene que América Latina y España pertenecen a "Occidente". ¿Qué se entiende por tal ? Si desarrollasen la idea, harían el ridículo. Invocar "Occidente" sin más es mera ideología derechista.

Ahora bien : España y América Latina son tributarias de "Occidente". Pero la idea de "Occidente", políticamente fue explicada muy bien por José Martí. Decía el cubano que el municipio "… es lo más tenaz de la civilización romana, y lo más humano de la España colonial". Añadiendo : "… por los municipios, en las más de las colonias, entró la libertad en América. Ésa es la raíz y ésa es la sal de la libertad : el municipio." (El Partido Liberal, México, 25 de noviembre de 1891.)

Nuestro concepto de "libertad occidental" difiere, entonces, del que esgrimen Aznar y Krauze, alineados con el imperialismo yanqui, y el genocidio de los pueblos "inferiores". No es casual, por ende, que con feroz espíritu de casta y clase, el folleto de marras señale el "peligro" de los procesos revolucionarios en Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia, a más de los que avanzan en Brasil, Colombia, México y Perú.

Tienen miedo. Ya no de los patriotas que en 1810, salvo excepciones, no pudieron o entendieron mal a los pueblos indígenas, de mestizos, zambos, mulatos y negros que anhelaban liberar. Y ya no de aquellas juventudes de 1960 y 1970, que tampoco consiguieron que las masas se incorporasen a sus ideales revolucionarios.

Asimismo, allende el gran charco, la idea republicana empieza a moverse y, en ambas orillas, súbditos y vasallos claman al unísono que el rey es "muy querido" por la mayoría de los españoles. Y probablemente, si mañana se convocase a un plebiscito luego de 40 años de franquismo (200.000 muertos) y 32 años de estupidización neoliberal (millones [de víctimas]), el borbón sería refrendado como parásito nacional número uno.

Como fuere, los sectores no amnésicos de la península empiezan a recuperar y ordenar la memoria. No es, como hemos visto, la primera vez que lo hacen. Y menos cuando se trata de una Casa Real que, en cuatro ocasiones, o fueron infieles con sus fieles, o fueron derrotados por la plebe :

 Carlos IV abdicó a favor de Napoleón (1808). Su hijo

 Fernando VII, a más de traicionar al padre, traicionó al pueblo a favor de José Bonaparte.

 Alfonso XII fue derrotado por la I República (1870) y

 Alfonso XIII por la II República (1931).

A la derecha española, y a sus vasallos intelectuales de América Latina, les encanta reiterar que nuestros países son "bananeros", "atrasados", "convulsos", "inseguros", "reacios a la modernidad", etcétera.

 ¿Cómo explican, entonces, que en España todos los ciudadanos, menos el rey, "son iguales ante la ley" ?

 ¿La idea de "rey", de "monarquía" es feudal o moderna ?

Pero ahí está el monarca locuaz, constitucionalmente intocable e inviolable, no sometido a responsabilidad ni civil ni penal y, por tanto, sin que pueda ser juzgado ni sentenciado. Y, a más de esto, ubicado en el lugar 134 entre los más ricos del mundo (Forbes, 2003) gracias a esas mayorías que nutren sus ideas de la revista Hola, consienten que el erario desembolse 8 millones de euros en su mantenimiento, corriendo por cuenta del Estado sus yates, coches de lujo y "accidentes de trabajo" (prácticas de esquí, motonáutica, caídas de caballos de raza, etcétera).

España, dicen los ideólogos de Hola y El País, es una sociedad "abierta". Sin embargo, "… el que calumniare o injuriare al rey será castigado con la pena de seis meses a dos años si la calumnia o injuria fueran graves…" (Código Penal, artículo 490.3).

 ¿Por qué España necesita de un rey ?

Y lo fundamental :

 ¿Cómo llegó Juan Carlos al trono de una sociedad que ya no era la de Unamuno, García Lorca o, siquiera, la de un erudito derechista como Julián Marías, sino la de los Savater, Pérez Reverté y un bobo sin remedio como Javier Marías, una España que ya no es de los Manuel Azaña, Durruti y Pasionaria, sino la de los Felipe González, Aznar e "Izquierda Unida" ?

 ¿Es Juan Carlos un gobernante democrático ?

 ¿Qué papel real jugó en el intento golpista del 23 de febrero de 1981 ?

II

El histórico "por qué no te callas" del rey Juan Carlos I de Borbón, y la presta gallardía del presidente Hugo Chávez al conocer el negativo dictamen de las urnas para reformar la Constitución venezolana, pusieron en evidencia una traviesa sincronía : el tipo de democracia que representan ambos jefes de Estado.

¿Que si el rey de "todas las Españas" fue elegido en 1969 por un Caudillo de verdad y consagrado en 1979 por una Constitución de mentira, y a Chávez lo eligió su pueblo en 10 ocasiones consecutivas desde 1998 ? Las "gentes de razón" no se fijan en nimiedades.

Para los súbditos "iberoamericanos" (sic) de la corona española, el Borbón sería el "árbitro" natural de la democracia y promotor de la justicia. Y para los plumíferos que en ambas latitudes propician la desmemorización colectiva, la llamada transición de octubre de 1977 (que en realidad fue "transacción", pues fue urdida en lo oscurito), sería el único modelo viable de "democracia" (Pactos de la Moncloa).

La España de entonces, obvio, no es la de hoy. Excepto en asuntos de tortura, una tradición más antigua que la corte del rey Pelayo. En junio de 1976, en el Waldorf Astoria de Nueva York, Juan Carlos asistió a una recepción ofrecida por la Cámara de Comercio estadunidense y tuvo que sortear a un piquete de Amnistía Internacional (AI) que se manifestaba contra la tortura.

Treinta y un años después, el informe España : sal en la herida (AI, noviembre 2007) condenó la práctica generalizada de la tortura asegurando que "… los sucesivos gobiernos no reconocen ni siquiera la existencia de un problema". El informe de AI fue archivado con desprecio por los amanuenses del poderoso señor Joan Mesquida, director general del Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil (140 mil efectivos).

Según un escritor octogenario que ya no puede pensar y mascar un chicle al mismo tiempo, Venezuela estaría gobernada por un "Hitler o Mussolini tropical". Pero si en la patria de Bolívar los medios dicen que el presidente es puto, nada pasa. En cambio, el monero de la patria de Cervantes que dibujó cogiendo al príncipe Felipe y a doña Letizia para mofarse de la medida del gobierno de dar 2 mil 500 euros para incentivar los nacimientos, fue condenado a pagar fuertes multas.

La edición de la revista El Jueves fue secuestrada, ya que en la España "moderna" toda crítica a la corona es vista como llamado a la subversión. ¿De la izquierda ? No necesariamente. En noviembre de 2005, el periodista Federico Jiménez, de la radioemisora COPE (Conferencia Episcopal), pidió públicamente la abdicación del rey por entender que se lleva muy bien con los "socialistas". Sin embargo, el radiodifusor no fue multado ni detenido porque hablaba a nombre de la Iglesia y del fascista José María Aznar, quien se cree la rencarnación de José Primo de Rivera, fundador de la Falange (1933), aunque sin su coraje y dotes intelectuales.

El mito de la "España moderna" asegura que "en España se vive mejor". ¿Pensarán igual los jóvenes que con suerte ganan poco más de mil euros y tratan de adquirir un piso miserable de 50 metros cuadrados, que en cualquiera de las grandes ciudades cuesta 350.000 euros ? A los inmigrantes (legales o no), mejor no preguntar. A éstos se les humilla en los aeropuertos, o se les patea y escupe en público. O, de plano, se les mata.

¿Cómo llegó España a esta situación ?
¿Qué fue realmente la mentada "transición" ?

Oigamos a la escritora Rosa Regás, una de las entrevistadas en el libro 89 republicanos y el rey, de Ramón Serrano Balasch (Plaza y Janés, 1998) :

"… después de la muerte de Franco aceptamos sólo una única versión de lo que es la lengua, la patria, la cultura, el bien y el mal : la versión oficial. No defendemos nuestras propias convicciones, porque nos da miedo la descalificación de quienes nos imponen sus leyes y nos limitan a vivir en la aceptación y el confort, sin exponernos a más…"

Con más gravedad, añade Regás :

"El coraje, en política, en arte, en literatura, en investigación y en la vida cívica y pública, eso sí que se lo llevaron con ellos, los exiliados, y todavía nadie nos lo ha devuelto. Puede ser porque tampoco nadie lo ha reclamado y nadie lo ha echado en falta nunca."

En los tres decenios de neofranquismo felipista y aznarismo lópez zapaterista, la "transición" devino en una de las estafas ideológicas más pensadas y elaboradas de la (así llamada) "ingeniería política". Ni Franco, quien en su agonía balbuceó "todo está atado, y bien atado", lo hubiese hecho mejor.

El "modelo" de la "transición" (copiado en Chile por los vasallos de la "Convergencia" pospinochetista) ha recibido reiterados elogios por los integrantes del llamado Foro Iberoamericano (integrado por Felipe González, Ricardo Lagos, Enrique Iglesias, Carlos Fuentes y otros), así como de las revistas Letras Libres y Nexos de México.

A esas voces, tan celosas en "desmitificar" todo, les fascina el mito de que España haya podido desmantelar "… el autoritarismo sin reproducir los enfrentamientos del pasado". Naturalmente, no les interesa considerar qué papel jugaron Washington y la burguesía española en la mentada "transición".

III

Si el personaje de referencia se llama Francisco Franco (1892-1975), cualquier conservador o liberal puede dar fe de "progresismo". Y, si nos descuidamos, hasta de paladín de la izquierda "moderna" y "tolerante". Se entiende : Franco fue la muerte sin más.

No la muerte biológica, digna, natural, sino la muerte en tanto odio razonado y militante contra todas las manifestaciones humanas de la vida. A este personaje, y a todo lo que su régimen de sufrimiento, hambre y dolor representó (1939-75), el rey Juan Carlos I le juró fidelidad y respeto en 1969.

Ahí radica el núcleo duro y conflictivo de la monarquía española, una de las siete que la Unión Europea reconoce como "constitucionales" o "parlamentarias". Que en rigor son 10. Pero Mónaco es un casino, y las de Liechtenstein y Luxemburgo son lavadoras de divisas, o trafican con armas y drogas ilícitas.

De ellas (Reino Unido, Suecia, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Noruega) ninguna ha sido, históricamente, más cuestionada que la borbona. Así es que conforme el movimiento antimonárquico vuelve a levantar cabeza, cabe preguntarse cómo se diseñó, desde fines del decenio de 1960, eso que las almas impúdicas llaman "transición democrática".

Para ello pueden consultarse los textos de José María de Areilza (1909-98, graciosamente llamado conde de Motrico), uno de los artífices de la "transición". Areilza fue ideólogo del franquismo doctrinario (fusión de la Falange Española y las Juntas de Ofensiva Nacional de Hierro, JONS), embajador de Franco y, por decisión de Juan Carlos, ministro de Asuntos Exteriores en el gobierno de Carlos Arias Navarro (primero de la monarquía, 1975) y fundador del fascista Partido Popular, junto a Pío Cabanillas y Manuel Fraga Iribarne (1976).

Otra fuente ineludible de consulta sería la de Gonzalo Puente Ojea, quien tuvo ocasión de conocer a Juan Carlos cuando fue encargado de la embajada en Atenas (1962). En la entrevista que me concedió en Madrid, Puente Ojea dijo : "Recuerdo que me chocó su apología de Franco. Mostraba gran indiferencia sobre el mundo de la cultura, y una notable insensibilidad ante los graves problemas derivados de la guerra civil" (La Jornada, 6 y 7 de julio de 2004).

El diplomático añadió : "Quedé sorprendido ante su postura a favor de una vía intermedia que no cuestionase los fundamentos del régimen. Los hechos disiparon mis expectativas en el joven príncipe… Estados Unidos presionó en los países de la comunidad atlántica para establecer una democracia formal, muy reducida en cuanto a su capacidad transformadora… La ley de sucesión fue iniciativa de la dictadura, y estableció cómo se debe restaurar la monarquía".

Un día después de la muerte de Franco (20 de noviembre de 1975), el príncipe se convirtió en rey. Al año siguiente, en junio de 1976, Juan Carlos I expresó ante el Congreso de Estados Unidos : "La monarquía hará que, bajo los principios de la democracia, se mantengan en España la paz social y la estabilidad política, a la vez que se asegure el acceso ordenado al poder de las distintas alternativas de gobierno, según los deseos del pueblo libremente expresados".

Antes de eso, el secretario de Estado del presidente Gerald Ford, Henry Kissinger, sostenía : "… sería mucho más fácil llegar a un acuerdo con el gobierno español para renovar las bases militares en aquel país si Franco siguiera en el poder. Pero él no va a durar mucho, y la transición a la era post Franco ha comenzado ya" (Archivos de la Fundación Ford, caja 12, España).

Simultáneamente, el país real hervía. Según el profesor Vicens Navarro, la oposición de la clase trabajadora en el periodo 1974-78 fue muy activa, "… las mayores en Europa Occidental desde la Segunda Guerra Mundial". El catedrático agrega que en una encuesta de opinión de la época, llevada a cabo durante la dictadura, la mayoría de los españoles indicaban que querían ver fuera de España todas las bases militares estadunidenses (base de Rota y seis más, equivalentes a la Gran Bretaña en el peñón de Gibraltar).

Las palabras del rey tranquilizaron al Congreso imperial, y los yanquis quedaron encantados. Sus intereses económicos y militares quedaban bien custodiados. Inquieto por los acontecimientos de la época (derrota en Vietnam, revolución en Portugal, incendio de la embajada de Madrid en Lisboa), Washington entendió que no podía perder España.

¿Un rey necesario ? ¡Venga ! El 24 de enero de 1976 se firmó el tratado España-Estados Unidos, origen del llamado Consejo Supremo Hispano-norteamericano, y de un comité militar conjunto.

A fines de mayo, por primera vez en 484 años, un rey de España visitó América Latina. Pero en República Dominicana, Juan Carlos I omitió toda referencia al primer gran genocidio español en aquella isla del Caribe. Y allí fuimos enterados que "todos" éramos "iberoamericanos", "todos" españoles, "todos" europeos, y "todos" fieles al "pacto de la democracia". La reconquista había empezado.

IV

No pocos autores dudan en calificar de "confabulación" el proceso de la transición política española que, paradójicamente, careció de un proceso constituyente democrático. Es decir que los "demócratas" de España se cuidaron de que hubiese ruptura institucional.

En el discurso ante las Cortes para exponer la Ley de Asociaciones Políticas (9 de junio de 1976) el falangista Adolfo Suárez precisó que los partidos republicanos serían legalizados con la condición de jurar fidelidad y lealtad a la corona. Suárez citó los versos de un poeta : Está el hoy abierto al mañana/ mañana al infinito/ Hombres de España/ Ni el pasado ha muerto/ Ni está el mañana ni el ayer escrito. En el sepulcro, Antonio Machado sintió que estar muerto resultaba más ético que seguir vivo.

Santiago Carrillo, secretario general del Partido Comunista (PCE), calificó a Suárez de "anticomunista inteligente". Entonces, Washington extendió visa al "comunista inteligente" para dictar conferencias en Estados Unidos.

En junio pasado, el rey nombró a Suárez "caballero de la insigne Orden del Toisón de Oro" por su "importantísima actuación en la transición española" (sic). Víctima de alzheimer, Suárez ni siquiera recordaba haber sido presidente del gobierno.

Atrapada en el frenesí consumista y el poder lobotomizador de los medios, la sociedad española internalizó la amoralidad de sus dirigentes políticos. A fines de 1974, el famoso "el marxismo o yo" de Felipe González liquidó al legendario Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Y, por su lado, Carrillo rompía el suyo adhiriendo al "eurocomunismo", engendro ideológico inventado en Italia y Francia por Enrico Berlinger y George Marchais (1977).

El enjuage de la burguesía neofranquista culminó en los Pactos de la Moncloa (25 de octubre de 1977), suscritos por Adolfo Suárez (presidente del gobierno) y Leopoldo Calvo Sotelo (Unión del Centro Democrático), falangistas ; Felipe González (PSOE) ; Santiago Carrillo (PCE), el fascista Manuel Fraga (Alianza Popular) y Enrique Tierno Galván (Partido Socialista Popular), entre otros partidos menores.

Los partidos políticos cayeron de hinojos ante la Constitución de 1978, que en su artículo 1 (apartado 3) establece que la forma política del Estado es la monarquía parlamentaria. Entre los primeros, el PSOE, uno de los que en 1931 apoyó la proclamación de la II República.

Manuel Vásquez Montalbán (1939-2003) observó entonces : "El mismo espectro social dominante que ganó la guerra civil, en buena medida ganó la transición… no querían cambiar de modelo, y les molestaba recordar a la República porque fue un experimento de ruptura radical y de cambio…"

Sin embargo, a inicios de 1980, en movilizaciones, huelgas y manifiestos las inquietudes republicanas pisaban con fuerza.

Se necesitaba un "escarmiento". En este contexto, se produjo la intentona del golpe fascista del 23 de febrero de 1981.

El conjunto de la sociedad cerró filas diciendo no. Pero los golpistas no eran recién llegados sino oficiales que colaboraban en el entorno íntimo del rey. Juan Carlos se tomó su tiempo, y la embajada de Estados Unidos intervino en el asunto : no conviene. Horas después, el rey apareció en los medios como "titán de la democracia". Carrillo fue el primero en aplaudir : "Hoy, todos somos monárquicos".

La conversión ideológica de los políticos españoles se anticipó a las divagaciones neoconservadoras de la "posmodernidad" (sic), que empezaron a sonar a melodía entre los oportunistas de izquierda de España y América Latina : no hay posibilidad de lucha, porque no hay posibilidad de victoria.

El caso del PSOE fue revelador. Por ejemplo, el sociólogo José María Marevall (uno de sus principales ideólogos y artífice de la victoria política de 1982) planteó la necesidad de "deshacerse de las telarañas seudorrevolucionarias". Asimismo, personajes como Miguel Boyer, ministro de Hacienda y jefe del "socialismo liberal" en el primer gobierno de Felipe, entendieron el mensaje. Boyer se pasó al Partido Popular, y hoy colabora con la fundación del fascista José María Aznar.

En su novela La agonía del dragón, José Luis Cebrián (ex director de El País y escriba de Felipe) sostiene que la "transición" fue un "proceso de reconciliación entre los hijos de los vencedores y los hijos de los vencidos de la guerra civil… un proceso en el que todos aprendimos algo…" Cebrián aprendió mucho y hoy es, junto a la reina Sofía, uno de los asistentes al club Bilderberg (Holanda), que periódicamente reúne a los megamillonarios de las corporaciones que controlan la economía mundial.

En tanto, Felipe coordina la rapiña de las empresas españolas, a más de prestar asesoría a Carlos Slim. Y para ello, ambos cuentan con una densa red de pajes, oidores y escuderos de la intelectualidad progre de México y otros países del continente. Son los que a diario nos explican los aciertos de la "democracia española" y su política de encomiendas, basada en la reconquista, expoliación y saqueo "modernizador" de los pueblos latinoamericanos.

Notas :

Notes

[1Ver documento completo  :

"América Latina : una agenda para la libertad"

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