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13 mars 2003

Epidemiología de la conquista de América : el encuentro de las bacterias

 

1492 fue un año de encuentros, muchos de ellos traumáticos. Pero además de los ocurridos entre seres humanos, también los hubo entre los microorganismos que los habitaban. Así, millones de personas comenzaron a estar expuestas a virus y bacterias para los que no habían podido desarrollar defensas. Luego, una "epidemiología" de la Conquista podría ayudar a explicar el despoblamiento de América en esos años.

Por CERIDE*
12 de marzo 2003

A la búsqueda de respuestas

Sabemos del brusco descenso de la población americana a partir de la llegada de los europeos. Pero nos cuesta dar precisión al fenómeno : ¿cuántos aborígenes había realmente en 1491 ? ; ¿había en América zonas de alta densidad de población, o, por el contrario, hubo aquí un enorme vacío demográfico ? La cuestión no es neutral desde el punto de vista ideológico. Los que hablen de la misión civilizadora de España y Portugal en América preferirán creer que llegaron a traer los beneficios de la cultura a un continente casi despoblado. Contrariamente, los partidarios de la ’leyenda negra’ de ese período esgrimirán cifras que multipliquen la cantidad de víctimas de la conquista.

Por eso las estimaciones tienen tal variabilidad. Krober calculó la población de América a la llegada de los europeos en 8,4 millones de personas. Pero Borah no se conforma con menos de 100 millones. Entre ambos investigadores hay una antojadiza variedad de números que expresan el desconcierto de los científicos. Sin embargo, los datos más aceptados indican que se pasó de unos 80 a 90 millones de personas, en 1520, a apenas 12 a 15 millones en 1570. ¿Podemos encontrar razones ambientales para ese despoblamiento ? ; ¿podríamos calificarlo como una "catástrofe ecológica" ?

El despoblamiento de América

En cualquier caso, las cifras estimadas de caída de la población a partir de la conquista son impresionantes, aunque, insistimos, conjeturales. Por ejemplo, en México central, en 1519, había 25,2 millones de habitantes ; en 1532, 16,8 (millones de habitantes) ; en 1548, 6,3 ; en 1568, 2,6 ; en 1595, 1,9, y en 1605, 1,0.

La población peruana se calcula en unos 10 a 12 millones de personas en 1492. Cien años después había un poco más de medio millón. Los tupinambá, del litoral central brasileño, bajaron de 60 mil, en 1550, a apenas 7 mil en 1600. Los pobladores de La Española (Haití y Santo Domingo) se redujeron de un millón, en 1492, a un ’número insignificante’ en 1600.

Los métodos de cálculo son más ingeniosos que precisos. Por ejemplo, se estima la productividad de un cultivo azteca por el rendimiento actual de una plantación similar.

Después, por observaciones arqueológicas, se delimita el área sembrada y se trata de estimar cuánta población podía mantenerse allí. El problema es extrapolar esas técnicas de estimación local a todo un continente.

Sobre esto, la única certeza que tenemos es que numerosos encuentros entre ambas culturas iban asociados a enfermedades infecciosas que eran desconocidas en América. Aún en la actualidad, el encuentro de algunas tribus, aisladas en la selva amazónica, con la civilización puede significar la desaparición de la tribu por estas causas. Este tema ha sido tratado con frecuencia por el cine en películas como ’El curandero de la selva’, en la que actuó Sean Connery.

Llegan nuevas enfermedades

El aislamiento de las diferentes culturas americanas no sólo redundó en que Atahualpa no pudiera aprovechar la trágica experiencia de Moctezuma. También significó que no existió una inmunización masiva a las diferentes enfermedades contagiosas, como ocurrió en Europa con los sobrevivientes de las distintas pestes medievales, que estaban en mejores condiciones de defenderse de enfermedades nuevas. ’No son los pobres microbios de los indios -dice Chaunu- los que matan a los conquistadores llegados del viejo Mediterráneo rico de pasado y, por lo tanto, de la experiencia de la desgracia, sino más bien son los ricos microbios mediterráneos, transmitidos por portadores de gérmenes relativamente inmunizados, los que encuentran un magnífico campo de expansión’.

 "Los indios -expresa el historiador Fernando Tudela- no tenían ni palabras para designar las pavorosas epidemias que se cebaban en ellos y, por alguna maldición del destino, respetaban a los impetuosos forasteros. La virulencia inaudita de las enfermedades daba lugar a huidas en tropel que lograban tan sólo una más eficaz propagación de las epidemias, la primera y más desastrosa de las cuales fue protagonizada, sin duda, por la viruela".

En el momento del contacto, la población americana podía representar el 20 por ciento del total de la humanidad. Un siglo después, no había en América más que el 3 % de la especie humana, incluyendo los europeos recién inmigrados.

La lenta marcha de los conquistadores por las selvas era precedida por el contagio, llevado por quienes traían las noticias de su presencia. Hubo expediciones que sólo encontraron a su paso poblados vacíos y desolados. En muchos casos, los cronistas del Viejo Mundo creían que los aborígenes acababan de huir de ellos, cuando, en realidad, habían muerto o se habían dispersado a causa de la epidemia. A punto tal que, muchas zonas que hasta hace poco se creyeron de ’selva virgen’, son el resultado de la recomposición natural de la selva a partir del colapso demográfico del siglo XVI. ¿Cómo lo sabemos ? Porque allí donde hubo asentamiento humano la selva conserva una proporción inusualmente alta de especies útiles, resultado de los cultivos abandonados hace siglos.

De hipótesis y conductas

Las condiciones sociales posteriores a la conquista agravaron sus consecuencias demográficas. No obstante ello, la hipótesis que centra las causas del despoblamiento en las razones biológicas exclusivamente podría ser demasiado parcial.

Es probable que la destrucción de las culturas locales haya generado actitudes suficientemente depresivas como para incidir en las condiciones demográficas. Lo que, por otra parte, es habitual en situaciones semejantes : los romanos debían buscar continuamente la reposición de esclavos, ya que, al igual que el quebracho y el quetzal (ave centroamericana), los humanos casi no se reproducen en cautiverio.

Fray Bartolomé de las Casas (1474-1566) describe que ’las criaturas nacidas, chiquitas perecían, porque las madres, con el trabajo y el hambre, no tenían leche en las tetas. Por cuyas causas murieron en la Isla de Cuba, estando yo presente, 7000 niños en obra de tres meses. Algunas madres ahogaban de desesperadas las criaturas. Otras, sintiéndose preñadas, tomaban hierbas para malparir, con que las echaban muertas’.

Fuente : "El Ambiente en la Sociedad Colonial" ; A. E. Brailovsky ; ProCiencia - CONICET

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