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29 octobre 2003

El cambio de modelo instaló el debate sobre el empresariado

 

Por por Alejandro Bercovich
Télam, Buenos Aires, 17 de octubre

La búsqueda de una nueva dirigencia empresaria por parte del Gobierno volvió a poner en el tapete la discusión sobre la "burguesía nacional", que el presidente Néstor Kirchner considerà imprescindible para la reucperción económica pero que para muchos analistas ni siquiera existe dada la escasa disposición para el riesgo y a la innovación.

"Es fundamental que el capital nacional participe de un proceso de reconstrucción de la sociedad. Es imposible un proyecto de país si no consolidamos una burguesía nacional", postuló días atrás el Presidente en un acto con banqueros de capital argentino.

A la falta de contacto inicial entre la administración de Kirchner y los nucleamientos empresariales, que siguió a las críticas oficiales contra las "corporaciones", le sucedió en las últimas semanas una fase de mutuo acercamiento.

"No son quienes nos gustaría que hubiera, pero son los que hay, y tenemos que trabajar juntos", admitió días atrás ante Télam un economista que entra sin llamar al despacho de uno de los ministros más cercanos al Presidente.

Mucho se ha escrito en las últimas décadas sobre el carácter "rentista" de los empresarios argentinos, y más se les ha criticado su escasa disposición a innovar en tecnología y arriesgar su capital.

De hecho, una vara con la que se suele medir a los hombres de negocios locales es la del empresariado brasileño, y más en particular la de los industriales paulistas, a quienes se sindica como verdaderamente comprometidos con el desarrollo económico del país.

Por el contrario, los empresarios locales decidieron en la última década vender sus empresas y hacerse de los dólares para bancarizarlos o aprovechar la proliferación de fondos de inversión extranjeros.

Empresas de tradición familiar, como Terrabusi, Habanna, o bancos con el Crédito Argentino, de la familia Monsegur, pasaron a manos extranjeras, por citar sólo algunos ejemplos.

Pero los estudiosos de la materia aducen que el esquema prebendario que siguieron durante décadas los inversores locales no fue únicamente responsabilidad suya, sino también la de un Estado que no favoreció otros comportamientos.

El empresario schumpeteriano, arriesgado e innovador, brilló así por su ausencia en el país de las licitaciones a sobre abierto, las componendas sindicales y la producción extensiva de un agro siempre hegemónico.

Como concepto, y definida por confrontación con lo anterior, la burguesía nacional entró en escena en los años cuarenta, época en la que se organizó y profundizó el proceso sustitutivo de importaciones que se había iniciado en la década anterior.

Sin embargo, fue precisamente esa incapacidad de la dirigencia empresarial la que hizo necesaria la intervención del Estado y hasta el reemplazo directo de la iniciativa privada, en áreas sensibles para la población, y con resultados desparejos.

En paralelo con ese proceso económico, los sucesivos gobiernos buscaron el apoyo político de los hombres de negocios, y jugaron con divisiones y rupturas en el seno de las entidades que los agrupaban.

Así pasó el amanecer y ocaso de nucleamientos como la Confederación General Económica (CGE), que llegó a aportar en los setenta un ministro de Economía de la talla de José Ber Gelbard —verdadera encarnación de la "burguesía nacional"—, y hoy ni siquiera figura entre los interlocutores sectoriales del Gobierno.

En los noventa se impuso la reivindicación de lo importado, el Primer mundo y los artículos de lujo, y con ella surgió el Grupo de los Ocho, que no levantó demasiado la voz ante la destrucción del empleo y la creciente desigualdad en materia de ingresos.

Los que volvieron a hablar de la burguesía nacional fueron los miembros del Grupo Productivo, que se armó casi explícitamente para pedir la devaluación del peso, y que integraban industriales, productores rurales y banqueros.

En el fondo, la posibilidad de que exista o no una burguesía nacional comprometida con la Nación depende en buena medida de la propia estructura económica del país. La transnacionalización de los últimos años y la movilidad que ganó el capital a escala mundial son sus condicionantes. (Télam)

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