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6 février 2004

Argentina ha sido exprimido por el FMI entre 2000 y 2003 : se pagaron 7.300 millones de dólares netos

par Julio Nudler

 

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Durante 2002 y 2003, en el crítico período que siguió al colapso de la convertibilidad, los organismos financieros multilaterales obligaron al país a efectuarles transferencias record. Esos giros totalizaron 7.278 millones de dólares.

Mientras la Argentina es blanco de una creciente presión por parte del Fondo Monetario, de varios de los países centrales que pesan en su directorio y por supuesto de las agrupaciones de bonistas defolteados, la realidad es que el país canceló obligaciones con los organismos financieros internacionales durante los años 2002 y 2003 por un cifra neta record de 7.278 millones de dólares. Este es la impresionante transferencia líquida que resulta de haber recibido desembolsos por 9.329 millones y haber efectuado pagos por 16.607 millones de dólares. Tal el cálculo efectuado por M&S, la consultora de los economistas Carlos Melconian y Rodolfo Santangelo, en base a datos del Banco Central. El guarismo supera largamente al mencionado por el propio ministro de Economía, Roberto Lavagna, en un artículo que publicó ayer bajo su firma en el diario La Nación. El hace allí referencia a "más de 6.000 millones". De acuerdo a M&S, se quedó corto en unos mil millones.

Si el FMI no sellara con un visto bueno la inminente segunda revisión de su acuerdo con la Argentina, ésta enfrentaría en marzo la disyuntiva de tener que añadir a la mencionada sangría neta de recursos los dólares correspondientes a un nuevo y grueso vencimiento. Su monto es de 2.090 millones de DEG (Derechos especiales de giro, particular cesta de monedas con que se maneja el organismo). A la equivalencia de ayer, esa obligación trepa a 3.117 millones de dólares. El gobierno nacional ya adelantó que no piensa pagar con reservas, a menos que el FMI le asegure la pronta reposición de esas divisas, lo que implica el aprobado en la revisión.

Como recuerda Luis Lucioni, de la radical Fundación CECE, estos 2090 millones de DEG fueron desembolsados por el Fondo el 10 de septiembre de 2001. Provenían de un cajón específico, llamado Línea Complementaria de Reservas, y fueron otorgados como respaldo al recordado Plan de Déficit Cero, en base al cual el presidente Fernando de la Rúa y su ministro Domingo Cavallo proclamaron el 9 de julio de ese año la independencia económica de la nación.

Los 2.090 millones formaban parte de un paquete de 4.181 millones de DEG, que debían ser devueltos en dos cuotas semestrales, con un año de gracia. La Argentina pagó en septiembre de 2003 la cuota que le venció en el mismo mes de 2002, y ahora tendría que abonar la vencida el 9 de marzo de 2003. El primer vencimiento es siempre casi automáticamente prorrogable, ya que se lo incluye en el llamado "cronograma esperado", pero el segundo es impostergable, porque integra el "cronograma obligatorio". Todo ese dinero que fue contrapartida del Plan de Déficit Cero sirvió para emparchar las reservas y financiar la fuga de capitales.

Esa plata, que hoy está en manos de bancos y particulares, es ahora deuda que el Estado debe devolver.

Los pagos netos efectuados por el país a los organismos financieros internacionales sumaron 4.580 millones de dólares en 2002, año en que no recibió desembolso alguno, y 12.027 millones en 2003, frente a desembolsos por 9.329 millones durante ese ejercicio. La transferencia neta de 7.278 millones se descompone en 4.182 millones en concepto de capital (en un 92 por ciento correspondientes a Banco Mundial y BID) y 3.096 millones en intereses, de modo que es la primera cifra la que el país podría reclamar le sea repuesta como financiación a largo plazo, con el argumento de que es insólito que a una economía que afronta una aplastante crisis de deuda las instituciones multilaterales no la estén ayudando sino encima succionando recursos.

La verdadera cuantía de las transferencias netas que la Argentina vino realizando en favor de los organismos en los dramáticos tiempos que siguieron al colapso de la convertibilidad sorprende incluso a los iniciados. A un economista argentino de la sede local de una importante multinacional se le ocurrió el ejercicio de pedirles a otros diez economistas que por favor le dijeran cuánta plata neta había girado el país a los organismos financieros multilaterales en los dos últimos años. Ninguna respuesta se aproximó a la auténtica cifra. El que más cerca anduvo contestó 5500 millones de dólares, y aun así se quedó casi un 25 por ciento corto.

Cuando el Fondo suscribió con la Argentina el acuerdo que está vigente, adoptó una actitud prescindente respecto de la renegociación de la deuda con los bonistas, pero ya desde el 17 de diciembre último, cuando debería haber aprobado la primera revisión, fue abandonando la prescindencia y volcando su capacidad de presión en favor de los acreedores privados. Sin embargo, no ofreció convertirse en parte de la solución, restituyéndole al país los casi 4.200 millones de cancelación de capital neta que le extrajo durante los dos últimos años.

A MEDIADOS DE FEBRERO COMIENZA LA SEGUNDA REVISION
Aterriza la "buena fe" del FMI

No hay descanso en la relación con el Fondo Monetario. Tan sólo transcurrió una semana desde la última aprobación que el organismo dio a la economía argentina, y desde Washington ya se definió la visita a Buenos Aires de una nueva misión. El objetivo : seguir monitoreando la marcha económica, con vistas al vencimiento de 3.100 millones de dólares que ocurrirá el próximo 9 de marzo.

"Tenemos la expectativa de que la misión estará viajando a la Argentina para mediados de febrero", anunció ayer el vocero del FMI para América latina, Francisco Baker, desde la capital estadounidense. Si bien en los papeles figura el seguimiento de las metas fijadas en el último acuerdo, el telón de fondo de la visita de los técnicos será la marcha de la renegociación de la deuda en default.

La posición de la Casa Rosada es terminante : no se pagará ese vencimiento a menos que exista certeza de que el FMI dará el visto bueno a la revisión. De esa manera, reintegraría el desembolso a los pocos días de efectuarse.

Desde Washington no ponen en duda la situación de la economía. Es obvio que el Producto está creciendo a un ritmo que los sorprende. Sin embargo, dejan trascender que la clave para la aprobación será si el Gobierno encauzó la negociación de la deuda. La última revisión, por ejemplo, se demoró más de un mes porque en el exterior propiciaban un compromiso argentino a que se pagaría más a los acreedores que el 3 % de superávit pautado.

La presión irá en aumento. Uno de los países del poderoso G-7 reclamó ayer una señal "de buena fe" hacia los acreedores. Fue el director del Tesoro de Francia, Jean-Pierre Joyet, quien adelantó que los ministros de Finanzas del Grupo pedirán a la Argentina que "inicie un diálogo constructivo y de buena fe con el conjunto de los acreedores".

No es, precisamente, el sentimiento de algunos acreedores. La asociación de bonistas alemanes DSW calificó como una "bofetada en la cara" la expresión de Néstor Kirchner de que quienes compraron bonos argentinos en la década de los 90 "sabían que estaban timbeando, yendo al casino a ver cómo les iba".
A pesar del enojo de los acreedores, el ministro del Interior, Aníbal Fernández, insistió con ese análisis.

Dijo que los bonistas "tendrán grandes pérdidas y se lo merecen", suscribiendo así con uno de los párrafos de un editorial del diario londinense Financial Times. El funcionario puso como ejemplo el rendimiento que tenía un bono argentino y su similar estadounidense : "Cuando en Estados Unidos un papel seguro tenía 1,5 o 1,6 % de tasa de interés efectivo anual, la Argentina pagaba el 12,34 %". Ese diferencial conllevaba implícito el riesgo de la inversión.

Página 12, 5 de febrero 2004

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