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31 août 2004

José Artigas, el verbo y la acción

 

El maestro, profesor de Historia de Movimiento Obrero y máster en Ciencias Sociales, Gonzalo Abella, nos presenta un interesante y profundo trabajo, con el que nos permite ayudar descubrir al prócer uruguayo José Artigas (1764-1850).

Por Gonzalo Abella
25 de agosto del 2004

Algunas preguntas que se nos han hecho :
 Artigas vivió en el Paraguay entre 1820 y 1850. ¿Por qué no quiso volver después de 1830, cuando ya éramos una República Independiente ?
 Leí en algún lado que cuando fue soldado del Rey, persiguió a los indios.
 Tuvo como ocho mujeres, ¿o no ?
 Nunca abolió la esclavitud.
 Su Reglamento proponía dar tierras a los ’negros libres’.

En realidad :

Artigas siempre quiso volver del Paraguay : impidieron esa vuelta sus enemigos, encaramados en el primer gobierno del Estado Oriental y después en el Gobierno colorado de la Defensa de Montevideo, durante la Guerra Grande de 1836 a 1851.

El Partido Colorado era el Partido de la Cisplatina, amigo de los imperiales y el colonialismo europeo.
Artigas siempre estuvo al tanto de lo que acontecía en la Banda Oriental y en Entre Ríos, y por los incontrolables caminos de los ríos selváticos y de los esteros y praderas mantuvo un contacto permanente con su gente.

Ya muy anciano, el Gobierno de la Defensa de Montevideo le ofreció un retorno en los barcos de la flota de intervención anglofrancesa (para ello viajó su hijo colorado José María).

Pero Artigas no quiso ser utilizado por los servidores de la invasión neocolonial, cuya flota había coordinado el mercenario italiano Garibaldi, junto a los ingleses y franceses.

Por otra parte, Paraguay no era el exilio : era parte de su Patria Grande, y el modelo paraguayo, aunque autoritario y contradictorio, tenía la ’dignidad arriba’ de la que el Estado Oriental de la época carecía.

Artigas nunca aceptó que la Provincia Oriental sufriera la constitución separatista, excluyente y racista del 18 de julio de 1830.

Lo que festejamos en Uruguay, el 18 de julio, es una constitución antiartiguista que mató la esperanza de negros e indios y devolvió la tierra y el dinero a las familias monárquicas como la de Batlle. Era una constitución para que gobernaran sólo los ricos al servicio de Inglaterra.

Artigas jamás persiguió a las comunidades indígenas. Después de vivir en el mundo gaucho desde los 14 años (o sea, en la hermandad con los indios y los perseguidos) se acogió a un indulto y fue soldado del Rey hasta 1811.

Cuando entra en el cuartel, comienza una ’doble vida’ apasionante. Va construyendo espacios de libertad por abajo (ayudado en secreto por los gauchos en el campo y por los franciscanos en la ciudad, asesorado por los indios, por Ansina y otros y otras afroamericanos).
Así va ayudando al entretejido de las redes populares multiculturales, y, al mismo tiempo, escribe partes militares en los que aparece como eficiente Capitán del Cuerpo de Blandengues de Frontera.

Claro que por la campaña pululaban bandas de asesinos sin escrúpulos, y en ellas había ’indios infieles’ que Artigas persiguió, procurando garantizar una seguridad que beneficiaba a todos.

Sin embargo, la prueba mayor de su apoyo secreto a los indios y a todos los prófugos es la lealtad sin límites con la que esos lo acompañaron después, desde febrero de 1811.

En la campaña, la pregunta acerca de a quién protegía Artigas todos esos años, era un secreto a voces, y su memoria y veneración se conservan hasta hoy.

La vida privada de Artigas ha dado pie a múltiples versiones. Lo único comprobado es su amor de juventud con Isabel Sánchez Velázquez, la vecina de Villa Soriano, separada de su primer marido, con la que tuvo hijos que reconoció.

Muerta ésta, su casamiento con Rosalía Rafaela Villagrán Artigas, que enloquece y queda al cuidado de su familia ; y, en el vértigo de Purificación, su amor por la lancera paraguaya Melchora Cuenca, la mamá de Santiago, quien lo abandona en Mandisoví (aunque los escritores machistas digan que es Artigas quien la deja a ella).

La paternidad sobre Andresito ha sido sólidamente desmentida. No así la del caciquillo charrúa Manuel, aunque yo afirmo que la carta que el joven indio exhibía, firmada por ’tu padre Artigas’, no significa paternidad biológica.

La supuesta relación sentimental con Clara Gómez, en Paraguay (relación que pudo existir : Artigas entra sin pareja a y con 56 años a ese país), no prueba la paternidad biológica sobre el hijo de Clara, bajo ningún concepto.

Otros niños, a los que la familia Artigas da su apellido, demuestran en realidad una relación de padrinazgo y el deseo de proteger a esos niños más allá de la muerte del padrino, en una época en la que no había mucha fidelidad en los testamentos y sólo los documentos de la Iglesia eran garantía sucesoria.
Artigas vivió 86 años y, de ellos, sólo los primeros 14 y los últimos 30 con cierta estabilidad (y eso si excluimos su breve encarcelamiento paraguayo en 1840).

Místico y muchas veces atormentado por las claudicaciones en su entorno, entregado de lleno a un proceso emancipador continental, no tuvo tiempo de ser el conquistador de mujeres que una literatura liviana sugiere.

La estrategia de Artigas fue delineada en consenso con grandes pensadores afroamericanos de la talla de Joaquín Lencina.

El verdadero Artigas era el de los fogones gauchos (’mi gente todavía no sabe leer’, dijo cierta vez), fogones multiculturales donde también había muchachos y muchachas de origen urbano que se sumaban al proceso liberador. Pero el fogón gaucho no levantaba actas ni archivaba las piezas oratorias de sus participantes.

Después Artigas debía ir (con la resolución del fogón) a los ’cabildos abiertos’, donde había que negociar con doctores y sectores de terratenientes, algunos de ellos esclavistas, cuyo apoyo a la revolución fue importante hasta 1816 (después se fueron pasando al enemigo).

Los ’cabildos abiertos’ tienen actas, pero el documento firmado allí por Artigas siempre es un documento de compromiso, de acuerdo ; siempre son resoluciones y reglamentos ’provisorios’, que el pueblo y el Cabildo montevideano interpretarán de manera muy diferente.

En el terreno de los hechos, mientras tanto, el propio Artigas va impulsando la desobediencia ’por abajo’ a las limitaciones que tuvo que aceptar en el terreno de los documentos.

Los enemigos solapados

Cuando la Liga Federal era más fuerte, cuando Artigas era el coordinador del trabajo descentralizado de los pueblos de seis provincias, se desata la segunda invasión portuguesa.

Un inmenso ejército avanza en forma de pinza de dos brazos por el Alto Uruguay y por las grandes lagunas del Este oceánico. Los pueblos misioneros, los charrúas, las familias afroamericanas en armas, los gauchos, todos se preparan a la defensa.

A la capital de los pueblos en armas, Purificación, llegan los chasques desde los inmensos confines de la América libre, Federal y agraria. Los poderosos han abandonado a Artigas. Festejan la invasión.

Las clases dominantes de Buenos Aires y Montevideo esperan liberarse de la ’opresión’ que el derecho de las mayorías ejerce sobre sus antiguos latifundios.

Otros oficiales lo han abandonado también, por otras causas : Oribe, consecuente independentista, se fue a Buenos Aires en 1817, criticando a Artigas por no poner disciplina entre indios y gauchos.

Oribe cuestiona la naturaleza multicultural de la propuesta y quiere un orden ’europeizante’ para los patriotas. Quedará, por su propia opción, fuera de los acontecimientos en suelo oriental hasta 1825.

Los combates son violentos. Cae prisionero Andresito, algunos caudillos provinciales pactan por separado con Buenos Aires, cae prisionero Lavalleja.

Y de pronto es sorprendido el campamento de Tacuarembó, la retaguardia principal de Artigas. La Historia Oficial habla de que los chasques fueron sorprendidos y fue capturado el plan de comunicaciones, pero es más fácil suponer una traición.

Además, hay datos que apoyan la traición, no sólo conjeturas. Hubo un oficial de Artigas, cambiante de bando por vocación, que pidió a Ramírez que asesinara al Protector, que recibió honores y condecoraciones del Imperio invasor.

El mismo, cinco años después, se enfrentó a los Treinta y Tres y ofrecía una recompensa de cinco mil patacones a quien le entregara la cabeza de Lavalleja y otros cinco mil para quien le entregara la cabeza de Oribe. Ese oficial, capturado por los patriotas en el arroyo Monzón, pidió perdón aterrorizado y cambió otra vez de bando.

Arrasó los pueblos misioneros sin autorización de sus nuevos jefes, dejando una estela de horror y robando objetos rituales de oro y plata.

También arrió como ganado a los indios misioneros hasta el Cuareim, y logró de los traidores y los colonialistas la presidencia de un Estado Tapón, para asesinar indios, vender muchachas cautivas para servicios sexuales, arrancar hijos del seno materno, enviar patriotas indios en jaula a Europa.

Además de fortalecer la esclavitud y después de cumplida su presidencia, inaugurar la tradición de los golpes de Estado.

Este oficial de Artigas se llamó Fructuoso Rivera, y muchos años después escribía cartas melosas a Artigas en el Paraguay, invitándolo a volver.

De todos los crímenes de Rivera, el más impactante fue la masacre sistemática contra los charrúas. Por eso los riveristas o cisplatinos de hoy intentan quitarle importancia a ese etnocidio y negar la importancia de lo charrúa como raíz nacional.

El discurso riverista-cisplatino, cuando alude a aquella época, no ataca directamente a Artigas, sino que relativiza los hechos. Es la fuente primaria de las afirmaciones que enfrenté en la primera parte de este trabajo.

Intenta demoler toda identificación del pueblo oriental con su raíz charrúa, acusando a los que la reivindicamos de ’charruistas’ y ’fundamentalistas’ como si negáramos, por nuestra parte, el noble aporte europeo aldeano, o las raíces africanas o nuestra otra raíz proveniente de los inmigrantes tape guaraní cristianos.

Los argumentos de los colorados (o cisplatinos) contra los charrúas fueron cambiando :

 1832 : hubo que matarlos porque eran salvajes incorregibles.
 1875 : eran la Barbarie, los venció el Progreso.
 1910 (después que aparecen las hermosas piedras pintadas y las piedras grabadas con símbolos geométricos) : los charrúas eran recién llegados, invasores que arrasaron con pueblos anteriores más cultos. Si los mantos charrúas tenían el mismo diseño que esas pictografías, afirma Orestes Araújo por entonces, se debe a que los débiles mentales imitan lo que no comprenden.
 1980 : es una lástima pero fueron víctimas del Progreso cuando el Estado Oriental quiso acabar con toda forma de Barbarie (Acosta y Lara).
 1980 : Desaparecieron porque eran muy primitivos, no se adaptaron. Si siguieron a Artigas, fue sólo por instinto salvaje de libertad.
 1990 : Los charrúas en realidad eran entrerrianos : los minuanos y guenoas de acá, que hablaban charrúa, no tenían nada que ver con los charrúas, eran bien diferentes (no se dice en qué). Bracco dice que los cartógrafos confundieron el río Uruguay con el Paraná y que en realidad la Banda de los Charrúas era Entre Ríos.
 1992 : Rivera enfrentó a los charrúas para defender a los guaraníes (algo así como que hay que matar zulúes para proteger a los esquimales).
 2001 : Se afirma que la palabra ’charrúa’ es una invención celta-gallega (qué raro, qué rápido la adaptaron los tobas, wichis, guaraníes...).
 2003 : un afamado político riverista cisplatino, el ex presidente (Julio María) Sanguinetti, habla en el Parlamento con motivo de la edición de un sello conmemorativo de Fructuoso Rivera y afirma que frente a la ’rigidez sustantiva’ de Artigas, típica de ’aquellos como iluminados’ aparece Rivera, caudillo de los guaraníes y los gauchos.
 2004 : En medio de la ofensiva riverista, se imprime un billete de cinco mil pesos con la imagen del genocida Rivera, y se transmite por canal 12 una miniserie de origen brasileño, con una historia falsificada sobre los farrapos, que levanta a Garibaldi como un héroe.

Y esto recién empieza.


* Gonzalo Abella (1947). Maestro de Primaria en Uruguay. Cursó estudios en Ciencias Sociales en Cuba y URSS (hasta 1979). Profesor de Historia del Movimiento Obrero en el Tecnológico del Tabaco en Pinar del Río desde 1980 hasta 1982 y en el tecnológico Estrella Roja carretera al Guatao, Provincia Habana, durante 1983. Máster en Ciencias Sociales con Mención en Educación (becario IDRC-Canadá) en 1988. Autor de novelas y cuentos publicados, y de ensayos históricos, entre estos Historia Diferente del Uruguay, Artigas : el Resplandor desconocido, además de dos recopilaciones sobre relatos sobrenaturales del campo uruguayo.

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