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10 mai 2014

Colombia marcha hacia una presidencial signada por las negociaciones de paz con las FARC

 

La irrupción de la « campaña sucia » en las elecciones presidenciales, convocadas para el 25 de mayo, consolida la posibilidad de que los comicios se resuelvan en la segunda vuelta del 15 de junio donde, muy probablemente, el apático electorado colombiano tenga que resolver, más que entre dos candidatos, entre dos posturas antagónicas sobre la continuidad de los diálogos de paz con la guerrilla.

Los sondeos de intención de voto coinciden en que hay un empate técnico entre el candidato del Partido Verde, Enrique Peñalosa, y el del Centro Democrático, el uribista Óscar Iván Zuluaga, para definir quién de ellos competirá con el presidente Juan Manuel Santos, que se perfila como seguro ganador de la primera vuelta.

La hipótesis de que el balotaje sea entre Santos y Zuluaga plantea de lleno al electorado la disyuntiva entre seguir o no seguir con las negociaciones de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que se desarrollan desde hace un año y medio en La Habana.

Pero si el contendiente de Santos fuera Peñalosa tampoco está descartado que la disyuntiva sea la misma. El ex alcalde de Bogotá llegó a la candidatura presidencial de la Alianza Verde sin el consenso de la totalidad del Partido Verde y para lograrlo tendió muchos puentes con los sectores de derecha, que se referencian mayoritariamente en el ex presidente Alvaro Uribe.

La analista de la política colombiana Arlene Tickner no descarta que en caso de quedarse sin candidato Uribe negocie para respaldar a Peñalosa. « Ese acuerdo puede ser explícito o implícito, pero esa opción sería un golpe demasiado fuerte para el Partido Verde », explicó en diálogo con Télam.

Por eso, frente a estas hipótesis, el eslogan de campaña de Santos es « Sí a la Paz », ya que el mandatario en busca de reelección es conciente de que, más que la campaña sucia desatada esta semana, una de las preocupaciones del electorado es si habrá paz en el horizonte, tras 50 años de guerra interna.

Una encuesta de la empresa Gallup difundida ayer indica que el 62 por ciento de la población cree que hay que seguir dialogando con las FARC hasta lograr un acuerdo, y un 34 por ciento considera que la mejor opción es derrotar militarmente a esa guerrilla.

Sin embargo, el 78 % de los consultados rechaza la posibilidad de que los miembros de las FARC puedan participar en política sin tener que pagar cárcel por sus crímenes.

« Lo que más está afectando las encuestas es el tema de la negociación con las FARC que está siendo manejado en forma bastante sucia por el uribismo, que está haciendo todo lo posible por sembrar dudas sobre esa negociación, mientras el Gobierno no está informando bien sobre el tema », sostiene Tickner.

A los colombianos también les interesan las cosas que tienen que ver con la gestión, pero ahí Santos tiene números adversos. Su imagen es desfavorable para el 58 % de la población y el 59 % desaprueba a su gobierno, según el mismo sondeo.

La encuesta muestra que de los cinco candidatos a la Presidencia el que mejor imagen tiene es Peñalosa, de la Alianza Verde, con el 54 por ciento, seguido por Clara López, del izquierdista Polo Democrático (48 %), Marta Lucía Ramírez, del Partido Conservador (46 %), el uribista Zuluaga (39 %) y por Santos (34 %).

Paradójicamente, Santos y Zuluaga, que son los que menos imagen favorable tienen, son los que registran mayor intención de voto en un electorado que tiene un promedio de ausentismo a las urnas que supera al 50 %.

En este esquema, es evidente el tono electoral de la controversia entre oficialistas y uribistas que recrudeció a comienzos de esta semana, cuando la Fiscalía General reveló que había descubierto un complot para hacer fracasar el proceso de paz por parte de una red de espionaje que logró penetrar cuentas de correo electrónico estrechamente vinculadas a las negociaciones.

El presunto autor de las interceptaciones, Andrés Sepúlveda, se reveló rápidamente como miembro del equipo de redes sociales de la campaña de Zuluaga, lo que de inmediato dio argumentos a la coalición de gobierno Unidad Nacional para lanzar acusaciones contra los « uribistas », a los que califica abiertamente de « neofascistas ».

El escándalo le costó el puesto al coordinador de la campaña de Zuluaga, Luis Alfonso Hoyos, apenas se supo que el mes pasado visitó junto con el hácker un canal de televisión en busca de que se publicara información que comprometía a la campaña de Santos con un supuesto apoyo de las FARC para su reelección.

En medio del pedidos de renuncia a Zuluaga y de solicitudes para que la Fiscalía lo investigue por la actuación del hácker, que está detenido, Uribe salió en defensa de su candidato y acusó a Santos de haber recibido dos millones de dólares de narcotraficantes en la campaña electoral de 2010.

Un detalle no menor es que en esas elecciones Santos era considerado el « delfín » de Uribe, como le recordaron rápidamente al líder de la derecha radical de Colombia.

La denuncia de Uribe hace pie en la información que publicó el último fin de semana el diario El Espectador, con documentos que afirman que tres jefes narcos le entregaron 12 millones de dólares al publicista venezolano Juan José Randón, jefe de la campaña de Santos, para que gestionara ante el gobierno un mecanismo que les permitiera entregarse a la Justicia a cambio de no ser extraditados a los Estados Unidos. Ese acuerdo no se cristalizó, pero Rendón tuvo que renunciar a la campaña.

Sin embargo, todo este intercambio de artillería electoral no pareciera hacer mucha mella en el electorado. « La gente lo ha tomado con la habitual apatía. Eso no escandalizó a la gente, como tampoco lo logra que los políticos mientan y luego se desdigan », concluyó Tickner.

Télam. B. A., 9 de mayo de 2014.

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