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Alain Bertrand es cofundador del SEL de París y del SEL’id, que agrupa actividades al servicio del conjunto de los SEL (rue des Bourgades, 07140 Les Vans - www.selidaire.org). Pascale Delille es miembro del SEL’idario y del SEL de París.
En la economía neoliberal, el dinero falta para cubrir necesidades legítimas y valorizar competencias que serían más que útiles. Ante este callejón sin salida, los de SEL proponen combinar democracia participativa y creación de monedas locales, para solventar todo lo que contribuye a reforzar el vínculo social.
Hoy en día, los nuevos mercados se crean sobre la destrucción de aquéllos a los que se sustituye y las ganancias de productividad se establecen prioritariamente sobre la disminución de las masas salariales y sobre los nuevos saqueos de los recursos naturales. Actualmente, ¿quién no es consciente de que más una empresa es importante, más esta puede concederse el derecho de "externalizar" sus costos ecológicos y sociales ? Del mismo modo, los mercados financieros, que son los vampiros por excelencia de toda la actividad económica y social, pasaron a ser los campeones del "lucro" en detrimento de la economía real y perduran adaptándose a las quiebras bursátiles sucesivas, gracias a sus reglas de juego ad hoc. Ya que si los beneficios se privatizan, se apresuran en "socializar" las pérdidas poniendo así a los Estados y a sus poblaciones a contribución.
El dinero falta para cubrir necesidades legítimas. Contrariamente, las actividades ecológicas, sociales y culturales son consideradas en el mayor de los casos como improductivas y en el peor de los casos como verdaderos pozos financieros sin fondo. De esta manera, en el sector de la educación, es necesario "desengrasar al Mamut" ; asistimos al cierre de las maternidades y pequeños servicios hospitalarios locales ; se necesita "colmar el agujero de la Sécu" ; nos apiadamos sobre la desertización de las campañas mientras que se suprimen las clases primarias, oficinas de correos y estaciones ferroviarias que hacían viables las pequeñas ciudades ; las medidas que deben adoptarse en cuanto a la ecología deben probar su rentabilidad en los mercados del medio ambiente.
Los servicios públicos en general son considerados como obstáculos para desarrollo económico y conviene privatizarlos, como lo previó la Organización Mundial del Comercio por medio de un Tratado, el AGCS (Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios). "Señal del tiempo", se asiste también a una evolución de la lengua : si nos parece cómico aún enterarnos que los empleados de la Agencia Nacional para el Empleo deben tratar a sus compatriotas de "clientes", se podría apostar sin duda que esta terminología terminará siendo una evidencia en algunos años.
Para la economía llamada "neoliberal", que consigue actualmente evacuar los poderes políticos que constituyen así un obstáculo al comercio, no es más que un objetivo : reforzar la esfera de la puesta en mercado del mundo, sin sentimiento alguno para los excluidos del banquete del gran consumo. "Las poblaciones más pobres harán una vez más los gastos de una política destinada a salvar bancos e inversores privados", resume Yves Tavernier, diputado del PS, en el informe de la comisión de las finanzas de la Asamblea nacional titulado "El FMI, Banco Mundial : una noche de un 4 de agosto". Observaciones que ilustran bien la política de estos dos campeones del neoliberalismo que se convirtieron el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Son pues intereses privados que determinan los valores y las riquezas de nuestras sociedades. Esta es la razón por la cual, pese a la "reanudación", existen siempre numerosas necesidades para una población poco solvente mientras que en paralelo, los conocimientos o técnicas que podrían responder a estas necesidades siguen siendo sin explotación ya que son considerados como no rentables según esta misma lógica. El dinero falta a la base para cubrir necesidades legítimas y valorizar competencias o disponibilidades que serían sin embargo útiles : es este papel de herramienta de conexión para garantizar la cohesión social que se trata de reconstruir.
En este tiempo de aspiración ascendente a la ciudadanía activa y participativa, crear espacios públicos de debate (sobre el modelo de las ágoras griegas, y además sumando a las mujeres y a los extranjeros) donde se pueda intercambiar información e intentar elaborar un interés colectivo se convierte en una prioridad, que requerirá un pasaje al acto para perennizar. Pero parece ser necesario de sujetar estas acciones del mundo económico para no permanecer en un cuento de hadas. Efectivamente, solo el control de la financiación permite la autodeterminación de los grupos y la autonomía de los proyectos. Si los centros de decisión y los medios de acción se encuentran en otros lugares, estas consultas, consejos de desarrollo y otras bases de la ciudadanía se asimilarán rápidamente al estéril folclore democrático.
Combinar democracia participativa y monedas locales
Sólo un margen de maniobra político y sobre todo financiero, permitirá que las decisiones de grupo no sean enteramente tributarias de las validaciones y subvenciones institucionales. Dos experimentaciones nos parecen interesantes desde este punto de vista : el presupuesto participativo de la ciudad de Puerto Alegre (experiencia de democracia participativa que determina las orientaciones del presupuesto municipal) y las monedas locales del SEL, la mayoría indexadas en el tiempo. La combinación de los dos sistemas parece complementaria, en la medida en que pueden relevarse. El proceso democrático encuentra una nueva amplitud si este desarrolla la gestión y la utilización de una moneda que va a permitirle, entre otras cosas, hacer solvente lo que refuerza el vínculo social. No se trata de comercializar (¡Incluso en moneda local !) todas las actividades humanas, pero de crear un reapropiación comunitaria de las modalidades de valorización de lo que se ha reconocido como útil o satisfactorio para el grupo y que permite la máxima participación de sus miembros en la circulación de los intercambios, comerciales y no comerciales.
Hacia un carácter financiero
Tomemos el ejemplo de Ithaca (Estado de Nueva York), dónde comerciantes participan en la experimentación llevada a cabo por una asociación que puso en circulación una moneda no convertible en dólares, pero convertible en tiempo (basada en la idea de los bancos del tiempo de Italia) : pasar el tiempo brindando servicios o transmitiendo conocimientos se convierte en mercancías y otros bienes de consumo.
Se podría imaginar que empresas, cooperativas o mutuales (y todas las estructuras que fundan hoy la economía social y solidaria) integran parcialmente el funcionamiento de estas monedas sociales : por ejemplo, decidiendo promover productos de comercio equitativo o producciones locales en circuito de proximidad para apoyar el desarrollo local de una región en dificultad, podrían garantizar en moneda oficial la parte integrada en moneda social en el sistema o sus costos de funcionamiento ; sus clientes, miembros o societarios, serian solicitados de manera preferencial para formar parte de la red. A cambio, las estructuras de la economía social y solidaria podrían beneficiarse de servicios específicos prestados en tiempo de disponibilidad por estos mismos miembros.
En efecto, estos tendrían un gran interés en dar su tiempo a cambio de esta moneda que les permitiría tener acceso a bienes de consumo o servicios. Las mutuales podrían así suscitar una reinversión de su funcionamiento democrático a través de este desafío a corto plazo, que permitiría a los miembros orientar el método de participación de su mutualidad. El voluntariado podría también valorizarse. Se podrían además prever incentivos fiscales para desarrollar, por ejemplo, el vínculo social que permite integrar y valorizar a los individuos, reducir la violencia (tanto entre la gente como en contra de las instituciones) y disminuir las patologías individuales (aquéllas resultantes del desprecio de su propia imagen que conducen a la depresión, al alcoholismo o al maltrato familiar). Entonces, las economías realizadas sobre los costos sociales (gastos médicos, daños materiales, etc.) deberían ampliamente compensar las ventajas fiscales o la ausencia de IVA en los intercambios. Sería, en cualquier caso, menos costoso para la colectividad. Todos los protagonistas de estas redes de intercambios monetarisados deberían encontrar un interés intrínseco al participar (en el catálogo del SEL, por ejemplo, todo el mundo puede ofrecer y también ser solicitado), el tiempo en el que se instale la confianza necesaria para todo sistema monetario.
Una moneda pedagógica al servicio de la política
Una moneda de proximidad, sostenida por la confianza y las actividades del grupo, se convierte así en un instrumento pedagógico para relativizar el poder del dinero. Esta moneda, creada por el grupo para facilitar su funcionamiento y permitir la circulación transitiva de los intercambios y del vínculo social, se coloca bajo su control. Así pues, este grupo puede experimentar (y solucionar), en una área que permanece a su alcance, las disfunciones que pueden encontrarse en una mayor escala. Y puede modificar las normas de uso si la necesidad se hace sentir o si fuera necesario (lo que puede permitir extrapolar diciéndose que bastaría de una voluntad colectiva para cambiar las reglas del juego de las finanzas internacionales, que solo sirven a un número cada vez más limitado de personas y perjudican a la gran mayoría). La práctica concreta de la democracia en una esfera local permite a los miembros del grupo de reencontrar esta legitimidad, volver a entablar con la potencia y las posibilidades de acción del colectivo, por lo tanto de salir del fatalismo y de la sumisión (o de la violencia de la rebelión individual).
Esta moneda que tendrá obviamente un uso limitado, contará inevitablemente con necesidades que deberán negociarse en moneda oficial : es allí donde la experiencia del presupuesto participativo debe retransmitir esta primera práctica para venir así a completarla. En la prolongación de una moneda de proximidad, el grupo guarda el control del uso del dinero y encuentra así una potencia de acción que vuelve a dar todo su sentido al funcionamiento democrático.
Traducción del español para El Correo : Daniela Gauthier
Por Alain Bertrand et Pascale Delille
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