Portada del sitio > Fil rouge > UNA NUEVA ERA DE TINIEBLASChris Hedges
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EL CAIRO, Egipto - Estoy en El Cairo, a 320 km de la frontera con Gaza, en Rafah. En el norte del Sinaí egipcio, 2.000 camiones cargados de bolsas de harina, tanques de agua, alimentos enlatados, suministros médicos, lonas y combustible están aparcados sobre la arena ardiente. Los camiones están parados bajo un sol abrasador, mientras la temperatura se eleva a 35°C.
A pocos kilómetros, en Gaza, decenas de hombres, mujeres y niños, en tiendas improvisadas o edificios dañados entre los escombros, son masacrados cada día por balas, bombas, misiles, proyectiles de los tanques, las enfermedades infecciosas y el arma más antigua de la guerra del bloqueo: el hambre.
Una de cada cinco personas está amenazada de inanición tras casi tres meses de bloqueo israelí a la ayuda alimentaria y humanitaria.
El Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que ha lanzado una nueva ofensiva que está matando a más de 100 personas al día, ha declarado que nada ni nadie detendrá este asalto final, bautizado « Operación Carros de Gedeón ».
« Nada ni nadie » impedirá que Israel continúe la guerra, declaró, « aunque se libere a los rehenes israelíes que siguen retenidos. Israel destruye cada vez más casas » en Gaza. Los palestinos « no tendrán ningún lugar al que volver ».
« La única salida posible para los gazatíes es emigrar de la Franja de Gaza », dijo a los legisladores en una reunión filtrada y a puerta cerrada. « Pero nuestro principal problema es encontrar países que los acojan ».
Los 15 km de frontera entre Egipto y Gaza se han convertido en la línea divisoria entre el Sur y el Norte, entre un mundo de violencia industrial salvaje y la lucha desesperada de personas rechazadas por las naciones más ricas. Marca el fin de un mundo en el que el derecho humanitario, las convenciones que protegen a los civiles y los derechos más fundamentales aún tenían sentido. Encarna una pesadilla hobbesiana en la que los fuertes crucifican a los débiles, en la que ninguna atrocidad, incluido el genocidio, está fuera de los límites, en la que la raza blanca del Norte vuelve a la barbarie atávica y desenfrenada y a la dominación que definen el colonialismo y nuestra larga historia de saqueo y explotación. Volvemos en el tiempo a nuestros orígenes, orígenes que nunca han desaparecido, pero que se enmascaran con promesas vacías de democracia, justicia y derechos humanos.
Los nazis son los cómodos chivos expiatorios de esta herencia común europea y estadounidense de asesinatos en masa, como si los genocidios que perpetramos en América, África y la India nunca hubieran ocurrido, como si fueran insignificantes notas a pie de página en nuestra historia colectiva.
En realidad, el genocidio es simplemente la moneda de cambio de la dominación occidental.
Entre 1490 y 1890, la colonización europea, incluidos los actos de genocidio, provocó la muerte de casi 100 millones de indígenas, según el historiador David E. Stannard. Desde 1950 se han producido no menos de veinte genocidios, entre ellos los de Bangladesh, Camboya y Ruanda.
El genocidio de Gaza forma parte de un patrón recurrente. Es un presagio de futuros genocidios, especialmente con el cambio climático y los cientos de millones de personas obligadas a huir para escapar de la sequía, los incendios, las inundaciones, la disminución de las cosechas, el colapso de los Estados y las muertes masivas. Es un mensaje sanguinario que estamos enviando al resto del mundo: lo tenemos todo, y si intentan quitárnoslo, los mataremos.
Gaza pone fin a la mentira del progreso humano, al mito de que evolucionamos moralmente. Sólo cambian los medios. Antes matábamos a nuestras víctimas a golpes o a espadazos; hoy lanzamos bombas de 900 kilos sobre campos de refugiados, ametrallamos familias desde drones militarizados o las pulverizamos con proyectiles de tanques, artillería pesada y misiles.
El socialista del siglo XIX Louis-Auguste Blanqui, a diferencia de casi todos sus contemporáneos, rechazó la creencia de Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Karl Marx de que la historia humana sigue una progresión lineal hacia la igualdad y una mayor moralidad. Advirtió contra este positivismo absurdo, que los opresores utilizan pa
ra desempoderar a los oprimidos.
« Todas las atrocidades de los vencedores, la serie interminable de sus opresiones, se transfiguran fríamente en una evolución constante e ineluctable, como la de la naturaleza... Pero la sucesión de los asuntos humanos no es ineluctable, como la de las cosas en el universo. Puede invertirse en cualquier momento », advirtió Blanqui.
Los avances científicos y tecnológicos, lejos de ser sinónimo de progreso, podrían « convertirse en un arma terrible en manos del Capital contra el Trabajo y el Pensamiento ».
« Porque la Humanidad », escribió Blanqui, « nunca está inmóvil. Avanza o retrocede. Su marcha progresiva la lleva hacia la igualdad. Su curso regresivo pasa por todas las etapas de la esclavitud humana, hasta la de la propiedad, expresión última del derecho ». Y añade: « No soy de los que afirman que el progreso es una conclusión inevitable y que la Humanidad no retrocede ».
La historia de la Humanidad está marcada por largos periodos de vacuidad cultural y represión brutal. La caída del Imperio Romano trajo miseria y represión a toda Europa durante la Edad Media, aproximadamente del siglo VI al XIII. Se produjo un declive en el dominio técnico y la innovación, sobre todo en la construcción y mantenimiento de acueductos. El empobrecimiento cultural e intelectual condujo a la amnesia colectiva. Las ideas de los antiguos eruditos y artistas fueron borradas. No fue hasta el siglo XIV, con el Renacimiento, cuando se produjo un renacimiento, en gran parte gracias al florecimiento cultural del Islam que, mediante la traducción de Aristóteles al árabe y otros logros intelectuales, preservó la sabiduría del pasado.
Blanqui era consciente de los giros trágicos de la Historia. Participó en una serie de revueltas en Francia, incluido un intento de insurrección armada en mayo de 1839, el Levantamiento de 1848 [Primavera de los Pueblos] y la Comuna de París, un levantamiento socialista que controló la capital francesa del 18 de marzo al 28 de mayo de 1871. Los trabajadores de ciudades como Marsella y Lyon intentaron sin éxito organizar comunas similares antes de que la Comuna de París fuera aplastada por el ejército.
Estamos entrando en una nueva era de tinieblas. Esta era utiliza las herramientas modernas de la vigilancia masiva, el reconocimiento facial, la inteligencia artificial, los drones, la policía militarizada, la supresión de los juicios justos y las libertades civiles para imponer la arbitrariedad, la guerra constante, la inseguridad, el desorden y el terror, todas ellas características comunes a la Edad Media.
Creer en el cuento de hadas del progreso humano como única salvación, es ser pasivo frente al poder despótico. Sólo la resistencia, definida por la movilización de masas, por la perturbación del ejercicio del poder, en particular contra el genocidio, puede salvarnos.
Las campañas de exterminio masivo desatan los instintos salvajes que yacen latentes en todos nosotros. Una sociedad regulada, con sus leyes, códigos, policía, prisiones y reglamentos, como tantas formas de coerción, mantiene estos instintos bajo control. Si se eliminan estos frenos, los seres humanos se convierten, como vemos con los israelíes en Gaza [Y con Milei en Argentina, en El Salvador o en Ecuador, etc], en depredadores asesinos, que se deleitan en la embriaguez de la devastación, incluida la de mujeres y niños. Ojalá fuera sólo una suposición. Pero no lo es. Es lo que he presenciado en todas las guerras que he cubierto. Casi nadie se escapa a ello.
A finales del siglo XIX, el monarca belga Leopoldo de Bélgica (1859-1869) ocupó el Congo en nombre de la civilización occidental y la abolición de la esclavitud, pero saqueó el país, causando la muerte, por enfermedad, hambre y asesinato, de unos 10 millones de Congoleños.
Joseph Conrad plasmó esta dicotomía entre lo que somos y lo que pretendemos ser en su novela « El corazón de las tinieblas », y en su relato corto « An Outpost of Progress ».
En este último, cuenta la historia de dos comerciantes europeos, Carlier y Kayerts, que son enviados al Congo. Afirman estar en África para establecer la civilización europea. El aburrimiento, la opresiva rutina y, sobre todo, la ausencia total de condicionantes externos convierten a los dos hombres en bestias salvajes. Intercambian esclavos por marfil. Se pelean por la escasez de alimentos y provisiones. Kayerts acaba asesinando a su compañero desarmado Carlier.
« Eran sólo dos individuos perfectamente insignificantes e incompetentes », escribe Conrad sobre Kayerts y Carlier, « cuya existencia sólo es posible gracias a las complejas estructuras de la civilización. Pocos hombres se dan cuenta de que su vida, la esencia misma de su naturaleza, sus capacidades y su audacia no son más que la expresión de su creencia en la inocuidad de su entorno. El valor, la compostura, la confianza, las emociones y los principios, todos los pensamientos, grandes o insignificantes, no pertenecen al individuo sino a la multitud, la multitud que cree ciegamente en la fuerza irresistible de sus instituciones y de su moral, en el poder de su policía y de su opinión. Pero la confrontación con la barbarie pura y absoluta, con el hombre y la naturaleza primitivos, da lugar a una súbita y profunda perturbación en el corazón de los hombres. Al sentimiento de ser el único de su especie, a la percepción clara de la soledad del espíritu y de sus sensaciones, a la negación de lo familiar, fuente de seguridad, se añade la confirmación de la desorientación, fuente de peligro. La evocación de realidades vagas, incontrolables y repulsivas, cuya perturbadora intrusión excita la imaginación y pone a dura prueba los civilizados sentidos de sabios y necios por igual ».
El genocidio de Gaza ha hecho añicos los subterfugios que utilizamos para engañarnos a nosotros mismos y a los demás. Se burla de todas las virtudes que decimos defender, incluido el derecho a la libertad de expresión.
Es un testimonio de nuestra hipocresía, de nuestra crueldad y de nuestro racismo. Después de proporcionar miles de millones de dólares en armas y perseguir a quienes denuncian el genocidio, ya no podemos alegar ninguna superioridad moral.
A partir de ahora, nuestro lenguaje es el de la violencia, el del genocidio, el de los aullidos inhumanos de una nueva era de tinieblas en la que el poder absoluto, la codicia desenfrenada y la barbarie sin límites dominarán el mundo.
Chris Hedges pour son blog Chris Hedges
Original : « The New Dark Age » May 17, 2025
Chris Hedge. Usa, 17 mayo 2025.
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Traducido del inglés para El Correo de la Diaspora por: Carlos Debiasi
El Correo de la Diáspora. París, 19 de Mayo de 2025.