Portada del sitio > Reflexiones y trabajos > Soberanía, Estado y paz civil.Francia y la Unión europea en déficit democrático
por
Todas las versiones de este artículo: [Español] [français]
Francia y la Unión europea padecen hoy un déficit democrático. Se trata de una situación ampliamente reconocida aunque existan diferentes interpretaciones acerca de las causas que la originan. Algunos como el Partido de Izquierda, aunque no solamente, sueñan con una reforma institucional que desemboque en una nueva Constitución que instalaría la VI República que es lo que anhelan.
Pero para que tal cambio tenga sentido, para que produzca los efectos deseados, sería necesario en primer término que Francia vuelva a ser un Estado soberano algo que ya no es. Hombres y mujeres políticos de todo color se adueñan de esta temática. Hasta se ve a un antiguo presidente de la República, Nicolás Sarkozy para mencionar alguno, que estuvo sin embargo en los orígenes del Tratado de Lisboa y que negoció el tratado presupuestario europeo llamado TSCG, retomar esa idea. Salvo que se crea que está realizando una autocrítica, tan típico de la cultura estalinista, pero que en este caso estaría más que justificada, habría que sospechar que se trata de una dudosa sinceridad. Ciertamente, así como Clovis se convirtió desde el arrianismo a la ortodoxia cristiana de su tiempo tal como fuera definida por los concilios del siglo IV, tal vez esté dispuesto a adorar lo que quemó y a quemar lo que adoró. Pero ante los evidentes zigzags de su reciente trayectoria política uno tiende a dudar seriamente de su sinceridad. Tanto en uno como en otro caso, es de temer que recurriendo a la fórmula de Giuseppe Tomasi di Lampedusa en El Gatopardo los hombres y las mujeres políticos vociferan a los gritos que es necesario cambiarlo todo enmascarando el deseo de que nada cambie.
Los límites de las respuestas institucionales
Si bien existen, de hecho, muchos actores políticos que constatan esa pérdida de soberanía, son muy pocos los que muestran signos tangibles de querer reconstruirla. Y menos aún parecen comprender realmente lo que eso implica. Consideremos por lo menos este punto de partida que pareciera ser compartido por muchos franceses que se definen tanto de « derecha » como de « izquierda »: no tiene sentido debatir acerca de las instituciones si Francia ya no es un Estado soberano. Esta reflexión coloca ya de entrada el tema de la soberanía en el centro del debate.
No es que el tema de las instituciones no es que, por otra parte, el tema de las instituciones no tenga importancia. Pero sería necesario no olvidar que no es cambiando las instituciones como se resuelve una crisis política y ponernos de acuerdo sobre dónde estamos y qué es lo que queremos cambiar. Aunque esto decepcione a mis amigos del Partido de Izquierda, es necesario aceptar que ya estamos en una VI República Tal es el motivo por el que se debe ser más escéptico acerca de la campaña iniciada por este partido convocando a pasar a la “sexta república” Tengo bastante miedo de que detrás de la grandilocuencia de algunas declaraciones se oculte sobre todo un gran vacío político. El verdadero problema es saber cómo se compatibiliza la soberanía nacional con la construcción europea. Sin embargo, es necesario acordar, hoy en día que no se puede defender un proyecto europeísta, ciertamente corregido, ciertamente modificado, pero que aún subsiste como un proyecto europeísta y pretender de buena fe restaurar la soberanía nacional. Beber o conducir, es necesario optar dice el eslogan; entre la malsana ebriedad además del federalismo y la dura tarea de conducir a los pueblos hacia la reapropiación de su soberanía, no pueden existir arreglos. Esa desesperada tentativa de conciliar lo inconciliable ha provocado una pérdida de legibilidad de la alianza en la cual se mueve el Partido de Izquierda y explica en gran medida, los pésimos resultados que obtuvo en oportunidad de las elecciones europeas de 2014.
En realidad estamos ya en una sexta república. Es cierto que no han sonado las trompetas ni tampoco solemnes toques de tambor. Este cambio se ha ido haciendo por etapas con un progresivo deslizamiento hacia una pérdida de la soberanía y una negación de la democracia. La decisión de Jacques Chirac de alinear el mandato del Presidente de la República con el de la Asamblea Nacional ha sido uno de los más significativos. Ha creado una diarquía en la cima del Estado, convirtiendo al Presidente en jefe de la mayoría parlamentaria sin que esté ligado a ninguna responsabilidad frente al Parlamento. Esto lleva a confundir las responsabilidades el Primer Ministro con las del presidente. Ahora bien, la idea de los constituyentes de 1958, tanto el gaullista Michel Debré como Guy Mollet el dirigente del SFIO, era deslindar las dos funciones, en la medida en que eran conscientes de que era necesario separar la encarnación de la legitimidad del ejercicio de la autoridad legal directa del poder. La reforma que hizo el General De Gaulle, introduciendo el sufragio universal en la elección del presidente de la República no constituía una negación sino por el contrario el fortalecimiento de esa idea. Este equilibrio era por lo menos inestable. Lo vimos en la elección de Georges Pompidou que se adueñó de una parte de las competencias del ministerio de economía y de finanzas y que luego de los sucedido cuando Jacques Chaban-Delmas fue primer ministro las confió a un ejecutivo, ciertamente de calidad pero un ejecutivo, en la persona de Pierre Messmer.
Una derivación que se vió agravada por los caprichos de Valery Giscard d’ Estaing, de quién se puede pensar que alimentaba una vieja oposición a la Constitución y de François Mitterrand, que fue uno de los opositores históricos de esa misma Constitución. Pero fue necesario esperar al presidente siguiente para que eso fuera plasmado en los textos y que el pivotaje de nuestras instituciones se convirtiera en una realidad institucional. Fue Jacque Chirac quién puso al Presidente y al Primer Ministro en el mismo plano. Desde entonces, la función del Primer Ministro se vuelve indistinta y la legitimidad de que dispone el Presidente lo lleva a abusar de su poder. Esta situación originó con Sarkozy la expresión « hiper-presidente » que muestra bien a las claras este desvío. Jean-Pierre Chevènement previendo las consecuencias de este desequilibrio, había propuesto que se suprimiera la función del Primer Ministro transformando a Francia en una verdadera República presidencialista, siguiendo el modelo de los Estados Unidos, pero no fue escuchado.
¿París o Bruselas?
Este cambio es significativo debido a la nueva dinámica política que implica. Sin embargo se ha producido el cambio más profundo, como sucede a menudo, lo ha producido la práctica y está vinculado a las relaciones entre la República Francesa y las instituciones europeas. En primer término la interpretación del Tratado de Maastricht comenzó a despojar a la República de una parte de su soberanía. Pero, y esto es por lejos lo más importante, las reacciones de la clase política al rechazo del Proyecto de Tratado Constitucional de Europa 2005, han sido en cierto sentido fundantes. Este proyecto, en sí, si bien abría un período de incertidumbre para las instituciones europeas se hallaba perfectamente en la misma lógica de las instituciones francesas. El pueblo es consultado, expresa su decisión y es tenido en cuenta. Sabemos bien que no fue así como sucedieron las cosas. A los franceses se les robó su voto, fueron despojados de su soberanía por un pase de manos en el que convinieron los dos grandes partidos que se reparten el poder. Y se proclamó entonces que no se volvería a hacer consultas sobre el tema europeo. Fue un AVEU muy pesado. El hecho de que Nicolas Sarkozy se acuerde actualmente de la importancia de los procedimientos referendarios, pero desnaturalizando radicalmente su sentido, no debe ilusionarnos. Fue sin embargo una amplia mayoría de la clase política la que decidió que no se volvería a consultar a los franceses sobre el tema. Esta decisión selló el abandono de nuestra soberanía y el de una vía que conduce a las instituciones francesas, pero también europeas, hacia prácticas cada vez menos democráticas.
Ahora bien, este abandono de la soberanía que va de la mano del abandono de las principales funciones del Estado y del Parlamento, como se pone en evidencia en los debates presupuestarios que tienen lugar bajo la espada de Damocles de una comisión europea rendant désormais des avis régaliens, induit en vérité un délitement de l’Etat. Un Estado mensurable a partir de las dramáticas oscilaciones que se han manifestado de diversas maneras y en las que la mayor laxitud puede acompañar, algunas semanas más tarde, a la más imbécil brutalidad y digámoslo sin vueltas, asesina. Lo que sucedió en el lugar de las obras del embalse de Sievens hubiera debido generar una comisión de investigación parlamentaria. En el marco de una gran tradición antidemocrática se ha cargado a un funcionario subalterno lo que evidentemente ha sido responsabilidad de la totalidad de la cadena de mandos, llegando hasta el prefecto y quizá también al ministro. “Cuando ya no se tiene honor, tampoco se tiene familia” le hace decir Víctor Hugo al héroe de El rey se divierte. Cuando ya no se tiene estado tampoco se tiene paz civil, nos vemos obligados a comprobarlo hoy en día.
La « guerra civil fría »
Dada la multiplicación de conflictos que se producen actualmente, tanto en Francia como en el resto de Europa y su carácter aparentemente inexpiable se nos plantea la pregunta de si estaremos comenzando a vivir una especie de guerra civil fría. ¿Ya no hay lugar para « vivir juntos »? Los conflictos son en cierto sentido naturales y legítimos a condición de que puedan desembocar en compromisos que permitan superarlos. Pues bien, esa capacidad de encontrar, aún en el seno mismo del conflicto, lo que permita unir las partes presentes pareciera haber desaparecido. Y también es muy cierto que desde hace cerca de un siglo la oposición entre ricos y pobres no ha sido tan profunda ni la ruptura social ha parecido tan radical.
¿Será la guerra civil fría el porvenir que acecha a nuestras sociedades y especialmente la francesa? Parece de temer si leemos la prensa. Y más generalmente el délitement de la sociedad que comprobamos actualmente desde hace varios años pareciera plantear abruptamente y al primer jefe el tema de la « vida en común ». Ante el aumento de esta anomia [1] se nos plantea esta enorme pregunta: ¿qué es lo que « constituye la sociedad »? Y aún más podemos plantearnos la pregunta de « qué es lo que forma la sociedad » sin preguntarnos al mismo tiempo, en qué sociedad queremos vivir.
Sabemos que desde ahora vivimos muchos siglos, en sociedades muy heterogéneas. Una heterogeneidad que hasta ahora había sido normalizada, contenida, parece volverse insoportable. Es una heterogeneidad religiosa; evidente a partir del siglo XVI y especialmente desde la Reforma. También social y desde hace tiempo con la diversificación de las actividades, de los status y de los intereses materiales. También en parte lo es cultural. Esta heterogeneidad alcanza en consecuencia a la totalidad de nuestros aspectos vitales. Podemos considerar que esta heterogeneidad es necesaria desde el momento que aporta una mezcla permanente a nuestras sociedades. Sería fácil demostrar el enriquecimiento que la cultura y más aún la cultura política debe a dicha heterogeneidad. Pero también resulta profundamente perturbadora y factor de crisis. Es una realidad imposible de negar si no queremos caer en un angelismo destructor. Existe allí, en consecuencia, una dialéctica imposible de remontar y en la que estamos obligados a vivir.
Una reacción natural viene a negar esta heterogeneidad, e instala una religión, una actividad social, como norma. Entonces el peligro de pasar rápidamente de una guerra civil fría a una guerra civil caldeada, con todos sus horrores, se vuelve enorme. Los ejemplos en Medio Oriente no dejan de mostrarnos sociedades despedazadas por su rechazo de la heterogeneidad. Existe sin embargo otro modo de tratar de negar esta heterogeneidad. La ideología del relativismo absoluto que caracteriza lo que llamamos pensamiento « post moderno » dedicado a considerar que lo que concebimos, a justo título, como diferencias, no lo son. Pero esta ideología que se prende tolerante produce en realidad una profunda intolerancia, pretendiendo negar las diferencias. La tolerancia, el « vivir junto » con el Otro, implica que uno debe definirse y definir al Otro, que reconozca que Yo y el Otro son dos personas diferentes. Solo bajo esta condición y solo bajo ella se puede hablar de tolerancia. De modo que la primera reacción nos conduce a la masacre pero la segunda nos desarme intelectualmente y no nos permite pensar el « vivir juntos » volviendo así totalmente ineluctable la masacre.
La heterogeneidad social se combina con la descentralización económica, por el hecho de que las decisiones se hallan separadas de los actores. Esta combinación conduce a mecanismos económicos marcados por el sello de la incertidumbre radical [2] La necesidad de encontrar soluciones a situaciones marcadas por esa incertidumbre, la incapacidad de conducir a la economía hacia un sistema probabilístico como lo es el proyecto de la « nueva economía clásica » [3] que otorga un lugar central a las instituciones [4]. Ahora bien, solo puede haber instituciones en una sociedad, un conjunto de seres humanos que aceptan, al menos temporariamente, las mismas reglas. Es necesario pues que ese grupo se convierta en sociedad. Pero es necesario construir esas reglas, jamás caen del cielo. El proceso de generación de reglas y de instituciones fue detallado en otro artículo [5]. Se señala aquí que es evidente que en un mundo que no conoce la perfección informativa [o su perfecta distribución [6] y en el que las preferencias individuales dependen de los contextos [7], la importancia de las accione sociales y en particular las acciones colectivas [8]. La actividad social está en primer término y es fundante. Una sociedad no es un conjunto de individuos movidos solo por preferencias intangibles y por la maximización de su bienestar, como describen los economistas a estas corrientes de pensamiento que llamaremos « mainstream » [9] pero también los sociólogos que han abdicado de las bases de su disciplina [10] Por lo tanto el tema de la vida en común, de formar una sociedad es fundamental lo que a su vez vuelve remitirnos al tema de la Soberanía.
Jacques Sapir para RussEurope
Traducción del francés para El Correo de : Susana Merino
RussEurope. París, 2 de diciembre de 2014.
El Correo. París, 14 de diciembre de 2014.
Esta obra está bajo una licencia Creative Commons. Atribución según los términos Sin modificación – No Comercial – Sin Derivadas 3.0 Unported. Basada en una obra de www.elcorreo.eu.org.
[1] E. Durkheim, « De la division du travail social », Paris, PUF, (1893), 2007.
[2] Sapir J., « K Ekonomitcheskoj teorii neodnorodnyh sistem - opyt issledovanija decentralizovannoj ekonomiki » (« Théorie économique des systèmes hétérogènes - Essai sur l’étude des économies décentralisées ») - traducción de E.V. Vinogradova et A.A. Katchanov, Presses du Haut Collège d’Économie, Moscou, 2001
[3] Robert Lucas escribió , « hace ya más de 35 años que allí donde hay incertidumbre el razonamiento económico no tiene valor » « Su » razonamiento ha impregnado una buena parte de la economía contemporánea Lucas R.E., « Studies in Business Cycle », Cambridge (Mass.), MIT Press, 1981, p. 224.
[4] Sapir J., « Quelle économie pour le XXIè siècle ? », Odile Jacob, Paris, 2005.
[5] Sapir J., « Quelle économie pour le XXIè siècle ? », op.cit., capítulos 5 et 6.
[6] Stiglitz, J.E., « Information and the Change in the Paradigm in Economics », in American Economic Review, vol. 92, n°3, juin 2002, pp. 460-501. G.A. Akerlof, « Behavioral Macroeconomics and Macroeconomic Behavior » in American Economic Review, vol. 92, n°3/2002, juin, pp. 411-433
[7] Slovic P. et S. Lichtenstein, « Preference Reversals : A Broader Perspective », American Economic Review, vol. 73, n°3/1983, p. 596-605. A. Tversky, « Rational Theory and Constructive Choice », in K.J. Arrow, E. Colombatto, M. Perlman et C. Schmidt (edits.), « The Rational Foundations of Economic Behaviour », Basingstoke - New York, Macmillan et St. Martin’s Press, 1996, p. 185-197.
[8] Dewey J., « Après le Libéralisme », traducido al francés por N. Ferron y presentado por G. Garreta, Flammarion, Paris, 2014.
[9] Pour une présentation critique, Sapir J., Les trous noirs de la science économique - Essai sur l’impossibilité de penser le temps et l’argent, Albin Michel, Paris, 2000.
[10] Olson M, « The logic of collective actions », Cambridge (Mass.), Harvard University Press, Cambridge, 1965. Boudon R., « La Logique du Social - introduction à l’analyse sociologique », Paris, Hachette, 1979, p. 22-28