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España cree que un subproducto de la invasión a Irak sería un panorama de posguerra desolador en Sudamérica y se prepara para ello.
Los problemas de Colombia, Argentina y Brasil no tendrían por qué tener efectos inmediatos sobre el curso de la guerra en Irak, pero su evolución sí podría afectar a Brasil y la Argentina en el caso de dar lugar a una recesión económica mundial. Un subproducto de la guerra de Irak sería entonces un panorama de posguerra bastante desolador en Suramérica, algo especialmente negativo para España.
Un escenario negro es un instrumento de ayuda a la toma de decisiones consistente en la presentación de las consecuencias negativas que verosímilmente pueden derivarse de una decisión. La elaboración de un escenario negro no requiere una estimación previa de la probabilidad de que esas consecuencias se produzcan y tampoco dice si esa probabilidad es alta o baja.
Lo que permite es apreciar el alcance de las consecuencias negativas que pueden derivarse de la decisión tomada y facilitar su comparación con las que se espera que se produzcan en el mejor de los casos, es decir, en un escenario rosa. Es en este sentido en el que resulta útil para la toma de decisiones.
Ésta es la teoría, pero en la práctica, al elaborar un escenario negro, el analista difícilmente puede eludir el complejo de Casandra. Casandra, la más bella de las hijas de Príamo y Hécuba, prometió entregarse a Apolo que estaba enamorado de ella.
No cumplió, sin embargo, su promesa y el dios la condenó a predecir siempre la verdad pero a que nunca fuera creída. Cuando los aqueos prepararon el caballo que introduciría a los mejores de sus héroes en Troya, Casandra intentó inútilmente persuadir a los troyanos de que no permitieran su acceso a la ciudad.
Después del saqueo de Troya, en la división del botín, Casandra le tocó en suerte a Agamenón, al que predijo el trágico destino que le esperaba al regresar a la patria. Agamenón tampoco le creyó y tuvo dos hijos gemelos de ella durante el viaje de retorno, hijos que, como la madre, sucumbieron al hacha de Clintemestra.
A diferencia de Casandra, que predecía, es decir, que decía lo que iba a ocurrir, un escenario negro no predice sino que prevé, es decir, llama la atención sobre algo que puede ocurrir. Pero como Agamenón y los troyanos, quienes toman las decisiones suelen ignorar los escenarios negros, porque todos tendemos a creer aquello que deseamos y no lo contrario. Con lo que, si termina ocurriendo lo peor, el autor del escenario negro corre el riesgo de seguir la suerte de Casandra.
Aún así, estas páginas están dedicadas a elaborar un escenario negro sobre las consecuencias que puede tener la decisión de invadir Irak.
Para definir los diversos escenarios que se analizarán, atenderemos a cuatro variables : la legitimidad de la guerra ; la efectividad del ataque ; la estabilidad en el resto del mundo ; y la dificultad de la pacificación y reconstrucción. Cada una de estas variables puede adoptar valores a lo largo de una escala continua, y en cada escala se puede definir un umbral a partir del cual comienzan a producirse las consecuencias negativas que van conformando el escenario negro.
• Legitimidad de la guerra. La escala de esta variable mide el grado de respaldo con que cuenta la invasión en términos de su legitimación por el Derecho internacional y por el número de países que participen en ella (es decir, que ayuden a Estados Unidos). Esta variable influye en la opinión pública tanto de los países atacantes como de los no participantes en la guerra y en la actitud de sus gobiernos. El umbral crítico de la variable es : invasión con o sin autorización del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
• Efectividad del ataque. El ataque puede resultar eficaz si produce el colapso del régimen de Sadam Husein en un tiempo breve o puede mostrarse menos eficaz si la resistencia iraquí prolonga los combates y fuerza una dura batalla para la toma de Bagdad. Esta variable influye sobre la opinión pública de los países atacantes, sobre todo en la medida que el ataque acarree bajas propias, y en la del resto de los países porque la prolongación de la guerra se traducirá en una alta mortandad general. Dada la poca fiabilidad de las estimaciones previas sobre número de bajas, es mejor fijar el umbral crítico de esta variable en términos de duración de la guerra : la guerra dura más o menos de seis semanas. [1]
• Estabilidad en el resto del mundo. La evolución de la guerra también puede verse afectada si, por alguna razón, ésta se extiende más allá de Irak o si durante la misma se abre otra crisis en Oriente Próximo u otra parte del mundo. Una situación de inestabilidad en el entorno próximo o lejano del teatro de operaciones afectará a los medios militares disponibles en Irak y hará que el factor tiempo juegue a favor de Bagdad. También puede condicionar la actitud hacia la guerra de terceros países preocupados o afectados por los nuevos focos de inestabilidad. El umbral crítico de esta variable es : la estabilidad internacional se mantiene en los términos actuales o se abren nuevos focos de crisis en Oriente Próximo u otras partes del mundo.
• Dificultad de la pacificación y reconstrucción. Una vez concluida la guerra propiamente dicha, deberá seguir un periodo de pacificación y reconstrucción de Irak que puede resultar más o menos complicado y violento. De ello dependerá la cantidad de tropas que habrá que mantener sobre el terreno en este periodo, los costes económicos de la reconstrucción y la relación de países que estén dispuestos a colaborar en esas tareas. El umbral crítico a este respecto se puede definir en los términos siguientes : persistencia o no de una resistencia violenta a la ocupación que siga a la guerra.
El escenario rosa
Aunque el fin de este trabajo es ocuparse de escenarios negros, antes de entrar en ello conviene apuntar las grandes líneas del escenario rosa para tomarlo como referencia comparativa al evaluar los escenarios negros.
He aquí los rasgos generales del escenario rosa : la invasión se produce con autorización del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ; los aliados que se suman a EE UU son importantes y numerosos (es relevante que haya varios europeos y algún árabe) ; los combates discurren sin mayores dificultades, con mortandad limitada y en menos de seis semanas el régimen de Sadam sucumbe ; aunque al inicio de la guerra se produce una subida del precio del petróleo, una vez que ésta concluye y desaparecen las incertidumbres que pesan sobre la economía, se recupera y se relanza el crecimiento ; entretanto, Oriente Próximo permanece con la estabilidad que tiene ahora y no se abre o escapa al control ninguna otra crisis en otras partes del mundo ; el Consejo de Seguridad aprueba una resolución sobre pacificación y reconstrucción que permite a EE UU desplegar fuerzas militares en el país, concede legitimidad al gobierno transitorio que se establezca y compromete a otros países a aportar recursos económicos y humanos para las tareas de reconstrucción.
De todas formas, incluso en este escenario rosa, lo más verosímil es que persistan algunas complicaciones. Así, es probable que la guerra impulse un clima favorable al proselitismo y activismo de Al Qaeda y que su actividad persista e incluso se incremente con ataques en distintas zonas del mundo, sin descontar EE UU, y en la posguerra también en Irak, cuyas fronteras estarán mal guardadas y donde encontrará abundantes objetivos en las tropas americanas desplegadas. Lo más rosa que cabe pensar a este respecto es que el problema se reducirá a medida que Al Qaeda vaya sufriendo derrotas, tras la muestra inequívoca de que EE UU está decidido a combatir hasta el final.
Teniendo en cuenta las fuerzas centrífugas que alimentan la diversidad étnica, tribal y religiosa de Irak, así como los precedentes históricos a este respecto, también hay que contar con que las tareas de pacificación y reconstrucción encontrarán dificultades, tanto si se apoyan en la vieja administración iraquí como si ésta se ve sustituida por las fuerzas militares de ocupación. Esto significa que, aunque en un escenario rosa la guerra resulte corta, la pacificación y reconstrucción de Irak será larga, reclamará el uso de la fuerza distando de ser un proceso democrático, y requerirá importantes efectivos humanos y recursos económicos.
Si el cálculo de quienes deciden la invasión es que tras ésta, y una vez que EE UU haya desplegado fuerzas militares en Irak, presionará a Irán, Siria, Arabia Saudí y otros vecinos para « redibujar el mapa de Oriente Próximo », no es menos cierto que los gobiernos de algunos de estos países se encontrarán en una posición difícil al soportar, por un lado, los efectos de esa presión y, por otro, movimientos populares que empujarán en el sentido contrario. Acomodar estas solicitudes contradictorias llevará, en el mejor de los casos, tiempo, y puede que provoque cambios de régimen en algunos países, con lo que la reorganización política de la zona no será automática sino lenta y conllevará nuevos riesgos de desestabilización. En otras palabras, el escenario rosa para la invasión no garantiza en modo alguno el escenario rosa para la posguerra en Oriente Próximo, aunque el cambio de color puede llevar algún tiempo.
Es cierto, sin embargo, que el escenario rosa actuará como un multiplicador del poder de EE UU en Oriente Próximo y en otras partes del mundo. [2] Pero para los países de la Unión Europea ocurrirá lo contrario pues verán cómo aumenta su riesgo de sufrir ataques del terrorismo suicida, cómo se desvanece su influencia en Oriente Próximo y el Mediterráneo y cómo su abastecimiento de petróleo pasa a ser más dependiente de EE UU. Efectos parecidos o peores sufrirán otras potencias, y muchos árabes y musulmanes verán al Consejo de Seguridad de la ONU como un organismo sometido a Washington. Volveremos sobre esto, pero lo apuntado basta para señalar que lo que a los ojos de EE UU puede resultar rosa, para otros tendrá colores más oscuros, y este desfase cromático no dejará de producir consecuencias.
Escenario gris, negro y negrísimo
Teniendo en cuenta las variables y los umbrales antes señalados, consideraremos que la invasión entra en escenarios negros cuando alguna de las variables cruce el umbral crítico. Esto empezará a ocurrir si EE UU inicia la guerra sin autorización expresa del Consejo de Seguridad, a lo que llamaremos escenario gris. Independientemente de cómo haya comenzado, si la guerra se prolonga más de seis semanas entrará en un escenario negro. Y si sobrepasa las doce, se extiende en la región y/o se abren otras crisis fuera de la zona, entrará en escenarios negrísimos. Una vez concluida la guerra el escenario continuará siendo negro o negrísimo si el proceso de pacificación encuentra resistencia armada.
Para seguir la evolución de estos escenarios analizaremos sus posibles efectos sobre los siguientes factores : la actividad de Al Qaeda ; el comportamiento de la economía ; la estabilidad en diversas zonas del mundo ; y la dificultad de pacificación y reconstrucción.
• La actividad de Al Qaeda. La guerra creará un clima más favorable al proselitismo de Al Qaeda e incluso puede recibir apoyos con los que hasta ahora no contaba. Por otra parte, debido al uso de medios de inteligencia y militares en la guerra que eran empleados contra Al Qaeda, su margen operativo se ampliará. Las consecuencias previsibles pueden ser un aumento de los ataques suicidas, posiblemente en orden disperso y en zonas sensibles que le resulten más accesibles que EE UU, entre ellas Europa. A no descartar que, si la guerra en Irak se prolonga, aumente la inestabilidad en Afganistán, incluyendo la reaparición de los talibanes. Todo ello puede ocurrir en los tres escenarios, y con mayor probabilidad e intensidad cuanto más se prolongue la guerra.
• La economía empeora (salvo en el escenario gris). Las siguientes previsiones proceden del Center for Strategic and International Studies (CSIS) de Washington para una guerra que comenzaría en el primer trimestre de 2003. [3]
** Escenario gris (guerra de menos de seis semanas). El precio del petróleo experimenta un ascenso medio hasta los 42 dólares en las doce primeras semanas y después retorna a valores de preguerra, inferiores a los treinta. Pese a ello, tras un efecto inicial negativo, la economía de EE UU y la del resto del mundo registran un fuerte crecimiento antes de finales de año.
** Escenario negro (guerra de seis a 12 semanas). El precio del petróleo alcanza valores medios de 42 dólares en las doce primeras semanas ; Arabia Saudí aumenta los suministros para contener los precios y éstos descienden, pero no se sitúan por debajo de los treinta dólares hasta finales de 2004. EE UU experimenta un crecimiento cero durante la primera mitad de 2003 y el resto del mundo sólo crece ligeramente por encima de cero. La recuperación no se inicia hasta finales de 2003 y no alcanza el tres por cien de crecimiento hasta entrado 2004.
** Escenario negrísimo (guerra de doce a veinticuatro semanas). El precio del petróleo llega a los ochenta dólares y no desciende por debajo de los 35 hasta finales de 2004. EE UU cae en una profunda depresión en la que su PIB decrece un cuatro por cien en el segundo trimestre de 2004. El resto del mundo entra en una recesión menor que la norteamericana.
En resumen, en el caso del escenario gris, salvado un primer momento en que los precios del petróleo ascienden, una vez que la guerra termina, desaparecen las incertidumbres que pesaban sobre la economía y ésta se recupera. Pero si la guerra no concluye con rapidez, los efectos negativos en la economía empezarán a ser graves y se convertirán en desastrosos si se prolonga más de un trimestre.
Esto tendrá consecuencias en el curso de la propia guerra, haciendo que su prolongación juegue a favor de Bagdad ; en las tareas de reconstrucción en la posguerra, ya que, dado su alto coste económico, se verán tanto más dificultadas cuanto más negativo y prolongado resulte el deterioro de las economías de EE UU y del resto del mundo ; en la marcha general de la economía mundial que, si la guerra se prolonga, se verá lastrada durante al menos dos años.
Por otra parte, cuanto más se introduzca la guerra en un escenario negro (a medida que sobrepase las seis semanas), más aumentará el riesgo de que la situación se desestabilice en algún otro punto de Oriente Próximo. Si esto ocurre, retroalimentará la guerra y algo semejante ocurrirá si alguna de las crisis actuales planteadas en otras partes del mundo se tornan violentas o escapan al control.
Desgraciadamente, no faltan circunstancias que pueden dar lugar a lo uno o a lo otro.
• Nuevas crisis fuera de Oriente Próximo. Aprovechando la guerra en Irak y que los centros de poder mundiales tienen su atención concentrada en ese conflicto, fuerzas locales interesadas en ello pueden agudizar las tensiones existentes en diversas zonas. Corea del Norte parece estar actuando en este sentido, con el fin de obtener de Washington un acuerdo de paz (EE UU y Corea del Norte continúan técnicamente en guerra) que le ofrezca garantías de seguridad y otras ventajas.
El presidente norcoreano, Kim Jong Il, puede forzar el pulso volviendo a desplegar fuerzas al norte de la zona desmilitarizada, reiniciando la producción de plutonio o poniendo fin a la moratoria unilateral de pruebas de misiles, hasta crear una situación de crisis prebélica.
Venezuela atraviesa una situación que no sólo tiene efectos internos sino también internacionales, ya que es uno de los principales exportadores de petróleo a EE UU. Esto ya afecta a los precios y puede hacerlo más si la invasión a Irak se produce sin que la crisis haya finalizado. EE UU necesita esos suministros, pero si actúa para facilitar la producción venezolana pondrá en contra a los adversarios del presidente Hugo Chávez. Si no actúa, el riesgo es que la crisis alcance un punto en el que nadie sea capaz de conducirla hacia una salida pacífica. En el orden interno, la crisis puede derivar en enfrentamientos violentos, tanto si Chávez se mantiene en el poder, como si es forzado, de manera inconstitucional, a abandonarlo.
Colombia puede ver que su guerra civil crónica entra en una fase más virulenta y compleja si se entrelaza con una situación de inestabilidad también violenta en Venezuela.
La Argentina puede vivir, antes o después de las elecciones previstas para el 27 de abril, movilizaciones populares que sólo sean controladas por un gobierno civil autoritario con el respaldo de los militares, como ha señalado Alain Touraine. Un gobierno así podría adoptar medidas que pongan en cuestión el mantenimiento de Mercosur.
Brasil, pese a contar en estos momentos con las bendiciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), continúa bajo la amenaza de una crisis financiera que podría llegar a producirse si una recesión global, el bloqueo de Mercosur o la inestabilidad en Argentina alejan a los inversores del país.
Los problemas de Colombia, Argentina y Brasil no tendrían por qué tener efectos inmediatos sobre el curso de la guerra en Irak, pero su evolución sí podría afectar a Brasil y la Argentina en el caso de dar lugar a una recesión económica mundial. Un subproducto de la guerra de Irak sería entonces un panorama de posguerra bastante desolador en Suramérica, algo especialmente negativo para España.
Finalmente, está el mal contenido y extremadamente peligroso conflicto entre India y Pakistán. Éste último, como efecto indirecto de la guerra en Irak, puede ver que su control de la frontera con Afganistán se debilita e India considerar que se le abre una oportunidad de actuar contra la Cachemira paquistaní o más allá.
Los acontecimientos señalados podrían convertir un escenario gris en negro o uno negro en otro más negro. Al margen de esto, dichos procesos también podrían hacer que al final de la guerra de Irak el mapa político mundial aparezca alterado en zonas alejadas de Oriente Próximo, lo que ya ocurrió durante la guerra del Golfo en 1991, cuando el proceso de desmembración de Yugoslavia adquirió una dinámica irreversible.
** La crisis en Oriente Próximo se expande. No faltan posibilidades de que esto ocurra. En Irak la guerra pueden dar paso a movimientos de desmembración del país. El caso más delicado es el kurdo pues este pueblo ya cuenta con un cuasi-Estado y, dada la posición geográfica que ocupa, tendrá una importante influencia en la guerra, que le ofrecerá la mejor oportunidad desde el final de la Primera Guerra mundial para dotarse de un Estado independiente, si bien esto es inaceptable para Turquía y otros países de la zona.
Israel puede ser atacado por Irak y entrar en combate ; o bien, respondiendo a un grave atentado, lanzar una gran ofensiva contra los palestinos que conlleve matanzas y desplazamientos de población no vistos desde 1948 ; o por iniciativa propia, aprovechar la situación para intervenir en Líbano con el fin de golpear a Hezbolá o para impedir el desvío de agua, lo que podría provocar una reacción de Siria.
Puede ocurrir que en Arabia Saudí, Egipto, Jordania u otros países del área se produzcan movimientos populares que desestabilicen a sus gobiernos actuales.
En Irán los conservadores podrían aprovechar la situación para hacerse con el control del poder e iniciar la represión de los reformistas, o unirse con éstos en un frente antiamericano para prevenir un ulterior ataque contra Irán.
En Turquía cabe esperar que surjan contradicciones entre los militares (sometidos a presión americana para aumentar su participación en la guerra) y el partido gobernante, Justicia y Desarrollo (bajo una fuerte demanda en sentido contrario de la población musulmana). El resultado de las pasadas elecciones podría verse en entredicho.
En el Magreb, como ya pasó durante la guerra de 1991, es probable que se produzca una ola de agitación islamista y que estas corrientes políticas se fortalezcan. Su resultado, a medio plazo, podría ser un recrudecimiento de la violencia en Argelia, mayores dificultades de gobierno para Mohamed VI en Marruecos y menores perspectivas de solución al asunto del Sahara, de nuevo todo ello muy negativo para España.
Cualquier incidencia de este tipo o similar ennegrecerá el escenario pues puede acarrear :
** Una prolongación de la guerra, bien porque se abran nuevos frentes o porque algún país interrumpa las facilidades militares que está concediendo a EE UU y sus aliados ;
** Una elevación de los precios del petróleo, si Arabia Saudí deja de introducir reservas en el mercado o si importantes instalaciones petrolíferas de la zona se ven afectadas por la guerra ;
** Complicaciones posteriores en las tareas de pacificación y reconstrucción de Irak una vez acabada la guerra, pues éstas se verán afectadas por la actitud de los países vecinos ;
** Cambios significativos en la posguerra en las relaciones de algunos países de Oriente Próximo con EE UU y sus aliados.
Tanto si la guerra se extiende en Oriente Próximo como si se produce un cambio de alineación política de algunos países de la zona, el escenario intensificará su tonalidad negra.
Fin de la guerra y reconstrucción de Irak
Las consecuencias más importantes de la decisión de invadir Irak no se revelarán en el curso de la guerra (que puede durar unos meses) sino en el carácter de la posguerra, que puede marcar el futuro de la zona y de la vida internacional por un periodo mucho más largo.
Por eso se ha incluido entre los parámetros del escenario a considerar las dificultades de la pacificación y reconstrucción de Irak. Pero para poder hacerlo es necesario apuntar previamente algunas hipótesis sobre la manera en que puede concluir la guerra, algo que resulta arriesgado dados los múltiples y variados factores que, como hemos visto, pueden afectar su curso. Aun así, a continuación se apuntan algunas hipótesis sobre el final de la guerra, con la advertencia de que tan sólo deben entenderse como referencias para jalonar un espacio que incluye infinidad de posibilidades.
• Victoria cómoda para EE UU. Corresponde a una evolución de la guerra de acuerdo con el escenario gris. Esta salida se diferencia de la del rosa sobre todo en las consecuencias de que la invasión haya tenido lugar sin autorización del Consejo de Seguridad de la ONU. Como en el escenario rosa, los combates discurrirían sin mayores dificultades, con mortandad limitada y en menos de seis semanas el régimen de Sadam Husein sucumbe.
Aunque al inicio de la guerra se produciría una subida del precio del petróleo, una vez que concluye y desaparecen las incertidumbres de la economía mundial, ésta se recupera y relanza el crecimiento. En Oriente Próximo no se desestabilizaría ningún país y tampoco se abriría o descontrolaría alguna otra crisis en otras partes del mundo.
Las diferencias con el escenario rosa empiezan cuando EE UU reclama al Consejo de Seguridad que apruebe una resolución sobre pacificación y reconstrucción que le permita desplegar fuerzas militares en el país, y pide a otros Estados que aporten recursos económicos y humanos para la reconstrucción y el mantenimiento del orden público.
Cabe pensar que los aliados de EE UU en la invasión (que serán menos que en el caso de estar autorizada por el Consejo) secunden esta demanda. Pero, ¿qué harán otros países ? ¿Que harán los árabes -algunos vecinos de Irak- que hayan considerado la invasión ilegal en términos de Derecho internacional ? ¿Qué harán los países europeos que se hayan mantenido al margen de la guerra ?
La primera cuestión crítica puede centrarse en el reconocimiento del nuevo gobierno de Irak. Éste podrá ser o un gobierno integrado por personalidades locales apoyado en las fuerzas de ocupación, o tomar la forma de una administración militar de los ocupantes. Definir su estatuto jurídico puede convertirse en una cuestión espinosa, tanto más cuando no es de esperar que EE UU, después de haber ganado la guerra con facilidad, esté muy dispuesto a que le compliquen la explotación política, militar y económica del éxito.
En cuanto a la aportación de recursos económicos y humanos para la reconstrucción, aunque con una economía relanzada resultará más fácil encontrarlos, los países que no acepten o se sientan sin influencia sobre el nuevo gobierno, cabe esperar que se abstengan. EE UU no podrá contar esta vez con pagar sólo un bajo porcentaje de los costes de la guerra y de la reconstrucción como ocurrió en 1991.
¿Intentará pagarlo con cargo al petróleo iraquí ? En todo caso, Irak es un país con unas dimensiones y una población tales que mantenerlo bajo ocupación militar es una tarea que estará más cerca de las ocupaciones de Alemania o Japón tras la Segunda Guerra mundial que a las de Bosnia o Kosovo.
Una segunda cuestión crítica surgirá cuando el nuevo gobierno tenga que recurrir a la fuerza para imponer su autoridad o mantener la unidad del país, lo que significará enfrentarse con unos u otros iraquíes. Como ya se ha dicho, dada la diversidad étnica, tribal y religiosa de Irak, así como los precedentes históricos a este respecto, hay que contar con que las tareas de pacificación y reconstrucción encuentren dificultades, se prolonguen y requieran el uso de la fuerza, distando de ser un proceso democrático.
La tercera cuestión crítica se planteará si las fuerzas de ocupación deben hacer frente a una resistencia clandestina armada. Tras una guerra corta esto tardará menos en producirse que con una prolongada.
En todo caso, bajo el nuevo gobierno, ¿cuántos iraquíes se sentirán liberados, cuántos abrumados por la derrota y el temor a la fuerza americana, y cuántos dispuestos a enfrentarse con el ocupante ? EE UU y las nuevas autoridades considerarán terroristas a quienes lo hagan. Pero, ¿harán lo mismo los países árabes vecinos y los europeos ?
Como se ha apuntado en el escenario rosa, en un Irak de fronteras porosas y con unidades americanas desplegadas en todo el país, es fácil que grupos vinculados a Al Qaeda ataquen a las tropas de ocupación. Para muchos esto les concederá una legitimidad de la que hoy día carecen.
En lenguaje político, todo lo anterior se puede resumir en dos ideas : el gobierno que se instaure aparecerá para el mundo laico como un gobierno de ocupación y para el religioso como un gobierno impuesto a los musulmanes por infieles ; y, si para la financiación de la guerra se recurre al petróleo iraquí, ese gobierno será además tachado de ladrón y la guerra de operación de rapiña. La historia no aconseja menospreciar la fuerza política de estos planteamientos.
Consideremos ahora el fin de la guerra más allá de Irak. Si las tareas de pacificación no agotan la capacidad de las fuerzas que despliegue en Irak, EE UU estará en condiciones de presionar directamente a Irán, Siria, Arabia Saudí y otros vecinos para « redibujar el mapa de Oriente Próximo ». Pero los gobiernos de estos países se verán atrapados entre esta presión y otra de signo contrario procedente de su población.
En algún caso, acomodar pacíficamente estas solicitudes contradictorias puede resultar imposible y dar lugar a represiones violentas o a cambios de régimen. EE UU puede verse empujado a intervenciones militares en países vecinos, bien sea para apuntalar a sus gobiernos o para apuntillarlos. Israel verá su posición muy fortalecida y, si no aprovecha esta circunstancia para ofrecer un acuerdo de paz justo y digno a los palestinos, contribuirá más al malestar de los pueblos árabes.
El punto es que, ni siquiera en este escenario de victoria cómoda se puede contar a priori con que, una vez tomado Bagdad, la estabilización de Oriente Próximo sea automática. Lo probable es que sea lenta y conlleve nuevos riesgos de desestabilización.
En todo caso, como en el escenario rosa, una victoria cómoda actuará como multiplicador del poder de EE UU en Oriente Próximo y en otras partes del mundo. De hecho, si su decisión de invadir al margen del Consejo de Seguridad se acepta (aunque sea tácitamente), este escenario situará a EE UU por encima del Derecho internacional y abrirá la puerta a una situación caracterizada por lo que cabría llamar "unilateralismo imperial americano".
La perspectiva de la UE será, sin embargo, muy distinta ya que tendrá que hacer frente a :
** Un aumento del riesgo de ataques terroristas en su territorio, como consecuencia de la radicalización de algunos de los musulmanes residentes en Europa y/o de la activación de grupos militantes ya existentes y que hasta ahora permanecen dormidos. Por motivos de distancia y de acceso, Europa puede resultar para estos grupos un campo de operaciones más accesible que EE UU.
** Un deterioro de la influencia de la Unión y de sus países miembros en Oriente Próximo y en la ribera sur del Mediterráneo, donde serán percibidos como incapaces de impedir el ataque de EE UU o como cómplices de ese ataque.
** Una mayor dependencia de EE UU en materia de petróleo o, alternativamente, la UE tendrá que acometer un replanteamiento de sus fuentes tradicionales de abastecimiento de energía.
** Las diferencias de actitud entre países miembros respecto al apoyo militar, político y económico a EE UU durante la guerra y en la posguerra. Estas diferencias debilitarán la frágil política exterior y de seguridad común (PESC) y pueden comprometer el desarrollo de la política europea de seguridad y defensa (PESD). Alternativamente, pueden forzar a la Unión a dar pasos que todavía no ha dado para convertirse en un sujeto político independiente en la vida internacional ; pero deberá hacerlo en las circunstancias más difíciles : resolviendo, vía cooperación reforzada o de modo similar, la división que existe en su seno a ese respecto, y afrontando la oposición de EE UU, que se sentirá más poderoso que nunca.
Peor aún será la perspectiva de Rusia que :
** Se verá económicamente muy debilitada en el momento en que empiecen a producirse descensos del precio del petróleo por la entrada en el mercado del petróleo iraquí.
** Puede experimentar una crisis política interna si el resultado de la guerra presenta al presidente, Vladimir Putin, como alguien manipulado por EE UU e incapaz de resolver el problema checheno, que podría agudizarse como consecuencia de una mayor militancia de los grupos fundamentalistas islámicos.
** Internacionalmente, además de la pérdida de peso derivada de los factores anteriores, Rusia perderá también la influencia que conserva sobre Irak y otros países de Oriente Próximo.
Rusia, como la UE, tendría que revaluar su trayectoria de cooperación con EE UU o aceptar una clara subordinación de Washington.
También China se verá debilitada tras una victoria cómoda de EE UU, no internamente, pero sí en su influencia internacional en Asia y como futuro competidor global de ese país. Su reacción probable será concentrarse en garantizar su estabilidad interna y acelerar su fortalecimiento económico y militar.
El conjunto del sistema internacional deberá acomodarse a la nueva situación, bien asumiendo de hecho que EE UU goza de un estatuto que lo coloca por encima del Consejo de Seguridad y del Derecho internacional, o bien rechazando esa posibilidad, en cuyo caso se abrirá un periodo de rivalidad entre EE UU y aquellos Estados que se muestren dispuestos a poner límites a su poder y a sostener la primacía del Derecho internacional.
• Victoria costosa para EE UU. Corresponde, a grandes rasgos, a la salida del escenario negro, es decir, de una guerra más prolongada y costosa también para los invasores, que acarrea en la posguerra una recesión económica. En este caso, partiendo de lo ya señalado en el anterior, cabe esperar :
** Mayores discrepancias entre los miembros del Consejo de Seguridad y entre el conjunto de países para aceptar la legitimidad del nuevo gobierno impuesto en Irak.
** Tendencias disgregadoras más fuertes en Irak, pues en el curso de la guerra se habrán formado feudos independentistas que intenten escapar al control de Bagdad y que deberán ser sometidos.
** La aparición de una resistencia armada puede ser más lenta, pues aunque una guerra cruenta haya sembrado sus semillas, necesitarán más tiempo para crecer, pero la reconstrucción será más larga y aparecerá.
** Una mayor actividad de Al Qaeda, ya que la crueldad de la guerra espoleará a sus militantes.
** Una reconstrucción más difícil y prolongada pues, con las economías en crisis, EE UU tendrá dificultades mayores para allegar los recursos que reclame y la destrucción habrá sido mayor.
** Una menor estabilidad de los gobiernos vecinos de Irak, como resultado de sentimientos inflamados por una guerra cruenta y de las dificultades económicas de la posguerra ; la probabilidad de que EE UU tenga que acometer alguna nueva incursión militar en países vecinos será mayor.
Fuera de la zona, los efectos de la guerra sobre la UE, Rusia y China serán semejantes a los del escenario anterior con las siguientes matizaciones :
** Washington apreciará que la vía del unilateralismo imperial puede resultarle costosa.
** En la UE, la recesión económica, las discrepancias entre sus miembros según se desarrolle la guerra, el efecto en la opinión pública de crueldades bélicas, los debates sobre la legitimidad del nuevo gobierno que se establezca en Irak, las demandas americanas de ayuda para la reconstrucción y las dificultades de la pacificación agudizarán el contraste entre quienes se inclinan por la subordinación europea a EE UU y quienes no renuncien a que la UE asuma un papel internacional propio, aunque con ello contraríe la voluntad de Washington. Derivadas ulteriores de esto se dejarán notar sobre el proceso de ampliación, a través de la Convención sobre el futuro de la UE en la próxima Conferencia Intergubernamental y en el día a día.
** Algo semejante puede decirse para Rusia que, sin embargo, puede ver aliviados sus problemas económicos mientras el precio del petróleo se mantenga elevado.
** China valorará como beneficio propio todo coste que la guerra acarree a EE UU.
** El Consejo de Seguridad saldrá también malparado de su marginación en la decisión de invadir, pero las dificultades de la reconstrucción harán más necesario su concurso que en el caso anterior.
También aquí el sistema internacional deberá acomodarse a la nueva situación, pero serán más aquellos Estados que se muestren dispuestos a poner limites al poder de EE UU y a sostener la primacía del Derecho internacional.
• Victoria pírrica. Corresponde a los escenarios que hemos llamado negrísimos, es decir, con una duración de la guerra superior a tres meses, un número significativo de bajas en el campo americano, entrada de la economía mundial en recesión y otras complicaciones como :
** La apertura o el descontrol de otras crisis en Asia o América Latina que recaben de EE UU todavía mayores esfuerzos militares y búsqueda de apoyos políticos.
** Un empantanamiento de la pacificación, como consecuencia de la existencia en Irak de una hostilidad y violencia extendidas contra los ocupantes, que impida a Washington sacar provecho de su presencia militar en Irak para « redibujar el mapa de Oriente Próximo ».
** Escasez de recursos para acometer la reconstrucción, porque la recesión haya reducido su disponibilidad y el clima internacional de la posguerra también habría reducido el número de donantes.
** Dificultades económicas que cuestionen el apoyo de la opinión pública americana a que el país mantenga un esfuerzo militar costoso y prolongado en el exterior.
** Un deterioro expreso o latente de las relaciones de EE UU con algunos aliados importantes que le cree problemas en la Organización Mundial de Comercio (OMC), el FMI u otros foros importantes.
En estas circunstancias, Washington descubriría que los beneficios de la guerra no compensaban el precio a pagar, es decir, que su victoria era pírrica. Entonces los vendedores del escenario rosa perderían peso y lo ganarían quienes en EE UU cuestionan una política exterior centrada en la fuerza. Sus argumentos son que, para que el proyecto americano de globalización progrese, es esencial que no se vea asociado con guerras y ocupaciones militares ; que EE UU no puede llevar a cabo la remodelación de Oriente Próximo sin contar con aliados árabes y europeos ; que la victoria en una guerra tradicional no prueba la superioridad militar ante una amenaza irregular o asimétrica como la que plantea Al Qaeda ; y que considerar a la ONU irrelevante, no sólo perjudica a la organización, sino también a EE UU. [4]
A los países árabes, Irán, la UE, Rusia o China las cosas no les habrían ido mejor, pero el "unilateralismo imperial" se perdería en el horizonte, como el Llanero solitario. El mundo seguiría pareciéndose algo al Far West, pero de poner orden se encargarían los Cinco, Seis o Siete Magníficos sentados en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
¿Qué busca Washington ?
Pese a que todos los días se dicen y escriben multitud de cosas al respecto, confieso que todavía hoy no sé qué busca Washington invadiendo Irak. Se puede contestar que lo que pretende es que Sadam Husein cumpla las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero ninguna de esas resoluciones habla de "cambiar el régimen de Irak" y ésa es, sin embargo, la política oficial de EE UU, una política enunciada ya en tiempos de Bill Clinton y que la actual administración repite a diario.
Por otra parte, tampoco está claro lo que para esta administración significa en la práctica "cambiar el régimen de Irak" y, no digamos ya, "redibujar el mapa de Oriente Próximo", otra expresión a la que hace alusión con frecuencia. A falta de una definición autorizada sobre este crucial asunto, he tratado de agrupar las muchas cosas que a este respecto dice bajo tres rótulos -combatir el terrorismo, reorganizar Oriente Próximo y frenar la proliferación de armas de destrucción masiva- y hacer algunos comentarios mostrando mi escepticismo de que tales cosas puedan conseguirse con una invasión.
** Combatir el terrorismo. Sin duda, la administración Bush quiere proteger a sus ciudadanos. Se ha dicho repetidas veces que el 11-S introdujo en la sociedad americana una sensación de vulnerabilidad que antes no tenía. Así es y, desde luego, eso plantea a Bush un problema que debe afrontar, pero, ¿qué puede hacer ?
La vulnerabilidad es real y continuará mientras existan terroristas suicidas dispuestos a morir matando. Poco después del 11-S escribí que quienes hoy viven desesperados ven la historia reciente como un enfrentamiento entre los occidentales poderosos y ricos, dispuestos a matar pero no a morir, y los pobres impotentes a quienes sólo cabe morir matando.
Cuando quienes están más dispuestos a matar que a morir se enfrentan con quienes están dispuestos a morir matando, las variables sobre las que se puede actuar en este conflicto son dos : la capacidad de matar y la disposición a morir.
Capacidad de matar sobra en el lado occidental y la desagradable sorpresa del 11-S consistió en comprobar que tampoco falta en el campo de los terroristas suicidas. La última clave no está pues en la capacidad de matar. Está en la disposición a morir : o nosotros aumentamos la nuestra o logramos que ellos reduzcan la suya.
En mi opinión, la vía para aumentar nuestra seguridad consiste en reducir el número de otros dispuestos a morir matándonos.
Abrir paso a esta vía no requiere resolver previamente todos los conflictos y dramas del mundo, pero sí exige recrear la esperanza de que las injusticias pueden llegar a repararse de forma pacífica.
Sólo el desesperado muere matando, el que tiene esperanza prefiere vivir luchando. El gran reto de Occidente consiste en poner fin a situaciones hoy existentes en diversas partes del mundo que hacen surgir miles de desesperados dispuestos a morir matando.
Me temo que este planteamiento no es el de la administración Bush. A partir del 11-S, no sólo no se ha hecho nada para reducir las causas del terrorismo suicida, sino que el propio hecho de referirse a ellas ha pasado a estar mal visto.
La opción adoptada frente al problema de la vulnerabilidad de las sociedades occidentales no ha sido disminuir el número de los que están dispuestos a morir matándonos, sino intentar mostrarles que si no hay más remedio nosotros también estamos dispuestos a morir para matarlos.
En una cierta medida esto es lo que se ha hecho en Afganistán y ahora trata de repetirse a mucha mayor escala en Irak. Bien, es una opción, pero ¿qué cabe esperar de ella ?
Por contundente y eficaz que pueda resultar una invasión de Irak como muestra de la fuerza que posee EE UU y prueba de su resolución de emplearla aun a riesgo de dar la vida en el empeño, dudo que esa fuerza y esa resolución vayan a aterrorizar a los terroristas suicidas, ni a terminar con ellos.
Más bien me temo que puede multiplicar su número y galvanizar su disposición a morir matando.
Es cierto que no todo se reduce a los terroristas de Al Qaeda. Una muestra de fuerza demoledora contra Irak también tendrá un efecto importante sobre los pueblos árabes, que en su inmensa mayoría no practican ni respaldan el terrorismo pero manifiestan sentimientos de hostilidad hacia EE UU.
Éste fue el segundo hecho importante que la sociedad americana descubrió el 11-S. Que no sólo no era querida y admirada por todos, como tradicionalmente le han dicho sus dirigentes, sino que el mundo árabe y musulmán albergan fuertes y extensos sentimientos hostiles hacia "América". Desde entonces, los americanos se preguntan : Why do these people hate America ?
Por toda respuesta la administración Bush ofrece a sus ciudadanos contestaciones insustanciales : porque nos tienen envidia, porque odian la libertad, y cosas así. Por supuesto, la respuesta es más compleja y en muchos aspectos poco agradable para los gobernantes americanos (de hoy y de ayer).
Quizá por eso esperan que la pregunta se desvanezca y confían en que una exhibición de fuerza y de resolución americana en Irak tenga un efecto inhibidor sobre los sentimientos de esa hostilidad hacia América que existe en el mundo musulmán. De nuevo, permítanme que lo dude.
Los asesores de Bush parecen haber optado por el consejo que da Maquiavelo en el capítulo XVII de El Príncipe, cuando se pregunta si vale más ser amado que temido o todo lo contrario. La respuesta del florentino es conocida : "Es más seguro ser temido que amado", así como la argumentación en que la funda, "puesto que los hombres aman según su propia voluntad, y temen según la del príncipe, un príncipe sabio debe fundamentarse en lo que es suyo, no en lo ajeno…".
Pero deberían leer hasta el final porque la frase anterior no concluye ahí y sigue, "…y [el príncipe] debe sólo arreglárselas para evitar que le odien". Pues bien, lo que es más de temer a medio plazo es que una invasión de Irak y la posterior ocupación del país puedan transformar los sentimientos hostiles en auténticas manifestaciones de odio capaces de expresarse pasando por encima del temor. Pero, claro está, esto no pasa de ser más que una apreciación discutible. Lo malo es que si resulta acertada, habrá más "onces de septiembre".
• Reorganizar Oriente Próximo. No le faltan a Washington motivos para estar preocupado con la situación general de la zona. En términos políticos, el Oriente Próximo que hoy conocemos es producto de la Primera Guerra mundial, una guerra, recordemos, que se hizo "para acabar con todas las guerras", pero que, además de verse seguida por la Segunda Guerra mundial, sembró en Oriente Próximo las semillas de los conflictos que todavía hoy lo tienen sumido en un atraso y en una crisis crónica.
Durante la primera mitad del siglo XX fueron los británicos quienes mantuvieron el dominio sobre la zona. En 1953, cuando en Irán un gobierno elegido decidió hacerse con el control del petróleo, un golpe militar respaldado por EE UU instaló al sah y desde entonces éste fue el instrumento del control occidental en la región.
Pero en 1979 la revolución de Jomeini acabó con el cruel gobierno de Reza Phalevi, dando rienda suelta al resentimiento contra EE UU que lo había aupado y sostenido, lo que abrió de nuevo serias incertidumbres sobre el petróleo. Washington recurrió entonces como opción de recambio a Sadam Husein, alentándole y armándole en su enfrentamiento con Irán.
La guerra Irán-Irak fue prolongada, sus bajas se contaron por cientos de miles y todo para terminar en tablas.
Un resultado así nunca es estable y, en efecto, en 1991 Sadam invadió Kuwait, yendo más allá de lo que su condición de protegido occidental le permitía. Entonces todo el mundo se volvió contra él y tras la guerra, EE UU adoptó la política de "doble contención Irán e Irak", se apoyó en Arabia Saudí donde desplegó tropas y promovió la conferencia de Madrid (noviembre de 1991) buscando una vía de solución pacífica al conflicto entre palestinos e israelíes.
Este juego chapucero se mantuvo 10 años plagado de sobresaltos (bombardeos de Irak, segunda Intifada palestina, enfrentamientos entre conservadores y reformistas en Irán, desarrollo del islamismo más intransigente en Arabia Saudí, aparición del terrorismo suicida, penuria económica y social de la mayor parte de los habitantes de la zona…), y el 11-S terminó saltando por los aires.
Tras esto, nada más fácil que decir que Oriente Próximo debe reorganizarse para acabar con tanta calamidad y poner fin a su inestabilidad, asegurando de nuevo el flujo de petróleo a precios razonables. No seré yo quien niegue eso. Pero discuto que lanzarse a la invasión y a la ocupación de Irak sea la manera de hacerlo.
Precisamente por su inestabilidad e injusticia, la situación de la región está llamada a cambiar en un lapso de tiempo no prolongado. Israelíes y palestinos no pueden contemplar como horizonte vital otros cincuenta años al ritmo de una guerra cada diez y matanzas indiscriminadas cada pocos días.
El régimen saudí no podrá continuar mucho más, tal como hasta ahora, aunque sólo sea porque su renta por habitante no hace más que descender. Egipto no puede permanecer eternamente en estado de excepción (desde el asesinato del presidente Anuar el Sadat). Los conservadores iraníes no podrán seguir haciendo vivir en régimen de convento a una juventud que es la mayoría del país, bien formada, tanto mujeres como hombres, y que tiene un sentido de su identidad nacional tan fuerte que no teme el contraste con otras culturas, etcétera.
La cuestión es, si ahora, cuando ésos y otros procesos de cambio maduran, una invasión, una conquista y una ocupación occidental ayudarán a que se desarrollen en sentido positivo o conseguirá precisamente todo lo contrario.
Si se mira la historia del último siglo de Oriente Próximo se ve que cada pretendida solución impuesta, en lugar de solución ha resultado un problema, y que las sucesivas soluciones impuestas han durado cada vez menos tiempo. Mi convicción es que una invasión quebrará los procesos autóctonos de modernización de la zona, haciendo que lo que hoy nos parece caos se recuerde mañana como orden.
• Acabar con las armas de destrucción masiva. He aquí otro objetivo encomiable, cuya discusión, además, resulta mucho más fácil. Lo es porque basta recordar que fueron los inspectores, y no los bombardeos, los que entre 1991 y 1998 encontraron y destruyeron las armas de destrucción masiva que tenía Irak.
Los bombardeos de la guerra de 1991 apenas destruyeron alguna de esas armas. Si en 1998, en vez de retirar a los inspectores y volver a bombardear, éstos hubieran seguido allí, hoy sabríamos qué ha pasado con los precursores químicos y bacteriológicos que ahora están buscando.
Así pues, si de lo que de verdad se trata es de impedir a Sadam que fabrique y disponga de armas de destrucción masiva, no hay que invadir Irak, ni ocuparlo, es suficiente con mantener sobre el terreno a los inspectores que ya se encuentran allí, se llame esta política "contención", "desarme", "cuarentena" o como se quiera.
Dicho lo dicho, reitero que no alcanzo a entender lo que EE UU busca. Claro que, doctores tiene Washington. Pero yo no me pondría en sus manos.
Revista de Política Exterior, Madrid, España.
(*) Carlos Alonso ZALDÍVAR es diplomático. La 1ra. parte de este artículo ha sido publicada en el marco del acuerdo suscrito entre el Real Instituto Elcano y la revista Política Exterior. La 2da. parte es enteramente original, desde el parágrafo ¿Qué busca Washington ?
Notas :
[1] Ésta es la referencia temporal de un estudio sobre los efectos económicos de la guerra realizado por el CSIS de Washington que se utilizará más adelante.
[2] Carlos Alonso Zaldívar, « Irak, crónica de una guerra anunciada ». Política Exterior, núm. 90, noviembre/diciembre 2002.
[4] Carlos Alonso Zaldívar, op.cit.