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18 décembre 2007

Oligarquía de Bolivia :
¿Hacia una guerra civil ?

 

Por Pedro Brieger
El Correo
. París, 19 de diciembre de 2007.

Llegar al La Paz en avión es una experiencia diferente desde el momento que uno aterriza a cuatro mil metros de altura y sobrevuela una ciudad que se mezcla con las nubes. Después de aterrizar hay que atravesar El Alto, que comenzó como un barrio periférico y hoy es una ciudad que alberga casi un millón de personas, fruto de las sucesivas corrientes migratorias de campesinos y trabajadores que se instalaron allí como una manera de acercarse a la gran ciudad y encontrar una fuente de trabajo. Desde esta zona, famosa porque el agua se congela en las cañerías durante el crudo invierno y se expulsó a la empresa francesa Aguas del Illimani por falta de inversiones, se abren los caminos por donde suelen descender los más pobres cuando quieren llegar hasta la Plaza Murillo para hacerse oír, porque allí está el Congreso y el Palacio Quemado, la sede del poder ejecutivo.

A fines de noviembre miles de campesinos e indígenas de todas las regiones del país descendieron hacia la plaza para manifestarle su apoyo a Evo Morales y a la Asamblea Constituyente en su afán por refundar el país. El presidente Evo Morales, dispuesto a demostrar que no se gobierna solamente desde el Palacio, se puso a la cabeza de la manifestación y caminó junto a su pueblo esas largas e interminables cuadras que serpentean entre los cerros repletos de humildes casas hasta llegar a la plaza. Se lo veía feliz al "Evo", como le dicen todos. Como si se sintiera más cómodo en su antiguo rol de dirigente sindical que lidera multitudes mientras corean consignas y hacen estallar los clásicos cartuchos de dinamita a su paso, que en los fríos despachos de la presidencia rodeado de paredes que le impiden el diálogo con los suyos. Las caras de los manifestantes permitían comprender qué está en juego en este proceso de transformación social que encabeza "el Evo". Los que bajaron de los cerros acompañados por el presidente eran como él ; hombres y mujeres sufridos, curtidos por el trabajo de sol a sol, de manos gruesas y callosas, que mascan la legendaria hoja de coca para matar el hambre y mitigar el cansancio.

De rechazo en rechazo

La Asamblea Constituyente se ha convertido en estos últimos meses en la piedra de la discordia. La idea de Evo Morales es que sirva para refundar el país sobre nuevas bases sociales, económicas y políticas. Los partidos de la oposición -representantes de diferentes sectores de la burguesía boliviana- entendieron con absoluta claridad que estas nuevas bases le quitarán el poder político y económico que tuvieron durante siglos y por eso intentaron que fracasara. Poco importan las disquisiciones legales sobre la Constituyente, ni el debate sobre la forma de aprobar los artículos de la nueva constitución, la capitalidad "plena" de Sucre o la autonomía de los nueve departamentos que conforman Bolivia. Más allá de un reclamo justo por algunos de estos puntos, desde el mismo momento en que Evo Morales asumió la presidencia con más del cincuenta por ciento de los votos urdieron la trama para derrocarlo. La nueva constitución es apoyada por la inmensa mayoría de los indígenas y trabajadores, históricamente postergados, y que sienten que -por primera vez en su historia- hay un hombre como ellos que está dispuesto a llevar adelante una transformación radical.

En todo proceso de cambio profundo los sectores que se oponen suelen tomar algunos ejes para debilitar al gobierno. En el caso de Bolivia es la puja regional. El departamento de Santa Cruz estuvo aislado hasta mediados del siglo veinte y hoy -convertida en una región rica y dinámica- está a la cabeza del reclamo autonómico de seis departamentos por la autonomía regional. Uno de los objetivos centrales es poder explotar, controlar y comercializar de manera directa los hidrocarburos.

Como señala Pablo Stefanoni, autor del libro "La revolución de Evo Morales, de la coca al Palacio", hoy Santa Cruz es la región más rica del país, origina el 30 % del PBI, genera 62 % de las divisas, produce 50 % de las exportaciones y recibe 47,6 % de la inversión extranjera que llega a Bolivia. Los cruceños han construido en estos últimos años una historia de identidad colectiva idealizada que los muestra casi como los únicos que trabajan y prosperan en el país y que gracias a su esfuerzo su departamento se ha desarrollado. Quien mejor expresó dicha auto percepción, con total candidez, fue la Miss Bolivia de 2003, Gabriela Oviedo : "no todos somos indios en Bolivia, en Santa Cruz somos altos, blancos y sabemos inglés". Más allá de los estereotipos, es la imagen que uno puede encontrar cuando visita la sede del Comité Cívico Pro Santa Cruz", que encabeza la oposición a Evo Morales. Rodeados de camionetas 4 x 4 la mayoría de los que explican los proyectos cruceños son altos, blancos, y profesionales que hablan inglés.

Claro que, cuando uno consulta a los líderes del Comité sobre el trato privilegiado que les dio Hugo Banzer durante los años de dictadura en los setenta y la relación entre su crecimiento y el narcotráfico, prefieren pasar a otro tema.

El reclamo autonómico de Santa Cruz y los otros departamentos no deja de representar una reivindicación legítima si se piensa que hasta hace muy poco los gobernadores y los alcaldes de los nueve departamentos en que está dividido el país eran elegidos a dedo desde La Paz. Sin embargo, en el fondo, Santa Cruz expresa los intereses de una clase social que no está dispuesta a una reforma constitucional que distribuya las ganancias de las regiones más ricas entre todos los habitantes del país. Por esta razón, cuando se debate la manera de generar recursos para el Estado la propuesta del gobierno pone el acento en las regalías que se pueden obtener de los recursos naturales, mientras -por el contrario- algunas voces de la oposición proponen gravar el consumo de la coca, con la fuerte carga simbólica que conlleva esta propuesta.

La lucha por el poder

El enfrentamiento actual en Bolivia muestra que lo que está en juego es el poder. Evo Morales accedió al gobierno en enero de 2006, pero el poder lo siguen teniendo los mismos sectores que demonizaron las luchas sindicales e indígenas así como las nacionalizaciones de los hidrocarburos en el pasado y apoyaron a casi todas las dictaduras. En este contexto el papel de los medios de comunicación es clave. La inmensa mayoría de los canales de televisión, de los diarios y las radios se oponen abiertamente al gobierno de Evo Morales, lo califican de dictador, sus tapas lo muestran montado sobre tanques, alientan las autonomías, dejan correr rumores de un autogolpe al estilo Fujimori, e instalan el escenario de una "guerra civil" alentado por el gobierno.
La caricaturización de Evo Morales como un títere de Hugo Chávez es funcional a este propósito. En Santa Cruz se pueden observar pintadas en las calles que dicen "Chávez manda ! Evo cumple !" y en la sede del Comité Cívico uno puede recibir -entre risas- calcomanías de un chimpancé con una boina roja que dice "macaco mayor no pisa Santa Cruz !"

Hoy en Bolivia existen dos poderes. Uno formal surgido de las elecciones generales de 2006 con Evo Morales como presidente y la Asamblea Constituyente que ha redactado una nueva constitución que debe ser aprobada en un referéndum. El gobierno de Evo Morales intenta avanzar consensuando pero también aferrado al mandato otorgado por sus votantes para realizar una profunda transformación social del país. Por el otro lado, en las regiones enfrentadas al poder central se desconoce la Constituyente, ya flamean las banderas regionales eclipsando la nacional y se avanza de manera unilateral hacia la creación de regiones autonómicas cuya propia dinámica puede llevarlos a la secesión, lo que llevaría -de hecho- a la ruptura del país. Es su afán por derrocar a Evo Morales van por todo o nada, y eso puede provocar una guerra civil de insospechadas consecuencias.

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