Portada del sitio > Reflexiones y trabajos > Lucio Magri y el Comunismo del Siglo XXA propósito de « El sastre de Ulm »
El sastre de Ulm. El comunismo del siglo XX. Hechos y reflexiones, editado por Clacso con Prometeo, la UBA (Filosofía y Letras y Sociales) en agosto del 2011, menos de dos años después de la publicación en Milán del original italiano es el testamento sincero y pesimista de un militante comunista italiano, togliattiano y stalinista, al borde de la tumba. Lucio Magri, su autor, como hacían en la Antigüedad los filósofos desesperanzados de la Roma de la decadencia, apenas terminada su obra hizo que le quitaran la vida.
Esa sinceridad da a este libro su valor principal pues permite ver directamente cómo se seleccionaban los cuadros principales del Partido Comunista Italiano, la sicología y la formación políticocultural de los dirigentes de la versión italiana del stalinismo, la mezcla de sentimientos revolucionarios anticapitalistas con concepciones nacionalistas y una visión profundamente conservadora tanto del partido como de la relación del mismo con los trabajadores que caracterizó a algunos de los mejores dirigentes del PCI, como el propio Magri, Pietro Ingrao o Enrico Berlinguer. Es valioso sobre todo pues nos muestra sin velos, crudamente, el alejamiento del marxismo y de la historia del movimiento obrero que marcaba a personas que sin embargo tenían vastos intereses culturales que las situaban en las antípodas de los toscos e ignorantes burócratas soviéticos de su época.
Además, a pesar de que el resultado es decepcionantemente pobre, el libro tiene el valor de tratar de hacer el balance de conjunto de una época y de las carencias y políticas que llevaron al derrumbe de la Unión Soviética y del llamado « socialismo real » y, en particular, del mayor de los partidos comunistas del mundo capitalista –el Partido Comunista Italiano (PCI) que estalló cuando aún conservaba cerca de un tercio de los votos de los italianos y millones de afiliados para pasar a ser primero un partido socialdemócrata (el Partido Democrático de Izquierda-PDS) y poco después, un partido social-liberal (el Partido Demócrata actual, cuyo modelo es el Partido Demócrata de Obama).
El título expresa cabalmente el contenido de la obra. En efecto, hace referencia a Bertold Brecht que relata que un sastre en Ulm creyó haber inventado un modo de volar, se arrojó desde una torre y murió aplastado. El dramaturgo alemán concluía que, pese a ese espantoso desenlace, el ser humano consiguió sin embargo volar…Magri, en cambio, se pregunta si el sastre, en el caso de haber sobrevivido, hubiese reintentado su experiencia y, sobre todo, si ese fracaso aportó algo a la historia de la aviación. Por supuesto, concluye que no pues para él, toda la historia del comunismo en el siglo XX es un siniestro y sangriento fracaso y no aporta nada a la historia de la lucha de los trabajadores por su liberación social.
Pasé en Italia buena parte de mi vida adulta y de militante y escritor político (25 años, exactamente, desde el boom del Partido Comunista hasta su crisis y disolución), escribí muy a menudo en Il Manifesto y conocí a sus dirigentes, milité sucesivamente en dos partidos de la nueva izquierda (Democracia Proletaria y Refundación Comunista) con posiciones opuestas, a la vez, a las del PCI y a las de Il Manifesto, y mi tesis de doctorado par la Universidad París VIII lleva como título La metamorfosis del comunismo italiano- Del PCI de Enrico Berlinguer al PDS. Conozco pues, por haberla vivido, la materia de este libro y conozco a su autor, un hombre culto y un político honesto y « de raza » formado en lo mejor del aparato togliattiano. Mi visión, como es obvio, no coincide con la del Sastre de Ulm y nunca coincidió con la de Il Manifesto ni con sus sucesivas direcciones y orientaciones, lo cual no quita mi apoyo y simpatía a esa experiencia político-periodística ni mi respeto por Magri, que tuvo una muerte consecuente con su trayectoria. No concuerdo por eso con la visión ditirámbica de Perry Anderson en su sentida y bella nota [1] sobre la muerte de Lucio Magri ni, particularmente, con la afirmación de que éste guió fielmente por las transformaciones que vivían los militantes de base del PCI y los obreros italianos, cosa, por otra parte, que el libro del propio Magri desmiente en multitud de trechos.
Por el contrario, el libro póstumo de éste –muy lúcido y bien escrito, destinado a ser un testamento- tiene muchas partes buenas y es una aexcelente base para discutir ese período y el fenómeno del suicidio de un partido de masas, pero tiene un vicio fundamental, que a mi juicio impide comprender al autor todo lo que, con verdadera pasión, analiza en el PCI y en sus direcciones, desde Palmiro Togliatti hasta Enrico Berlinguer.
Magri, en efecto, ingresó en el PCI después de que Jruschov diera a conocer su famoso informe sobre Stalin y, como Togliatti, no aceptó el contenido del mismo. Ingresó también cuando tantos intelectuales se iban –por lo general para caer en el pantano del Partido Socialista- debido a la invasión de Hungría y la represión de los consejos obreros magyares. Lo hizo, creo, debido a su formación católica en una familia conservadora (el padre había sido un coronel fascista colonizador de Libia) que, por un lado, lo empujó a la rebelión contra su medio y a ponerse del lado de los oprimidos pero, por otro lado, le dio una visión en blanco y negro y vertical de la política. Además, no ingresó a la base del partido sino al equipo de cuadros que Togliatti construía con jóvenes cultos y brillantes de familias acomodadas (como Berlinguer, o Rossana Rossanda y Magri mismo) que no tenían detrás de sí ni un pasado obrero, ni una vasta experiencia partidaria, ni la experiencia del radicalismo partigiano. Magri entró directamente a la burocracia del PCI; a su ala togliattiana y allí e formó.
Ahora bien, aunque Magri lo niega en su libro, Togliatti –desde que abandonó a su suerte a su amigo y mentor Nikolai Bujarin, del ala derecha del partido ruso- fue una pieza clave de Stalin y el aplicador en Italia del acuerdo de éste con Winston Churchill, en Yalta, que intentó dividir las influencias en el Mediterráneo dando Grecia a los británicos e Italia a los Aliados. El reconocimiento de la monarquía que había sostenido a Mussolini con el Pacto de Salerno enterró al Partido Comunista de Gramsci y disolvió sus restos en la incorporación masiva de cientos de miles de trabajadores hasta hacía poc o fascistas o sin partido a un nuevo partido de Stalin-Togliatti, sin vida política alguna y contrario a todo por lo que habían dado su vida los partigiani. Ese partido fue la pieza fundamental para la reconstrucción del Estado capitalista en Italia y para la inoculación masiva del nacionalismo chovinista vestido con ropaje « rojo » (la lucha por Trieste, el combate contra Tito).
Esa admiración por Stalin, a quien Magri justifica ignorando su papel en la victoria de Hitler en Alemania, en la derrota de la Revolución china y española, en la confusión creada por el Pacto germano-soviético, así como la admiración por Togliatti aparece reiteradamente en el libro y acompañó a Magri toda su vida. Ese fue el lazo fortísimo que, a pesar de su ruptura.con la dirección del PC I, lo mantuvo siempre a la sombra de ella, como una crítica interna-externa de la misma.
Una prueba de esta coincidencia fundamental de objetivos entre el autor y Tgliatti y sus sucesores, la tenemos en la página 141 de su libro, cuando se refiere a los acontecimientos polaco y húngaro de los años cincuenta, después de la muerte de Stalin, donde escribe que fue « la gran ocasión que entonces, al rechazar una ruptura con la URSS el PCI perdió para desbloquear la democracia italiana, evitar la perenne conventio ad excludendum, formar una gran fuerza socialdemócrata capaz de arrebatar el gobierno del país de las manos del monopolio democristiano ». Allí está toda la orientación principal de Togliatti y sus seguidores que fue la base de la transformación del PCI, no en 1956 sino en los ochenta, en un partido socialdemócrata que pasó a ser, rápidamente, liberal socialista. O sea, una visión nacionalista en la que los acontecimientos y la política mundial sólo sirven para acercarse a la ansiada incorporación al gobierno capitalista, aunque sea en coalición con la democracia cristiana. Es la visión de un partido de vocación socialdemócrata, para nada preocupado por el socialismo ni por el poder obrero y popular que permitiría empezar a construirlo comenzando a cambiar desde Italia la relación de fuerzas mundial entre las clases.
El problema reside en que Magri, como los otros componentes del grupo dirigente de Il Manifesto, no se habían formado políticamente junto a los trabajadores, teniendo en cuenta sus intereses y sus opiniones, sino como la izquierda inteligente y honesta de un aparato burocrático, educado por Togliatti en el nacionalismo, el « italianocentrismo », la autosuficiencia y el verticalismo. Esa izquierda, incluso después de la expulsión del PCI, mantenía su matriz stalinista-togliattiana. Por ejemplo, Magri escribe en la página 46 del libro que reseñamos sobre los llamados « errores » que condujeron al derrumbe de la Unión Soviética. Es decir, menciona la disolución del partido comunista chino en el Kuomintang, el pacto Molotov-Ribbentrop, la colectivización forzada del campo y la industrialización acelerada, el sectarismo frente a la socialdemocracia. Y agrega en su libro testamento que terminó en el 2011: « De todos estos errores, Stalin no fue más responsable que sus oponentes ». Todos los escritos de Trotsky desde los años 20 sobre cada uno de esos « errores » y las batallas políticas de la Oposición Internacional de Izquierda de la Internacional Comunista en torno a los mismos, a pesar de haber sido ampliamente publicados en Italia y en diversas lenguas europeas, son sencillamente ignorados.
Magri, como muchos otros, fue un stalinista de izquierda, consciente de la moderación de los Partidos Comunistas, que critica, pero cuya causa no comprende totalmente y atribuye a decisioness meramente nacionales. Dice, por ejemplo, en la página 49: « En Francia las conquistas sociales importantes y permanentes (se refiere a las de 1936. G.A.) fueron producto de un gran movimiento reivindicatorio desde abajo, sobre el que el PCF intervino ‘para que no se exagerara’. (…) (En España) Los comunistas trataron de detener el impulso anárquico hacia la radicalización (…)La crítica que se les puede hacer radica en que esa política estuvo encadenada sobre todo a una emergencia y no incidió profundamente en la estrategia a largo plazo ».
En la página 50 justifica el pacto Molotov-Ribbentrop (que, recordemos, estuvo acompañado por la disolución y liquidación del partido comunista polaco, la entrega a la Gestapo de los dirigentes del mismo, la división de Polonia entre la URSS y el hitlerismo y desarmó y desmoralizó mundialmente a los militantes comunistas, como Terracini, que fue expulsado por oponerse al mismo, tanto italianos como del resto del mundo). Dice Magri: « la URSS refrendó el pacto de no agresión con Ribbentrop, con el fin de evitar convertirse en la única víctima aislada, para ganar tiempo y darle la vuelta al juego. Y los acontecimientos demostraron que tenía razón [2] (…) El error, a lo sumo, fue arrastrar durante un año a los partidos comunistas a la teorización, absurda, de la guerra interimperialista (la traducción dice, por error, « antiimperialista » G.A.) que empañó su compromiso antifascista y comprometió en parte la estima conquistada sobre el terreno » En esta frase Magri, dicho sea de paso, limita al antifascismo el carácter de la lucha desencadenada en Europa por Hitler que en muchos lugares fue también anticapitalista y en Asia, antimperialista y no sólo antifascista…
Son muy interesantes las diferencias que Magri expone entre Togliatti y Gramsci, aunque justificando las tergiversaciones del segundo por el primero, que considera « inconscientes » (página 55). Recuerda que Togliatti, poco antes de su muerte, dijo « en sustancia que los comunistas italianos tenemos una deuda con Gramsci, hemos construido copiosamente sobre él nuestra identidad y nuestra estrategia pero, para hacerlo así, lo hemos reducido a nuestra medida, a las necesidades de nuestra política, sacrificando lo que él pensaba ‘mucho más allá’ »(página 54).
Más adelante, (página 56) « En suma, por lo menos al inicio, la herencia gramsciana se ofrecía y era aceptada como fundamento de una alternativa intermedia entre la ortodoxia leninista y la socialdemocracia clásica, más que como síntesis que superaba los límites de ambas posturas: el economicismo y el estalinismo » (Nótese nuevamente que, para Magri, el límite de la socialdemocracia es el economicismo-no su política de « médicos de cabecera del capital », como dijo el socialdemócrata Leon Blum- y el del leninismo, el estalinismo, que fue el enterrador de las ideas de Lenin y de su partido).
Magri analiza también los grandes procesos que ni el PCI ni los expulsados con Il Manifesto ni la izquierda interna en el aparato liderada por Pietro Ingrao supieron preveer y analizar. Ellos son, además de las izquierdas en Europa oriental y de los movimientos obreros, democratizadores, nada menos que el conflicto chino soviético y la posibilidad de que de la Revolución Cultural emprendida por Mao surgiese un Termidor, la revolución cubana y los movimientos nacionalistas en los países dependientes [3], en el plano internacional, pero también la caída abrupta del número de afiliados obreros y de miembros del PCI y de la Juventud Comunista precisamente en vísperas de grandes luchas, como las del 1968-1969, y la creación de los consejos de delegados contra la voluntad de los dirigentes sindicales comunistas y socialistas, la posibilidad de dar una base programática común a la informe Nueva Izquierda (Magri fue secretario de una organización de ese tipo, el Partido de Unidad Proletaria por el Comunismo- PDUP). Incluso poco antes de su muerte, en su libro, Magri sostiene (página 338) que « no era previsible » el gobierno de Gorbachov ni la disolución del Estado (Trotsky había ya señalado esa perspectiva ya en 1936, en « La Revolución Tracionada », y sobre Gorbachov, el curso chino con Deng y sucesores, la implosión yugoslava habían en la época decenas de libros y escritos periodísticos, entre ellos varios míos). Según él, tampoco « era previsible » que Europa siguiese el camino reaganiano, como si las burguesías nacionales y los gobiernos socialdemócratas europeos estuviesen ausentes de la lógica del gran capital.
Quizás la frase de Magri que condensa su visión de la realidad, tomada del togliattismo, que mezclabapor partes iguales el stalinismo y la socialdemocracia, es la siguiente: después de decir que una posición dura de la URSS contra la guerra de Irak y contra el armamentismo nuclear israelí « habría tenido en la ONU y sobre el terreno un peso que, por el contrario, faltó », Magri agrega « Lo que más me sorprende de todo esto es que Europa no se haya percatado de lo mucho que le convenía encontrar un interlocutor económico y político en el Este, para no limitarse a un papel subalterno al nuevo imperio estadounidense, y que Gorbachov, por su parte, creyese, como dijo, poder convertir a Reagan a la línea de Roosevelt por medio del buen ejemplo » (página 380). Fuera del criterio de clase, en la primera década del Siglo XXI, sigue viendo a Europa no como un conjunto de gobiernos capitalistas o imperialistas sino como una unidad neutral y progresista que podría no temer a un Estado que seguía llamándose « soviético » y « socialista » aunque no lo fuese, y viendo a Gorbachov como un comunista.aunque el mismo admira la política de F. D. Roosevelt (el imperialista que prohibió en Puerto Rico hablar en castellano) como ejemplo de democracia…
Sin embargo, como hemos dicho, a pesar de su enfoque gravemente equivocado, El sastre de Ulm es un libro útil, muy bien informado sobre la vida interna del PCI. Su mérito, insistimos, consiste en haber intentado hacer un balance de la evolución de ese partido y del comunismo en la posguerra,. Su fracaso, pese a la sinceridad de su autor y a la abundancia de reflexiones útiles, consiste en haber trazado esa historia desde el punto de vista de los dirigentes y de los aparatos, no desde las evoluciones en la economía mundial e italiana, en la sociedad y en las clases trabajadoras ni, tampoco, desde el de la interrelación entre la propagación de ideas nacionalistas y conservadoras por el Partido y la creciente despolitización de su base de masas, todo lo cual estaba presente, en germen, en la creación del « partido de nuevo tipo » togliattiano –el Partido Comunista Italiano- que enterró el proyecto revolucionario e internacionalista del Partido Comunista de Italia de Gramsci (y de la mayoría, obrera, del Buró Político del PC d’I, Tresso, Blasco y Leonetti, expulsados en los 30 por pedir una política de izquierda y no ser stalinistas).
El PCI sufrió primero grandes transformaciones con el boom capitalista posterior a la inmediata posguerra y las migraciones que el mismo produjo, vio transformarse a sus cuadros, inicialmente militantes, partigiani u obreros, en consejeros municipales, diputados, senadores, dirigentes de empresas cooperativas o estatales, y por último no fue capas de entender las transformaciones sociales y culturales producidas por la mundialización. Magri no se refiere a ese proceso, aunque señala algunos de sus efectos, como la caída de la militancia y la pérdida de afiliados del partido. El profundo conservadurismo de la visión de Togliatti y de Stalin, correspondiente a otra época, su burocratismo y la imposibilidad de reformar el partido debido a su carácter verticalista explican la corrosión paulatina de sus sostenes y su derrumbe final.
Para que reaparezca en Italia una izquierda nuevamente de masas y con una influencia cultural capaz de crear una contrahegemonía frente al pensamiento único neoliberal antes que nada habrá que ajustar cuentas con el togliattismo, versión italiana del stalinismo y habrá que redescubrir el núcleo revolucionario presente en el gramscismo.
El Correo. París, 14 de agosto de 2012.
[1] Perry Anderson, Homenaje a Lucio Magri, en New Left Review en castellano, nº , AKAL, Madrid, 2012.
[2] Stalin, recordemos contrariamente a lo que dice Magri, creía tanto en las virtudes de ese pacto de no agresión que no camufló la aviación de guerra (que fue destruida en el suelo por el ataque alemán) ni creyó las informaciones de su espía Sorge desde Japón y de desertores alemanes sobre la inminencia de un ataque alemán. La impreparación del ejército soviético le costó millones de víctimas y de prisioneros cuando la ofensiva alemana. Los partidos comunistas, por su parte, creyeron que la noticia de la invasión alemana era una provocación imperialista y donde pudieron así la denunciaron en su prensa.
[3] En la página 326 dice de Perón simplemente que era « un populista poco fiable ».