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3 mai 2005

La realidad económica de China pone a prueba la vinculación del yuan con el dólar segun el neoliberal WSJ

 

Los economistas que intentan averiguar si China permitirá que su moneda se aprecie frente al dólar están centrando su atención en los cambios de la economía del país que, sumados, hacen más difícil que nunca que Pekín resista tal medida.

Por Andrew Browne
The Wall Street Journal
La Nación. Hong Kong, 2 de mayo del 2005

Así que un temblor en el mercado el viernes, cuando el yuan se salió del rango generalmente muy estricto de negociación, fue interpretado como una posible señal de que el régimen cambiario adoptado hace 11 años puede estar cerca de acabar. ¿Habría un momento más adecuado para un cambio (argumentan algunos economistas) que ahora, cuando China empieza un feriado de una semana para celebrar el primero de mayo ? Este es un momento, agregan, en que los sistemas electrónicos de negociación cambiaria pueden ser alterados y probados.

No hay una manera segura de prever que China revaluará el yuan esta semana o este año. Las autoridades chinas han frustrado continuamente los pronósticos de una apreciación cambiaria. Pekín ha dejado claro que no desea recompensar a especuladores que han invertido grandes sumas en anticipación de tal medida.

Pero la realidad económica y la presión política global están poniendo a China cada vez más a prueba, creando una situación en la que muchos economistas y mercados se preparan para un cambio.

Acontecimientos recientes parecen fortalecer el argumento de quienes defienden una pronta revaluación del yuan. La conclusión de muchos economistas es que es mejor para China hacer un cambio desde una posición de fuerza que verse obligada a apreciar su moneda por presiones externas insoportables. Autoridades chinas reconocen que hay una creciente presión para que reformen su sistema cambiario. Hace algunas semanas, el premier Wen Jiabao dijo que el momento y la forma de un cambio "pueden venir por sorpresa".

La presión extranjera para que China revalúe el yuan, en todo caso, también puede tener un efecto contrario ya que a las autoridades chinas nos les gusta doblegarse ante las exigencias externas.

Sin embargo, la presión sigue creciendo. Un número cada vez mayor de senadores estadounidenses apoya una medida que permitiría la imposición de aranceles de 27,5% a todas las importaciones chinas al mercado de EE.UU. a no ser que China revalúe el yuan. La medida encarecería los productos chinos en dólares y ayudaría a disminuir el enorme déficit comercial estadounidense. Al mismo tiempo, Pekín enfrenta un contraataque tanto de EE.UU. como de la Unión Europea para poner freno a las exportaciones chinas de confecciones y textiles.

Un crecimiento desigual el año pasado, impulsado por un recalentamiento de la inversión, amenazó con volcar la economía china, arrastrando consigo las economías de vecinos en Asia que dependen del mercado chino de exportaciones.

Este año, el crecimiento ha estado mejor distribuido entre inversión, consumo y exportaciones. La inflación está bajo control, pero el resultado es una nueva amenaza al equilibrio de la economía global. A medida que las inversiones descendieron, las importaciones se desplomaron. Al mismo tiempo, las exportaciones se dispararon. Los resultados ya se pueden apreciar en el creciente déficit de cuentas corrientes de EE.UU. En los primeros dos meses de este año, el déficit comercial con China subió cerca del 50% frente al total de US$ 29.000 millones en el mismo período del año pasado.

Al menos en público, los líderes chinos parecen indiferentes a los reclamos de EE.UU. sobre el desequilibrio comercial. Argumentan que sólo EE.UU. puede arreglar su déficit de cuenta corriente al controlar sus gastos y economizar. También han trabajado arduamente para poner en orden la banca, afectada por la cartera de préstamos vencidos, preparándola para una reforma cambiaria.

Al mismo tiempo, las autoridades han liberalizado paulatinamente la cuenta de capitales, permitiendo que un número reducido de inversionistas extranjeros invierta en el mercado de valores chino y que aseguradoras chinas inviertan en el exterior. Pero los analistas no creen que el país abra sus puertas en breve y el Fondo Monetario Internacional dice que es mejor liberalizar el tipo de cambio primero y la cuenta de capitales después.

Algunos economistas dicen que en el caso que las presiones externas no lleven China a modificar su tipo de cambio, el país podría tener que ceder a las presiones internas. En la crisis asiática de 1997 y 1998, Pekín impuso un cambio fijo del yuan contra el dólar para prevenir una devaluación. Ahora, argumentan algunos, una dinámica similar puede favorecer un movimiento contrario : las condiciones económicas alcanzaron un punto en el que una revaluación del yuan generaría muchas ventajas para China.

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