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Por Raymond Deane
CounterPunch. Usa, 20 de enero de 2009.
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El tono cada vez más convincente y crítico de las declaraciones ofrecidas respecto a Israel por ciertos gobiernos de la Unión Europea durante la actual crisis de Gaza, unido a la noticia de que Israel ha decidido enviar a sus ministros, como parte de una "guerra relámpago" propagandística, a realizar una gira por seis países europeos que aún no son suficientemente dóciles, no debería llevarnos a interpretar que la UE vaya a adoptar una posición fuerte contra el terrorismo de estado israelí ahora que hay ya un alto el fuego.
Un augurio lamentable de lo que podemos esperar es la decisión de los países de la UE representados en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas (HCR, por sus siglas en inglés) de abstenerse en su resolución del 12 de enero que entre otras cosas condenaba la operación militar israelí y llamaba al cese de los ataques tanto de Israel como de Hamas… en cumplimiento de la jurisdicción internacional sobre los derechos humanos y del derecho humanitario internacional…"
En una declaración en la que se quejaba de que esa cuidadosamente equilibrada moción "presenta sólo a una de las partes del conflicto" (una afirmación motivada por el llamamiento a que cesaran los ataques de Hamas), el representante alemán Reinhard Schweppe anunció que los países de la UE no representados en el HRC "se alineaban" con la abstención de Alemania y sus "socios" de la UE. La moción se aprobó con 33 votos a favor, 1 en contra (Canadá) y 13 abstenciones.
No hay duda de que Herr Schweppe sentía que estaba cumpliendo con las obligaciones del estado alemán respecto al pueblo judío. Sin embargo, desde 1948, la interpretación que Alemania hace de esas obligaciones implica un apoyo incondicional al estado de Israel -que no es lo mismo que el pueblo judío- y su también incondicional inculpación de las víctimas de ese estado. El intelectual estadounidense pro-palestino Norman Finkelstein, hijo de supervivientes del Holocausto, ha reprendido esta postura tildándola de "falso coraje" y definiendo que "el actual desafío a que debe hacer frente Alemania" es a "defender a los judíos de la malicia y condenar su abrumador y ciego apoyo a la brutal ocupación de Israel".
En privado, los políticos alemanes y austriacos afirman, al parecer, que por "razones históricas" convenientes, no pueden cambiar su posición mientras el Reino Unido siga ofreciendo apoyo incondicional a Israel. Gran Bretaña, sin embargo, no ha mostrado nunca mucho interés en rectificar las nefastas consecuencias de sus pasadas maquinaciones imperiales y coloniales ya sea en Palestina, Iraq, India/Pakistán o incluso en Irlanda, miembro ahora de la UE.
En 1919, dos años después de su infame Declaración postulando que Gran Bretaña "contemplaría favorablemente" el establecimiento de un "hogar nacional" judío en Palestina, Arthur Balfour declaró a Lord Curzon, su sucesor como Ministro de Exteriores británico : "No tenemos intención alguna de consultar qué es lo que desean los actuales habitantes de Palestina… Las cuatro grandes potencias están comprometidas con el sionismo, esté o no equivocado…, por lo que no son en absoluto importantes los deseos y prejuicios de los 700.000 árabes que habitan ahora en esa antigua tierra". Este rechazo del derecho de los árabes palestinos a tener derechos (en frase de Ana Arendt) tipifica la política del Reino Unido hacia Oriente Medio hasta este mismo día, y precisamente los ecos de esa política son los que siguen oyéndose aún en la nauseabunda retórica de Tony Blair y del actual Secretario del Foreign Office David Miliband…
Entre otros estados de la UE, Polonia, la República Checa y los Estados Bálticos han encontrado todos ellos "razones históricas" similares para apoyar a Israel. Sin embargo, no quedan muchas dudas de que la "razón histórica" principal presente en la cuestión es el chantaje y los sobornos a que les somete Estados Unidos, que ha transformado en ventaja para Israel la falsa percepción existente en esos países de que EEUU es un bastión contra el resurgimiento de Rusia.
Pero es natural que se plantee la siguiente pregunta : Dado que los países de UE tienen experiencias inmensamente distintas y, en algunos casos, relativamente sin mancha en cuanto a su participación en los crímenes coloniales o imperialistas del pasado, ¿deberían los imperativos históricos británicos o alemanes ser los que determinen su política exterior hacia la cuestión palestina ?
Irlanda, por ejemplo, estuvo comprometida con las últimas luchas coloniales en Europa Occidental y, como Palestina y la India/Pakistán, sufrió su partición con su concomitante "carnaval de reacción" (en palabras del socialista revolucionario James Connolly, ejecutado por los británicos en 1916) como consecuencia de la ocupación británica. En los primeros año de la república hubo mucha simpatía emocional hacia la autoproclamada "Guerra de Independencia" de Israel, hasta que la guerra de 1967 dejó claro que tal "independencia" no era sino un proceso de colonización y limpieza étnica. Importantes figuras políticas irlandesas como Frank Aiken y Brian Lenihan padre esbozaron una política para Oriente Medio basada en la fórmula "paz por territorios", que resultaba progresista para el contexto de su época, y que se convirtió en la base de la política de la UE hasta que se produjo el colapso del proceso de Oslo. Ahora, por desgracia, es el peso combinado de Alemania, Gran Bretaña y los países del Este de Europa lo que determina la política desastrosa e injusta de la UE de apoyo incondicional a Israel, e Irlanda ha abandonado su tradicional política pro-palestina (que, sin embargo, sigue viva en gran parte de la retórica favorecida por los políticos irlandeses) en favor del "alineamiento" con las naciones más poderosas de la UE y, por consiguiente, de Israel.
Por tanto, aunque Israel no había desplegado su auténtica barbarie tan abiertamente como lo ha hecho en el pogromo contra Gaza, podemos absolutamente esperar que la UE siga otorgando cada vez más generosos privilegios comerciales al estado sionista, una vez que han dado por terminada su campaña y los palestinos han contado a sus muertos. Incluso se rumorea que la actual presidencia checa de la UE está ansiosa por proseguir el proceso que mejore el ya privilegiado estatuto de Israel tan pronto como se haya calmado el incómodo alboroto actual… Es en este punto donde se cruzan inesperadamente la campaña por los derechos palestinos y la campaña en contra del Tratado de Lisboa. Este "tratado-reforma", como a sus partidarios les gusta llamarlo, persigue al parecer "racionalizar" los trabajos engorrosos de la Unión Europa, aunque con ello consolide -según sus detractores- la militarización de la UE y su deriva hacia la transferencia de soberanía nacional a una serie de burócratas que no han sido elegidos y que estarán situados en Bruselas. En 2005 se rechazó la versión inicial de este tratado, descrito como "Constitución Europea", en sendos referendos celebrados en Holanda y Francia. Ese rechazo se debió a muchos motivos, no todos ellos progresistas. Sin embargo, el análisis objetivo del resultado sugiere que en ambos países la mayoría de los votantes estaban influidos por el temor a perder responsabilidad democrática y que tampoco querían ver cómo se consagraba el neoliberalismo -por vez primera en alguna parte- en una constitución vinculante.
El documento fue reformado y rediseñado como simple "tratado" para eludir la necesidad de los referendos nacionales. Sin embargo, el gobierno irlandés no pudo seguir el juego por los propios requerimientos de la Constitución irlandesa y el Tratado de Lisboa fue debidamente rechazado por el electorado irlandés en junio de 2008, para desmayo y horror de las elites de la UE. Ahora se han puesto en marcha una serie de planes para repetir ese referéndum -sin cambio sustantivo alguno- con la esperanza de alcanzar el resultado deseado en octubre de 2009. Así es la democracia de la UE.
Esto significa que los ciudadanos irlandeses conscientes tienen un as en sus manos, uno con el que pueden jugar a favor de los cientos de millones de colegas europeos a los que se ha privado de voto en la evolución de la Unión a la que sus naciones pertenecen. Un segundo "no" a esta constitución de facto frenaría la inmensa prisa de la UE por llegar a una política exterior común caracterizada por el desprecio hacia el derecho internacional y la nostalgia hacia los valores imperiales y coloniales, como se refleja en su apoyo incondicional hacia el estado israelí. Una voz común de la UE en asuntos internacionales es sólo deseable si esa voz habla el lenguaje de los derechos humanos y de la justicia política, un lenguaje en el que brille por su ausencia el vocabulario que exprese apoyo hacia el racismo, la limpieza étnica y el genocidio.
Raymond Deane, es compositor, miembro fundador y antiguo presidente de la Campaña Irlandesa en Solidaridad con Palestina, y uno de los patrocinadores del Movimiento Popular, una organización que lucha contra un "super-estado federal" en la UE.
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
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An Irish Ace ?
THE EU, GAZA AND THE LISBON TREATY
Raymond Deane
CounterPunch. Usa. January 20, 2009.
The increasingly forceful tone of statements critical of Israel issuing from certain European Union governments during the current Gaza crisis, plus the news that Israel has decided to send ministers on a tour of six insufficiently docile European countries as a kind of propaganda "blitzkrieg", should not lull us into assuming that the EU will maintain a strong stand against Israeli state terrorism once there is a ceasefire.
A sorry portent of what we can expect is the decision by EU countries represented on the UN’s Human Rights Council (HCR) to abstain on its resolution of January 12th which, among other things, condemned the Israeli military operation, called for a cessation of both Israeli and Hamas attacks, and called "for immediate international protection for the Palestinian people... in compliance with International Human Rights Law and International Humanitarian Law..."
In a statement complaining that this carefully balanced motion "presents only one side of the conflict" (an assertion belied by its call for a cessation of Hamas attacks), the German representative Reinhard Schweppe announced that EU countries not represented on the HRC "aligned themselves" with the abstention by Germany and its EU "partners". The motion was passed with 33 in favour, 1 against (Canada), and 13 abstentions.
No doubt Herr Schweppe felt that he was living up to the German state’s obligations towards the Jewish people. However, since 1948 Germany’s interpretation of these obligations has entailed unconditional support for the state of Israel - which is not identical to the Jewish people - and unconditional scapegoating of the victims of that state. The pro-Palestinian American intellectual Norman Finkelstein, a son of Holocaust-survivors, has berated this stance as "counterfeit courage" and defined "the challenge in Germany today" as "to defend Jews from malice and to condemn their overwhelmingly blind support for Israel’s brutal occupation."
In private, German and Austrian politicians apparently claim that for convenient "historical reasons" they cannot change their stance as long as Britain continues to offer unconditional support to Israel. Britain, however, has never shown much interest in rectifying the nefarious consequences of its past imperial and colonial machinations, whether in Palestine, Iraq, India/Pakistan, or indeed Ireland, now a fellow EU member.
In 1919, two years after his infamous Declaration that Britain would "view with favour" the establishment of a Jewish "national home" in Palestine, Arthur Balfour stated to Lord Curzon, his successor as British Foreign Minister, that "in Palestine we do not propose to go through the form of consulting the wishes of the present inhabitants ... The four great powers are committed to Zionism and Zionism, be it right or wrong, ... is... of far profounder import than the desires and prejudices of the 700,000 Arabs who now inhabit that ancient land." This dismissal of the Palestinian Arabs’ right to have rights (in Hannah Arendt’s phrase) typifies UK policy on the Middle East to this very day, and re-echoes through the sickening rhetoric of Tony Blair and Foreign Secretary David Miliband..
Among other EU states, Poland, the Czech Republic, and the Baltic States have all similarly found "historical reasons" for supporting Israel. There is little doubt, however, that the major "historical reason" is blackmail and bribery from the USA, which has turned to Israel’s advantage the delusion prevalent in those countries that America is a bulwark against a resurgent Russia.
The question naturally arises : given that EU countries have vastly different historical backgrounds, in some cases relatively unblemished by participation in past imperialist or colonial crimes, should their foreign policy on the question of Palestine be determined by perceived German or British historical imperatives ?
Ireland, for example, engaged in Western Europe’s last colonial struggle and, like Palestine and India/Pakistan, suffered partition with its attendant "carnival of reaction" (in the words of the socialist revolutionary James Connolly, executed by the British in 1916) as a consequence of British occupation. In the Republic’s early years, there was much emotional sympathy for Israel’s self-styled "War of Independence", until the 1967 war exposed such "independence" as a process of colonisation and ethnic cleansing. Prominent Irish political figures like Frank Aiken and Brian Lenihan Sr drew up a Middle-East policy based on the "land for peace" formula that was progressive within the context of its time, and became the basis of EU policy until the collapse of the Oslo process. Now, unfortunately, it is the combined weight of Germany, Britain and the Eastern European countries that determines the EU’s disastrous and inequitable policy of unconditional support for Israel, and Ireland has abandoned its traditionally pro-Palestinian stance (which nonetheless lives on in much of the rhetoric favoured by Irish politicians) in favour of "alignment" with the most powerful EU nations and hence with Israel.
Therefore, although Israel has never more nakedly displayed its true barbarism than in the pogrom against Gaza, we may fully expect the EU to continue plying the Zionist state with ever more generous trading privileges once this campaign is over and the Paletinians have counted their dead. Rumour has it that the current Czech EU presidency is eager to continue with the process of upgrading Israel’s already privileged status as soon as the awkward fuss has died down...
It is at this point that the campaign for Palestinian rights and that against the Lisbon Treaty unexpectedly intersect. This "reform treaty", as its proponents like to call it, supposedly aims to "streamline" the cumbersome workings of the European Union, while in the process - according to its detractors - cementing the militarisation of the EU and its drift towards the transference of national sovereignty to unelected bureaucrats based in Brussels. The initial version of this treaty, described as a "European Constitution", was rejected in 2005 in referenda in Holland and France. This rejection had many different motivations, not all of them progressive. However, objective analysis of the result suggests that in both countries the majority of voters were influenced by fear of the loss of democratic accountability, and unwillingness to see neo-liberalism enshrined - for the first time anywhere - in a binding constitution.
The document was revamped and redesignated as a mere "treaty" in order to bypass the necessity for national referenda. The Irish government, however, was prevented from playing this game by the requirements of the Irish Constitution, and the Lisbon Treaty was duly rejected by the Irish electorate in June 2008, to the dismay and horror of the EU elites. There are now plans afoot to repeat this referendum - without any substantive changes - in the hopes of gaining the desired result in October 2009. Such is EU democracy.
This means that concerned Irish citizens have an ace in their hands, one that they can play in the interests of the hundreds of million fellow Europeans who have been deprived of a vote on the evolution of the Union to which their nations belong. A second "no" to this de facto constitution would check the headlong rush of the EU towards a common foreign policy characterised by contempt for international law and nostalgia for imperial and colonial values, as reflected in its unconditional support for the Israeli state. A common EU voice in international affairs is only desirable if that voice speaks the language of human rights and political justice, a language that has no vocabulary to express support for racism, ethnic cleansing and genocide.
Raymond Deane, here writing in a personal capacity, is a composer, a founding member and former chairperson of the Ireland Palestine Solidarity Campaign, and a patron of the People’s Movement, an organisation campaigning against an EU "federal super-state".