Accueil > Empire et Résistance > Union Européenne > La Izquierda europea : La Europa de pocos
Un análisis descarnado sobre la realidad política y cultural de Europa. Auge de la derecha y límites de la izquierda.
Por Bruno Kampel
Argenpress.info, Desde Suecia
"Europa se está volcando muy peligrosamente hacia la derecha", afirman los principales titulares del día a día, y hay que confesar que no mienten. Dinamarca, Austria y Noruega ; Italia de Berlusconi y Fini ; Holanda de los herederos de Fortuyn ; la España de Aznar con su franquismo vestido con los disfraces de una pseudo democracia ; y los gobiernos de algunos "landers" alemanes ; y Portugal nuevamente en manos de los que fueron derrotados en 1975, ya están - directa o indirectamente - gestionando los dineros públicos de acuerdo con el Manual del más salvaje de los liberalismos, transformando conquistas sociales en papel mojado, y usando con maestría los medios de comunicación para crear cortinas de humo, fabricando enemigos mortales que les faciliten la imposición del pensamiento único, el tal que ’nos protege’, bastando, para que eso ocurra, con reducir la ’excesiva’ libertad individual y construir una mayor y omnipotente y omnipresente realidad virtual que tenga - en la identificación y estigmatización de los que a ella se oponen - la base simplista pero electoralmente efectiva del avance progresivo del nuevo fascismo cibernético, militarizando el pensamiento, jerarquizándolo de arriba para abajo, suprimiendo todo que no sea blanco (ellos) o negro (los otros).
Europa está volcándose a la derecha, garantizan los analistas políticos, y debemos reconocer que dicen la verdad. La peor, la más dolorosa y definitiva prueba de que no mienten es la comprobación de que la izquierda europea también está volcándose a la derecha.
La Inglaterra del "izquierdista" Tony Blair bombardeó durante todo su gobierno de forma casi diaria a Irak - sin mandato de la ONU, sin justificativa estratégica - mientras el resto de Europa miraba para otro lado. Sí, para el mismo lado que mira la izquierda europea cuando escucha el discurso xenófobo del gobierno de Dinamarca, y de Austria y de Italia y de España y de Holanda. Para el mismísimo lugar que mira el socialismo europeo cuando Le Pen dice lo que dice y Berlusconi propone lo que propone y Aznar hace lo que quiere.
La fórmula por la cual la derecha conquista espacios es antigua, pero sigue rindiendo beneficios. Primero acapara los principales medios de comunicación (empezando por los servicios públicos de radio y TV). Después instaura su modelo económico, ése que concede privilegios al capital frente lo trabajo, y la mezcla resultante necesariamente conduce al adelgazamiento del poder de comparar y de comprar de los trabajadores ; al aumento del índice del desempleo ; a la violación cada vez menos disfrazada de los contratos colectivos de trabajo, ya sea por mano de la robotización de las líneas de producción - cuya finalidad es sustituir la mano de obra de carne y hueso a la que hay que pagarle todos los meses, por programas informáticos que cuestan solamente una vez - o por los vía de los recortes de las conquistas sociales obtenidas por los trabajadores durante el siglo XX, aumentando desproporcionadamente los contratos temporales de trabajo o reduciendo de forma drástica los derechos sociales adquiridos a lo largo de la Historia.
La globalización, que mundializa los precios pero no la paga mensual ; que abre los mercados para los productos oriundos de países industrializados pero crea barreras aduaneras para los productos originarios de los países más pobres, es la antítesis de la globalización tal cual la definen los diccionarios, ya que en última instancia lo que realmente hace es concentrar en la mano de pocas empresas - con domicilio fiscal y legal en poquísimos y conocidísimos países - la propiedad de los grandes medios de producción, lo que propicia que en esos pocos países suba el nivel de vida de las clases media y alta, mientras que en los otros la miseria se alastra imparable desde el centro hacia la base de la pirámide social, porque los sueldos percibidos por los integrantes de los estratos inferiores de la clase media pierden peso específico y transforman a quienes dependen de ellos en clase pobre, y los pobres, que poco podían antes, pierden ese casi nada y pasan a engrosar el colectivo de los miserables, que víctimas de la desesperanza se hunden aún más en la imposibilidad de proveer a sus dependientes el mínimo alimento indispensable para poder sobrevivir dignamente.
El "aburguesamiento" de los ideales de izquierda, promovido en la Europa Occidental por líderes ’socialistas’ a cada año mejor vestidos, dirigiendo coches cada vez más potentes, pero cada vez menos socialistas tanto en el hacer como en el decir, no empezó con los acontecimientos del 11 de setiembre.
Ella - la izquierda - se encontraba dentro de un proceso de depauperación programática que la degradó ideológicamente hasta el punto en que era y es difícil diferenciar izquierda de derecha, ya que mientras la derecha europea adoptó un discurso populista y optó por conquistar el poder a cualquier precio, la izquierda - pocas veces con su tímida protesta, más veces con su aullante silencio, y muchas más veces con su complicidad - sirvió de trampolín para que finalmente ocurriera lo inimaginable : la derecha hablando en nombre de los trabajadores.
Un factor importantísimo de la pérdida de credibilidad de la izquierda europea fue y es la forma esdrújula que usó y continúa usando para definir y enfrentar el controvertido problema de la inmigración, y eso a pesar de que en Europa no es difícil - dado el bajísimo índice de natalidad - justificar la entrada de grandes contingentes de inmigrantes.
La izquierda, arrastrada por la sistemática presión de los principales medios que están monolíticamente controlados por la derecha, cayó en la más cruel de las emboscadas, que es, ni más ni menos, quedarse sin discurso, porque con miedo de decir que defiende la inmigración y con ello perder votos, cerró la boca, concordando así por omisión con el mensaje xenófobo y no pocas veces racista de la derecha, y ésta, aprovechándose de la apatía inoperante de la izquierda sin rumbo ni programa ni discurso, radicalizó sus posiciones hasta que éstas germinaron y de ellas fructificaron los Heider y Le Pen y Fortuyn y Fini y Aznar et cætera.
Esa encrucijada - no podemos olvidarlo - no nace por generación espontánea, pues tiene fundamento y raíces.
La inmigración que llamó y llama a las puertas de la Europa comunitaria (o que entró y entra por la puerta trasera, sin permiso), se compone fundamentalmente de ciudadanos de la África negra y del Magreb, significando esa particularidad que llegó y llega con un equipaje cargado de realidades que ’dificultan’ su integración, como puede ser el color de la piel, la fe musulmana y la pobreza material.
Con el color de la piel encienden la llama del racismo enraizado en los subterráneos genéticos de la cultura europea. Con la fe en el Corán levantan contra sí al Cristianismo en todas sus variantes - hasta no hace mucho mayoritario y dominante, casi monopolista. Y con la pobreza asustan a las clases más desfavorecidas, ésas que siempre engrosaron las filas de la izquierda hasta que la inmigración llegó y ’amenazó’ y ’amenaza’ directamente con apropiarse de sus fuentes de trabajo, porque inescrupulosos patrones de derecha usan la mano de obra indocumentada para reducir costos, ya que estos inmigrantes sin papeles - para no morir de hambre - aceptan recibir menos que los nacionales por el mismo trabajo, y muchas veces ni siquiera reciben la cobertura social obligatoria en los países de la Europa Comunitaria. Y eso ocurre - claro - con el beneplácito de los gobiernos de turno.
Ante un cuadro como ese, que muestra a una izquierda esclerosada y en estado casi terminal, el enfermo - para poder sobrevivir - tiene un repto crucial que debe enfrentar con ideas claras, proyectos viables, y mucha, muchísima astucia política.
Ha llegado la hora de modernizar la izquierda en Europa, dando un paradójico paso hacia atrás. Sí, volviendo a los comités de barrio ; a la prensa alternativa ; a la denuncia sistemática de las violaciones de los derechos sociales ; a las campañas para mejorar la situación de los inmigrantes ; a la promoción de encuentros de colectivos de inmigrantes e indocumentados con grupos de trabajadores nacionales ; al refuerzo de la actuación sindical dentro de los locales de trabajo ; a la defensa sin fisuras ni excepciones de los derechos humanos de todos los humanos.
También ha llegado la hora de modernizar el liderazgo de la izquierda europea, dando otro paso hacia atrás. Sí, volviendo a elegir dirigentes hechos a la medida de los programas, y no lo contrario como ocurre en los últimos años. Líderes que deban obediencia a los principios, y no principios elaborados al gusto y capricho de ellos.
La derecha es hoy ni más ni menos de lo que la izquierda le permitió ser. Urge recuperar las riendas del Humanismo, asumiendo la responsabilidad que ser izquierdista nos impone, o - en caso contrario - no nos quedará más remedio que clausurar la esperanza, declararse en quiebra moral, y exhalar el último suspiro.’