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9 mai 2005

En la América del Sur hay espacio para el pleno empleo

 

Pensar el desempleo como una cuestión estructural e insuperable tanto para nuestra Argentina como para nuestra América del Sur no es real.

"O se procede a un
reordenamiento geopolítico
y a una producción
suficientemente organizada
y distribuida o será preciso
recurrir a la supresión
biológica como
consecuencia."

Juan Domingo Perón
El problema de la liberación. Madrid, 1971.

Por IMA
Buenos Aires, 6 de septiembre del 2004

André Gorz sostiene que la evolución hacia el fin de la "sociedad del trabajo" es un hecho irreversible, porque el grado de evolución actual del capitalismo no posibilita el suficiente trabajo remunerado, estable, de tiempo completo, y legalmente protegido, por lo que plantea una política de "ingreso ciudadano" de bases universales que no exija para los beneficiarios la realización de ninguna clase de trabajo.

Pierre Rosanvallon, por su parte, también propone atacar la exclusión con un "ingreso ciudadano", pero condicionado a la realización de una contraprestación laboral por parte de los beneficiarios, construyendo un nuevo Estado providencia "activo" obligado a repensar la solidaridad y los derechos sociales.

La idea del ingreso ciudadano ha sido planteada en la Argentina con matices, ya sea dirigida a los grupos sociales de elevado grado de vulnerabilidad a la exclusión, o bien como un ingreso básico universal, directamente dirigido a todas las personas en forma incondicional, sin requisito alguno, como el de desempleo, incapacidad laboral, aporte previsional, aporte social, o ser pobre.

Lo más novedoso que tiene esta propuesta es su denominación y generalización, porque en el ingreso ciudadano universal se propone que hasta los ricos lo cobren. Desde el Montepío (fondo de caridad) hasta la instauración de la Seguridad Social encontramos situaciones parecidas que transitaron entre lo asistencial y lo prestacional, como la ayuda a los pobres, las pensiones sociales (no contributivas), los subsidios a los desempleados y a los pobres, pensiones contributivas, asignaciones familiares, entre otras.
Pero toda forma de asistencialismo permanente y estructural es funcional a quienes se apropiaron -y quieren seguir haciéndolo- de los recursos sociales. Qué mejor para que los bancos continúen con su usurario negocio de fondos de pensión que el Estado les pague a todos los mayores, con aportes o sin ellos, un salario mínimo de subsistencia. Qué mejor para los prestadores privados que el Estado pague una mínima cobertura médico- asistencial. Qué mejor para los empleadores un salario mínimo garantizado para todos los ciudadanos y un techo salarial fijado por el elevado nivel de desocupación. El asistencialismo es lo querido por el Consenso de Washington como "aliviador social" de la exacerbación del negocio financiero "global" concentrado.

Descontando las buenas intenciones de quienes alientan un ingreso ciudadano universal, nos permitimos descreer de ese camino -aceptándolo sólo en forma excepcional y temporaria-, ya que la principal forma de afiliación a la sociedad opera a través del trabajo y éste es la vía principal para obtener una identidad y un reconocimiento social, superando la exclusión.
Frente a la pretendida "ilustración" acrítica, recordemos que la evolución del pensamiento, los grandes descubrimientos, las acciones transformadoras de la humanidad, surgieron simplemente de la elemental observación. El camino en tránsito siempre nos impone interrogarnos acerca de si nos dirigimos a la concreción de un proyecto nacional, porque si no lo tenemos o no lo estamos construyendo estamos en el proyecto de otro, para lo cual es imprescindible observar la realidad argentina y latinoamericana, en su contexto político-económico-espacial.

Antes que nada recordemos que los argentinos venimos de nuestro proyecto del 80, asentado en la idea de un espacio limitado (la pampa) para la Nación, ante el espacio ilimitado del imperio, que eran todos los mares. Este proyecto se acabó definitivamente en 1930, pero seguimos buscando nuestro ser, nuestro destino y un nuevo papel, aunque persiste -nocivamente- el resabio de aquel proyecto que por mirar a Europa ignoró su propio interior y su mar, dándoles la espalda a los países del continente sudamericano al que pertenecemos, lo que lleva a mantener un modo especial de percibir el ámbito espacial, reflejado en aquello de que "el mal de la Argentina era la extensión".

Nuestro espacio

El cambio que se impone requiere darnos cuenta que la ilimitación espacial la ejercen y la imponen los países desarrollados a costa de la limitación espacial de los no desarrollados, lo que no es otra cosa que el nombre geopolítico de la dependencia.

Los imperios dominantes se atribuyen todo el espacio, no sólo del mundo, sino del universo. Los países en dependencia adoptamos, por la fuerza de las circunstancias, la teoría del espacio universal sin límites y de toda la humanidad. En realidad, el espacio -en teoría abierto a todos- está en la práctica ocupado por los que pueden ocuparlo.

Para ejemplificar, cuando se nos dice que el hombre conquistó el Cosmos y que teóricamente está a disposición de los demás hombres, se omite que en realidad, según se sostiene, "está a disposición" precisamente porque no lo pueden alcanzar.
Todo imperio requiere espacio ilimitado. Para que el espacio pueda ser ilimitado para los países desarrollados deben forzosamente limitárselo a los subdesarrollados (nosotros). Esto es lo que ocurrió y ocurre en América del Sur, nos dividieron y nos dividimos para que reine el poder imperial. El imperio de turno necesitó y necesita limitarnos a naciones, sin embargo a nosotros nos conviene deslimitarnos dentro del bloque continental.

La teoría imperial de la "ilimitación del espacio" también nos la han aplicado fronteras adentro, es el caso de la Antártida Argentina en el que de hecho se limitó nuestro espacio territorio nacional, lo mismo que se pretende para Brasil respecto de la Amazonia.
De lo que se trata es de recuperar y ocupar nuestros espacios para ponerlos al interior del Proyecto Nacional Latinoamericano, lo que exige deslimitar las fronteras políticas existentes -geográficamente sólo existen en nuestra imaginación-, integrando los pueblos en el continente común. Si fracasamos, inexorablemente pasaremos a ser un espacio (supuestamente) ilimitado a disposición del interés imperial, aunque se diga y nos digan que estará a disposición de la humanidad.

Nuestra realidad

Mientras el pensamiento eurocéntrico transita por planteos que parten de un desempleo inevitable o de la construcción de una sociedad del ocio, la Argentina y América latina muestran caminos, posibilidades y necesidades distintas. Asumir realidades y potencialidades diversas a las propias puede condenarnos a continuar en la frustración y a una próxima -no tan lejana- desintegración.
El mundo dominante tiene superpoblación, sufre un agotamiento de los recursos naturales, y la superindustrialización -hoy además automatizada y robotizada- está siendo un problema. Nosotros, producto de la escasa población con relación al territorio y de la falta de explotación extractiva, contamos con la mayor reserva de materias primas y alimentos del mundo y abundante mano de obra disponible.
La extensión territorial -todavía desocupada centralmente-, las riquezas de nuestro suelo, la interconexión hídrica natural hacia el interior, la marítima por ambos océanos, nuestro potencial humano y material, bien observado, son el camino para desarrollarnos liberándonos de los tradicionales intereses que nos vienen sojuzgando.

Que nuestro enorme territorio se encuentre prácticamente despoblado genera y alienta las ambiciones de dominio de las potencias hegemónicas, que ya se exterioriza, sea a través de la teoría de la "soberanía limitada" -la nuestra- o mediante acciones concretas como la compra de grandes territorios por parte de sociedades estatales extranjeras.

Seguimos siendo un país y un continente poblado en sus costas y que aún está avanzando -lentamente- hacia su interior, revirtiendo una visión geopolítica obsoleta. Nuestros 326 millones de pobladores latinoamericanos se asientan en casi 18 millones de kilómetros cuadrados, aunque paradójicamente la mayor parte vive en la franja costera donde se ubican las ciudades más importantes. El enorme vacío central es la gran asignatura pendiente de la geopolítica argentina y sudamericana.
Mantenemos inexplotada e inexplorada gran parte de nuestra riqueza en oro, cobre, cinc, manganeso, niobio, titanio, tungsteno, agua potable, gas, petróleo y otros recursos naturales, renovables y no renovables. Contamos con enormes reservas de alimentos y de materias primas, a las que no acceden en modo suficiente todos nuestros habitantes, y que son apetecidos por otros países poderosos que no las disponen, lo que -como advirtiera Juan Domingo Perón- es una amenaza cierta.

Además, nuestro continente está naturalmente interconectado por sus ríos. La vinculación hidrovial entre las cuencas del Orinoco, Amazona y del Plata permite la navegación desde Caracas hasta Buenos Aires. Además hay al menos tres conexiones interoceánicas que unen el Pacífico con el Atlántico y que habilitan la interconexión para el comercio al resto del mundo. Nuestros ríos -olvidados- son el canal de la integración que interconecta a nueve de los diez países sudamericanos.

En términos económicos, el transporte fluvial que no aprovechamos significaría gastar tres veces menos combustible que el ferrocarril y siete veces menos que el automotor -por tonelada y por kilómetro-, reduciendo ostensiblemente la contaminación ambiental. Aprovechar esta hidrorred barata y segura permitiría la conformación de un espacio autocentrado en economía favoreciendo y propiciando el autoabastecimiento sin dificultades mayúsculas. Cómo es posible hablar de desempleo irreversible en estas condiciones de potencialidad.

Introspección

Sentirnos latinoamericanos es el principio. Como dice Gustavo Cirigliano, aquel a quien le matan hermanos día a día y no se entera ; aquel a quien le destruyeron la cultura, le robaron sus monumentos, le suprimieron su modo de resolver sus necesidades, le suplantaron sus técnicas, le negaron sus problemas, su modo de sentir la vida, su forma de sentir a Dios ; aquel al que lo dejaron vacío de sí para luego acusarlo de no tener nada para aportar al mundo, nada más que su miseria ; aquel a quien se le aplica la mitología de vago, incapaz e inútil que justifica la eficiencia y la capacidad del expoliador ; aquel -agregamos- al que se le dice que lo que le pasa es producto de la inevitabilidad del modernismo y que otra cosa no se puede hacer porque si no se cae del mundo.

Reconocer como problemas la miseria y el atraso debe llevar a descubrir que no se trata de algo fatal, natural ni irreversible. Simplemente eso es humano y modificable. Es justamente el trabajo el resolutor de los problemas del país, porque media entre la necesidad y la satisfacción, disolviendo el obstáculo.
Se trata de una eutopía (la concreción de lo deseado), porque cabe insistir que todo proyecto nacional se financia a sí mismo, ya que al movilizarse nueva población y nuevas riquezas o recursos materiales, es financiado por el trabajo y la nueva riqueza incorporada.

No se trata de acudir reiterativamente a lo prestado para financiarlo. No es el dinero ajeno sino el propio trabajo y la propia riqueza liberada la que lo financia. Frente al habitual escepticismo resulta oportuno recordar lo que Juan Bautista Alberdi escribía en Las Bases al señalar : "Empezad por los gastos y tendréis rentas. Si hubiésemos esperado a tener rentas capaces de costear los gastos de la guerra de la independencia contra España, hasta hoy fuéramos colonos".

Los primeros pasos

Puede haber pasado inadvertido, pero los acuerdos con Venezuela para integrar inicialmente PDVSA -quinta exportadora mundial de crudo- y la flamante estatal argentina Enarsa, el acuerdo de Tarija que aumenta el ingreso de gas boliviano a nuestro país, el propuesto financiamiento de la construcción de un gasoducto en el Nordeste con recursos propios y el impulso a la integración más formal de Bolivia en la formulación de Petrosur -ya prácticamente acordado con la petrolera estatal venezolana- son los primeros pasos hacia un proyecto de integración real. La nueva Ley de Hidrocarburos que tramita el Congreso boliviano bien puede impulsar la reactivación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales en ese país, además del control del gas en boca de pozo y una complementación en la región del sur, involucrando a la Argentina, Brasil, Perú y Venezuela. Por otra parte, ya se firmó la Carta de Intención entre Perú y Bolivia, ubicando al puerto peruano de Ilo, como salida de las exportaciones de gas boliviano y de petróleo peruano.

Queda muchísimo por hacer, pero el corredor energético que se está construyendo desde la Patagonia argentina hasta la Venezuela que empalma con Centroamérica y el Caribe tiene la particularidad de ser fundante de la nueva realidad del Mercosur ampliado y de su proyección latinoamericana, que puede generar más empleo inclusivo.

Pleno empleo

El asistencialismo ha sido siempre la contracara de la justicia social. En Centroamérica se utilizó para mimetizar la explotación de los trabajadores y hasta se lo mostró como el nuevo paradigma de un capitalismo con rostro humano. Después fue adoptado por la política -con minúsculas- como disciplinamiento social.
Pensar el desempleo como una cuestión estructural e insuperable tanto para la Argentina como para América del Sur no es real. En un país y un Continente en los que está todo por hacer, el pleno empleo es un imperativo moral y un instrumento ineludible para limitar y ocupar nuestro espacio, desarrollándonos. La cultura del trabajo sólo se adquiere con el trabajo ya que no hay tecnología ni modernismo capaz de equipararse a lo empírico. El eje liberador sin lugar a dudas es el trabajo ciudadano, como derecho universal.
El profesor Alberto Buela enseña que etimológicamente América significa textualmente "poderosa en el trabajo" o "la que manda en su hogar". Es hora de empezar a mandar en nuestro hogar poniendo en marcha el poderío del trabajo de nuestros pueblos, para volver a ser Nación, la pendiente Nación Latinoamericana.

ASI SE CONSTRUYE EL PAIS :

 Un corredor energético en el Sur de América latina, junto con Bolivia, Brasil, Perú y Venezuela.

 Negociaciones para la creación de una empresa petrolera de América del Sur - PETROSUR

 Recuperación de Marina Mercante de bandera argentina

 Reactivación de los Astillero Río Santiago y de la industria naval.

 Creación de la Empresa Nacional de Energía SA

 Creación de AR-sat, empresa estatal de satélites con participación de capital privado, prioritariamente para construir un satélite nacional de telecomunicaciones.

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