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12 novembre 2013

Elecciones en Chile :
Fin del « marketfrendly » y el retorno de Bachelet

par Federico Vázquez

 

Las elecciones presidenciales en Chile este próximo domingo no solo arrojan la certeza de un triunfo contundente de Michelle Bachelet. También aseguran una maduración de una sociedad lista para apoyar cambios históricos, como la reforma educativa y constitucional.

A pesar de que en los últimos días de campaña se publicaron sondeos que mostraban una leve baja de la candidata de centro izquierda, la encuesta del Centro de Estudios Públicos, que por tamaño de muestra y metodología es el estudio de opinión con más prestigio en el país, mostró números que hablan de una gran consolidación de la intención de voto de Bachelet, llegando al 45% en la respuesta espontánea y superando el 50% con la proyección total de los votos. De darse este resultado, Bachelet se convertiría automáticamente en presidenta electa, sin necesidad de segunda vuelta.

Sin embargo, este dato no es el único que sobresale en el escenario electoral. La sociedad chilena parece enfrentada a una serie de cambios que vienen acumulándose desde tiempo atrás y que en esta coyuntura parecen haber encontrado un espacio político para representarse.

En primer lugar, la gran elección que probablemente haga Bachelet, vendrá acompañada de un desastre electoral para la coalición de derecha. Son muchos los que advierten que el próximo domingo, la alicaída candidatura oficialista de Evelyn Matthei podrá tener el peor desempeño de los últimos 20 años. En 1993 Arturo Alessandri apenas logró el 24,4% de los votos contra Eduardo Frei. Hay quien dice que esta vez podría no llegar ni al 20%.

Las razones para semejante debacle son varias. En primer lugar, el gobierno de Sebastián Piñera termina con una magra aprobación social, que puede rastrearse cuando las protestas educativas superaron el cerco de la comunidad universitaria y alcanzaron el respaldo de la mayoría de la población (hoy un 74% de los chilenos está a favor de la universidad gratuita).

Pero parece ocurrir algo más profundo : el sentido común conservador de una buena parte de la sociedad chilena que tan buena retaguardia le brindó al pinochetismo aún durante el período democrático entró en crisis terminal. Este año se cumplieron 40 años del golpe de estado y en un marco de extendido repudio a la figura de Pinochet, el discurso de Piñera no advirtió el cambio y continuó con la tradicional estigmatización al gobierno de Allende : « En mi humilde opinión también tienen responsabilidad quienes no respetaron el estado de derecho y promovieron la intolerancia y el odio en nuestro país ».

Mientras este discurso persiste en gran parte de la dirigencia conservadora, la sociedad civil transita otros caminos, más modernos. Además del apoyo a la gratuidad educativa, cobró fuerza la idea de reformar la Constitución, redactada en 1980 por la dictadura. La propia Bachelet anunció una reforma al texto constitucional. Aunque aún no queda claro su alcance, ni su forma, que dependerá en buena medida de cómo quede conformado el Congreso. A esto se suma un movimiento social que, desde las redes sociales, convoca a incluir en el voto del domingo la sigla “AC” (Asamblea Constituyente) y presionar así a la dirigencia política.

Otro elemento importante de la elección (que podría tener un impacto en el resultado) es un cambio en el sistema de votación. Por primera vez para elegir Presidente, el voto será optativo, y la inscripción en los padrones automática. Hasta ahora, era obligatorio, pero el votante tenía que inscribirse para figurar en las actas. Este cambio, que a priori eleva la cantidad de posibles votantes, necesita de un electorado que salga por decisión propia a ejercer su derecho. Los dirigentes de la derecha están temerosos de que su base social, desanimada ante la evidencia de una victoria de Bachelet, no vaya a votar y aumente el desastre electoral.

Un tanto paradójicamente, para contrarrestar este fenómeno, desde las tribunas conservadoras se escucha hablar de la necesidad de “acarrear votos” el día de la elección (es decir, hacer una logística con transporte y militantes para incentivar que los votantes lleguen a los centros de votación), en una suerte de punterismo electoral un tanto alejado del discurso tradicional de estos sectores.

Finalmente, aparece el cambio dentro de la centroizquierda. Después de más de dos décadas de Concertación, donde fungían como aliados principales y casi excluyentes el Partido Socialista y la Democracia Cristiana, Bachelet eligió conformar una nueva coalición. La Nueva Mayoría, contiene ahora al Partido Comunista y otras expresiones de izquierda. Lo notable es que esta incorporación, que no mucho tiempo atrás hubiera espantado a las franjas moderadas del electorado, en este caso reverdeció el discurso de oposición al gobierno de Piñera y le dio una plataforma diferenciadora. Sin ir más lejos, la reforma educativa, la reforma constitucional y la reforma electoral son tres banderas histórica del PC y que durante esta campaña formaron parte del discurso de Bachelet.

Como sanamente ocurre en los últimos años, el resultado electoral de un país sudamericano no se agota en su frontera y tendrá un impacto regional. La probable victoria de Bachelet y la coalición de centroizquierda en Chile vendrá a mostrar que el « fin de ciclo » de los gobiernos progresistas no parece estar a la vuelta de la esquina. Una lectura acentuada por el hecho de que Piñera había sido el experimento más sólido de un retorno a gobiernos « marketfrendly », en un país que parecía reunir todas las condiciones para su éxito. Sólo duró un mandato.

Cruzando la cordillera, la agenda reformista de Bachelet tiene signos inocultables de un clima que la Argentina conoce desde hace años. Entre otras cosas, la futura presidenta prometió impulsar un sistema de pensión estatal, la negociación salarial a partir de convenios colectivos de los sindicatos, una mesa tripartita de gobierno, empresarios y trabajadores para fijar el salario mínimo y el matrimonio igualitario. Como frutilla del postre, anunció que « una ley determinará los límites de la concentración de la propiedad de los medios de comunicación social… ».

Por si fuera poco, para la oposición política argentina, más allá del previsible trabajo de apropiación que intentarán hacer con Michelle Bachelet, mostrándola como un antónimo de Cristina Kirchner, habrá una advertencia muy concreta : un liderazgo, si conserva el apoyo social, puede subsistir fuera del gobierno y retornar vigente en el próximo período electoral.

Federico Vázquez para Télam

Télam. Buenos Aires, 12 de noviembre de 2013.

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EL ESTILO CONFRONTATIVO DE EVELYN MATTHEI NO CONVENCE, TAMPOCO EL POCO APOYO DE SUS CORRELIGIONARIOS

La derecha menoscaba a la derecha

La última palada de tierra a la candidatura de Matthei la echó Carlos Larraín, del oficialismo. Faltando seis días para las elecciones sostuvo que fue un error de su sector haber bajado a Laurence Golborne de la carrera presidencial.

Por Christian Palma
Página 12
. Desde Santiago, 12 de noviembre de 2013.

La candidatura presidencial de la derecha chilena hace agua por todos lados. La campaña de Evelyn Matthei, hija de un ex militar que acompañó a Augusto Pinochet en la Junta Militar desde 1978 y férrea defensora de las políticas instauradas en la dictadura, no ha logrado convencer al electorado, hecho que se ha reflejado en las encuestas, que no le dan más del 20 por ciento de apoyo a escasos cinco días de los comicios. Si bien la también ex ministra de Trabajo de Sebastián Piñera agarró un fierro caliente tras la bajada de los otrora candidatos oficialistas Laurence Golborne (que hasta antes del rescate de los 33 mineros de Atacama, figuraba como el ministro menos conocido del gabinete) y Pablo Longueira (víctima de un severo cuadro depresivo), el estilo confrontativo y crítico de las demás candidaturas que ha caracterizado a Matthei en esta campaña no le ha servido como trampolín electoral.

Inclusive desde La Moneda el apoyo ha sido silencioso. Casi por cumplir. Como sabiendo que la paliza se viene fuerte y no hay que “mancharse” para no afectar el regreso del jefe Piñera en 2018. Así fue en septiembre, cuando el aniversario 40 del golpe de Estado perpetrado por Pinochet le estalló a la cara a la hija del ex comandante de la Fuerza Aérea, al tiempo que Piñera miraba para otro lado y salía limpio de polvo y paja de ese odioso pasado que todo pinochetista quisiera enterrar para siempre. Sobre todo los que aspiran a algún cargo de elección popular.

Así las cosas, la última palada de tierra a la candidatura de Matthei la echó el propio presidente de Renovación Nacional (uno de los dos conglomerados de la derecha chilena), Carlos Larraín, quien ayer en el diario La Tercera sostuvo que fue un error de su sector, en especial de la Unión Demócrata Independiente (el otro partido que da sustento al gobierno de Piñera), el haber bajado a Laurence Golborne de la carrera presidencial al no dejarlo participar en las primarias del sector.

«  Creo que fue un error bajarlo, claro que sí. Debieron permitir que ese tema se decidiera en la primaria. ¿Para qué hicimos todo el empeño que hicimos ? La primaria nos chupó muchas energías, mucha fuerza. Reunimos 800 mil votos, que no deja de ser, conocidos los hábitos mentales de nuestra feligresía. Y todo ese esfuerzo, perdido. Ese debió haber sido el pedestal de nuestra campaña política. Y ahí habríamos sabido quién era quién. Pero les vino pánico escénico en la UDI y lo bajaron. Creo yo que fue una equivocación. »

En esa línea, Larraín agregó que « era ya entonces la figura mejor evaluada frente a Michelle Bachelet. El otro día estuve revisando unos diarios viejos... El electorado nuestro está turnio. No saben para dónde mirar. Eso es lo que les pasa ». Y fue más allá. Consultado respecto del futuro de la derecha tras las elecciones del domingo, el presidente de RN aseguró que « todo depende de si nuestras huestes se levantan o no el domingo a votar. Ahí está nuestro gran déficit : no hemos sabido entusiasmar a nuestro electorado normal, el que casi siempre nos da en torno del 40 por ciento. Ese es nuestro pecado, y ahí es donde tenemos que hacernos muchas preguntas, mucha gente, no sólo los partidos ».

Las declaraciones del experimentado político no fueron el regalo que Evelyn Matthei quería para celebrar sus sesenta años, cumplidos ayer. Sabiendo que una nueva pelea en el interior de la Alianza podría bajar aún más sus posibilidades de pasar a una segunda vuelta con Michelle Bachelet, Matthei optó por la buena crianza. « A Carlos Larraín lo quiero mucho, muchísimo, y si él dice algo... tiene derecho a decir lo que quiere, y la amistad y el cariño no se destruyen... Entre todos nosotros lo que tiene que primar es la camaradería, la alegría, el optimismo y por sobre todo las ganas de sacar el país adelante », agregó.

Acto seguido, insistió en criticar el programa de gobierno de Bachelet, en especial las reformas educativa, tributaria y constitucional que promueve la candidata de la Nueva Mayoría y el gasto electoral de su campaña, el cual consideró « brutal ». También aprovechó de llamar a la participación el próximo domingo : « Les quiero pedir que realmente cada chileno asuma su responsabilidad, que piense muy bien qué tipo de país quiere, un país que siga progresando, que siga adelante, o un país que hay que echarlo abajo y partir de cero », concluyó.

El cierre central de la campaña de Matthei será el 14 de noviembre en la ciudad de Chillán, al sur de Santiago. Finalmente se optó por un solo acto, en desmedro de dos más que se pretendía hacer en otras regiones. Bachelet, por su parte, según explica La Tercera, realizará su acto final de campaña el mismo día en el popular parque de la Quinta Normal de Santiago.

Otro de los candidatos que tienen posibilidades de pasar –de haberlo– al ballottage es Marco Enríquez Ominami. MEO terminará su campaña en la Plaza de San Bernardo, comuna popular y masiva. Por su parte, Franco Parisi, el candidato independiente que ha sido la sorpresa de esta campaña, realizará su cierre de campaña en la plaza de la sureña ciudad de Concepción.

Los demás candidatos –son nueve en total– están definiendo la mejor estrategia para conquistar los últimos votos para pasar a segunda vuelta. Por ahora, sólo Bachelet tendría ese privilegio. Esto, claro, si no gana en primera vuelta, como dicen las encuestas y para lo cual la derecha sigue contribuyendo.

Cristian Palma para Página 12.

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