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13 décembre 2005

Bolivia, entre la ultraderecha, el indigenismo sumiso y la revolución

 

Por Econoticiasbolivia.com.
La Paz, 9 de diciembre de 2005.-

Frenado temporalmente el poderoso ascenso revolucionario de masas, que ya tumbó dos presidentes y puso en jaque al neoliberalismo y a las transnacionales, Bolivia vive al filo del 2005 una extrema polarización electoral entre la ultraderecha fascistoide y la izquierda indigenista moderada, que se disputan el poder político y el derecho a preservar desde la silla presidencial los millonarios intereses del imperialismo y de la oligarquía criolla, unos con las armas y los otros domesticando y sometiendo desde adentro a las organizaciones populares revolucionarias.

Los sindicatos y las organizaciones sociales, indígenas y vecinales más combativas y radicales, que dirigieron las grandes luchas populares desde el 2000, aguardan con impaciencia que esta disputa se defina en las urnas el próximo 18 de diciembre y se elija al nuevo presidente de la República, al que presionarán con todo para que expulse a las petroleras extranjeras y nacionalice el gas y el petróleo, para que entregue la tierra a los campesinos y para que acabe con el neoliberalismo, según confiaron a Econoticias.

A una semana de los comicios, las encuestas y sondeos más confiables y serios preanuncian una clara victoria en las urnas del candidato cocalero y líder indígena del reformista Movimiento al Socialismo (MAS), Evo Morales, y como segundo, a bastante distancia, al ex presidente Jorge Tuto Quiroga, jefe de la agrupación ultraderechista Podemos. Pero, como ninguno de los dos candidatos alcanzaría la mitad más uno de los votos, como exige la Constitución Política del Estado para ungir directamente al vencedor en las urnas como Presidente, la decisión pasaría en segunda instancia al Congreso, que podría entregar la Presidencia a Quiroga, que lograría acuerdos post electorales y el apoyo de la derechista Unidad Nacional del millonario empresario del cemento, Samuel Doria Medina, que resultaría tercero en la votación.

EL NUEVO PRESIDENTE

Si el Congreso opta por hacer presidente a Quiroga equivaldría a una virtual declaratoria de guerra civil en Bolivia, uno de los países más ricos de Sudamérica y donde una oligarquía parasitaria concentra el poder y las riquezas, mientras que un tercio de la población pasa hambre y otro tercio tiene apenas lo necesario para comer poco y mal.

Casi todas las organizaciones sociales y populares saben que el ex presidente Quiroga, que cogobernó con el ex dictador Hugo Banzer a fines de los años 90, es un aplicado alumno del Fondo Monetario Internacional (FMI) y un cachorro de Washington que no demorará mucho en lanzar tanques y metralla para aplastar la rebelión de los más pobres, que ya se anuncia desde abajo.

Por ello, desde los sindicatos y organizaciones de base se alista la huelga, el bloqueo de caminos y la movilización popular para derribar a piedra, palo y dinamita al nuevo gerente de las petroleras, tal como ocurrió en octubre del 2003 y en mayo y junio del 2005 con Gonzalo Sánchez de Lozada, refugiado en Estados Unidos, y Carlos Mesa, aislado de toda actividad política y social.

En cambio, si es Evo Morales el que asume la presidencia, se tiene casi la certeza de que no defenderá los intereses de Washington y de las petroleras, por lo menos de inmediato, por la vía armada, según valoran las organizaciones más combativas como la Central Obrera Boliviana (COB), la Federación de Mineros, la Confederación de Campesinos y la Federación de Juntas Vecinales de El Alto, que creen, por el contrario, que el líder indígena utilizará una política conciliadora y demagógica para intentar frenar la lucha popular desde el interior de las organizaciones sociales, tal como sucedió en los últimos tres años. Por ello, igualmente alistan la rearticulación de las movilizaciones y la lucha popular para obligar a Evo a nacionalizar los hidrocarburos o, en su caso, derrocarlo si no accede a esta demanda que cada día es asumida con más fuerza por el pueblo.

Otras organizaciones populares, menos radicales como la Coordinadora de Defensa del Gas y Confederaciones de Fabriles, Maestros, Gremiales y otros, consideran por el contrario que la presión popular y la lucha del pueblo por nacionalizar el gas y el petróleo concluirán arrinconando al presidente indígena, hasta obligarlo a expulsar a las transnacionales y acabar con el neoliberalismo y los terratenientes. Los sindicatos y organizaciones menos politizadas creen, en cambio, que Morales cumplirá con estas tareas, sin necesidad de ser hostigado y cercado por las protestas.

En síntesis, en el campo popular y revolucionario, nadie quiere que Quiroga tome la Presidencia, por lo que muchos votarán por Morales, aunque no crean realmente en él, más aún cuando el líder cocalero, obsesionado por convertirse en el primer presidente indígena de Bolivia, cada día hace más y más concesiones al imperialismo y a las petroleras.

DESCONFIANZA

La escasa confianza que tienen los sectores más radicalizados y combativos del movimiento obrero y popular en Morales tiene su raíz en la actuación del líder de los cocaleros en los últimos tres años, cuando abandonó al pueblo boliviano, que dejó más de 100 muertos y más de 500 heridos a bala en la lucha contra la oligarquía y el imperialismo.

En el 2003, cuando el pueblo organizado desde abajo derrocaba a Sánchez de Lozada, el líder cocalero andaba de viaje por Europa y constantemente agitaba el fantasma del golpe de Estado para detener la movilización popular. Caído el genocida de Sánchez de Lozada, Morales sostuvo en el gobierno al nuevo presidente Carlos Mesa y lo defendió frente a las masas. En este periodo llego incluso a boicotear y sabotear las movilizaciones y luchas populares, lo que le valió ser declarado "traidor" a la clase obrera y ser expulsado de la COB.

Desde octubre del 2003, virtualmente cogobernó con Mesa y apoyó los negocios petroleros de Repsol y Petrobras para exportar gas a la Argentina a vil precio, y defendió un tramposo referéndum para desactivar la lucha por la nacionalización de los hidrocarburos. Todo un historial contrario a la lucha popular.

MÁS DEMAGOGIA Y OPORTUNISMO

Pese a ello, en la campaña electoral, Evo no trepida en enarbolar la consigna de la nacionalización, aunque la desnaturaliza y la vacía de todo su contenido revolucionario. Así, se ha comprometido a legalizar los inconstitucionales contratos de las transnacionales como Repsol, Petrobras, Total, Enron, Shell, Panamerican, Vintage, British Petroleum y otras que se han apoderado desde mediados de los años 90 de más de cien mil millones de dólares en reservas de gas y petróleo de Bolivia.

A estas empresas les ha ofrecido compensaciones en especie y dinero para que se acomoden a la nueva ley de hidrocarburos, que aumenta ligeramente los tributos a las petroleras, pero mantiene intactos sus grandes y millonarios privilegios. Nada de expropiación, nada de confiscación, es la consigna central de Evo y el MAS, que han dado plenas garantías a la propiedad privada de los empresarios nacionales y extranjeros, que son uno de los actores fundamentales de su plan de gobierno.

El MAS y Evo Morales oficialmente han renegado del socialismo, según declaró su candidato a vicepresidente, Alvaro García Linera, el guerrillero converso que ha trocado la lucha anticapitalista por el colaboracionismo clasista y la conciliación con el imperialismo. La intención declarada del posible gobierno del líder indígena es avanzar en la construcción de un "capitalismo andino y amazónico", para que se mantenga por los siguientes 50 o 100 años, para después recién soñar en la posibilidad de avanzar al socialismo.

A los obreros les ofrece mejores condiciones de vida, pero ni siquiera quiere anular la libre contratación y las leyes neoliberales que los oprimen y sobreexplotan. A los empobrecidos campesinos les habla de mejores días y del fin de la discriminación, pero no se atreve a plantear la anulación del libre comercio y la libre importación, que han destruido su economía familiar y los han sumido en la miseria. A los sin tierra y campesinos minifundiarios les promete tierras y créditos, pero no se anima a levantar la bandera de la segunda reforma agraria ni a plantear la confiscación de los gigantescos latifundios improductivos que están en manos de 100 clanes familiares que son dueños del 85% de las tierras aptas para la agricultura y la ganadería.

La derechización del MAS y Morales es evidente, está documentada (en su programa de gobierno y en las declaraciones oficiales de sus principales dirigentes) y no deja lugar a dudas de que el primer presidente indígena de Bolivia usará poncho (la vestimenta típica del país), mascará coca y hará flamear la whipala, la bandera autóctona de siete colores, la bandera de la rebelión, pero que gobernará para fortalecer el capitalismo, defender la propiedad y la inversión privada nacional y extranjera, hará negocios con las petroleras y las transnacionales y mantendrá en pie la libre importación, el libre comercio y las políticas centrales auspiciadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

LA APUESTA DE WASHINGTON

La administración Bush, el Pentágono y el Departamento de Estado, así como los organismos internacionales, las transnacionales y los sectores más duros de la oligarquía y las élites dominantes ya han hecho su apuesta por Tuto Quiroga para presidente, y trabajan afanosamente para impedir que Evo Morales y el MAS tomen el gobierno. Así, conspiran y presionan para escamotear la posible victoria electoral del líder cocalero.

Pero, si las urnas se volcaran masivamente a favor de Evo, no impedirían tampoco que el líder campesino asuma la presidencia, aunque de inmediato lo someterían a una asfixiante presión para que no incumpla sus promesas de proteger la inversión extranjera y la propiedad privada, para que no se desvíe del camino, para que no escuche al pueblo. Washington y sus aliados quieren que Evo, si es presidente, sea un poquito más dócil que Lula y Kirchner, y un poquito menos bocón que el comandante Chávez.

De todos modos, Washington ya ha comenzado a desarmar al Ejército boliviano y a separar de las tropas y las armas a los oficiales sospechosos de simpatizar con la nacionalización de los hidrocarburos y los sindicatos.

LA VÍA REVOLUCIONARIA

En este escenario, las organizaciones sociales y populares, nucleadas en torno a la COB y las confederaciones de campesinos, vecinos y mineros, no se hacen ilusiones sobre el próximo presidente. Por ello, todos repudian a Tuto Quiroga y los más radicales y revolucionarios trabajan, además, para "desenmascarar" al MAS y a Evo, porque saben que muy pronto estarán combatiendo contra ellos. Es la labor pedagógica para no caer en la trampa de los poderosos, para no repetir la historia de la Unidad Democrática y Popular (UDP), dice el líder de la COB, Jaime Solares, al recordar el frente popular, conformado por nacionalistas, izquierdistas y el Partido Comunista, que tomó el poder en 1982 con el apoyo delirante de las masas y que gobernó con las recetas del FMI, en favor de los ricos y en contra del pueblo.

En la Federación de Mineros se cree que Evo, si es presidente de Bolivia, "concluirá postrado a a los pies del FMI". Los campesinos aymaras que siguen al Mallku Felipe Quispe, y que plantean la nacionalización sin indemnización del gas, el agua, la tierra y el petróleo, aseguran que la darán "con saña" a Morales por "traidor". En otras organizaciones sociales y populares también hay críticas y amenazas contra el candidato-presidente indígena puesto al servicio del capital y el imperio.

En este marco, se desarrolla desde este jueves, en la ciudad de El Alto, la Cumbre Nacional Obrero Popular para reiniciar la ofensiva del pueblo boliviano hacia la toma del poder, hacia el gobierno de los obreros, campesinos y la población empobrecida de las ciudades. "Ni Evo, ni Tuto, revolución", es la consigna que aglutina a dirigentes sindicales, sociales y populares, reunidos para preservar la independencia de clase frente a las opciones de la burguesía y para impulsar la idea, forjada en décadas de lucha, que la liberación de los trabajadores sólo será obra de ellos mismos.

"Los trabajadores bolivianos ahora debemos plantearnos una lucha superior por la toma del poder", dijo Solares, al reivindicar la historia y tradición revolucionaria del pueblo boliviano que concibe el fin de la explotación y el saqueo, únicamente cuando se destruya al Estado burgués mediante la insurrección armada del pueblo y se construya una sociedad sin explotadores ni explotados.

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