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8 mars 2004

Bolivia : La compañía del ahorcado : Ir con él y dejarle colgado"

 

Por Antonio Ormachea Méndez
Bolivia, 6 de marzo del 2004

La historia está siendo especialmente complicada para Carlos Mesa. Y me refiero a la historia que le toca protagonizar, más que la que le tocó escribir. Lo recuerdo como periodista, detrás de cámaras, allá por 1996, comentando el acontecer nacional con seguridad, con el desenvolvimiento propio de un profesional experimentado.

"Éste es gonista", se comentaba al escucharlo proclive a las políticas que aplicaba entonces el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada. Lo hacía, creo yo, honestamente y con el convencimiento de que era lo mejor para el país.

No creo que entonces se le hubiera pasado siquiera por la mente que, pocos años después, ese mismo Goni le propondría, y convencería, aspirar a la Vice Presidencia de la República como su acompañante de fórmula. Así fue, y Don Carlos Mesa resultó siendo Presidente del Congreso con el que ahora le toca lidiar en su calidad de Jefe del Estado que, seguramente, enjuiciará a Goni ante el país y la historia. Paradojas de la vida, contrasentidos de la historia.

Hoy, después de los acontecimientos por todos conocidos, Mesa gobierna constitucionalmente, pero sin partidos políticos ni representación parlamentaria. Toda una pirueta política. Para desempeñar un gobierno democrático hay que hacerlo con parlamento, aunque se trate de uno desacreditado y en el que el presidente no tenga adherentes. Es la primera vez que se da un Congreso sin oficialismo. Lo normal es que en el Poder Legislativo estén representados oficialismo y oposición. Uno apoya, acompaña la labor del Poder Ejecutivo ; el otro, lo fiscaliza, se opone, como su nombre lo indica, constructivamente. Ese juego es el que legitima a la democracia.

Bueno, regular o malo, el plan de gobierno propuesto por Mesa es el único que hemos conocido desde 1997. Con el déficit fiscal y el estado general de la economía, por demás conocido, sabemos que si no generamos más ingresos y disminuimos gastos, la situación será muy pronto inviable ; habremos ingresado a un callejón sin salida. Para llevar adelante el programa se necesita, muy rápidamente, la aprobación congresal… que no llega. Aunque mal puede ésta llegar si, a medio camino, por las presiones de diferentes sectores, el ejecutivo negocia y anuncia cambios.

Se nota en los parlamentarios una desganada voluntad de acompañar al Presidente en sus iniciativas. Con procesos electorales tan próximos, senadores y diputados se aprestan a maquillarse como mejor puedan para tener una cara más o menos aceptable - misión casi imposible- ante sus electores en diciembre y luego en lo que corresponda a la elección para la Asamblea Constituyente. Desde luego, aprobar impuestos no es lo más recomendable para aparecer populachero. Es más rentable, para ellos, oponerse a todo o postergarlo ad infinitum. Da la impresión de que la irresponsabilidad hubiera llegado a su orgasmo. Tampoco se libran los empresarios, obreros, campesinos y clases medias que están francamente opuestos a colaborar a que el plan gubernamental se ponga en marcha y, sin embargo, ¡Mesa tiene el 78% de apoyo en las encuestas ! ¿Será que lo queremos sólo como persona pero completamente inerme para encarar la crisis ? El actual parlamento y el 78% de la población que lo apoya son, para Carlos Mesa, ni más ni menos que "la compañía del ahorcado : "Ir con él y dejarle colgado".

La agudización de la crisis y sus imprevisibles consecuencias nos afectará a todos. Ni el referéndum, ni la Asamblea Constituyente, ni ninguna otra medida de carácter político o social serán solución para nuestros problemas si insistimos en postergar e ignorar las económicas. Más aún, sin éstas, aquéllas podrían nunca llegar. ¿No da temor pensar que la "salida" de Aristide y la forma en que se produjo pueden ser un velado mensaje de que la primavera democrática está tocando a su fin en Latinoamérica y que las soluciones podrían ser impuestas, enlatadas e importadas ?

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