Portada del sitio > Nuestra América > Terrorismo de Estado > Honduras > Alan García hace los deberes para obtener más bases de EE.UU. en Suramérica
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Frente a esta realidad debe señalarse que la ineficiencia demostrada por ahora por las acciones militares estadounidenses en la supuesta lucha contra el narcotráfico es ex profeso y funcional al crecimiento de un lucrativo negocio, enquistado como motor de la economía del país del Norte.
De manera inesperada y durante una entrevista para la cadena estadounidense CNN, el presidente de Perú, Alan García, hizo pública su disposición de permitir la presencia de soldados extranjeros en suelo peruano, para que « contribuyan en la lucha contra el narcotráfico ».
En efecto, García afirmó que vería con buenos ojos que los estadounidenses aportaran tropas de entrenamiento, como complemento de los helicópteros y operadores de satélite y de comunicaciones ya existentes en su país.
El mandatario tampoco se privó de quejarse por la predilección que Washington tiene para Colombia a la hora de repartir recursos económicos: « Yo dije una vez al presidente Obama: la culpa es suya porque usted ha puesto todo el dinero en el Plan Colombia, mientras en el Perú ha puesto cero ».
De remate, el mandatario ofreció una definición que -en virtud del marco- resulta controversial: « En todos los temas que sean humanos y universales, yo no hago cuestión de soberanías y patriotismo.»
Las inesperadas y sorprendentes declaraciones voluntaristas del presidente peruano se producen en un contexto latinoamericano de generalizado rechazo ante la proliferación de asentamientos militares estadounidenses en Sudamérica.
Las críticas no se hicieron esperar. El ex parlamentario socialista, Javier Diez Canseco, acusó al mandatario de querer implementar un « Plan Colombia » para Perú.
Por su parte, el especialista en temas de narcotráfico, Jaime Antezana, afirmó que Alan García busca disfrazar su ineptitud en la lucha contra las drogas con « propuestas pomposas » condenadas de antemano al fracaso.
Si bien el tema es complejo, cierto es que la actitud de Alan García abre espacio para la reflexión.
En primer lugar sorprende el contrapunto entre el derroche de pleitesía hacia las capacidades operacionales de las fuerzas armadas de Estados Unidos y el desprecio por los más básicos principios de respeto de la soberanía nacional.
Esa torpeza debió ser aclarada posteriormente con una declaración de prensa, con la se explicaba que la aludida presencia extranjera debería estar bajo el comando peruano.
En segundo lugar, las declaraciones representan un apoyo explícito al rumbo que Estados Unidos ha impuesto a la lucha contra las drogas, pese a que -estadísticas mediante- en los lugares en dónde Washington ha focalizado su esfuerzo, el narcotráfico no disminuye sino que aumenta notablemente. Colombia y México son un ejemplo.
Mucho se ha hablado en diversos foros acerca de que Estados Unidos concentra el ataque a las drogas en el extranjero pero es incapaz de controlar el comercio ilegal dentro de sus propias fronteras.
En ese sentido, los observadores hacen hincapié en el inexistente impulso que Washington imprime a otras medidas, como el control de sus instituciones bancarias o el cierre de paraísos fiscales en el extranjero.
A estas acciones indirectas se suma la notable ineficiencia que las publicitadas agencias gubernamentales estadounidenses tienen en la pelea contra las redes de narcotraficantes de cabotaje, pese a contar con astronómicos recursos económicos.
Frente a esta realidad sólo puede concluirse que la ineficiencia mencionada es ex profeso y funcional al crecimiento de un lucrativo negocio enquistado como motor de la economía del país del norte porque, pese a los discursos oficiales que intentan demostrar lo contrario, las experiencias de las últimas décadas indican que el negocio del tráfico de drogas es demasiado bueno para dejar que solo los narcotraficantes lo disfruten.
En tercer lugar ya es claro que detrás de la teoría militar del combate a las drogas se esconde un esfuerzo a mediano plazo que apunta a la ocupación de posiciones relativas favorables con vistas a dos objetivos precisos: amenazar con tropas a los gobiernos no alineados con la Casa Blanca y controlar zonas estratégicas de recursos naturales con vistas a su posterior ocupación.
Son estas últimas dos razones las que sustentan la adopción de herramientas militares antinarcóticos, cuya mayor virtud es conseguir el efecto contrario con facilidad asombrosa.
Esta situación sólo puede darse adrede y no es creíble que la ignore un ser humano con la habilidad para convertirse dos veces en presidente de un país. Ni siquiera si se llama Alan García.
APM . La Plata, 15 de septiembre de 2010.