Accueil > Les Cousins > Brésil > Lula, nosotros y el problema de la corrupción
Los regímenes neoliberales del capital desbocado creen que han cometido el crimen perfecto
Ignacio Lula da Silva, 1982
La corrupción es un fenómeno de perversión o devaluación que, referido a la vida pública, se convierte en un problema ético y político de primer orden. La historia reciente de utilización del discurso anticorrupción, por parte de quienes regulan los mecanismos de acumulación y control social, remite al menemismo. A la salida de la guerra fría, las elites empresariales, políticas y religiosas definieron, junto con el aparato de comunicación, la conveniencia de dirimir sus disputas intestinas al interior de un espacio discursivo que no cuestionase las líneas fundamentales del sistema socioeconómico triunfante. El discurso anticorrupción obró como un blindaje y sustituyó al de la lucha de clases, dentro de un contexto en el que la amenaza golpista por parte del viejo partido militar comenzaba a agotarse.
El código penal y los valores morales se convirtieron en el fundamento último de lo político, aniquilando toda realidad sustancial para la práctica democrática. Como si Maquiavelo no hubiera enseñado nada sobre la realidad extra-moral de la política. Desde entonces, la rotación del personal político se zanja por medio de acusaciones con o sin pruebas de delitos y desfalcos. Lo vemos hoy en Brasil, Ecuador, en Perú y en Argentina. Así de sencillo. Los gobiernos llamados progresistas, casi todos ellos surgidos como efectos del ciclo de las luchas sociales dadas entre 1996 y 2003, están siendo barridos del mapa por medio de este procedimiento, inicialmente diseñado para resolver las cuitas internas de los que mandan.
Se hace evidente, por lo tanto, la necesidad de contar con un pensamiento político crítico de aquel centrado en la denuncia de la corrupción. En un primer repaso mínimo y aéreo de algunas cosas que ya se han dicho y escrito sobre el tema se podrían considerar los siguientes puntos de partida :
El discurso contra la corrupción y a favor de una república del capital se plantea como una guerra contra la democracia (incluso contra la república que, en un sentido clásico, es un esfuerzo indisoluble por liquidar el poder del partido de los ricos por sobre la cosa pública), y sus principales dispositivos son, según un breve texto de Hardt y Negri –Declaración–, los procesos de mediatización de la percepción, de representación de lo político, de securitización de la vida y de endeudamiento o de subordinación de la cooperación social por la vía de las finanzas. El fundamento que coordina estos cuatro dispositivos de producción de un individuo desprovisto de lazos sociales es la propiedad privada. Sin la crítica a fondo de esta compleja maquinaria es imposible comprender cómo se constituyen los fenómenos de crueldad propios de la sociedad neoliberal, ni la importancia estratégica que adopta el discurso anticorrupción como modo de deslegitimar toda figura de lo colectivo que se constituya a partir de principios diferentes y contrarios a los del neoliberalismo.
Destruir a Lula es destruir el esfuerzo pionero y sistemático de crear una nueva izquierda fundada en los movimientos sociales (http://lobosuelto.com/?p=19295), a partir de la caída del socialismo soviético. Comunidades eclesiales de base, movimientos de campesinos sin tierra, el poderoso sindicalismo de los metalúrgicos, los intelectuales que habían resistido a la dictadura : el PT se conforma como expresión política no stalinista y de masas, capaz de convocar e inspirar a las luchas sociales del continente, y lo hace bajo el poderoso liderazgo de un hombre nacido en la pobreza del Nordeste, él mismo obrero metalúrgico y dirigente sindical. Es cierto que Lula y el PT se alejaron bastante de este esfuerzo cuando, una vez en el gobierno, se esmeraron en transformar la novedad de esta izquierda en una actitud amistosa (muy celebrada) en los foros tipo Davos. Por otro lado, el PT sufrió durante estos largos años numerosas críticas y desprendimientos por izquierda.
De hecho, los gobiernos del PT implementaron políticas neoliberales y reprimieron, de modo absolutamente imperdonable, los movimientos que se pronunciaron, en 2013, por la gratuidad del transporte y otras demandas. Es imprescindible conocer a fondo los límites del PT sobre estas cuestiones esenciales, para lo cual puede consultarse el diálogo reciente de Toni Negri con cuadros importantes del partido (http://lobosuelto.com/?p=19305). A pesar de todo esto y debido al papel histórico que cumplieron tanto a nivel nacional como continental, Lula y el PT siguieron siendo un obstáculo para la burguesía más potente del continente. Destruir a Lula, en este momento histórico preciso, es liquidar toda articulación democrática posible entre instituciones y movimientos populares.
El régimen neoliberal –el del capital desbocado y el de sus operadores– se siente capaz de un improbable crimen perfecto ; está demasiado confiado en la inactividad de un suelo plebeyo que actúa por debajo y más allá de los partidos y gobiernos. Pero quizás todo pueda verse de modo invertido si se parte del movimiento de los sin tierra, los sin techo, los habitantes de las periferias, los movimientos de mujeres, esa revolución molecular en marcha contra la que se alían liberales y conservadores, poniendo en crisis el espacio político democrático en el que hasta aquí se dirimían los conflictos. Como acaba de escribir la psicoanalista Suely Rolnik, nuevas estrategias de resistencias surgirán de la mezcla de estos componentes explosivos (Outras palavras ).
Diego Sztulwark para El Cohete a la luna
[[*Diego Sztulwark es investigador y escritor)]