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4 avril 2004

Viviendo en el limbo de Estados Unidos

 

Ni su propia familia quiso creerle cuando llamaron por teléfono desde Nogales, México, para decirles que vinieran a buscar a su hijo Miguel Silvestre de 19 años, quien había sido deportado.

Por Valeria Fernández
La Voz, 30 de marzo del 2004.

"¡Mi hijo está mintiendo ! Si mi hijo es ciudadano de los Estados Unidos. ¿Cómo puede ser que lo hayan deportado ?", respondió nerviosa su madre Ernestina Silvestre, hace aproximadamente 4 años atrás.

Miguel, a sus 26 años, y nacido en Stockton, California, según indica su certificado de nacimiento con fecha del 16 de febrero de 1978, asegura que todavía sufre de pesadillas y no está completamente tranquilo de que las autoridades migratorias no vuelvan a mandarlo de vuelta a México.

Fue deportado una vez, pero se le negó el reingreso a los Estados Unidos muchas veces. México para él es un país extraño que sólo visitó remotamente, para ir a ver a su abuelita y conocer Baja California, tierra natal de sus padres.

"No sabría cómo sobrevivir en México. Hasta los niños más pequeños allá saben cómo defenderse y vender cosas en la calle. Pero yo no", comenta. El muchacho de baja estatura y tez morena, a simple vista puede haber sido nacido tanto en México como en los Estados Unidos. Su inglés tiene un ritmo callejero y ameno, y de su español todavía conserva las raíces.

"¿Cómo es posible que con toda la tecnología que tienen para detener a terroristas, no se hayan dado cuenta que soy ciudadano ?".

Sin embargo, resulta casi inconcebible e inevitable para quien escucha esta versión de los hechos la historia como la vio Miguel al no preguntarse : ¿Cómo es que no se dio cuenta de que estaba siendo deportado ?

Miguel ha tenido varios problemas con la ley, y pasado la mayoría de su juventud bajo libertad condicional por delitos menores, violando los términos y las condiciones de la misma y yendo a parar a las cárceles de los condados de Modesto y Santa Clara una y otra vez.

"Oh, sí Miguel es muy conocido en nuestro sistema", comentó una oficial de la oficina del alguacil del Condado de San Joaquín. Sin embargo, detrás de sus ojos mientras narra vivazmente la inverosímil odisea de México a su casa en los Estados Unidos, no pestañea en confesar que tiene espíritu pendenciero.

El sabe que quiere contar su historia, compartirla con el mundo, más allá de los errores que haya podido cometer, pues el camino que recorrió es en cierta forma el mismo peregrinar por el que pasan quienes sí son deportados por ser inmigrantes ilegales o inmigrantes que violaron los términos de su estadía en el país.

"Lo que me hicieron no estuvo bien", reflexionó.

El joven nacido en los Estados Unidos, "born in the USA" como dice la canción, narró su historia a La Voz en un restaurante de comidas rápidas, en el pueblo de Gilabend.

Entre el ruido de los camiones de carga y los trenes, su madre sacó una carpeta azul repleta de fotos de infancia gastadas. Algunas cómicas lo muestran con apenas meses de edad. Su madre conservó orgullosa su diploma del jardín de niños de Mathews en California, los chequeos médicos de la escuela primaria, fotos amarillas del tiempo, y fiestas de "halloween".

De allí Miguel tomó un brazalete de plástico con líneas rojas que lee : Silvestre-Guzman, Miguel, número de extranjero, fecha de nacimiento 16 de febrero de 1978, y ciudadanía México.

La cinta es un rastro de su reciente detención en el centro para extranjeros ilegales de Florence, en Arizona, donde se encuentran los individuos en el proceso de ser removidos del país. Allí permaneció en su uniforme rojo, clasificado como de alto riesgo, por lo menos por 11 días, durante el mes de marzo de este año hasta que se presentaron pruebas de que era ciudadano.

De acuerdo a abogados de "Project Florence", quienes proporcionan ayuda a los inmigrantes detenidos allí, el caso de Miguel se dio por terminado.

Miguel añora que este haya sido el último de sus encuentros con inmigración, de una saga que lo llevó desde un arresto con los oficiales del alguacil del Condado de San Joaquín en 1999 en California, a un viaje en avión al centro de detenciones de Eloy, Arizona, y una noche fría extraviado en Nogales, Sonora, hasta más recientemente este año cuando fue nuevamente detenido en el puerto de entrada de San Luis Río Colorado, con una humilde copia de su certificado de nacimiento estadounidense, regresando de visitar a su abuela Juana de Guzmán.

El día en que todo empezó : SuperBowl de 1999

Era un clásico día festivo para muchos en California, un emblema quizás de una tradición más arraigada a los Estados Unidos que el 4 de julio : el día del SuperBowl, donde se juega el último torneo de fútbol americano.

Miguel, en ese entonces de 19 años, vivía en las calles, a veces en la casa de su padre. Frecuentemente bajo la influencia de drogas, y bajo el escrutinio de un oficial (parole officer) con quien debía reportarse para cumplir con los términos de su libertad condicional. Ese 31 de enero de 1999, alrededor de las 7 de la noche fue a la casa de su madre, reclamando dinero y que le prestara el auto.

Su madre hizo una llamada a la policía nerviosa de que Miguel estuviera fuera de control, bajo la influencia de alcohol y posiblemente ’crack’.

Cuando los oficiales se acercaron, narra el joven en un recuento del incidente, "les dije que arrestaran a mi madre y a mi hermano por no darme ni el dinero ni el auto".

Los oficiales lo detuvieron y llevaron a la cárcel del Condado donde permaneció toda la noche al menos hasta las 5 y media de la mañana del día siguiente.

"La policía ya lo conocía", dijo su madre. "Jamás me preguntaron si mi hijo era ciudadano". Aún así, esa madrugada varios oficiales de inmigración lo interrogaron, preguntándole de dónde era. "Ellos dicen que dije que soy de México, pero yo les dije que mi familia era de México".

"¿Cómo voy a decir que soy de un lugar donde nunca estuve en toda mi vida ?"

Borrosas memorias

Lo que sucedió después es difícil de recordar o repetir, dijo Miguel.

"Estaba todavía confundido con las drogas…Seguro de que me iban a llevar directo a la prisión". Sin embargo, una vez en las manos de inmigración que lo retiró de la cárcel, un autobús se lo llevó junto con otros individuos hacia Los Angeles.

"Nunca nadie vino y me dijo estamos haciendo esto contigo. Me seguían pasando de autobús en autobús. Revisando mi billetera que estaba adentro de una bolsa", donde tenía su licencia de conducir. "No me acuerdo que me hayan preguntado si era un ciudadano de los Estados Unidos o no. Pero tomaron mis huellas digitales a todos los lugares que iba, y mi foto. No sólo una vez, varias veces".

En un punto de su travesía, cuenta que lo llevaron a un aeropuerto.

"Me quisieron poner en un avión. Me empezó a entrar el pánico. Empezamos a quejarnos con un cubano. Estábamos todos encadenados juntos", comenta.

Finalmente, llegó hasta Eloy, Arizona, donde existe un centro de detención para inmigrantes ilegales que tienen cargos criminales.

Allí lo pusieron en una celda separado porque no paraba de meterse en problemas, agregó. Aún sin preguntarles : ¿A dónde lo estaban llevando ?

"Seguía creyendo que me llevaban a prisión". Como señal de protesta decidió que iba a inundar su celda, bloqueando el inodoro con sus pies. Cuando el agua salió de la puerta los guardias acudieron a tranquilizarlo finalmente. No acababa de decidir que iba a reposar en la cama, cuando oyó que alguien golpeaba la puerta, y habría la rendija por donde pasan la comida llamándolo : ¡Miguel, eh Miguel !

Cuando se acercó con curiosidad el gas le dio exactamente en los ojos. "Comencé a gritar desesperado, me ardía la cara".

Un grupo de guardias vestidos de negro ingresó y trató de contenerlo. Pero estaba fuera de control, reconoce. "Tenía una fuerza increíble…pero comencé a sentir que me inyectaban algo y a perder las fuerzas".

Cuando finalmente se tranquilizó, le dijeron que iban a llevarlo a la corte. Lo vistieron con un uniforme de color café claro, le pusieron esposas y varios guardias o individuos lo llevaron a la corte.

"Me di cuenta que estaba en una corte durmiéndome. Creo que el juez me debe haber hecho preguntas. Pero no me acuerdo…no me acuerdo para nada", titubeó.

Horas después, cuando lo pusieron en un camión a la noche de camino hacia Nogales, México, "ahí fue cuando empecé a hacer preguntas".

 ¿Eh, A dónde vamos ?- preguntó a otro de los acompañantes en el camión.

 Vamos para México.

 ¿Cómo que México ?

 Nos están deportando, porque somos todos mexicanos.

Eres libre de ir a donde quieras

Cuando el camión se detuvo en Nogales, Sonora, los guardias les indicaron que se bajaran. Al preguntarle a otros hacía donde ir le respondieron : "Nosotros vamos a nuestras casas con nuestra familia…Tu eres libre de ir a donde quieras", y se perdió en la noche.

Mientras tanto habría transcurrido 5 días desde su detención y su madre pensaba que Miguel estaba en la cárcel, convencida de que alguien lo había ido a buscar al condado.

Sin embargo, una llamada que vino desde Imuris, Nogales, el 11 de febrero de 1999 anunciándole que Miguel estaba allí, le pareció imposible. "Me siento mal porque yo no le creí a mi hijo, porque yo nunca pensé que me lo hubiera deportado inmigración."

Miguel consiguió regresar en aquel entonces a los Estados Unidos, luego de que su padre lo fuera a buscar e ingresaran sin mayores preguntas por un puerto de entrada. El tiempo alcanzó para que volviera a tener problemas con la ley.

Su familia buscó abogados que lo representaran, inició un proceso extenso para encontrar a alguien que los asesorara.

* Luis Magaña, de la organización de Trabajadores Agrícolas

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