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19 août 2025

LAS HISTORIAS DE LOS NO VENCIDOS

par Carina Carriqueo*

 

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Las historias de los no vencidos, así llaman algunos ancianos a los epew. Son historias de las cuales uno termina quedándose con una enseñanza constructiva para la vida y se ve en la obligación de transmitirla a las nuevas generaciones. Es cierto que si uno quería escucharlos en boca de un anciano primero debía tener su confianza. Después de varios días de convivencia y entre mate y mate, en algún momento los silencios largos se acortaban y recién ahí se podía apreciar la elocuencia. Si él sentía que su relato no iba a ser bien recibido, entonces lo único que se le oía era un sí, un no, seguido de un sorbo a la bombilla, para caer otra vez en un silencio eterno.

En 1920, el longko Abel Curruhuinca recordaba que la paciencia era fundamental para los epew. « Estamos en días de arrogancia, la gente de hoy no siente », decía desde sus tierras en cercanías al lago Lacar. Y tenía razón, ya que las historias orales se van construyendo en el momento, si bien hay una base, un protagonista y un desenlace. Pero hasta llegar se las va condimentando con lo que hay en casa y Curruhuinca narraba episodios legendarios que se asemejaban mucho a lo que su padre había vivido.

Para entender el epew que viene, hay que retroceder en el tiempo y lamentablemente refrescar la memoria. Bajo la presidencia de Julio Argentino Roca en el año 1882, se realizó la segunda avanzada por parte del ejército argentino a la Patagonia. El general Conrado Villegas estuvo al mando y como en cada arremetida del ejército, eran cientos los indígenas que escapaban a Chile, Roca le dio la orden de establecer, paralelamente a la cordillera de los Andes, una línea de defensa para que los que se habían ido, no pudieran volver. Si alguien lo intentaba, la orden era fusilarlo.

Villegas se había hecho fama de guapo, entre otras cosas por haber capturado al longko Pincén en cercanías de Trenque Lauquen. En cada arremetida, Villegas había salido hasta con golpes de boleadora, pero vivito y coleando. Era tal su aberración por los indígenas que en carta a Ataliva Roca, militar y hermano de Julio Argentino, escribió « guerra a muerte es lo que debemos hacer ». Que se debía « convencer » con el [fusil] Remington y que era un servicio al país que debían implementar los jefes superiores, aunque daba a entender que de esos, faltaban. Era de los que incitaban a la guerra, se limpiaba la sangre y seguía en busca de su ideal de país sin Primeras Naciones. Con esa larga trayectoria en muertes, sometimiento y humillación al prójimo, quedó al mando de la segunda avanzada que fue al sur.

La División de los Andes tenía como objetivo invadir la cuenca del Lago Lacar hasta entonces ocupadas por Curruhuinca que estaban vistos como rebeldes. Roca designó al soldado Serafín Galán Deheza para que lo capturase vivo o muerto. El longko fue apresado porque Deheza lo convenció de que si seguía resistiéndose las consecuencias serían para su tribu. Curruhuinca no tuvo opción, era la vida o la muerte de los suyos. Roca lo premió con prendas militares y oficialmente pasó a ser parte del Estado Nacional Argentino. En 1883 el Cardenal Cagliero fue el encargado de imponerle la nueva religión.

Hay que recordar que el gobierno de Chile también buscaba su limpieza étnica a través de lo que llamaron Pacificación de la Araucanía, misma receta de despojo y muerte. Es decir que los mapuches de Ngullumapu, Tierra del Oeste, también andaban escapándose hace años para este lado de la cordillera. Se intervino la vida y la cultura de la Nación Mapuche, en pos de su asimilación socio-cultural o desaparición definitiva.

Por estos pagos, Curruhuinca respetó la bandera celeste y blanca, y hasta se aprendió el himno. Otros de su familia, no hubo caso que lo entendieran simplemente porque no hablaban el idioma.

Sus historias eran esperadas no solo por las infancias [Ver : CNTVinfantil]. La comunidad se reunía para oírlo contar sobre Linko Nahuel, el gran Tigre Rey que los defendía de los invasores. Sus recuerdos empapaban el relato y en su alocución decía que cuando alguien se atrevía a pisar sus tierras, el animal los aniquilaba y los ríos se teñían de rojo, por la sangre. Donde sucedió este episodio, las tierras son las más fértiles, contaba Curruhuinca. Es más, se dice que, por eso, en ese lugar crecían las flores más rojas y bellas, en laderas de frutillares porque las raíces sorbieron del líquido.

A Linko Nawel su misma sangre le hervía y por eso no sabía perdonar. En esos tiempos las gentes eran de una altura increíble, forzudos, que defendían sus tierras junto al gran ser. Según decía el anciano, las mujeres también peleaban a la par de los guerreros. Criaban a sus niños, los amamantaban durante años para que crezcan fuertes y valientes. Al hablar de las hazañas del tigre, el anciano aprovechaba para enseñar otras cosas. En mitad del relato las mujeres salían a recolectar ñolkin, el apio silvestre que utilizaban para el dolor de los huesos o las úlceras. El mismo tomaba el jugo del apio cuando le agarraba la ronquera de tanto hablar y así los niños aprendían a observar y apreciar lo que los rodeaba.

En ese valle habitado por el tigre y aquellas primeras gentes, también vivían los choike, los ñandú que ponían sus huevos en las zonas más planas con pastos altos, pero no los recolectaban si en el nido había un número impar de huevos, porque eso podría traer enfermedad en la familia.

Las primeras gentes le cantaban al sol y la luna que los acariciaban con el calor de día y la luz nocturna, porque los querían mucho y jamás los dejarían solos. Pero un día llegaron los visitantes. La montaña sagrada avisó lanzando un humo negro. Del cielo, Antu y Kayen, el sol y la luna, avisaron con rayos que cayeron sobre la tierra, dejando tokis de piedra, hachas que quedaron semienterradas.

Miles y miles de hombres pequeños ingresaban a la montaña en fila como las hormigas, muy bien armados. El kutral, el fuego, se quedó quieto bajo la tierra en complicidad con los astros para sacudirse cuando encontrara a todos los hombrecitos esparcidos por la montaña. Linko Nawel le habló a los mapuche y les dijo que se prepararan, que se pintaran las caras de la forma más horrible para darles miedo. Que se cubrieran los cuerpos con cueros de animales para causar impresión e intimidarlos cuando el rey de los enanos los citara para un trabún, la conversa de presentación donde conocerían las intenciones de su visita.

Pero el gran tigre vio a su gente volver cabizbajos, nada había funcionado porque los recién llegados los miraron con soberbia y sin miedo. Habían llegado para quedarse y pretendían subir a la montaña sagrada. Además, le contaron a Linko Nawel que esos hombres se habían burlado de los truenos, del humo, del dios del fuego y hasta del nombre del tigre que tildaron de cobarde e inferior a ellos. No le temían a nada y su único interés eran las tierras.

Dijeron también, que esos enanos se llamaban Lulu, escarabajos, y eran tantos como las piedras en wallmapu, la tierra habitada por los mapuche. Los Lulu atacaron sin piedad con sus armas y Linko Nawel empezó a derramar sangre por las heridas, tiñendo la nieve de rojo. Llamó de refuerzo a la gente de los valles y de las planicies, que enseguida acudieron, pero los hombres pequeños les habían tendido una trampa y los encerraron. El gran tigre fue apresado junto con los ancianos, las mujeres y los niños. Parientes y guerreros que habían sido héroes de otras batallas cayeron muertos o prisioneros.

El rey de los Lulu decidió humillarlos y conducirlos hasta la cima de la montaña sagrada, para arrojarlos uno por uno con las manos y los pies atados, para que Linko Nawel viera la agonía de su nación. Los que lograron escapar mandaron hilos con nudos a guerreros lejanos y entonces vinieron a pelear los cuatro vientos, desafiando los climas llegaron y se pusieron de acuerdo para congelar la nieve, convertirla en hielo y animar a los espíritus de los antepasados a no rendirse.

Entonces la montaña sagrada pidió auxilio a la Ira, su fuego en las profundidades de la tierra, un ser que rara vez salía. Todo comenzó a temblar. La montaña se sacudió lanzando bolas de fuego y la ceniza cubrió el cielo de gris. El torrente de lava sepultó a los mapuche y a los escarabajos invasores. La Ira no soportó que se armara tal batalla justo ahí, en la montaña sagrada, donde descansan los espíritus de los antepasados y como los únicos sobrevivientes fueron Linko Nawel y el rey de los Lulu, hizo que quedaran petrificados uno enfrente del otro. Y así es como se formó el Cerro Tronador.

En su oralidad, supimos de su rencor hacia lo que les pasó a sus padres, de la incapacidad de perdonar que los dejen arrinconados, convirtiéndolos en marginados del país nuevo. El modo en que vivían cayó atado de pies y manos por el precipicio del progreso y sus tierras pasaron a ser propiedad privada de otros. Tenía razones para darle esos condimentos a la historia.

Los cuentos mapuche son para los que gozan de la gran virtud de escuchar y sentir. Los epew explican el paisaje, las formas de los cerros, las hondonadas. Son el recuerdo de los ancianos que nacieron en un país que hoy los llama extranjeros. De este lado muchos son acusados de « chilenizar » la Argentina. Pero no hay que preocuparse, del otro lado, los acusan de « argentinizar » el país de Chile.

Alfredo Namuncurá, nieto de Calfucurá, dijo una vez que « antes, fuimos un río que corría sobre la tierra. Ahora, somos un río que corre escondido bajo la tierra. El río que sabía hablar, reír y cantar ya no tiene voz ». No vivió para ver renacer la oralidad. Ese torrente por más escondido que estuvo, siguió su curso lentamente, alimentando raíces nuevas. Con el correr del tiempo las historias volvieron a contarse y Curruhuinca se hubiera sentido muy orgulloso de que hoy todos estén volviendo un ratito a sus infancias para imaginar una de las hazañas más espectaculares contadas por él. La cultura mapuche sigue latiendo y la palabra libertad tiene al menos, un lugar privilegiado en la creatividad de las Primeras Naciones.

Carina Carriqueo* para Página 12

Página 12. Buenos Aires, 8 de agosto de 2025.

*Carina Carriqueo, cantora y divulgadora de la cultura mapuche. Página oficial
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