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El profesor de la Universidad Nacional de Caracas, Alejo Vargas Velásquez, reflexiona sobre la situación venezolana.
Por Alejo Vargas Velásquez
Especial para ARGENPRESS.info
El paro de la oposición al Presidente Chávez terminó de manera lánguida -flexibilización del paro lo llamaron, como una manera de encontrar una salida digna- y se puede decir que el resultado del pulso que han tenido en el presente año va dos a cero a favor del Gobierno Chávez. Pero más allá de quién va ganando los pulsos políticos, es importante analizar el porqué de la situación que han vivido nuestros vecinos y qué se deriva de utilidad para ellos y para nosotros.
Comencemos recordando que la presidencia de Hugo Chávez es producto de la crisis del sistema de partidos venezolano, que se hundió en medio de un desprestigio asociado a la corrupción, la ineficiencia y el clientelismo, pero igualmente hizo crisis un estilo de vida, basado en un Estado benefactor sui-generis, que se sustentaba en la renta petrolera. Estos dos pilares de la estabilidad venezolana, desde el Pacto de Punto Fijo de finales de los cincuenta del siglo pasado, no han logrado sustituirse de manera tal que los venezolanos cuenten con nuevos referentes de identidad y estabilidad. Podría decirse, sin mucho riesgo de equivocación, que en el imaginario del venezolano medio está la idea de volver a ese pasado dorado basado en la ’bonanza petrolera’. Esta ilusión de retorno al pasado explicaría la reelección de Carlos Andrés Pérez y de Rafael Caldera y seguramente la propia elección mayoritaria de Hugo Chávez en quien veían la encarnación del regreso a un sistema de vida que se añora y las reformas institucionales probablemente eran vistas como requisitos necesarios para ello, lo cual explicaría también los apoyos electorales en las diversas elecciones.
Pero en las raíces señaladas hay pistas para explicar el presente: la crisis de los partidos políticos sin la emergencia de mecanismos sustitutos, ha sido un obstáculo para la canalización del descontento normal que todo ejercicio de gobierno genera, pero también para que desde el gobierno se hubiera liderado un escenario adecuado de diálogo y concertación. Esto llevó a que la oposición la lideraran organizaciones no aptas para esto, como las empresariales, sindicales, los medios de comunicación y la propia iglesia y por ello las cosas terminaron en polarizaciones totales y una peligrosa fragmentación de la sociedad venezolana; porque no hay que equivocarse, al Presidente Chávez lo apoya un sector popular de la sociedad venezolana muy importante, así como en la oposición hay un contingente muy amplio de las clases medias y altas de ese país. Alguien decía que para un sistema político peor que los partidos es la inexistencia de los mismos.
La historia venezolana ha estado marcada por la presencia de caudillos que han gobernado durante lapsos muy importantes, para recordar dos en el siglo pasado, Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez. Es decir, hay antecedentes importantes de caudillismo que explicarían la aceptación en sectores de la sociedad venezolana de la manera de gobernar de Chávez, sin duda con rasgos caudillistas marcados. El problema con el Presidente Chávez por parte de sectores sociales venezolanos, aparentemente radica en su discurso directo y a veces provocador, con invocaciones al pueblo y visos de estimular la confrontación de clases y sumado a esto su actitud de cercanía con Cuba y su política para el suministro de petróleo a precios especiales a países del Caribe y Centroamérica, Estos elementos molestan a una sociedad bastante tradicional en sus comportamientos políticos y les genera temores, probablemente infundados, de una radicalización que pongan en juego las reglas democráticas.
Los venezolanos tienen el reto de ser capaces de convivir dentro de la diferencia y aceptar que las practicas políticas tradicionales no se pueden eternizar y que hay que posibilitar que nuevos actores jueguen en el escenario político.
Argenpress.info