Accueil > Empire et Résistance > « Gringoland » (USA) > USA : El fin de una era y una supuesta superioridad
En momentos en que acaba de celebrarse el décimo aniversario de los ataques suicidas del 11 de septiembre, que varios comentaristas -incluso en Estados Unidos- comienzan a señalar como el comienzo del fin de la hegemonía norteamericana, conviene revisar aquí una teoría política de consumo interno en el país del norte, casi ignorada en el resto del orbe mundial.
Se trata del llamado « excepcionalismo » US, según el cual, los EE.UU., por haber nacido de una revolución, haber cortado en buena medida con la tradición europea, y por sus valores propios, constituyen un país inusual, extraordinario, que como tal no está sujeto a las mismas normas ni consideraciones que se aplican a las demás naciones. Curiosamente el antecedente principal de esta doctrina fue un francés (Alexis de Tocqueville) que recorrió el país en el siglo XIX y se maravilló de su potencia y originalidad.
Así es como los norteamericanos se consideran « un pueblo especial, con un destino especial de guiar al mundo hacia la libertad y la democracia ».
Las consecuencias prácticas de esta creencia están a la vista. De ahí que los EE.UU. jamás hayan suscripto los tratados internacionales en materia de derechos humanos, ya que se consideran en un standard superior en esa materia, y por ende no pueden someterse a una competencia internacional al respecto. De ahí también que los jueces estadounidenses no contemplen ni estudien los fallos de otros tribunales del mundo, se mantengan al margen de esos avances, y hayan comenzado por ende a perder el prestigio y la influencia de que gozaban antaño. De ahí que los usamericanos sean tan reacios a aceptar doctrinas que consideran « no US », como el socialismo de cualquier clase o graduación.
Naturalmente, este discurso intenta despojarse de resonancias racistas -ya que la propia sociedad norteamericana es multiracial- y en general intenta justificarse por cuanto los EE.UU. impondrían su poderío sobre otras naciones sólo por el bien común, la libertad y la democracia.
Como se advertirá, esta doctrina no es más que una actualización más o menos burda de los principios que guiaban a los imperialismos inglés y francés del siglo XIX. Aquellos imperios hoy en decadencia no tenían pruritos en sostener que sus pueblos eran racialmente superiores a aquellos que dominaban, pero también posaban de altruismo, defendiendo su derecho a « civilizar » el mundo de los otros.
El fondo de esta creencia, está claro, es un principio muy poco democrático : la idea de superioridad de algunos pueblos sobre otros, lo que les otorgaría un « destino manifiesto » de guiar al mundo, mientras -como quien no quiere la cosa- se aprovechan ampliamente de sus riquezas.
Desde luego es difícil predecir cuánto tiempo demorará en caer el predominio norteamericano. Hoy está muy amenazado por China y las naciones emergentes del denominado BRIC. Pero no debe olvidarse que antes estuvo amenazado también por la URSS y por Japón, y ambos perdieron su poder de otrora.
Como se quiera, es una cuestión de tiempo, y los sectores más lúcidos de la sociedad usamericana ya apuestan a este reacomodamiento. Como lo expresó el actual presidente Barack Obama, de quien se podrá discutir la gestión de gobierno, pero no la lucidez intelectual. « Yo creo en el excepcionalismo usamericano, tal como sospecho que los ingleses creen en el excepcionalismo inglés, y los griegos en el excepcionalismo griego », dijo, preguntado al respecto.
Para agregar :
« No veo ninguna contradicción entre creer que los EE.UU. tienen un rol continuo y extraordinario en guiar al mundo hacia la paz y la prosperidad, y reconocer por otro lado que ese liderazgo depende de nuestra habilidad para crear sociedades con otros países, porque no podemos solucionar estos problemas por nosotros mismos ».
La Arena. Santa Rosa, Argentina, 16 de Septiembre de 2011.