Portada del sitio > Los Primos > Uruguay > "¡Todo el pescado esta vendido!" ¡Vamos Uruguay, cambia, todo cambia!
Hoy sí que todo puede cambiar al fin La banda de sonido en Montevideo es "cambia, todo cambia". Es que todo indica que el voto de casi dos millones y medio de uruguayos puede terminar hoy con el monopolio de casi dos siglos de blancos y colorados, con un triunfo del Frente Amplio. Hay clima de anticipación y de fiesta.
Los uruguayos decidieron ignorar la veda electoral y el país sigue embanderado con la tricolor frentamplista.
Tabaré Vázquez, por el triunfo en la primera vuelta
Uruguay, la hora de la izquierda
Por Raul Zibechi
Montevideo, 31 de octubre del 2004
"Todo el pescado está vendido", dice el socialista Tabaré Vázquez, de la coalición de izquierda Frente Amplio, instalado arriba en las preferencias de los electores uruguayos, que este domingo eligen presidente. La duda es si Vázquez ganará en la primera vuelta o deberá ir a una segunda, como lo hizo en 1994 y 1999.
El autor de este texto sostiene que el abanico uruguayo es "un caso único en América Latina, en virtud de la profunda penetración que la izquierda consiguió en la sociedad uruguaya. La hegemonía política, que está a punto de conseguir, fue precedida por una hegemonía cultural construida en las tres últimas décadas"
Desde el punto de vista de las alianzas, el programa y las estrategias, la izquierda política uruguaya agrupada en el Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nueva Mayoría es una fuerza de centroizquierda, que incluye desde los revolucionarios radicales hasta personalidades de centroderecha. Pero si la observamos desde la base, estamos ante una extensa red sociocultural que llega a todos los rincones del país y a todos los sectores sociales, e incluye las más diversas manifestaciones de la vida: desde las relaciones familiares hasta el deporte y la cultura.
Una y otra realidad han conseguido convivir en armonía -no exenta de desencuentros puntuales- del mismo modo que los diversos sectores que componen la alianza han alcanzado formas de cohabitación estables y duraderas, sobre la base de dejar de lado las disputas ideológicas y concentrar fuerzas en la conquista del gobierno.
La unidad como estrategia
Cuando fue fundado en 1971, el Frente Amplio recogió dos de las tres tradiciones de la izquierda uruguaya: comunistas y socialistas se unían por primera vez, quedando fuera sólo las corrientes anarquistas [1]. En esa alianza, participaron desde el comienzo sectores que se identificaron con la lucha armada del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Hasta ahí se trataba de los acuerdos habituales en la izquierda. Sin embargo, confluyó también la Democracia Cristiana (que en otros países, y en esos años, rechazó cualquier colaboración con la izquierda), y sectores desgajados de los partidos tradicionales, entre ellos destacados ex ministros como Zelmar Michelini, y grupos nacionalistas, o blancos, que abandonaron su partido en diversos momentos de los conflictivos años 60.
Sellar la unidad de semejante heterogeneidad no fue sencillo. Fueron los comunistas quienes mostraron mayor flexibilidad para atraer aliados, cediendo en los puntos que provocaban más fricciones. La izquierda tuvo habilidad como para colocar a su frente -en un momento de gran polarización política con la guerrilla y los sindicatos- a un general de larga y destacada carrera en las fuerzas armadas: Liber Seregni. Desconocido hasta el momento en que fue proclamado como candidato a la presidencia por el Frente Amplio, Seregni mostró habilidades de estratega, priorizando la negociación y el diálogo por sobre la confrontación y el ensanche del espectro de alianzas sin medir las opciones ideológicas; actitudes que en su momento pudieron ser atacadas por excesivamente pragmáticas, pero que rindieron casi siempre buenos dividendos.
Sin embargo, fue la dictadura (1973-1985) la que selló la unidad de la fuerza recién nacida, y buena parte de su legitimidad. A partir de la reinstalación de la democracia, la izquierda no sólo recuperó su legalidad sino un lugar muy destacado en el escenario político. La legitimación fue notoria a través del reconocimiento de sus dirigentes, que trascendió fronteras políticas e ideológicas, no sólo en el caso de Seregni, sino también de dirigentes tupamaros como Raúl Sendic, que soportó con entereza 13 años de torturas y prisión, pasando meses en aljibes con el agua hasta los tobillos.
La dictadura consolidó la identidad de la izquierda, tanto a nivel de las bases como de los dirigentes, a través de una suerte de "pacto de sangre" que selló lealtades. En paralelo, los cambios políticos operados por las dictaduras, y luego profundizados por el neoliberalismo, fueron homogeneizando la variedad de estrategias y formas de lucha, que quedaron focalizadas en las elecciones y el cambio a través del acceso constitucional al gobierno.
La hegemonía cultural
Jorge Larrañaga, candidato de los blancos
Fue bajo el autoritarismo cuando la izquierda, como cultura de oposición y resistencia, se fue haciendo hegemónica en las principales manifestaciones culturales y de la vida cotidiana colectiva. Pese a la dura represión y la emigración masiva, la cultura de izquierda se conservó replegándose en el entorno familiar, donde perduró con fuerza y se recreó con base en solidaridades fuertes. En este punto, debe introducirse un breve paréntesis, ya que la peculiar historia del Uruguay está impresa de muchas maneras en la propia izquierda, pero a su vez es un factor clave para explicar su fuerza actual.
Uruguay no tuvo oligarquía, y fue gobernado desde comienzos del siglo XX por una "clase política" separada de la burguesía comercial, dominante en lo económico. La impronta de José Batlle (el "batllismo"), dos veces presidente luego de 1904, arquitecto de una avanzada legislación social, de un Estado laico con vocación social y empresarial, y árbitro conciliador de las disputas sociales, generó un clima de paz y estabilidad.
La baja densidad de población, el abrumador predominio de la población europea y la escasez de conflictos internos de envergadura a partir de la derrota, en 1904, de las episódicas insurrecciones rurales acaudilladas por los "blancos", pavimentaron el proyecto socialdemócrata.
La homogeneidad étnica y sociocultural se tradujo en el predominio de una cultura de clases medias, que hizo de la educación su forma de ascenso social. La historia del país fue modelada por el "batllismo", aunque con el tiempo el Partido Colorado se convirtió en una suerte de "partido de Estado", y con ello aparecieron la corrupción, el clientelismo y formas diversas de autoritarismo, aun en democracia.
Al hundirse el país batllista luego del fracaso del modelo de sustitución de importaciones, hacia fines de los 50, la izquierda fue la heredera de aquel imaginario de progreso en paz e igualdad de oportunidades, con un Estado regulador y contenedor de las diferencias de clase. También puede decirse que sin la peculiar historia del "país batllista", no hubiera sido posible construir una izquierda unitaria, creíble para la inmensa mayoría de los uruguayos de todos los sectores sociales.
La izquierda consiguió la hegemonía cultural mucho antes de ser mayoría electoral. La Universidad estatal y el teatro son, desde hace más de medio siglo, baluartes no partidizados de una izquierda de capas medias. Hacia los años 60, la cultura de izquierda era ya hegemónica entre los profesionales y los universitarios [2]. Con los años, la izquierda como sentimiento se fue haciendo mayoritaria en la música popular, en el carnaval y en las principales manifestaciones de masas, incluyendo a algunas destacadas estrellas del futbol, que no ocultan sus preferencias por el Frente Amplio.
La gestión municipal de Montevideo, desde 1990, donde reside la mitad de la población del país, contribuyó a afianzar y profundizar esa hegemonía cultural y social, sin la cual la izquierda no podría soñar con llegar a ser gobierno. Pero, ¿en qué consiste esa hegemonía? En que las ideas-fuerza que encarna el Frente Amplio (Estado social, gobierno honesto, soberanía nacional, justicia social, entre otros) se han convertido en el "sentido común" de los uruguayos de comienzos del siglo XXI.
Una red social de base
Desde sus primeros pasos, el Frente Amplio aportó una originalidad que será con los años una de las claves de su penetración en la sociedad: los comités de base, donde se agrupan militantes y activistas de todas las corrientes que lo integran. La tupida red de comités se convirtió en espacios de socialización, en los que se fue fraguando una identidad frenteamplista que subsumió las identidades previas de los sectores que la conforman. Esta es una de las peculiaridades de la izquierda uruguaya: la unidad es mucho más que la suma de las partes, es "otra cosa", que marca diferencias con otros modelos y procesos.
La red capilar de la izquierda es impresionante. Hace dos años el Frente Amplio (FA) tenía 207 mil adherentes o afiliados, en un país de 3 millones de habitantes, o sea uno de poco más de 10 adultos [3]. En las elecciones de 1999 el FA cosechó unos 800 mil votos, lo que supone que están "organizados" nada menos que uno de cada cuatro votantes y uno de cada 10 electores. Actualmente hay unos 300 comités de base, pero en la transición democrática llegaron a existir unos 500 comités sólo en Montevideo (1.2 millones de habitantes), uno por cada 2 mil 500 habitantes. Una red semejante está en la base del sostenido crecimiento de la izquierda uruguaya, pero es además lo que le permitió permanecer y seguir adelante pese al fracaso del socialismo y a las sucesivas derrotas electorales.
Un hito trascendental para comprender el crecimiento de la izquierda, fue la aprobación en 1986 de la ley de caducidad (o ley de impunidad). Aprobada por blancos y colorados, sancionó que el Estado uruguayo renuncia a juzgar y castigar a los militares implicados en las violaciones de los derechos humanos. Para una población acostumbrada a vivir en un país donde todos eran iguales ante la ley, fue un mazazo.
La reacción fue el nacimiento de un impresionante movimiento social para derogar la ley de impunidad, que se tradujo en la formación de unas 300 comisiones barriales en todo el país, integradas no sólo por frenteamplistas sino también por blancos y colorados progresistas. El debate nacional rompió los límites políticos, sociales y geográficos de una izquierda que hasta ese momento estaba confinada a la capital. A partir de ese momento, y pese a la derrota del referéndum, arribaron al Frente Amplio nuevos sectores desgajados de los partidos tradicionales, que fueron recogidos en la sigla Encuentro Progresista, primero, y Nueva Mayoría, más tarde.
Para la izquierda fue posible frenar las privatizaciones y el neoliberalismo, otra peculiaridad del proceso uruguayo, no sólo a través de la movilización sino de la recuperación de la potente tradición estatista nacida con el batllismo. De ahí que el referéndum contra las privatizaciones de 1992 tuviera el 70% de respaldo, mientras la izquierda no llegaba aún al 30% de los votos. En pleno auge privatizador en todo el mundo, el "sentido común" de los uruguayos indicaba que era un mal camino. En cierto momento a lo largo de las dos últimas décadas, ese sentido común se fue volcando a la izquierda, que quedó a su vez como la única fuerza política capaz de ponerlo en movimiento.
Crisis neoliberal y acceso al gobierno
La crisis del neoliberalismo aceleró el fin de los gobiernos de la derecha, pero en realidad el triunfo de la izquierda era sólo cuestión de tiempo, ya que tendencias presentes en la sociedad, históricas pero también generacionales, fueron erosionando de forma irreversible la hegemonía de los partidos tradicionales.
La crisis económica de 2002, fue letal para la derecha. Una idea del tamaño del cambio en curso, es el desmoronamiento del Partido Colorado, que pasó en pocos años de más del 40% del apoyo popular a un raquítico 10% de las intenciones de voto. La recesión se instaló en Uruguay en 1999, de la mano del estancamiento de la economía argentina. Entre enero y julio de 2002 el riesgo país pasó de 220 a 3 mil puntos; la fuga financiera se llevó el 45% de los depósitos bancarios; el precio del dólar se duplicó y el producto interno bruto cayó a la mitad del de 1998. La desocupación trepó al 20% y el porcentaje de la población por debajo del índice de pobreza alcanzó el 40%.
En Uruguay la crisis del modelo no generó una situación de crisis política ni de desestabilización, y fue canalizada hacia el terreno electoral, en un país donde el Estado, aún debilitado, todavía funciona; donde la cultura política desplazó, hace mucho tiempo, el centro de gravedad de lo político-social a lo político-electoral.
¿Podrá esta izquierda cambiar el país? Depende de qué entendamos por cambiar. Si se trata de gestiones estatales más honestas, más ordenadas y más favorables a los pobres, ello está fuera de duda. Si se trata de salir del neoliberalismo y contribuir a implantar un modelo de desarrollo más justo y equilibrado, parece dudoso que una izquierda moderada en un pequeño país muy endeudado, pueda gestionar cambios de rumbo de larga duración. La impresión es que todo dependerá de la relación de fuerzas regional -en particular de los papeles que decidan jugar Brasil y Argentina-, pero también de que el debilitado movimiento social -centrado aún en los trabajadores con empleo fijo- consiga superar su crisis e incluir a los nuevos pobres, que son los más interesados en cambios radicales de largo aliento.
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Lo que se juega hoy con la elección presidencial en Uruguay
Por Luis Bruschtein
Página/12, Montevideo, 31 de octubre del 2004
Un total de 2.487.816 uruguayos eligen hoy al presidente de este país en lo que puede significar el fin del monopolio político de 200 años de los dos partidos históricos, blancos y colorados. Todas las encuestas adelantaron que el médico Tabaré Vázquez, candidato del izquierdista Frente Amplio, ganará en la primera vuelta con más de la mitad del total de votos. Pese a esta coincidencia de las encuestas, el margen de no más de dos o tres puntos por encima del 50 por ciento que le otorgan mantiene el suspenso sobre el resultado final.
Como si en Argentina hubieran persistido unitarios y federales hasta llegar al siglo XXI, el Partido Nacional (blanco) y el Colorado fueron fundados poco después de la independencia uruguaya, se enfrentaron en una dura guerra civil y se mantuvieron alternándose en el gobierno, con una longevidad que no se repite en ningún otro país de América latina. Hasta hoy, en que una coalición izquierdista está a punto de obtener más votos que las dos fuerzas históricas juntas.
En las calles de Montevideo quedaron ayer algunas mesas aisladas de propaganda política a pesar de la veda y algunos vehículos siguieron transitando con banderas partidarias, la mayoría de ellos con la tricolor, azul, blanco y rojo, del Frente Amplio. También permanecen los carteles de vía pública y de tanto en tanto pasa una camioneta con la voz de Mercedes Sosa a todo volumen cantando "Cambia, todo cambia...", que a veces es reemplazada por canciones de Zitarrosa. Pero han desaparecido los actos, las caravanas y los spots radiales y televisivos.
Como hoy se vota también en el plebiscito para otorgar al Estado la administración del agua potable, los frenteamplistas y los blancos, que están a favor de esa medida, criticaron ayer al gobierno porque publicó la carta de una empresa española que maneja el agua del departamento de Maldonado, donde anunció que se retiraría del país si, como se presume, el plebiscito aprueba esa reforma constitucional.
La empresa de capitales españoles Uragua informó en esa carta que la modificación de la Constitución provoca "ipso facto" la ilicitud de su permanencia. De ser así, el gobierno de Jorge Batlle tendría que hacerse cargo del abastecimiento del agua potable en Maldonado, ya que la asunción del presidente que resulte electo hoy será recién el primero de marzo del año próximo.
También se produjeron denuncias por nuevos nombramientos y destinos en la Cancillería uruguaya un día antes de la elección, en lo que parece ser un intento de la administración colorada por dejar mejor ubicada a su gente. Esta situación promete que el largo período de transición, desde hoy hasta marzo, deparará novedades, ya que el partido que se retira, el Colorado, ha sido prácticamente el dueño del Estado y al que las encuestas le auguran la peor performance hoy, con no más de diez u once por ciento de los votos. Este partido, que históricamente ocupó el espacio de la socialdemocracia y que introdujo muchos de los beneficios sociales, en los últimos años se fue deslizando hacia posiciones conservadoras y neoliberales y en la campaña electoral se caracterizó por intentar atraer los votos más derechistas, pese a que su candidato, Guillermo Stirling, no era un político enrolado en estas posiciones.
Ayer seguían llegando uruguayos desde el exterior y entre ellos el grupo de ciclistas frenteamplistas que salió desde Chile y atravesó Argentina a pedal. Lo paradójico es que uno de estos votantes deportivos es primo de Stirling, un arquitecto de 59 años, que estuvo preso durante la dictadura uruguaya y luego se exilió en Suecia y reside en Chile como funcionario de una ONG. "Elegimos esta forma de viajar, igual que los que vienen caminando desde Brasil, para marcar de una manera diferente este cambio que se avecina en la historia de nuestro país", afirmó Roberto Stirling."Espero hacer un asadito con él -agregó sobre su primo- para darle un abrazo y festejar su regreso a la escribanía y que la política en la familia me la deje a mí."
El comicio empieza hoy a las siete de la mañana y cierra a las siete de la noche. Las encuestadoras sólo podrán dar a conocer los resultados de boca de urna a partir de las 20 y todos los candidatos pidieron a sus simpatizantes que no salgan a festejar hasta que las cifras estén claras. Como los números son tan ajustados, el resultado oficial difícilmente se sepa hasta la mañana del lunes.
Figuran ocho candidatos presidenciales en competencia y los tres principales son Vázquez, del Frente Amplio; Stirling, de los colorados, y Jorge Larrañaga, de los blancos, a quien pronostican alrededor del 30 por ciento de los votos. Para obtener un cargo de senador son necesarios 74 mil votos, en tanto que el curul de diputado se alcanza con unos 24 mil votos. Si bien hay ocho candidatos a presidente, hay 37 listas al Senado y 505 listas para la Cámara de Diputados, distribuidas entre todos los lemas y sublemas a veces de los mismos partidos. Por esta característica, la campaña se ha convertido en una ensalada de números que sólo entienden los uruguayos.
Según informó el Comando de la Jefatura de Policía de Montevideo, habrá 500 agentes de Investigaciones vigilando que no ocurran desmanes en los festejos. Aunque la campaña ha sido bastante pacífica si se la compara con otras regiones, la policía asignó a cada una de las tres fuerzas políticas mayoritarias un área céntrica donde podrán festejar. Montevideo no es muy grande y estas áreas apenas están separadas por unas pocas cuadras, pero la intención es que no se crucen las columnas de manifestantes el domingo a la noche.
El comando del Frente Amplio se encuentra en el hotel ex Presidente, sobre la 18 de Julio, a pocos metros de la avenida Libertador, donde realizó su masivo acto de cierre. Esta avenida le fue asignada para los festejos. Frente al ex hotel, que está en reparaciones, se montaba ayer un escenario con gran cantidad de altavoces desde donde los dirigentes le hablarán al público.
En general, los uruguayos tienen alto nivel de politización y de formación ciudadana, son respetuosos de los semáforos y de las reglas de juego democrático. Pero la veda parece ser su punto débil, ya que durante toda la tarde de ayer se mantuvieron los bocinazos y las marchas partidarias. Y redoblaron a medida que iba anocheciendo. Todo anunciaba que la gente estaba dispuesta a comenzar los festejos frente al comando frenteamplista, aun antes de comenzar a votar.
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Los dos partidos tradicionales buscan una segunda vuelta, que enfrentarían juntos
El izquierdista Tabaré Vázquez, favorito para ganar hoy la presidencia de Uruguay
Por Stella Calloni
La Jornada, Montevideo, 31 de octubre del 2004
Montevideo, 30 de octubre. A horas de los comicios presidenciales unas 200 mil personas han llegado al país y sigue la fiesta popular en aeropuertos, terminales de camiones y en el puerto. La real posibilidad de un triunfo de la coalición de izquierda y centroizquierda de Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nue-va Mayoría (EP-FA-NM) atrajo a miles de uruguayos que viven exilio económico, y otros que regresaron después de largo tiempo de ausencia por exilio político.
En cada esquina hay familias que festejan el rencuentro, y de cada 10 autos que pasan ocho llevan banderas del Frente Amplio. Todos hablan de cambio y esperanza.
Un total de 2 millones 487 mil 616 ciudadanos están habilitados para elegir presidente y vicepresidente, así como 30 senadores y 99 diputados, y las Juntas Electorales de los 19 departamentos del país.
En las presidenciales, Tabaré Vázquez, de EP-FA-NM, lidera las encuestas con entre 51 y 55 por ciento, seguido de Jorge Larrañaga, del Partido Nacional (Blanco), que lo-graría entre 26 y 32 por ciento.
Si hubiera segunda vuelta, este partido se uniría al gobernante Colorado, que tiene en-tre 9 y 11 por ciento de la intención de voto. El Frente Amplio y sus aliados tendrían asegurada la mayoría en el Congreso, también por primera vez en la historia del país.
Los uruguayos deberán además aceptar o rechazar una propuesta de enmienda constitucional que prohíbe que empresas privadas presten servicios de abastecimiento de agua potable y saneamiento en el país. Para que sea aprobada se requiere que el sí gane con 50 por ciento de los votos emitidos.
Será difícil después de esta experiencia, gane quien gane, que se pueda mantener lo que mayoritariamente se considera injusticia electoral y es el sistema de balotage (segunda vuelta), donde además se cuentan los votos blancos y anulados para llegar a ella, con lo que un candidato debe tener mucho más que 50 por ciento en su favor.
Hasta 1994 los partidos Blanco y Colorado (gobernante) mantuvieron una Ley de Le-mas que permitía la acumulación de los votos de varios candidatos de un mismo partido bajo un mismo lema, con sublemas diferentes, y ganaba quien obtuviera el mayor número de votos, dentro del lema mayoritario.
Pero cuando el Frente Amplio, que nació a la vida política en 1971, apareció a finales de 1989 con la posibilidad de un triunfo general, los dos partidos tradicionales con mayoría en el Congreso forzaron una reforma constitucional que estableció el sistema de segunda vuelta, y que quien obtuviera 50 más uno de los votos sería el ganador.
Entró en vigencia precisamente en 1999, cuando Tabaré Vázquez ganó con 42 por ciento de los votos y blancos y colorados se unieron para derrotarlo en el balotage. Así llegó el gobierno Jorge Batlle, quien gobernará hasta marzo de 2005, lo que se considera una transición demasiado larga.
Muy lejos de estos días quedó el Uruguay que hasta los años 60 llamaban "la Suiza de América", por su particular sistema político y una homogeneidad bastante aceptable que lo diferenciaba de sus vecinos.
La dictadura, primero, y las democracias empobrecidas o neoliberales que le sucedieron dejaron como herencia desigualdad entre ricos y pobres absolutos, que es lo que hoy está estallando en el rostro de los viejos políticos en esta rebelión de las urnas.
La crisis de 2002 fue el golpe definitivo que despertó a las mayorías, cuando el de-sempleo llegó a más de 20 por ciento; ahora se habla oficialmente de 13.6 por ciento de la población económicamente activa de aproximadamente un millón 300 mil personas.
Sin embargo, los sindicatos estiman una cifra superior, que en un país pequeño como Uruguay significa casi 800 mil personas, en-tre desempleados y subocupados. Hay de-partamentos del país donde el desempleo continúa en 20 por ciento.
Más de 32 por ciento de los uruguayos vive bajo la línea de pobreza y hay unos 100 mil indigentes en un país de 3.4 millones de habitantes. Cincuenta y seis por ciento de menores de seis años viven en hogares bajo la línea de pobreza, y casi medio millón de menores de 18 años son pobres.
Esta situación, más el endeudamiento ex-terno de más de 13 mil millones de dólares, ha producido una situación intolerable en un país que mostraba los mayores niveles de igualdad en América del Sur. Los gobiernos posdictadura no corrigieron sino que aumentaron el deterioro y la desigualdad.
El proceso de desindustrialización de los últimos años produjo otro retroceso, que se reflejó en lo que era orgullo de los uruguayos: salud y educación.
Los miles y miles que han salido a las calles a respaldar la esperanza de un cambio, responden a una recuperación de la mejor cultura política del pasado. Y esto es, como se dice aquí, no sólo evolución en la política, sino una revolución política y ética.
[1] El Frente Amplio recogió el programa de la Convención Nacional de Trabajadores, creada en 1964, y del Congreso del Pueblo, confluencia de más de 700 organizaciones sociales, que sesionó en 1965: nacionalización de la banca y el comercio exterior, no pago de la deuda externa, reforma agraria.
[2] Dos muestras: el semanario Marcha, uno de los más prestigiosos de América Latina; y la creación del colegio de médicos que fue bautizado, ya en 1920, como Sindicato Médico del Uruguay, que alentó el sistema mutual en la salud al que están afiliados desde hace décadas la mayoría de los montevideanos.
[3] Los "adherentes" pagan una cuota mensual y eligen las autoridades de su comité y del Frente Amplio; los comités de base se agrupan en coordinadoras zonales de las que existen 18 en Montevideo y otras tantas en el interior. Las bases tienen delegados en el Plenario Nacional y la Mesa Política, órganos permanentes de dirección entre congresos.